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Quiénes toman y dejan los hábitos en Uruguay

Anualmente, unos 30 uruguayos manifiestan su intención de ser sacerdotes católicos. De cada cinco que se plantean la vocación, uno ingresa en los estudios formales. Muchos menos llegarán a ser curas. Se trata de una elección difícil y, consciente de ello, la Iglesia Católica busca que sea una elección segura, por eso los vocacionales deben pasar años de formación hasta tomar los votos de castidad, pobreza y obediencia para incorporarse a la vida sacerdotal. Informe de Mauricio Erramuspe

Para aquellos que no tienen vínculos con la Iglesia o incluso para los que los tienen, las vocación sacerdotal es difícil de comprender. Para los católicos, es un misterio, un llamado de Dios. Y cuando llega inicia un proceso bastante complejo donde se busca confirmar la autenticidad de esa vocación y, además, dentro de la fe católica, la existencia de ese llamado sobrenatural.

Jorge Armas está a punto de ordenarse como diácono, paso previo de apenas unos meses antes de ordenarse finalmente como cura. Hace ocho años que es seminarista y ha cumplido con todas esas etapas de la formación en el Seminario del Clero. Es de San José y su vocación apareció muy temprano, a los 16 años. A pesar de no haber hecho catequesis ya que su familia no tenía mucha proximidad con la Iglesia Católica, se acercó a una parroquia y las distintas actividades sociales o del propio culto religioso lo fueron cautivando.

"El despertar vocacional o los momentos donde uno define cosas importantes, no sé, a mi me pasó, va acompañado de un momento de fe muy intenso. La experiencia de encuentro con Jesús es como tan especial que uno siente que se trastocan muchas cosas. A veces uno mira para atrás y dice:  ‘yo no sé si cuando dije que sí y hubiera sabido que iban a pasar tantas cosas, hubiera dicho que sí realmente’... Sin embargo, uno va viendo cómo Dios te va llevando también. Pero no es que en ese momento yo pensé en el tema del celibato, en la pobreza o en la obediencia misma... Realmente no lo tuve muy presente. Yo creo que el salto vocacional tiene una cierta dosis de locura", explicó Jorge.

Jorge ingresó a los 20 años al Seminario del Clero. La formación de los religiosos se da en varias áreas. Está este Seminario del Clero, ubicado en el Prado, al costado de la Parroquia San Carlos Borromeo de la avenida Millán. Allí actualmente hay 37 estudiantes. Este año ingresaron nueve aspirantes.

Tras 11 años de formación sacerdotal en la congregación salesiana, en 2003, Nicolás Arenas abandonó esa carrera. Era estudiante del Juan XXIII, trabajó como voluntario con chicos carenciados del Cordón. Allí apareció este llamado.

"Trabajando ahí veía que el dedicarme a darle una mano a los que más necesitan le daba renovado sentido a mi vida. No me conformaba mucho el tema de estudiar, hacer una carrera, mantener una familia... Lo que podía esperarse de un joven de clase media", señaló Nicolás.

Nicolás, entonces, no estudio en el Seminario del Clero, sino en la congregación salesiana. Es que la formación no está centralizada y muchos grupos religiosos tienen sus casas dedicadas a esta tarea. Esa relativa dispersión dificulta un poco obtener cifras definitivas.

Los religiosos estiman que surgen por año unas 30 vocaciones masculinas y se da igual número en las mujeres. Agregan que es la media histórica del país ya que nunca Uruguay fue un gran "semillero" de vocaciones. 

El padre Carlos Silva hace 22 años que trabaja en la Pastoral Vocacional. El cuenta que en los últimos años se está dando una recuperación en el número de personas que quieren dedicarse a la vida religiosa, tras un bajón que se vivió a fines de los noventa. Silva recordó que la venida de Juan Pablo II, en 197, produjo un importante aumento, luego se dio un marcado descenso y ahora comienza recuperarse.

Al final del proceso, en el Clero, se ordenan unos cinco sacerdotes por año. En total, estimó el religioso junto al rector del Seminario, el sacerdote Arturo Fajardo, cada año Uruguay estrena un promedio de 15 curas.

Sobre si son pocos o muchos, los sacerdotes respondieron que es la media histórica en cuanto a la formación y egreso de sacerdotes.

Una de las etapas más complejas para quienes sienten esta vocación es la de comunicarla a sus familias o amigos. Por ejemplo el caso de Alejandro Bastos, el abandonó la formación a los dos años de comenzar, es decir, que no llegó a hacer los votos temporales que en determinado momento de los estudios sacerdotales, se deben tomar. ¿Cómo fue comunicarle a su familia esta vocación? Él lo recuerda.

"Yo me acuerdo que mi mamá se puso a llorar. Tengo registrado, anotado el día que le dije. Mi mamá que se puso a llorar (...) Era un llanto... no sé, quizás era el llanto de la separación o lo que se puede ver como eso. Pero recuerdo las palabras de mi mamá que hiciera todo para hacer feliz yo (...)b Me acuerdo que en el trabajo, yo estaba en una casa, en un local que se dedicaba a la parte automotriz y estaba en un cargo de confianza y no me entendieron. Porque, además, dejaba todo. Dejaba las oportunidades de ascenso y no me entendieron. Mis amigos... (...) A veces te cuestionan un poco, mirá todo lo que dejás, las mujeres", comentó Alejandro.

Un poco distinto fue el caso de Luis Eduardo González, que está en medio de su formación en el Seminario del Clero, a unos dos años y medio de ordenarse. Tras culminar la carrera de Ingeniería, a los 26 años, y después de pedirle un tiempo a su novia porque tenía esta inquietud religiosa, Eduardo decidió ingresar en la carrera sacerdotal.

"Yo comencé un poco el proceso vocacional a los 25 años. Recién había terminado una carrera y estaba estudiando (...) también trabajaba en ese momento y de a poquito fui haciendo el proceso. Y bueno... mi familia no estuvo de acuerdo, actualmente están todavía... les cuesta a mis padres, pero bueno con la gracia de Dios se puede. Me entendieron, me apoyan. Si bien no están de acuerdo, ellos tenían también sus proyectos como padres... nietos (...) de alguna manera se tienen que rehacer como padres desde el punto de vista de mi vida", contó Eduardo.

A los padres de Jorge Armas, el estudiante a punto de ordenarse, no los sorprendió tanto porque todo el tiempo que no pasaba en su casa, Jorge estaba en la parroquia. Sí  les costó a sus hermanas: "Capaz por ahí a las que les costó más fue a mis dos hermanas que claro como que no entendían mucho, que no iban a tener sobrinos de mi parte y todo eso...", explicó.

La contradicción entre el proyecto personal y aquellos que construyen los padres para sus hijos es muy fuerte en ese momento. Mientras nace toda una nueva vida para quienes deciden seguir una vocación sacerdotal, muere mucho del futuro soñado para un hijo: mujer, hijos, familia, prosperidad... Esas cosas terminan con los votos que tomará un sacerdote. Surgen otras y eso es lo que buscan los que hacen esta opción.

Para que un aspirante ingrese en el Seminario, primero debió comunicar su vocación en el centro religioso al que asiste. Allí inicia un proceso de charlas con el párroco y otros religiosos donde va confirmando o descartando su vocación. Finalmente, en lo que hace al Clero, es decir, lo que depende directamente del Obispo y no de las distintas congregaciones, si tras un período de un año sigue seguro de esa vocación, tras una carta del obispo y un psicodiagnóstico a cargo de un tribunal de médicos y psiquiatras favorable, ingresará al Seminario.

Hace 22 años que el sacerdote Carlos Fajardo está dedicado a acompañar vocaciones durante el período de formación. Es lo que se llama "un formador". Según él, su objetivo no es que haya más curas sino que haya buenos curas.

Silva nos describió cómo son las distintas etapas en la formación sacerdotal: "Ellos tienen etapas de formación. El primer año es Introductorio, se llama así, donde el objetivo es discernir si hay o no vocación (...) Después pasan a una segunda etapa que dura dos años que es el estudio filosófico, donde vuelven a discernir esperemos definitivamente si hay vocación y si hay vocación sacerdotal al Clero. Podría darse que definen que hay vocación pero no al Clero, sí a una congregación, etcétera. Después inician una etapa de entre cuatro o cinco años de formación teológica, cuatro años que son académicos y un quinto año, que se hace en la mitad de esta etapa que es de práctica, una pasantía, donde son enviados a una parroquia y donde ven en lo cotidiano qué es lo que va a ser su vida para siempre. Acá estamos hablando de unos ocho años en una propuesta formativa que tiene también distintos acentos. Nosotros proponemos una formación intelectual, una formación humano afectiva y una formación espiritual y una formación y actividad pastoral".

Esos pasos generales se adaptan a cada caso. Si bien hay aspectos formales que cumplir esta preparación es fundamentalmente un proceso individual y, por tanto, se trata de que el seguimiento sea muy personal. Cada aspirante tiene encuentros quincenales de una hora con su formador, además de retiros en comunidad o solitarios -llamados "desiertos"- donde se reflexiona sobre la significación de la opción que están haciendo y, claro, el mensaje del cristianismo que es lo que debe guiar su actividad.

Ese proceso no es fácil y se dan muchas deserciones. Sin embargo, en los últimos años parece aumentar el porcentaje de perseverancia. Según los números que maneja el clero, hasta hace unos cinco años, sólo se ordenaba un 33% de quienes comenzaban a estudiar. Hoy, cerca del 80% lo hace. ¿Cuál es la razón de este incremento? Según Fajardo y Silva es que se pone más énfasis en las condiciones para ingresar y es más exigente el período previo a la preparación formal, que en general se hace con el cura de la parroquia donde iba el joven o junto a un formador de la diócesis.

Luego de ese año en el que se confirmó la vocación, viene el Seminario donde se sigue confirmando esa vocación día a día, según describen quienes están pasando o ya pasaron por ese proceso.

Muchos no terminan. Ese fue el caso de Alejandro Bastos y Nicolás Arenas, ambos siguen vinculados estrechamente a la Iglesia y al hablar del porqué de su abandono afirmaron que incidió una sensación de soledad. También los problemas con la obediencia como se entiende dentro del orden de autoridad en la Iglesia Católica.

Al explicar su decisión, Nicolás Arenas habló de que sentía soledad. Una soledad más filosófica que material: "Empecé a sentir la soledad. Yo creo que todo ser humano está solo, podemos decir eso. Hay muchos filósofos que lo afirman (...) Creo que lo que me sostiene hoy en día, tengo novia, mi familia preciosa... pero lo que me sostiene es la fe (...) Sin duda que uno, creo que con una pareja por lo menos yo lo vivo así lo vive mejor eso. Yo por lo menos lo estoy viviendo mejor. Por lo menos ese sentimiento o ese dolor no lo siento más. No sé si afirmarlo de manera tajante porque queda muy en realidad blanco y negro porque es muy complejo el tema vocacional. Pero sí podemos decirlo que básicamente por ahí vino la crisis. (...) Yo no encontré una chiquilina que me enamoré y me fui. No. Fue más como diciendo ‘acá no", señaló.

Como Nicolás, Alejandro se enamoró al tiempo de dejar el Seminario. Para él la mayor necesidad estaba en la afectividad: "Lo que me mató fue la afectividad. Una de las cosas que me llevó a dejar, haciendo un balance de todo lo que había aprendido, de todo lo que había vivido, la experiencia positivísima en cuanto al crecimiento humano pero yo veía por mi forma de ser, había aspectos de mi vida afectiva que yo en ese estilo de vida, yo no estaba creciendo. (...) Quizás yo por cómo encaré, no sé si hubiera encarado de otra forma encontraba vivir mi afectividad al 100%, a lo que cada uno está llamado, cada uno tiene potenciales. Yo veía como que estaba llamado a más y necesitaba lo que la mujer me aporta y me permite vivir. Hoy con mi esposa soy muy feliz. Rezo junto con ella, comparto la actividad cotidiana de la casa, y ella también me acompaña mucho en el trabajo pero sobre todo poder contar, decir, expresar afecto, abrazar, todo eso que quizás por trabas a veces mentales o más de joven yo pensaba que ahí no lo podía vivir".

Carlos Silva, el sacerdote formador que ya escuchamos, afirma que la carrera sacerdotal es un proceso. El abandono se puede dar por una reflexión espiritual que lleve a definir que el Seminario no es lo que quiere esa persona y entonces optará por otro camino religioso. Otras veces la maduración afectiva lleva a que la persona se haga consciente de que la consagración a Dios no lo colma, no lo hace feliz.

En ningún caso, dijeron los religiosos, esto es una frustración. Es parte de un proceso donde la deserción se vive como uno de las posibles formas de egreso.

¿Cuál es la opción cuando alguien descubre que no puede ser cura? Fajardo, el rector del Seminario, explico: "Que sea un excelente cristiano, que se case, que tenga familia, que aquello que recibió en el Seminario –y muchos gracias a Dios lo viven así- lo pueda aportar en la sociedad, en su familia, en la vida de la Iglesia, etcétera".

Sea como sea, ese proceso tiene dos caras: la del que se va –y, en la mayoría de los casos, primero lo vive como una frustración y luego como parte de su formación- y la de los que se quedan.

Todos los seminaristas han tenido experiencias de compañeros que abandonan la carrera. Eduardo González afirmó que tanto la ordenación como la deserción deben apoyarse. Una se vive con alegría y la otra con comprensión.

"Tanto cuando un compañero se ordena, que es una alegría enorme para todos, pero también cuando un compañero decide dar un paso al costado también el apoyo, la compañía. No es que sea el equivocado, es un proceso. No lo vivimos como que los que llegan estuvieron bien y los que se van estuvieron mal, no se vive así. (...) Lo que se hace en el Seminario es en comunidad ayudar a discernir realmente si Dios te llamó a esto. Pero la última decisión es personal", comento Eduardo.

En esa decisión personal todo el tiempo pesan tironeos entre lo que se toma y lo que se deja. Y los sentimientos muchas veces son encontrados. De cómo pesen en la balanza, dependerá la decisión final.

Eduardo que, recordemos, está a dos años de ordenarse contó cómo vive esa tensión: "Está siempre presente, permanentemente presente. Justamente en el camino que se va haciendo cada día como que vas reafirmando el llamado, pero concreto, ¿no? En el caso del celibato nosotros estamos en el mundo, no estamos aislados, el Seminario está abierto, vamos a facultad, estamos en las parroquias, o sea que vivimos en la diaria en contacto con mujeres, con la vida matrimonial y demás. Y hay una tensión que es buena, que es buena porque está asumida y te permite la felicidad de ahí".

A punto de ordenarse, Jorge Arenas también habló de cómo vive lo que él define como "un ensayo cotidiano": "No es que uno lo tenga ya incorporado, es un ensayo cotidiano. Pero cuando vos conociendo tu realidad te mostrás como sos y vas aprendiendo a convivir con ciertos tironeos que tenés (...) me parece que ahí está el camino como de ir encaminando bien todos estos temas ya sea con la castidad, con la pobreza, con la obediencia".