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La temperatura indica descenso de la delincuencia, la sensación térmica marca otra cosa

Actualmente la inseguridad ocupa un lugar primordial en la agenda de los ciudadanos. Si bien el Ministerio del Interior no niega que exista esa sensación de inseguridad, esgrime que sus políticas incluyen un pedido de más personal policial y sus estadísticas hablan de un descenso de la criminalidad. Mientras tanto, la gente se organiza para reclamar seguridad, se alarma y "enreja". Informe de Leonel García

Colón, Cordón, Malvín, Barra de Carrasco; han conformado grupos vecinales preocupados por la seguridad, por su realidad cotidana. Los integrantes de estas organizaciones hablan de arrebatos, robos, rapiñas, inseguridad. La misma que habla de miedo.

Hay dos palabras que se han repetido hasta el hartazgo en los últimos días y en diferentes temas: temperatura y sensación térmica. No estamos hablando de clima. La temperatura, los datos del Ministerio del Interior, hablan de índices delictivos que descienden. La sensación térmica habla de más movilizaciones que nunca de vecinos que reclaman seguridad.

El subsecretario del Ministerio del Interior, Juan Faroppa, dijo que no ignoran la sensación de inseguridad que hay en todo el país y sobre todo en Montevideo. Como respuesta, aseguran que nunca se ha hecho tanto por la seguridad en los años recientes, con medidas como la de incorporar 1.500 policías en la rendición de cuentas. El propio Faroppa ya no recuerda con cuántas comisiones de vecinos preocupados se ha reunido.

Otra cosa que esgrimen son los números, las estadísticas oficiales. La temperatura.

Los números del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad referidos al primer trimestre de este año, fueron muy difundidos. Esos mencionan que en todo el país, los hurtos bajaron un 3,1%, las rapiñas un 1,8%, los homicidios un 2,2%, todo eso con respecto al mismo período de 2005. Vale aclarar que más que un descenso, se trata de una desaceleración, porque en todo 2005 se habían producido un 18% más de rapiñas que en 2004.

Claro que hay que tomar en cuenta que estos números reflejan las denuncias realizadas. En un informe anterior, Rafael Paternain de ese mismo Observatorio, señalaba que el 40% de delitos contra la persona y la propiedad no se denuncian. Los vecinos que consultamos aseguran que la proporción de delitos que no se denuncian es mucho mayor.

Oscar Marusich, un vecino de Malvín, Jorge Ruglio, de Colón, María Esquivel de Cordón y Sonia Viña de Barra de Carrasco son participantes de una o varias comisiones de seguridad.

Hay varias cosas en común entre las distintas organizaciones de vecinos que hemos consultado. Todos los representantes de éstas sostienen que nunca hubo más inseguridad que ahora, esa es la sensación térmica. Todos dicen haberse reunidos con parlamentarios y representantes del Ministerio del Interior. Todos ellos dicen estar "interligados" entre sí, más allá de pertenecer a uno u otro barrio. Es como si formaran una red de vecinos preocupados que excede los propios límites de Montevideo.

Todos mencionan a la minoridad infractora y a la necesidad de reformar el Código de la Niñez y la Adolescencia. La mayoría hablan de la pasta base como el principal factor de lo que hoy ocurre y no son pocos los que atribuyen las causas al crecimiento del número de asentamientos en todo el país.

Hay quienes reivindican algunos logros que han conseguido en materia de seguridad para su zona y otros directamente critican la inacción de las autoridades. Algunos vecinos con quienes hablamos ya están desengañados con lo que puedan hacer estas comisiones. Y directamente están tirando la toalla. Otros han conseguido alguna mejora.

Jorge Ruglio, dueño de una óptica en Colón e integrante de la denominada Comisión de Inseguridad de ese barrio, que comenzó a trabajar en octubre del año pasado. Hoy es uno de los grupos más activos, con reuniones periódicas en el Centro Comercial de Colón, en calle Garzón. Para el próximo 26 de julio tienen pensado organizar un foro debate sobre cómo construir un barrio seguro.

Cerca de ahí, en Las Piedras, un grupo de vecinos aún sin nombre piensa inaugurar en estos días una local para comenzar una recolección de firmas que busca impulsar un referéndum para bajar la edad de imputabilidad de los menores de los 16 años sobre todo para los casos de reincidencia en delitos violentos. Para eso deberán reunir 248.000 adhesiones.

Cabe destacar que un reclamo común en todas las comisiones es la de bajar la imputabilidad de los menores. Pero este grupo de Las Piedras, en particular, también tiene entre su plataforma de medidas reglamentar la legítima defensa en el hogar, en caso de copamientos y permitir que militares desarmados estén habilitados a patrullar las calles junto a la policía como elemento disuasorio.

Otro caso: hace poco teníamos acá a integrantes de un grupo de vecinos del Reducto que habían adoptado una forma de defensa original y efectiva. A través de doscientos silbatos pudieron tejer una red de vigilancia que alertaba a todo el barrio de la presencia de sospechosos.

Los vecinos con quien nos contactamos dicen haberse reunido con parlamentarios, con el ministro Díaz o con Faroppa. Es más, la acción de muchos grupos se limita sólo a eso. Y también nos manifestaron su desilusión por las escasas mejoras, la mayoría puntuales. Por el lado del gobierno, señalaron que están abiertos al diálogo pero que todo contacto con los vecinos se va a dar en el marco de organizaciones ya constituidas. Si bien dialogan con todas, las nuevas y las viejas, no están convocando a la formación de comisiones.

El subsecretario del Interior, Juan Faroppa, quien señaló que para que se contemplen las nuevas comisiones que surgen, tienen que integrarse a las organizaciones ya existentes. Esta postura ha generado malestar en algunos de estos grupos de vecinos, como veremos más adelante.

Estas mesas locales, agregó Faroppa, son un instrumento y no un fin en si mismo. Y están vinculados con los gobiernos locales o centros comunales. Es ahí donde se convocan a las organizaciones vecinales así como a las instituciones relacionadas al tema, como el INAU o la Junta Nacional de Drogas. Es ahí donde pide el Ministerio del Interior sea el foro donde se planteen problemas.

Según indicó Faroppa, ya están funcionando mesas en Malvín, Cerro, Centro-Ciudad Vieja en Montevideo, en Ciudad de la Costa, y también en Minas, Canelones, Flores y se está constituyendo en San José. Por lo que se puede ver que es un problema, un temor nacional. Y según nos comentó, permanentemente se están consolidando otros grupos.

La sensación térmica es difícil de medir, pero hay indicadores laterales que pueden ser tomados en cuenta. Roberto Cyjon es el presidente de la Cámara Uruguaya de Empresas de Seguridad Electrónica, según indicó se estima que entre 30 y 40.000 hogares y comercios en Montevideo tienen un sistema de alarma con monitoreo. Sin monitoreo es incalculable la cantidad que hay, muchas veces instalados por particulares.

En el interior del país, otrora considerado un páramo de tranquilidad, año a año se supera el número de hogares con alarma y monitoreo. En cuatro años, se triplicaron estos servicios.

Wilson Rodríguez, el presidente de la Federación de Empersas de Seguridad del Interior (FESI) y director de una de estas compañías en San Carlos, señaló que hoy por hoy no hay prácticamente ninguna ciudad importante en el país que carezca de estos servicios.

¿Otro dato? La empresa Sistal, que instala rejas electrónicas, ha aumentado entre un 15 y 20% el número de instalaciones desde que comenzó a funcionar en 2003. Hasta hace poco tiempo atrás según nos decía uno de sus socios, Leonardo Porta, eran la única empresa que instalaba rejas electrónicas. Hoy ya son cinco.

Por ahora los sistemas más populares, los más conocidos siguen siendo los sensores PIR (Passive Infra Ray), sensores de temperatura. Se sugiere que haya uno por ambiente. Si bien todos los operadores consultados aseguran que el nivel técnico de las empresas es muy bueno, recalcan que es un sistema más que nada disuasivo, y que una alarma por sí sola, sin estar conectada a un sistema de monitoreo y respuesta rápida, no sirve de nada.

Los PIR detectan el calor, y como tales, pueden ser burlados, es por eso que están llegando nuevas tecnologías de microondas que detectan movimiento, indicó Wilson Rodríguez, presidente de FESI.

Respecto a el costo de estos elementos, según indicaron tanto en FESI como en la Cámara de Empresas de Seguridad Electrónica, una instalación –dependiendo de las necesidades del cliente- puede ir de 150 a 500 dólares. Luego, un servicio de monitoreo, mantenimiento y respuesta rápida varía entre 500 y 800 pesos mensuales. Por supuesto que hay otros sistemas, como las alarmas perimetrales y los detectores de ruido.

Respecto a si hay mayor demanda en algún barrio que en otro, la primera respuesta que dan es que hay inseguridad en todos lados. Pero luego empiezan a mencionar matices. Por ejemplo, Porta de Sistal señala que en Carrasco, Malvín y Punta Gorda hay una pequeña demanda mayor que en otros barrios. Por su parte, Roberto Cyjon, de la Cámara de Empresas de Seguridad Electrónica, añade otros barrios como Unión y Colón.

En el mismo sentido, Leonardo Porta de Sistal, dijo que este sistema de rejas eléctricas tiene de 7.000 a 8.000 volts y es de bajo amperaje. Es una patada fuerte, no letal. Una vez que se acciona se activa la alarma. Según la reglamentación del Ministerio del Interior, el primer hilo de alambre de este dispositivo tiene que estar a dos metros de altura. Para una casa promedio, de un frente de 30 metros, el precio puede rondar entre 600 y 700 dólares. Ese precio es una base por la central y la sirena, aclaremos. Puede tener anexos, como discador automático a teléfonos, sensores volumétricos, magnéticos y focos.

Según informó el Ministerio del Interior para ver cuáles son las zonas donde se registran más denuncias. En lo que va del año y hasta el 11 de julio pasado, en la Seccional 10ª (Pocitos) se registró el mayor número de denuncias por hurtos: 2215; las rapiñas fueron más denunciadas en la Seccional 16ª, en la zona de Ituzaingó y Cementerio del Norte.

Hay algunos de estos vecinos movilizados que sostienen que llevar estos temas a un ámbito ya constituido, como ser los centros comunales en Montevideo, tienden a politizar el tema. Jorge Ruglio, de la Comisión de Inseguridad de Colón, es uno de los que no quiere llevar la discusión del tema a esos ámbitos, y señala que por plantear sus inquietudes lo han acusado de tener intencionalidad política, a él y a su grupo.

A su vez, el propio subsecretario Faroppa mencionó que este tipo de temas "tan sensibles" son ideales para entrar en el juego político de oficialismo y oposición.

Otros vecinos están desilusionados pero por otros factores. Es que así como aparecen con mucha frecuencia y de forma espontánea grupos que se organizan para protestar, otros desaparecen casi sin dejar rastros.

Andrés Borrelli, un peluquero del Centro que impulsó dos concentraciones en la Explanada Municipal a partir de marzo, indicó que nunca fue la cantidad de gente que esperaba y además, nuevamente, surgió el tema de la "politización" de la manifestación.

Concretamente, Borrelli se refirió a la última manifestación que quiso organizar, al que no fueron 50 personas y sí había 30 carteles, la mayoría referidas al tema de la planta de celulosa. Este vecino hoy está desengañado de otras manifestaciones y cree que la idiosincracia de los uruguayos, término odioso si los hay, conspira contra un resultado positivo de estas manifestaciones.

Muchas otras personas consultadas opinan igual. Un ejemplo es Sonia Viña, de la Barra de Carrasco, que aseguraba que a veces cree que se dan constantemente la cabeza contra la pared.

Respecto a por qué se da esta diferencia entre la temperatura y la sensación térmica, Faroppa señaló algo que es muy entendible, como la espectacularidad de algunos eventos recientes (Maldonado, Soriano y Flores, donde se instaló una mesa local). También mencionó que a la sensación la ayuda el aumento de las rapiñas, algo que llama la atención ya que se contradice con los números que dio el Observatorio de Criminalidad.

Fuera de ese ámbito, es interesante la opinión del sociólogo Antonio Pérez García, catedrático de la UCUDAL y especializado en psicología social, que menciona que la sensación de inseguridad está muy por arriba de lo que arrojen las estadísticas y está signado por las expectativas de vida.

Pérez García también añadió que en el mundo virtual y multimediático de hoy, la gente no está capacitada para recibir la información de un robo, de una rapiña o un asesinato, y poder asimilarlo correctamente como un hecho que es inevitable en una sociedad que el propio desarrollo urbano genera mayores oportunidades que ocurran.

Para este experto, el problema es que la gente no tiene la capacidad de analizar la propia realidad porque no está educada para eso y no puede sacar de contexto un hecho puntual. Para el Ministerio del Interior, la herramienta está en que la gente se acerque a las organizaciones ya establecidas para abordar la problemática. Para muchos vecinos, que no saben de estadísticas sino del temor a salir a la calle, la solución todavía no se vislumbra.