Galimberti: "Una reflexión acerca del hallazgo de restos de los detenidos desaparecidos"
No hay duda que la principal noticia de la semana que ha terminado, fue el hallazgo de restos de desaparecidos en una chacra de Pando, perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya y en una unidad militar (Batallón 13) del Ejército.
Más que hablar de "restos", sería preferible hablar, en este caso, de huesos humanos, hombres o mujeres, compatriotas, que fueron enterrados en condiciones clandestinas, durante los años durísimos del derrumbe de las instituciones democráticas y de la violación de los derechos humanos, que se vivió entre los años 1973 y 1984 en nuestro país.
Sin duda que hoy los uruguayos podemos mirar estos hechos desde distintas ópticas:
-Para unos son noticias molestas que hubieran preferido no volver a oír. Lo consideran como una vuelta a un pasado oscuro signado por duros y sangrientos enfrentamientos.
-Para otros, los familiares, son momentos largamente esperados.
-Otros los analizan desde el ángulo jurídico: y hablan de la prescripción o no de tales delitos.
-Otros llevan agua para su molino y miran el momento político en que se producen estos hallazgos.
-Otros, algunas jerarquías castrenses, por ejemplo, han llegado a pronunciar la expresión "nunca más", como una actitud ética delante de estos sucesos donde ellos han tenido una directa responsabilidad.
Nosotros preferimos, en esta ocasión, mirar lo que está ocurriendo, desde el ángulo de la familia y de los pasos hacia una reconciliación del país.
Desde el punto de vista de las familias, hemos visto en los medios de prensa la emoción con la cual algunos familiares se aproximaron a estas excavaciones con la enorme expectativa de que pudieran estar allí los restos de algún familiar desaparecido.
Pensamos que es un legítimo derecho por el que las familias y algunas organizaciones que los agrupan, han estado legítimamente bregando. Los derechos son siempre derechos, no se extinguen, ni tampoco son migajas que un gobierno de turno regala a sumisos ciudadanos.
Pero esto no agota el tema. Pues aunque se llegaran a encontrar todos los restos humanos, siempre queda la gran pregunta, ¿qué actitud asumir frente a estos hallazgos? Se los enterrará con un ritual familiar y quizás religioso, se los ubicará en un lugar de la memoria familiar para ser recordados de un modo más real y cercano. Pero esto no basta. Se necesita una mirada distinta, nueva, con ánimo reconciliador que simbolice como un abrazo amplio y magnánimo extendido hacia todos los rincones y sectores del país. Porque hoy siguen siendo muchos los excluidos y postergados en nuestro territorio.
Cuando se produce una ofensa, podemos hablar de una herida con tres dimensiones:
-el que ofende o victimario,
-la víctima
-en tercer lugar, el tejido social desgarrado, el cuerpo social enfrentado.
Lo que lógicamente parece más evidente es la víctima, cuyos restos aparecen bajo tierra, que estaban ocultos, disimulados, en el casi completo olvido.
Pero el acto de la ofensa nos muestra que la ofensa se vuelve contra el que la ha causado. Esto explica cómo, luego de 30 años, vuelven a reconstruirse fragmentos de memoria, que se van juntando como un rompecabezas y se van suministrando como por cuentagotas y en el anonimato. Es que hay acciones que, mientras las personas directamente implicadas vivan, no las podrán jamás olvidar. Por más racionalizaciones que se elaboren.
Unos podrán decir que fueron hechos causados por la situación tan deteriorada que vivía el país, en materia de derechos humanos. Pero no obstante esto, los hechos de esta última semana, nos muestran que los seres humanos no podemos echar la culpa a la historia, a los demás, a las fuerzas anónimas de destinos ocultos. Siempre detrás de los hechos, aunque parezcan desproporcionados o lejanos, hay sujetos libres y responsables, que aunque actuaron en tiempos oscuros, pueden sin embargo, rehacer su historia y reconocer las ofensas.
En este camino de reencuentro nos encontramos, precisamente en estos días cercanos a la Navidad, fiesta del reencuentro de los hijos e hijas de este mundo con la fuente de la Vida, Dios Padre, que nos quiere abrazar y hacer hermanos, a través de la vida y la sangre reconciliadora y purificadora de su Hijo Jesucristo.