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El Memorial del Holocausto en Berlín

El jefe de producción de En Perspectiva, Andrés Gil, recorrió esta obra con la que Alemania, en un espacio central de su capital, recuerda el genocidio que impulsó uno de sus gobiernos.

(Emitido a las 7.55)

EMILIANO COTELO:
Estuviste recorriendo el memorial del Holocausto, recientemente inaugurado en Berlín, del cual habíamos hecho unos breves comentarios cuando vino la noticia. Sería muy oportuno tener tus impresiones.

ANDRÉS GIL:
Una obra realmente interesantísima que se inauguró el 10 de mayo pasado. Es una obra del arquitecto judío-estadounidenses Peter Eisenman. Es una iniciativa muy impresionante, es un espacio de unos 19.000 metros cuadrados – cerca de dos manzanas – que está ubicado en pleno corazón de Berlín, a sólo 100 metros de la puerta de Brandenburgo. Es un lugar que no sólo es un centro neurálgico del Berlín actual – porque lo es, de hecho el tránsito por esa zona es realmente muy intenso –, sino que tiene un enorme significado histórico. Este monumento o memorial está ubicado a poquitos metros de donde estuvieron el bunker de Adolf Hitler y el control general de la Gestapo, lo que fue la policía política nazi. Al mismo tiempo está ubicado en plena franja de la muerte, si nos remitimos a la historia más reciente de Berlín, la de la Alemania dividida, en la medida que estaría localizado del lado oriental del muro, en esa zona de exclusión de unos 150 metros que complementaba en materia de seguridad al propio muro.

EC - Recordemos que uno de los comentarios, una de las observaciones que se hizo cuando se inauguró fue que aparentemente se trataba de la primera vez que un país en su propia capital y en un lugar tan destacado como ese construía un memorial a un genocidio perpetrado, llevado adelante por ese mismo país, claro, en otra época, con otro gobierno.

AG - Y cuando uno ve dónde lo ubicaron realmente tiene cabal conciencia de la trascendencia que se le da. Está ubicado exactamente en el centro, no puede haber un lugar más eje en la historia y en la fisonomía de la ciudad y del país para ubicar un homenaje de esta envergadura y este significado histórico.

EC - ¿En qué consiste?

AG - No es fácil describir con palabras una obra de estas características. Pero digamos que se trata de una enorme superficie ondulada, donde el arquitecto dispuso 2.711 bloques de hormigón gris, todos de diferentes alturas –desde algunos de 30 centímetros hasta otros que superan largamente los 2 metros–, de forma prismática, que a primera vista parecen desordenados a partir de esa irregularidad de tamaño pero desde cierta perspectiva se puede ver que su ubicación no es para nada antojadiza, ya que conforman una especie de callejones por los cuales se puede atravesar la plaza en perfecta línea recta.

Entonces a la hora de encontrar una imagen para explicar a qué se parece, surge casi como un reflejo instantáneo la de un cementerio, por el tipo de piezas, por el tema de la simetría y la arquitectura. Aparentemente el arquitecto Eisenman se ha encargado de decir que su obra para nada pretende parecerse a un cementerio, pero lo cierto es que la asociación es muy directa ya que recorriendo la zona se puede ver sobre algunos de estos bloques flores y también algunas piedras, objetos que – según la tradición del judaísmo – se suele colocar sobre las tumbas.

EC - ¿Hay movimiento, hay gente recorriéndolo efectivamente?

AG - Sí, sí, hay bastante gente, yo fui en un día muy frío y había gente. Había muchos turistas, pero también había gente que trasmitía una imagen de reflexión. Es que es difícil no reflexionar transitando por un lugar como este.

Te doy un detalle interesante de la fisonomía del lugar: lo único que rompe la monotonía del gris del concreto son algunos pocos árboles que están como salpicados en medio de este mar de bloques y en alguna medida ablandan un poco la obra, aunque realmente esto es como un laberinto y la impresión es bastante fuerte.

EC - ¿Qué sensaciones tuviste tú?

AG - Al margen de ese paralelismo con un cementerio, que realmente es bastante difícil de eludir, estuve pensando bastante qué tipo de imagen se podía utilizar: es una especie de bosque de cemento en el cual uno se va internando y a medida que lo va haciendo lo va invadiendo la sensación de estar perdido. Es difícil de trasmitir con palabras porque la sensación es muy sobrecogedora, tanto desde el punto de vista físico como simbólico. Es muy difícil que no te corra un frío por la espalda, que no se te erice la piel ante una obra de esta naturaleza.

EC - ¿Algún apunte final a propósito de tu experiencia en el memorial del Holocausto?

AG - Un par de anécdotas divertidas. Al principio se me ocurrió subirme a los bloques, porque había leído en un diario español que se podía. Empecé a subir para tomar algunas fotos con una perspectiva mejor, y enseguida vino un guardia a decirme que eso no se podía hacer; le empecé a explicar que lo había leído en un diario español, que no sabía, que me disculpara, y me dijo que en realidad eso también había salido en un diario alemán y le había dado bastante trabajo, porque él tenía que encargarse de que la gente no se subiera y si en los diarios aparecía que se podía...!!! Parece que hubo una controversia entre el arquitecto y la fundación que está detrás del emprendimiento e incluso las autoridades de la ciudad; el arquitecto pretendía que hubiera una libertad absoluta para el uso de la obra, pero tanto la autoridad de Berlín como la fundación resolvieron que ese tipo de cosas no se podía hacer.

Otro dato interesante es que estando ahí, se me acercó una persona con aspecto de periodista a entrevistarme para ver qué me parecía la obra. Era un corresponsal de un diario de Viena, Austria, que trabajaba en Berlín y estaba haciendo una cobertura sobre el monumento, en particular porque entre lunes y viernes estaba de visita en Berlín el presidente israelí, Moshe Kazan, y era una oportunidad más que propicia para atender una de estas obras que tienen mucho que ver con el la historia y el Estado judíos.

 

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe