Dos millones de muertos en el trabajo por año (Sociedad de Ecología Médica y Social)
Una muerte cada quince segundos. Seis mil por día. El trabajo es más letal que las guerras. También hiere y mutila. Anualmente se registran casi 270 millones de accidentes, 350.000 de los cuales son mortales. Por cada accidente se producen 10 enfermedades profesionales. La Organización Internacional del Trabajo estima que muchos de esos dramas podrían evitarse. Sin embargo, transcurridos ya veinte años de la catástrofe de Bhopal, donde en unas pocas horas hubo un saldo de 2.500 muertos y 200.000 personas heridas, la situación no ha mejorado mucho.
El trabajo hiere, mutila, causa enfermedades y, con demasiada frecuencia todavía, también mata. No por fatalidad sino por negligencia. No porque no haya normas al respecto sino porque se las viola. No debido a la pobreza sino a la falta de prevención. Demasiado a menudo se sigue todavía poniendo gratuitamente en peligro la vida de los trabajadores y trabajadoras. El medio ambiente también corre peligro. Recordemos Seveso, donde el 10 de julio de 1976 una nube de dioxina se escapa de un reactor de una fábrica de productos químicos y se extiende sobre la llanura lombarda (Italia). Si bien no murió nadie, muchas personas tuvieron secuelas. En el plano ecológico, la catástrofe es aún más tangible: además de los 3.300 animales domésticos que murieron intoxicados, fue necesario matar a cerca de 70.000 cabezas de ganado. Además, las tierras agrícolas y las casas exigieron duros esfuerzos para descontaminarlas.
Seis mil muertos por día
La Organización Internacional del Trabajo, un organismo tripartito (gobiernos, empleadores, sindicatos) de las Naciones Unidas, estima que anualmente mueren en el trabajo más de dos millones doscientas mil personas, 750.000 mujeres y 1.500.000 hombres. La diferencia entre la cantidad de hombres y de mujeres se explica en gran parte por la repartición de ambos sexos en los empleos peligrosos. La OIT señala además que la gran cantidad de mujeres que trabajan en la agricultura de los países en desarrollo son especialmente vulnerables a las enfermedades contagiosas vinculadas al trabajo. Los expertos de la Organización declaran que, de todas maneras, las estadísticas son muy inferiores a la realidad, señalando que en muchos países se carece de información y de comunicaciones al respecto. En todo caso, son seis mil muertos por día, uno cada quince segundos, que es una cifra superior a los estragos que las guerras ocasionan cada año.
Entre esas muertes, casi 350.000 tienen lugar durante accidentes de trabajo. Otras son originadas por enfermedades profesionales. Así, más de 400.000 muertes son originadas por la exposición a sustancias químicas, responsables de los 35 millones de casos de enfermedades profesionales que se registran en el mundo. Todos los años aparece un millar de sustancias químicas nuevas y cotidianamente se utilizan más de cien mil. Muchas de esas sustancias, si no se manipulan correctamente, son factores de riesgo. Más de trescientos mil casos anuales de cáncer se deben a esas sustancias peligrosas.
Los funcionarios de la OIT señalan que, en su opinión, "si bien no existe el riesgo cero, no se debe considerar que los accidentes de trabajo son una fatalidad ya que no se producen, son causados". Y las causas pueden ser múltiples, pero todas convergen hacia la negligencia: la de los empleadores poco escrupulosos que se muestran reacios a destinar recursos a la seguridad, en nombre de las ganancias; la de los gobiernos que vacilan en ratificar convenios y convenciones internacionales y asignan muy pocos medios a sus inspectores del trabajo para hacer respetar los que han ratificado; la de los mismos trabajadores, a veces, que en muchísimas ocasiones se debe a falta de capacitación y de información.
La salud y la seguridad en el lugar de trabajo es responsabilidad exclusiva del empleador. Hay quienes las asumen y hacen de ellas cada vez más una ventaja comparativa en sus campañas publicitarias. Otros parecen optar por las ganancias a corto plazo en detrimento de la prevención.
Miles de niños sacrificados
La negligencia se pone asimismo de manifiesto cuando se sabe que todos los años mueren en el trabajo 22.000 niños -que se supone deberían estar yendo a clase-, a pesar de toda una serie de convenios y convenciones internacionales, de declaraciones y de leyes al respecto.
"Trabajamos para vivir pero el trabajo sigue siendo causa de muerte", denuncia por su parte la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, la Agricultura y Afines (UITA). De los 270 millones de accidentes de trabajo que se registran anualmente en el mundo, muchos tienen lugar en la agricultura, donde se produce la mitad de los accidentes mortales: 170.000 en 2003. La situación llega a tal punto que los gobiernos, empleadores y sindicatos decidieron adoptar en 2002 un nuevo convenio internacional sobre la seguridad y la salud en la agricultura, en virtud del cual los trabajadores podrían negarse a efectuar tareas que pongan en riesgo sus vidas.
Muchos países han promulgado leyes para reprimir las manifiestas negligencias en materia de seguridad en el trabajo. Pero con frecuencia las sanciones son irrisorias. "Si se deja en paz a las empresas que no respetan la salud y la seguridad, éstas darán un mal ejemplo y otras podrían verse tentadas de hacer menos esfuerzos", señala Jukka Takala.
Y sin embargo, la salud y la seguridad de los trabajadores es también algo positivo para la empresa. Nada más que en los Estados Unidos, el costo que representan para las empresas los accidentes de trabajo asciende a decenas de miles de millones de dólares: aumento de las pólizas de seguro, prestaciones a los familiares de las víctimas, reemplazo y capacitación de la mano de obra... A eso debe agregarse la presión de los consumidores, cada vez más deseosos de comprar productos "limpios", y tomar en cuenta la mejora de la productividad de los lugares de trabajo donde ganarse la vida ya no es sinónimo de peligro. "Ninguna empresa floreciente puede registrar índices satisfactorios de productividad si su nivel de seguridad no es adecuado", puntualiza Jukka Takala. Las presiones a veces pueden servir de aliento. Cuando Walmart, el gigante de la distribución informó a sus proveedores de los países asiáticos que tendrían que respetar las normas más estrictas en materia de higiene y de seguridad, éstos reaccionaron inmediatamente. "Hasta el más modesto proveedor tailandés demostró poder adaptar su producción a las nuevas normas", señala Jukka Takala.
El costo de la negligencia
La pobreza ya no es tampoco una buena excusa para postergar la aplicación de las normas de seguridad. En realidad, el inmovilismo resulta mucho más costoso puesto que los gastos vinculados con las enfermedades profesionales y con los accidentes de trabajo (prestaciones de invalidez y para los sobrevivientes, tratamientos médicos, días de ausencia, etc.) son equivalentes al 4 por ciento del conjunto de los PNB de todos los países del planeta, es decir, más de un billón de dólares. Esta fortuna es veinte veces superior al monto total de la ayuda pública destinada a los países en desarrollo. No debe olvidarse que los países industrializados tienen su parte de responsabilidad. "Los países industrializados tienden a exportar sus riesgos a los países en desarrollo. Allí la mano de obra no solamente es más barata sino que además está netamente menos protegida. Los puestos ingratos y difíciles se dejan a los países del Sur y, por supuesto, el trabajo en las minas figura entre ellos", señala el especialista de la OIT. Así, las enfermedades de los mineros, denominadas habitualmente neumoconiosis, entre ellas la silicosis, prácticamente han desaparecido en los países industrializados pero continúan cobrando diariamente nuevas víctimas en el mundo en desarrollo. Por ejemplo, se estima que en la actualidad hay unos 10 millones de trabajadores expuestos a la silicosis y que el polvo mortal causa 5.000 muertes por año. En Vietnam, esa enfermedad es el origen del 90 por ciento de las enfermedades profesionales para las cuales está prevista una indemnización. En la India, casi dos millones de mineros están expuestos a ella. En Brasil, son 6 millones y casi 2 millones en Colombia. En América Latina, según un informe preparado por la OIT para el Día Mundial del 28 de abril, el 37 por ciento de los mineros sufre de silicosis y ese porcentaje se eleva al 50 por ciento entre los mineros mayores de 50 años.
Las estadísticas muestran asimismo que la carga social y económica de los accidentes y enfermedades vinculados al trabajo no está repartida de manera igualitaria. Los índices de mortalidad de diversas regiones de Oriente Medio y de Asia pueden equivaler al cuádruplo de los de los países industrializados.
Asimismo, en la cobertura social concerniente a la seguridad y la salud en el trabajo hay grandes diferencias entre las distintas regiones del planeta: los trabajadores de los países escandinavos gozan de una cobertura casi universal mientras que nada más que el 10 por ciento, o inclusive menos, de los lugares de trabajo de numerosos países en desarrollo están cubiertos por una u otra forma de cobertura. En muchos países desarrollados, la cobertura en caso de lesiones y de enfermedades profesionales puede aplicarse tan sólo a la mitad de la mano de obra.
Las armas de la prevención
Sin embargo, la OIT está convencida de que se podría evitar buena parte de las catástrofes y de las prácticas laborales cotidianas peligrosas. La prevención debe convertirse en prioridad y las normas de la OIT pueden contribuir a ello. Cerca de la mitad de los 184 convenios adoptados por la OIT tienen relación con las cuestiones de salud y de seguridad.
La ratificación de esas normas, es decir, el compromiso formal de un país de respetarlas, no es pareja. Algunas de esas normas, como el Convenio núm. 81 sobre la inspección del trabajo (130 ratificaciones) han sido ratificadas por numerosos países mientras que otras, como el Convenio núm. 155 sobre la seguridad y la salud de los trabajadores (42 ratificaciones) tienen resultados menos alentadores.
Más allá de las normas, todos los estudios confirman que la existencia de un diálogo social dentro de las empresas contribuye a la prevención. Cuando hay sindicatos plenamente reconocidos o un comité de seguridad e higiene (paritario dirección/sindicato), la proporción de accidentes grave llega a disminuir a la mitad con respecto a la existente en empresas donde no se reconocen los sindicatos o donde no hay comités paritarios.
En otro estudio se observó en un país que casi el 80 por ciento de los lugares de trabajo sindicalizados tenía un elevado nivel de respeto de la legislación sobre seguridad y salud, mientras que solamente entre el 54 y el 61 por ciento de los lugares no sindicalizados presentaba un aspecto similar. No cabe duda de que el accionar sindical en pro de la prevención permitió salvar millones de vidas humanas, señala un funcionario de la OIT. No es de sorprender que en 1984 los sindicatos de Bhopal hubieran alertado sobre la inminencia de una catástrofe. Lamentablemente no se los escuchó. Si bien la libertad sindical es un elemento esencial del dispositivo de prevención, también es cierto que muy a menudo todavía se la mancilla. La actividad sindical misma reviste riesgos. El precio que se debe pagar por mejorar las condiciones de trabajo a veces es elevadísimo. El año pasado fueron asesinados en el mundo doscientos sindicalistas.
Amenazado de muerte, Chea Vichea, un dirigente sindical de Camboya, no había abandonado su lucha, que permitió mejorar considerablemente las condiciones de trabajo de alrededor de doscientas mil trabajadoras de la industria de la confección de su país. El 22 de enero de 2004 fue cobardemente abatido en Phnom Penh de tres balazos disparados a quemarropa.
"Trabajar en condiciones de salubridad no solamente es una política económica eficaz sino que es también un derecho humano fundamental", declaraba en 2002 el Secretario General de las Naciones Unidas, Sr. Kofi Annan. Un derecho fundamental cuyo respeto universal exigirá asimismo un cambio de mentalidad.
*Información suministrada por OIT