El dolor, la epidemia del Siglo XXI
Cada vez, los centros hospitalarios desarrollan unidades para atender el dolor crónico: el que no cumple una función de advertencia sobre un riesgo para el organismo y se transforma en una enfermedad en sí mismo. En Uruguay, por ejemplo, el 60% padece migraña.
Informe de Lucía Massa.
El dolor es un problema que los médicos califican como la epidemia del Siglo XXI. Las cifras les dan la razón. Encuestas a nivel internacional señalan que hasta un 40 por ciento de la población mundial afirma haber sufrido algún episodio de dolor en la última semana, una cifra que supera ampliamente el 60 por ciento si se toman en cuenta los últimos seis meses. Y entre un 10 y 20% sufre el peor dolor, el que las unidades de terapia del dolor estudian permanentemente, el dolor crónico, ese que está presente todos los días en la vida del paciente.
Además de las repercusiones para la calidad de vida de los afectados, el dolor tiene importantes consecuencias económicas. Se dice que el dolor crónico es el problema de salud más costoso en Estados Unidos. El cálculo de los costos, incluyendo los gastos médicos directos, la pérdida de ingresos, la pérdida de productividad, los pagos por compensación y los gastos por servicios legales, llega a 90.000 millones de dólares anuales.
Cuatro de cada diez pacientes que llegan a las consultas, deciden ir a ver al médico porque sienten un dolor determinado. Sólo el dolor de espalda es culpable del 34 por ciento de las faltas al trabajo, según un estudio de la Sociedad Española del Dolor. Hay datos que llegan desde el desempleo y que también castigan a las personas que sufren dolores crónicos. La tasa de desempleo entre personas con dolor crónico triplica la del resto de la población española, según este mismo estudio.
Si tomamos en cuenta lo que representa para la macroeconomía, los expertos en economía de la salud afirman que los costos que se desprenden de los dolores físicos representan entre el 2 y el 3 por ciento del producto bruto interno de cada país.
En nuestro país las cifras también impresionan. Uno de cada diez uruguayos padece dolor crónico, permanente. Y seis de cada diez sufren de dolor de cabeza o espalda una vez cada tanto pero bastante a menudo.
Con estos datos a la vista, no es sorprendente que cada vez sean más los sanatorios y hospitales que tienen su propia Unidad del Dolor, centros especializados para atender a estos pacientes. Mucha gente debe pensar que la mayoría de los pacientes que llegan hasta estas Unidades del dolor tienen cáncer. Pero, según datos de la Sociedad Española del Dolor, el 25% de las personas atendidas tienen cáncer, cerca del 20% sufre falta de riego en las extremidades, un 30% el dolor tiene una causa neuropática (lesión del nervio o medular) y la mitad de los pacientes sufren dolor lumbar.
¿Qué es el dolor?
El dolor en realidad cumple la función de protección y defensa del organismo. Es una alarma que se acciona a nivel del sistema nervioso central para avisarnos que algo en nuestro cuerpo no está funcionando como debería. El problema es que a veces se termina convirtiendo en sí mismo en una auténtica enfermedad -con alteraciones bioquímicas y estructurales del sistema nervioso- en los casos en los que se vuelve crónico. Y así es como empieza el círculo vicioso del sufrimiento . A más dolor permanente, más ansiedad, depresión, irritabilidad y fatiga. Estos estados de ánimo interactúan con el dolor y acaban disminuyendo la producción de los analgésicos naturales del organismo como las endorfinas o las dopaminas. O sea que realmente es un círculo vicioso.
En Uruguay también hay centros dedicados a tratar el dolor. El referente número uno en este sentido es la Unidad de Terapia del Dolor del Hospital de Clínicas, dedicado a atender pacientes oncológicos o con problemas serios de columna. El profesor Walter Ayala, que dirige esta unidad, da una definición interesante del dolor.
"El dolor siempre fue considerado como el más terrible de los efectos que agobian a la Humanidad. No siempre se logra tratarlo. EN definitiva, la IAS que es la Asociación Internacional para Estudio del Dolor- define al dolor como una experiencia sensorial o emocional desagradable. Esa es la definición del dolor", afirmó el médico.
El dolor se clasifica de dos maneras: agudo y crónico. El agudo es el bueno, el que funciona como aviso de que algo no está bien. Ayala pone un ejemplo. "Un desgarro muscular, por ejemplo, provoca el dolor. Pero allí el dolor tiene un efecto beneficioso porque le impide al paciente que siga caminando, que se siga esforzando y de esa manera limita las posibilidades de que se sigan desgarrando las fibras musculares. Ese tiene un efecto beneficioso y en general cede cuando cede la causa que lo determinó".
El problema no es el dolor agudo. Es el crónico. Es un dolor que permanece en el tiempo y que no cumple una finalidad de ayudar al cuerpo. Al contrario, termina debilitándolo. Ayala pone otro ejemplo. "El caso del dolor por cáncer. Él mismo se transforma en otro factor que atormenta y afecta psicológicamente al paciente y a la familia. En general, para la división del agudo y el crónico hay una período que dicen de más de tres o seis meses. Pero en definitiva el concepto es ese. El dolor agudo es beneficioso, tiene una finalidad, y el dolor crónico, no".
En las Unidades de Dolor, los expertos empiezan a hacer frente al dolor recurriendo primero a los tratamientos menos invasivos, para acabar con los más agresivos. Los fármacos son la opción más utilizada en las unidades del dolor. Entre los más frecuentes están los analgésicos menores como la aspirina y los analgésicos mayores, derivados del opio (morfina y otros). También se utilizan antidepresivos.
Pero llegan a usar técnicas mucho más invasivas, como el bloqueo de nervios, aunque, como explicaba el doctor Ayala, son prácticas que se usan sobre todo en pacientes terminales. "Tiene que ser en un nervio que tenga una función que no comprometa la vida del paciente, que puede ser alguna fibra sensitiva, abolir la sensibilidad de una zona del cuerpo que está determinando dolor. No puede aplicarse o no es conveniente que se aplique sobre un nervio que comprometa la función motora, caminar o mover un miembro".
Hay otro centro de tratamiento del Dolor que funciona en el Hospital Policial y se dedica exclusivamente a migrañas y neuralgias. Se trata de la policlínica de Dolor Facial, es decir de cabeza y cuello, clínica que ya atendió a más de 600 pacientes. El doctor Adolfo Pérez Brignani, director de la clínica, cuentan cuáles son los casos que atienden. "Nos dedicamos a lo que sería el dolor crónico que tiene que ver con las llamadas migrañas, neuralgias. Todo aquello que dura más de tres a seis meses pasa a la cronicidad. Nos ubicamos en la Unidad Funcional 1 que es: cráneos, vértebras cervicales y la mandíbula. Eso es lo que al salir del equilibrio genera que los músculos disparen dolores a distancia de la zona donde están ellos. Se pueden dar las migrañas, los dolores de oído, los zumbidos de oídos, vértigos, mareos o las neuralgias. El paciente come poco, duerme poco, no sabe lo que va a hacer de su vida, pierde su ambiente familiar, de trabajo. Son pacientes que caen en una depresión muy grande".
Las terapias alternativas
Cada vez son más las terapias alternativas que se publicitan para paliar el dolor. Desde la acupuntura y la homeopatía a la fe en las nuevas iglesias evangélicas, como Pare de Sufrir, que tiene tratamientos especiales para el dolor. ¿Funcionan o no? ¿Qué dicen los médicos?
Todas pueden llegar a funcionar, incluso las que no tienen ningún tipo de base científica. Como Pare de Sufrir o cualquier otra terapia basada en la fé. Esas se apoyan en el denominado efecto placebo que, como vamos a ver más adelante, según algunos médicos dura sólo un tiempo. Pero hay datos para tener en cuenta. Por ejemplo, la acupuntura y la homeopatía ya fueron probadas a nivel científico. Eso no quiere decir que todos los que se dedican a estas disciplinas lo haga bien porque no hay controles por parte del Ministerio de Salud Pública, por ejemplo.
El propio doctor Pérez Brignani habla a favor de estas terapias. "Estuve en Japón, estuve en Corea... y le digo que no es medicina alternativa, es Medicina. No vamos a hablar de la parte teológica. Pero fíjese que la homeopatía está reconocida, la acupuntura está reconocida. En el Hospital nuestro tenemos una doctora que hace acupuntura. O sea, es algo que también la parte médica lo hace. Fíjese que en Corea atienden pacientes con medicina oriental y también occidental. Va en beneficio del paciente. Estamos hablando de la parte científica, no estamos hablando de la parte teológica", afirmó el médico.
Las técnicas alternativas en el mundo
Investigadores del Colegio Universitario de Londres y de la Universidad de Southampton hicieron un estudio que demuestra que la acupuntura funciona para calmar el dolor que provoca la artritis.
Los investigadores efectuaron una clase particular de tomografía para evaluar la actividad cerebral de los pacientes tratados con acupuntura para aliviar dolores artríticos y terminaron comprobando sus efectos positivos sobre las señales que emite el sistema nervioso central y que el paciente decodifica como dolor.
Hay otras terapias probadas. Por ejemplo, las populares pulseras magnéticas, que cada año facturan 5.500 millones de dólares de ventas en todo el mundo, demostraron su eficacia en un ensayo clínico con enfermos de artrosis en la rodilla o cadera, según un estudio publicado el año pasado por el British Medical Journal. Este estudio decía que tiene que ser un estudio de alto nivel de iones en su composición.
Las plantas medicinales
Y si hablamos de homeopatía, la propia Organización Mundial de la Salud también reconoce las cualidades que tiene. Dice que existen pruebas empíricas y científicas que avalan los beneficios de diversas plantas medicinales en ciertas afecciones crónicas o leves. Sostiene que algunas plantas medicinales han demostrado su eficacia contra afecciones potencialmente mortales. Señala, por ejemplo, que la hierba china artemisia annua es uno de los remedios más eficaces contra la malaria.
Homeopatía que también tiene tratamientos específicos a la hora de hablar del dolor. El doctor Jorge Castro es médico pero optó por dedicarse a la homeopatía. El sostiene que hay que asesorarse y saber con qué credenciales cuenta el homeópata con el que uno decide atenderse y, más que nada, saber si la homeopatía donde se compran los compuestos está registrada en el Ministerio de Salud Pública y cuenta con un químico farmacéutico, encargado de preparar las medicinas que se venden. Él, por ejemplo, sólo manda a sus pacientes a homeopatías que cuentan con este aval.
La homeopatía aporta un tratamiento diferente para tratar el dolor, mucho más enfocado en las emociones y no sólo en el dolor físico. "En la homeopatía nosotros tratamos el dolor de cada persona en forma muy individual. Para ello no nos podemos olvidar que siempre está el componente emocional que acompaña al dolor. En un tratamiento homeopático siempre hay algo para la parte emotiva, fundamentalmente la angustia que provoca el dolor. Los dolores en los tratamientos pueden ser tratados con algunos genéricos y después se van a tratar con distintas hierbas según las localizaciones", explicó el médico homeópata. "La gran diferencia es que no tiene ninguna indicación o efecto secundario, son todas hierbas o minerales que también se puede usar. Y los puede tomar desde un bebé hasta un anciano, sin ningún inconveniente".
Terapias de la fe
Estas juegan con lo que se llama efecto placebo. Así se le llama a la mejoría que se nota en algunos pacientes a los que en realidad se les dan pastillas o inyecciones que en realidad no tienen ningún tipo de droga. Para eso se usan, por ejemplo, pastillas de azúcar.
Cada vez hay más estudios que confirman que una persona puede curarse con una pastilla que en realidad no tiene fármacos. El año pasado, por ejemplo, la prestigiosa revista Science publicó un estudio de las Universidad de Columbia de Nueva York que confirmó que el placebo es útil, sobre todo para tratar el dolor. "Encontramos que los placebos disminuyen la respuesta cerebral al dolor en áreas que parecen codificar la magnitud de la experiencia dolorosa. Esto sugiere que dicha experiencia se altera realmente", señala el estudio.
Los investigadores observaron que la actividad cerebral disminuía en las áreas relacionadas con la incomodidad que produce el dolor.
Los médicos explican que prácticamente todos podemos responder a un placebo cuando las circunstancias son óptimas. Hay algunos factores que ayudan a que una persona responda bien a los placebos. Por ejemplo, cuanto más angustiado se encuentre el paciente, mayor es la respuesta al placebo, especialmente cuando el síntoma es el dolor.
Otro punto. Cuánto más invasivo sea el tratamiento, más efecto tiene. Por ejemplo, si se inyecta placebo en lugar de darlo en una pastilla, la mejoría del paciente es mucho mayor. Y hasta el color de las pastillas influye en el grado de efectividad del placebo. Se sabe que las pastillas blancas son más efectivas que las de color amarillo en el control del dolor; pero, las amarillas son más efectivas que las blancas para tratar la depresión. Además, hay una respuesta a la dosis y dos pastillas placebo son más efectivas que una sola.
Desde la Unidad de Terapia del Dolor del Hospital de Clínicas, el doctor Ayala sostiene que el efecto placebo existe pero él está convencido que su duración en el tiempo es corta y que los pacientes en algún momento vuelven a pedir medicamentos para paliar el dolor.
Desde la homeopatía, el doctor Jorge Castro dice que el engaño se aprovecha y mucho de las personas que padecen dolor. "Yo siempre digo que frente al dolor es muy fácil engañar a alguien. La persona queda muy susceptible y en la búsqueda de la ayuda, lamentablemente, a veces son confundidos".