El cambio desde adentro
Richard se levanta más o menos a las 8.00 de la mañana. Y despierta a Javier, que duerme en la cama de arriba. Aprontan el mate, única ingesta del desayuno, y se ponen a planificar las tareas del día. Mi visita se cuela en su programa. Me aseguran que lo que voy a ver en la Cárcel de Canelones no existe en ninguna otra.
<<<
Prejuiciosa, elegí un buzo largo. Mejor dicho, me puse el único que logra taparme la cola. Y vaqueros.
Dormí en el viaje de ida, pero cuando llegué a Canelones seguía cansada. "A la vuelta me duermo todo", prometí.
<<<
-"¿Cuánto me cobra hasta la cárcel?
- 40 pesos ...Pero ahora estoy con un viaje. Tiene que ir con él, me indicó un taxista, mostrándome otro auto, de lejos.
Me arrimo al segundo conductor.
-¿Hasta la cárcel son 40, no?
-50.
No hay otro a la vista así que me subo igual.
Me acomodo en el asiento de atrás. El taxista "inflacionario" me pidió para hacer dos viajes en uno y llevar primero a otro señor, que quedaba "bastante de paso". Al hombre le faltaba la mitad de una pierna. Igual no me hubiera negado. Le pagué de mala gana.
<<<
-"¡Este vivo cobra dos pesos el mensaje de texto y cuesta uno solo !!!!", se queja un soldado en el puesto de admisión, acusando a uno de sus compañeros.
Los demás se ríen.
"Ahora me tenés que dejar mandar otro", reclama.
Me piden que saque del bolso las llaves y el celular. `Mientras encuentro las dos cosas, se me va media mañana´, pienso. Así que dejo el bolso y me llevo el grabador, el cuaderno y la cámara.
<<<
Camino hacia la oficina del director. Un hombre joven me saluda con la mano. Está barriendo y tiene un pañuelo blanco en la cabeza.
La oficina es chica, o hay muchas cosas. Tiene una computadora vieja (lo adivino por los ruidos que emite), cosas colgadas de las paredes y unas cuantas sillas, "de cada pueblo un paisano".
Desde afuera, es un rectángulo cuadrado y blanqueado. Pegado hay otra oficina, pero esa es de los presos.
Del Puerto, que así se identifica el jerarca, se está reintegrando de la licencia. Está bronceado. Hace cuatro años que trabaja en esta cárcel.
Quiere que le cuente para qué va servir esta nota, que es de El Espectador pero no va a salir en la radio.
Le hablo de "Uruguayos para el mundo"...de la posibilidad de que alguien pueda ayudar al proyecto donando algo desde el exterior.
Lo convenzo, aparentemente.
<<<
Prefiere empezar por contarme que el año pasado tuvieron la primera experiencia de alfabetización "en la historia" de la Cárcel de Canelones.
"Fueron 10 analfabetos, totalmente analfabetos, que aprendieron a leer y a escribir", destaca. "De afuera, eso puede parecer poco, pero para nosotros es mucho. Son importantísimos esos 10 que se recibieron", enfatiza.
Desde una silla a un costado, William se decide a hablar. Es el jefe de Reclusión y quiere agregar algo:
"Son 10 presos que lograron vencer las burlas del resto. De los que se burlaban porque no habían ido a la escuela y de los que les gritaban que no perdieran tiempo y se dedicaran a lo de ellos, que era robar....Y además tuvieron la perseverancia para terminar", recuerda.
Recalca que el certificado que obtuvieron es de Primaria, que es oficial y que vale lo mismo que cualquiera.
Ahora, esos 10 hombres van a poder usar la sala de lectura que está construyendo la Comisión de Cultura.
Esa comisión ha tenido mucho trabajo, como organizar campeonatos de ajedrez y truco (el último se premió con un reloj y una radio) o lograr que el coro y la murga grabaran un CD.
También por esa comisión se está gestando un plan de capacitación a distancia. Unos 50 reclusos se van a educar en preservación del medio ambiente, con la perspectiva de incorporarse en la Intendencia de Canelones.
Demanda
William recibe los pedidos de los que quieren integrarse al proyecto, que empezó en octubre del año pasado, a iniciativa de un grupo de reclusos.
Y no oculta su satisfacción por los primeros resultados: menos conflictos, mejor relación. Entre los mismos presos, y entre los presos y las autoridades. Por ejemplo, ahora terminó un campeonato de fútbol prácticamente sin incidentes, resalta.
Dice que todos los días tiene solicitudes, a pesar de que ya hay unos 100 trabajando.
La cárcel, que en 1998 tenía 168 internos, ahora tiene 700.
"Algunos a los que, por sus características, no se les ha permitido ingresar al proyecto, a modo de prueba se les pone a hacer trabajos dentro de sus propios módulos. Y han hecho jardines preciosos, llenos de flores...Lugares que antes eran pura piedra. Es otra mirada, es otra cosa", comenta William. Y agrega: "Ellos se sienten orgullosos".
Coordinador 1
Golpean la puerta. A la orden de "pase" entra el hombre del pañuelo en la cabeza. Me saluda simpático, con un beso.
Es Javier, uno de los coordinadores del Plan de Rehabilitación.
Conoce muchas cárceles, cuenta, pero en Canelones está desde hace un año y tres meses. Entró por rapiña. Tiene los ojos bien celestes, la cabeza afeitada y una voz fuerte. Enseguida deja ver sus dotes de líder. Tiene 38 años. Se encarga de las Relaciones Públicas del proyecto. Y de pedir donaciones, claro.
Hablamos de la quinta, donde plantan "de todo", de la bloquera (donde producen 4500 bloques mensuales) y de la panadería (donde además de la producción interna, hacen bizcochos para donar a dos merenderos de la zona).
William se acuerda del trabajo que tuvieron para poner a producir la quinta:
"Cuando me mostraron dónde querían plantar, les dije que estaban locos. Era un pedazo de tierra lleno de escombros que habían quedado desde la construcción: alambre, pedregullo, caños, columnas ...de todo. ¿Y sabés lo que hicieron? Sacaron toda esa porquería para un costado y cavaron hasta llegar a la tierra. Sacaron la tierra para afuera. Pusieron los escombros en el fondo y los taparon con la tierra que habían sacado. Y ahí arriba plantaron".
Se acuerda y sonríe, como si todavía no se lo creyera.
Hoy, la quinta tiene 1500 metros cuadrados.
Del Puerto habla de la dificultad para vender los bloques. El problema, explica, es que ellos no pueden salir a descargar. Entonces, vos les compras los bloques y los mandás buscar. Ellos te los cargan acá. Pero después vos tenés que conseguir quién te los descargue en tu casa ¿entendés?
"Pero así y todo se están vendiendo bien", interrumpe Javier. Más de 1000 por semana. Del Puerto coincide.
En cualquier caso, la venta no es lo que realmente importa, aclara William. Y explica: el primer objetivo es ganarle al ocio. El segundo, crear un hábito de trabajo y que aprendan a hacer algo... Y bueno, si después viene un beneficio, mucho mejor.
Comenta que la fábrica de alfajores Jockey (Trondial) les trae planchas de cartón y ellos arman las cajas (unas 3000 por semana).
Y que se está por concretar el apoyo de Molaguero. Les darían zapatos para coser a mano. Pero aún están en trámites.
Del Puerto atiende el teléfono, que suena muy seguido. Está arreglando un traslado desde un juzgado. El preso está "pronto" desde hace rato y en el juzgado lo "están apurando", dice.
A los pocos minutos se despide y sale.
William sigue contando: "Están haciendo bizcochitos y roscas con chicharrón y los venden a los otros reclusos. Nos venden a nosotros también". Y Javier lo interrumpe para bomear: "Andaaaaa...ustedes no pagan nunca naada!!! Se ríen todos. William se justifica: "Es que el sueldo del pobre policía...". Risas.
La plata que reciben muchas veces da para ayudar a la familia, comentan. Antes, capaz que una madre no venía porque no podía pagar el boleto. Ahora hay más visitas, dicen.
Hablando de la venta de bloques, William me aclara que, como establece la ley 14470, un porcentaje de lo vendido es para el recluso.
"Lo único que le pedimos al Estado es que se cumpla la ley y que nos deje hacer cosas", dice Javier.
Coordinador 2
Golpean de nuevo la puerta. Es Richard, otro de los puntales del proyecto. También entró por rapiña. Es mucho más alto y tímido que Javier. Tiene 29 años y vino del Penal de Libertad.
"Salí de un ropero para estar acá" se alegra. Y recuerda lo mal que pasó en esa otra cárcel. "Es como ir de Camboya a Beverly Hills", compara, y se ríe.
Trae una carta para que la firme Javier. Me la muestran. Es para el ministro Astori y está escrita a máquina. Le piden materiales para terminar de construir la panadería y la biblioteca.
<<<
Javier me pregunta si tomo mate. Le digo que sí y salimos a recorrer la cárcel. Hace calor. La mayoría de los presos aprovecha el sol y en todas partes secan la ropa, apoyada en los tejidos.
Yo siento el calor y transpiro. Pienso en sacarme el buzo y no me decido. Ellos me ven transpirar, pero nadie me sugiere que me lo quite.
Javier ceba, yo saco fotos (intento lidiar con los problemas de la cámara, que además al poco rato se quedó sin memoria) y Richard lleva el grabador (que nunca funcionó bien).
Todos saludan. Respetuosos, simpáticos. No dejan de hacer lo que están haciendo, salvo cuando los "amenazo" con el lente de la cámara.
Coordinador 3
En la obra de la panadería, al lado del horno de barro, encontramos a otro Javier; el segundo Javier del "trío" que lidera el proyecto.
Javier "Dos" (así lo distinguiré) lleva nueve años en Canelones. Entró por homicidio.
Él puso plata de su bolsillo para la panadería. "Va a servir para los pibitos que ahora están en la calle y vengan acá como vinimos nosotros, para que encuentren una forma de salir mejor", me explica.
No sólo él aporta plata al proyecto. Muchos renunciaron al "peculio" que les corresponde por los trabajos que hacen en la cárcel.
La fe
Para Javier "Dos", la presencia de Dios en todo esto es fundamental: "Él está ahí, mirando todo lo que hacemos".
Les pregunto quién los "apuntala" en su fe. La Biblia. Sólo la Biblia, responden. Y Berta, que es como una abuela.
"Es amor caminando", dice Javier "Dos". Me cuentan que es una evangelista de 71 años que los visita siempre. Ella sostiene que nació para eso, para "evangelizar" en las cárceles. Y viaja desde Malvín hasta Canelones para llevarles "la palabra de Dios".
Javier "Uno" también es creyente y trata de transmitirme que todo en el proyecto tiene un trasfondo de cambio espiritual.
Agarra la cámara digital y la usa de ejemplo: "¿Para vos esto tiene valor? Yo te lo doy. Lo que tengo te lo doy. Para mí no vale nada". Y baja la cámara. "Acá no hay nada por interés", afirma.
"Nosotros nos vamos a ir, pero esto va a quedar", agrega Javier "Dos".
Sus ojos, como la mayoría de los que me crucé, tienen un brillo fuerte, que intuyo no estaba antes. Pienso que debe ser la fe o el entusiasmo, o el orgullo del logro propio.
Es el tipo de brillo que ennoblece cualquier cara... y la hace linda. Hace que, por ejemplo, uno deje de reparar en las marcas de la piel o el deterioro de los dientes.
Entre los proyectos, también está la construcción de una gruta "polireligiosa". Quieren que haya un espacio para la fe de todos.
<<<
Me muestran el vivero que está en construcción y el lugar donde planean hacer un criadero de conejos, a través de un convenio con Facultad de Agronomía.
Agradecido
Entro al taller de artesanías. Un veterano prepara un regalo para entregarle al gobierno. Es una carroza tirada por dos caballitos blancos y los colores del Frente Amplio atrás. Me explica que es por el aniversario de esta administración y en agradecimiento al ministro Díaz, que los dejó hacer lo que están haciendo.
Número 39
También se hacen sandalias artesanales. Me preguntan cuánto calzo. "Ah no...No se preocupe...tengo el pie muy grande y le va a costar muy caro", bromeo. El hombre insiste y me regala unas 39. Las agarro, con vergüenza.
Saben, o se dan idea
Pregunto quién les enseña a hacer las cosas, como los barcos artesanales de madera que parecen tener tanta técnica (y se venden en Punta del Este). No te olvides que acá hay ingenieros y gente con estudios terciarios, me recuerda William. Ellos saben...o se dan idea.
Con flores vuelvo
Sentados en una hilera, cuatro jovencitos hacen flores con hilos de colores. Se los ve muy concentrados. Después de saludarme, me regalan una recién terminada. Y de nuevo no sé cómo agradecer. Es una flor con pétalos de distintos colores, y cada pétalo está hecho en hilo. Me da la impresión de que les lleva mucho rato.
"El amor del gato"
"Vení a ver el acuario", me dicen muy animados. "Tenemos peces de colores". El acuario es un rectángulo de material, abierto arriba. Y tiene un tejido como protección en la parte superior. Sobre todo protege a los peces del gato que se instaló ahí arriba con la esperanza de tragarse alguno. Ese deseo mantiene al felino sentado todo el día, mirando para abajo. E inspiró para bautizar el acuario: "El amor del gato".
Gran Hermano
Javier me cuenta que, además del documental que se viene planeando, a ellos les gustaría que se haga un reality show desde esa cárcel, para que la gente vea de verdad cómo es la vida ahí.
Leer
La Asociación de Jubilados y Pensionistas les donó 1000 libros. Llegaron novelas y de todo un poco, cuentan. Por ahora, la biblioteca funciona en una de las barracas y hay un encargado de registrar los préstamos. Vamos a intentar tener un salón, recalca William.
Contagio
Esto ha tenido un efecto contagio. De la nada, se ha armado una cadena enorme, se felicita Javier. Y agrega: "Llega un momento de la vida de uno en que decís: "Bueno, ya está".
Rompiendo códigos
"Dentro de la cárcel hay códigos. Hemos tratado, con las comisiones, de romperlos, porque no le hacen bien al preso ni a nadie. Hemos tratado de que se junten todos: el que está por homicidio con el que está por hurto, que trabajen juntos en la quinta...El que está por violación junto con el que está por atentado violento al pudor", cuenta William.
Y Javier agrega: "en el proyecto hay de todo, hay de los que están hasta las manos y de los que están por poco tiempo".
Más vale maña...
Para los trabajos de carpintería hicieron un torno casero: el motor es de una bomba de agua, la mesa la hicieron con una cucheta de hierro y el cabezal de un videocasettero viejo funciona como puntero.
Les pregunto qué donaciones les vendría bien en esta parte: tablas y herramientas, contestan. Ahora hacen perchas y patas de sillas, por ejemplo.
También pirograbados.
Ya es la hora del almuerzo, pero la mayoría sigue trabajando.
Pasamos por unas bolsas blancas enormes. Me explican que juntan las botellas para reciclar y las venden afuera.
<<<
A la vuelta no vamos a la oficina de Del Puerto, sino a la del Proyecto, que es pegado. Me muestran los planos de la panadería y de la biblioteca.
"Viste que nadie te dijo ni una palabra en toda la mañana. Si algún desubicado hubiera querido decirte una ordinariez, yo no hubiera podido correr hasta la barraca a taparle la boca. Pero nadie dijo nada....", me hace notar Javier "Dos", cuando terminamos la recorrida.
Y Javier "Uno" insiste: "Esto que ves acá, te lo digo yo, no existe en ningún lado. Que una mujer como vos pueda caminar tranquila por toda la cárcel...eso en otra cárcel no existe".
Se sienten agradecidos. Dicen que la visita ya los ayuda. Nos despedimos. Me dan ganas de abrazarlos, pero no lo hago.
<<<
Me subo al taxi de vuelta. "¿Son 50 pesos no? Sí señorita".
En la agencia de Canelones me saco el buzo y me acomodo en el ómnibus, pero no me duermo.
Pienso en la dirección de correo que eligieron: desdeadentro@adinet.com.uy
Me doy cuenta de que me dura una cierta emoción reprimida. Y sufro de antemano la imposibilidad de transmitir en un texto la energía de lo que vi.
Viajo con el corazón en la mano. Y una flor de hilo en la otra.
<<<
Servicio especial para Espectador.com de: María Eugenia Martínez.
Ilustraciones: Oscar Scotellaro.
Nota: las opiniones o preferencias expresadas son exclusivas del autor y no reflejan la opinión de la empresa.