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El arbitraje amateur y profesional en Uruguay

Actualmente 24 jóvenes están realizando cursos en la Escuela de Árbitros de la AUF para convertirse en 2008 en la nueva camada de jueces profesionales. A otro nivel, cientos de jueces aficionados participan en las ligas amateurs combinando su amor por el deporte con el riesgo de ser los más odiados de la cancha. En un momento muy malo del fútbol nacional y poco después de la exposición mediática del referato por los conflictos en su interna, el Mundial de Alemania y el hecho que sólo tres uruguayos sean protagonistas de este evento son la excusa para bucear dentro de algunos aspectos de esa profesión: el aprendizaje profesional, amateur y la lenta inserción femenina. Informe de Leonel García

"El árbitro es arbitrario por definición (...) Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden (...). Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él". Estos son fragmentos de "El árbitro", cuento de Eduardo Galeano incluido en su libro "Fútbol a sol y sombra" de 1998.

En la cartelera contigua al salón de clases de la Escuela de Arbitros de la AUF hay un cartel que dice: "la calma de un árbitro provoca la calma. Con frecuencia la admiración y siempre el respeto". Esta escuela está ubicada en las entrañas de la Tribuna Amsterdam, la misma de donde parte la mayoría de los insultos para los jueces. Ahí están cursando hoy 22 varones y dos chicas para ser árbitros profesionales de la AUF. Según los promedios después de cada curso un 70% de los alumnos egresarán a fines del año próximo y comenzarán a dirigir partidos, primero de las categorías más bajas (séptima y sexta división), en 2008.

El fútbol se limita a 17 reglas. En esencia, el curso se basa en la parte reglamentaria y cada uno de los estudiantes tiene que hacer un test evaluatorio cada dos o tres meses. Según indicó el instructor Carlos Velázquez, en buena parte de esos dos años los aspirantes deben demostrar "algo más" que apunta a la parte humana: "Es muy importante el hecho de la convivencia. Nosotros tratamos de tener mejor convivencia, un conocimiento personalizado de la integridad de la persona (...) Impartimos dos horas por semana con un grupo de 24 personas. Eso es lo ideal".

Ese análisis casi psicológico que hacen los instructores es lo que ha provocado, según dijo Velázquez, que han tenido que reprobar a aspirantes que prometían mucho en materia reglamentaria. En otras palabras, "no basta con ser bueno y honesto, sino que hay que parecerlo". Y las pautas de conducta que ellos exigen son muy similares a los de los jugadores de las divisiones menores. Cabe aclarar que ese análisis de la personalidad se hace a "ojímetro".

Ese conocimiento integral de la persona apunta a que no ocurran situaciones como las recientes en la que "uno de los mejores jueces de Uruguay y de América", según palabras de Velázquez, tuvo que ser expulsado del Colegio de Árbitros. Si bien el instructor no lo nombró, se refería a Gustavo Méndez. Situaciones como esta última, de la cual señaló que no corresponde que la escuela se haga responsable, los hace estar más atento a las características de los aspirantes, más allá de su conocimiento reglamentario.

La escuela les enseña teoría, tratan de darse cuenta si es una persona de bien. Además, hay pruebas prácticas que se hacen en torneos infantiles, colegiales y comunales. Está es, también, una parte fundamental, tal vez la más importante, del aprendizaje.

Una pregunta que muchas personas se hacen es ¿qué motivaciones tiene una persona para querer ser árbitro de fútbol? Están aquellos que lo sienten de forma vocacional, de la misma manera que uno puede ingresar a la policía. Hay quienes sólo están interesados en conocer más el reglamento. Están aquellos que lo buscan como salida laboral (no tienen sueldos, tienen viáticos, pero a lo largo del mes puede conseguirse un dinero nada despreciable). Pero la mayoría ingresa porque le gusta el fútbol y no pudo jugar en ningún equipo.

Martín Olivera y Nicolás Vignolo son dos estudiantes de la Escuela de Arbitros de la AUF. Sus motivaciones para ingresar fueron diferentes.

Vignolo, montevideano de 20 años, tal vez representa el caso típico de aquel que se metió a árbitro porque no pudo seguir como jugador. "Empece a los cuatro años a jugar al fútbol, hasta los 12, que me echaron. Después descubrí esta profesión y fue lo que me gustó", contó.

Olivera tiene 21 años y viene de Melo. Su tío fue árbitro y entonces ya le gustaba la profesión casi desde la cuna. Ya ha hecho prácticas del curso en el baby fútbol y sabe lo que es ser insultado por las hinchadas. Él es de raza negra, y los insultos –la mayoría raciales- suelen provenir de los padres de los niños: "De chico a mi me gustaba la idea de ser árbitro (...) Los padres tienen mucha trascendencia en los partidos y no te dejan actuar de tal forma, hasta incitan a los niños para actuar de tal manera (...) Siempre salta a la vista el color de piel, es el primer insulto que te viene".

Lo malo es que los padres sean los que enseñen los insultos raciales. Lo bueno, según dice este joven, es que los niños no se hagan eco. Hay algo relacionado indirectamente a esto. Los árbitros profesionales, ya no los estudiantes, no tienen un apoyo psicológico permanente. Lo que han logrado, es que un psicólogo les brinde ocho o 10 charlas anuales. Eso es una carencia reconocida por estos profesionales, entre ellos Laura Geymonat.

Geymonat formó parte de la primera camada de juezas mujeres profesionales que tuvo Uruguay, egresada en 1998. Hoy en total son nueve, en un universo de unos 120 varones. Actualmente Geymonat es línea de primera categoría. Como mujer, ella y sus compañeras debieron superar varias barreras, insultos y discriminación: "Gracias a Dios no he estado en situaciones de insultos personales. Nunca lo siento así. Siempre digo que la discriminación no es de quién lo hace, sino de quien lo permite. Uno tiene que estar bien parado en la vida. Lo que sí me facilita es que yo pongo al fútbol en el lugar que tiene que estar. Mi vida pasa por otro lado. Tendríamos que tener un apoyo psicológico permanente".

La Escuela de Arbitros debió acatar las normas de la FIFA que pide árbitros mujeres por el desarrollo de las ligas femeninas. Geymonat comenta el caso de la "Larrionda uruguaya", Patricia da Silva, jueza internacional, que la están preparando para que participe del Mundial Femenino de China 2007. Y como dijimos antes, en la Escuela de la AUF actualmente hay dos chicas que están realizando los cursos.

Aún así Geymonat indicó sobre las dificultades de las mujeres que más allá de la retórica tribunera, para hacerse un camino en el arbitraje, cuando debió optar entre ser árbitro o juez de línea, eligió por esto último, en parte, por su condición de mujer. "Para las mujeres nos resulta mucho más fácil llegar de asistente que de árbitro. Yo hablo de las realidad del sistema. Es un ambiente demasiado machista y a nivel dirigencial cuesta darle el nivel a la mujer".

Eso sí, Geymonat destacó que el mayor apoyo lo obtiene de sus compañeros.

Respecto a lo qué hace falta para ser árbitro, para la Escuela de la AUF se requiere tener entre 18 y 25 años, un mínimo de 1,70 de altura para hombres y 1,60 para mujeres, ciclo básico completo y certificado de buena conducta. Además, hay que pasar pruebas físicas como el test de cooper para 150 y 200 metros, pasadas de 50 metros (piques), aunque esto varía según las recomendaciones de la FIFA. Para tener una idea, al llamado de 2006 se presentaron 50 jóvenes y sólo quedaron 24.

Hay que aclarar que los cursos, que son gratuitos, no comienzan todos los años. La AUF los abre según las necesidades que tenga de renovar el plantel profesional. A los 45 años, un árbitro ya debe retirarse.

Pero además, como nos decía Carlos Velázquez, en las divisiones inferiores el número de jueces es muy fluctuante ya sea porque abandonan la profesión, emigran, se lesionan, descubren que no es lo suyo... igual que los propios jugadores de fútbol.

Para los jóvenes que ven el arbitraje como una salida laboral, casi nunca  se puede vivir siendo juez de fútbol en Uruguay. Al igual que en el fútbol, para empezar, un árbitro tiene una "vida útil" que llega a los 45 años. No recibe sueldo sino viáticos. "Necesariamente tiene que tener otro trabajo", según indicó el instructor de la Escuela de Arbitros de la AUF, Velázquez.

Aclaremos que las últimas cifras que mencionaba Velázquez, las altas cifras en dólares, es para los árbitros internacionales con muchas citaciones, con mucha actividad. No es el común denominador, ni mucho menos.

El egresado de la escuela es arbitro de cuarta categoría, cuando asciende a tercera –ascenso que se da mediante puntaje con los veedores- ya tiene que optar entre ser juez de línea o árbitro, como nos señaló Geymonat. Un juez gana el doble en viáticos que un línea o un cuatro árbitro.

Para tener una idea, según datos a los que accedimos, un juez de línea de cuarta categoría gana 386 pesos por partido y un árbitro de primera 772. En Uruguay –no hablamos de partidos de la confederación sudamericana o la FIFA– un juez internacional cobra algo más de 4.300 pesos por partido y un línea internacional 2.177.

A lo largo del mes es un sueldo importante, pero un sueldo de una profesión a término. Por ejemplo, Velázquez desarrollo su carrera como árbitro y línea en paralelo a su labor docente, es profesor de geografía.

Otro fragmento de "El árbitro", de Eduardo Galeano dice: "Nadie corre más que él. Él es el único que está obligado a correr todo el tiempo (...) Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el sagrado verde espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones".

Estos árbitros jóvenes deben prepararse para lo que se viene, pero como ellos dicen cuando les consultamos por sus experiencias en las prácticas, aún no han tenido vivencias realmente traumáticas. Aún así, en la AUF, aún en los partidos de inferiores, es necesaria la presencia policial en los partidos como medida de seguridad. Pero no es así en todo el fútbol que se juega acá.

Hagamos un breve salto al fútbol amateur, como un "recuadro". Mario D’Angelo tiene 48 años y aún arbitra en las ligas de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur  (ANFA), y en el torneo de preveteranos de la Liga Universitaria. Hace años, en un torneo amateur que se jugaba en una cancha de Camino Carrasco y Estado de Israel, la sacó muy barata tras un inconveniente en una jugada el equipo que estaba perdiendo y reclamaban el penal.

En las ligas amateur, donde no hay un operativo de seguridad, cada tanto sale a la luz un episodio de violencia relacionado a los jueces. Todos recordamos la muerte del juez Carlos de León, el 21 de setiembre de 2002 en Las Piedras, luego de ser agredido con un hierro y golpeado durante el final de un partido.

Pero esto no es exclusivo de entornos socioeconómicos humildes. También en la Liga Universitaria –donde D’Angelo dirigió 20 años- un árbitro amateur debe tener el ánimo bien templado para pararse ante 22 jugadores. "En el momento que te metés en una cancha de fútbol te estás arriesgando a que te pueda pasar cualquier cosa. Porque yo he visto, sobre todo en la Liga Universitaria, gente de muy buen nivel socioeconómico y entra a rodar una pelotita y se transforman totalmente".

En estos casos no se trata de árbitros profesionales. Así como la AUF tiene y prepara a sus árbitros, lo mismo hace la OFI (Organización de Fútbol del Interior), el baby fútbol, que tiene cinco colegios de árbitros (donde recientemente hubo un caso de un juez hospitalizado por un integrante del cuerpo técnico de uno de los equipos), e infinidad de ligas amateur y semiprofesionales.

La Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA) es un buen ejemplo en el control y erradicación de la violencia. Según nos dijo su director, Luis Alberto Rodríguez, los equipos que participan en sus doce ligas, que van desde el fútbol interliceal a campeonatos policiales, tienen que firmar una declaración jurada en la que se hacen responsables de todo tipo de incidentes que generen sus jugadores y sus hinchas.

De ocurrir algún incidente, esto pasa a la órbita judicial de manera directa. Rodríguez señaló que esta fue la solución necesaria ya que el 60% de los 120 equipos de esa asociación no podrían participar si tuvieran que pagar servicios de seguridad. Esta medida les ha permitido contabilizar ya casi 400 partidos sin incidentes.

En el caso de las ligas amateurs, y siguiendo con la consulta sobre si se puede vivir de esta profesión, Rodríguez, juez de esas ligas, señaló que pueden llegar a ganar por mes entre 10.000 y 12.000 pesos, pero ocupando todo el sábado y el domingo.

Ya que estamos hablamos de ANFA, esta asociación presentó recientemente ante el Ministerio de Turismo y Deportes un proyecto para unificar el arbitraje en el país, tanto a nivel profesional como amateur. De acuerdo con Rodríguez, los divorcios y divisiones que han aumentado en los últimos tiempos entre los árbitros y las entidades que los representan son uno de los factores que contribuyen al descreimiento que hay en la opinión pública sobre esa profesión.

La Confederación de Arbitros del Fútbol Uruguayo (CAFU) ha presentado en el Ministerio de Deporte, un proyecto que incluye darle un marco legal unificado y un apoyo en materia de salud a ese deporte. Este proyecto también refiere a la enseñanza del arbitraje a través del denominado Centro Nacional de Capacitación y Formación. Sin embargo, cuando consultamos en la Escuela de Arbitros de la AUF por ese proyecto, no tenían conocimiento.

En una visita en la Escuela de Arbitros de la AUF, daba la sensación de estar en un liceo cuando se acerca fin de año. Se escuchaban preguntas sobre reglas de juegos, debate sobre qué hacer si un jugador festeja de tal o cual manera. El profesor indicaba que el fin de semana había un partido de una liga y preguntaba quién podía ir. Pero el ambiente era muy distendido, se permitían bromas entre ellos y con el profesor. Se sentía, se reflejaba, un espíritu de cuerpo.

Esto viene a que inmediatamente pensé en los problemas recientes de los árbitros profesionales, las dos gremiales que existen, las grandes divisiones, y todo el trasfondo que hubo detrás del caso Gustavo Méndez, que incluyó acusaciones entre colegas.