Informes

El boxeo, una excusa para socializar a niños y jóvenes

En la calle Mburucuyá, Marindia Norte, hay una construcción con varios letreros: "Merendero y comedor infantil", "Baby fútbol" y "Boxing club". Adentro, hay implementos de boxeo, pero es más que eso. Su responsable, José Santellán, ex bombero y policía, recibe a los jóvenes de la zona y, a partir de la excusa del boxeo, les da a los niños un lugar donde socializarse y a los jóvenes una alternativa para salir de la droga. Informe de Leonel García

Una niña hermosa, llamada Luana, con los rulos despeinados golpea con guantillas una bolsa liviana que apenas se movía. Cerca de ella estaba Agustín, de 11 años, y al que el cabezal le quedaba enorme dándole con un estilo totalmente carente de ortodoxia a otro implemento llamado extensible.

A los que no le gusta el boxeo, esta imagen les podría parecer aterradora, y más aún con niños y niñas practicándolo. Pero les aseguro que lo tomaban como un juego más, al igual que la hamaca, el tobogán y la pequeña calesita que había en el exterior del lugar.

El merendero fue inaugurado en 2000, pero por falta de rubros y apoyo dejó de tener su función original, al menos de forma habitual, en 2002. Luego funcionó esporádicamente. Desde el 18 de julio pasado, el lugar pasó a funcionar como boxing club a cargo del dueño, un policía de 45 años llamado José Santellán Cardozo, que cuando culmina su horario de trabajo se dedica a trabajar con 25 niños y jóvenes. Un hombre muy conocido en la zona y cuya historia consideramos que es bueno conocer.

Santellán considera a su iniciativa como necesaria para la zona, lindera a un asentamiento, como un centro de esparcimiento y sociabilización.

Cabe aclarar que el asentamiento que está atrás del centro no es lo mismo que lo que sería un "cantegril" para ojos de los montevideanos. Más bien se asemeja a una zona pobre con construcciones irregulares en la que la madera y el bloque le siguen ganando la pulseada a las chapas en las paredes.

"Los niños vienen desde las cinco, que salen de la escuela, hasta las seis, seis y media. los más grandes se quedan hasta las ocho, las nueve. No hay límites de edad para venir (...) Hay muchos muchachos que tienen problemas y no tienen oportunidades (...) Muchas veces hay buena voluntad por parte de las autoridades pero lo que pasa es que desde una oficina no se puede digitar la solución. Las soluciones se tienen que dar en el lugar. Esto lo que más busca es socializar al niño. Los últimos días han venido muchachos con problemas de pasta base, vienen a conversar conmigo porque quieren trabajar, salir de ese problema y acá encuentran como una salida. No es mucho lo que le podemos brindar, pero hacemos lo que podemos", explicó Santellán.

Dos bicicletas fijas, un espejo grande, una bolsa liviana, otra pesada, una pera loca y un extensible forman parte del mobiliario. También hay dos grandes carteles que hablan de los derechos del niño.

Los niños concurren al lugar autorizados por sus padres. Un arreglo que hace Santellán con ellos implica que su presencia está supeditada a su buen comportamiento en casa y en la escuela. El hombre dice que algunos de los chicos incluso le muestran las notas. Una exigencia es que nada de lo que ahí hacen es para repetir afuera. Santellán tiene una red de inteligencia, compuesta por los propios padres, para saber si eso se cumple.

No se cobra por concurrir allí. A lo sumo hay un aporte para el agua mineral. El lugar tiene todos los implementos de seguridad. Santellán los conoce porque también fue boxeador. Esos incluyen guantillas, protector de genitales y protector bucal. Los equipamientos los aporta él.

A los niños chicos no se les enseña a boxear. Más bien se les permite jugar con supervisión y a lo sumo hacer toques de guante entre ellos. Los guantes son para mayores de 18 años, ellos sí reciben alguna instrucción básica.

Cuando Santellán llega de trabajar, a eso de las cinco y media o seis de la tarde ya hay una multitud de chicos esperándolo. Algunos chicos esperan entretenidos en los juegos que hay afuera del merendero, también levantados por el propio vecino. Además de la hamaca y el tobogán, hay un auto desguazado que se utiliza como divertimento, un Ford Capri del 63, que fue propiedad de Santellán, para los niños.

Según dijo Santellán, ese lugar -en la Manzana 104, Solar tres- era un basural. Con la ayuda de los vecinos levantó el merendero. Se lo financió con su sueldo de policía, lo que percibía por "changas" –de oficios que aprendió como interno en el entonces Consejo del Niño- y con un préstamo social que sacó en el BROU por unos 2.000 dólares. Mientras el merendero funcionó como tal, llegó a atender hasta un centenar de chicos. De eso tiene, y muestra, abundantes registros escritos y gráficos.

El ex bombero y policía tiene ocho hijos, que van de siete meses a 10 años. Además tiene uno en camino. Sus hijos y los de sus vecinos conforman su familia numerosísima. Familia que no tuvo cuando él tenía la edad de los niños que se acercan al merendero, dado que fue criado en el Consejo del Niño, que ahora se le dice INAU.

Santellán nació en 1961 y vive en Marindia Norte desde 1996. En esos entonces, llegó hasta tercero de liceo (que no pudo culminar) en el liceo nocturno de Pando. Antes había vivido en Barros Blancos. Hace 26 años que es funcionario policial, primero como bombero y luego como policía. Hoy es agente de primera. Fue boxeador y llegó a ser campeón nacional medio mediano ligero a nivel amateur. Es de complexión maciza y tiene el rostro como una piedra. Tiene la típica nariz de los boxeadores. Pero la apariencia "amenazante" que pueda tener contrasta con la gran empatía que tiene con los jóvenes y sobre todo con los niños. Es reconocido y apreciado en el barrio.

Santellán no esconde el orgullo por su "merendero-club" de boxeo. Es que su lugar es el único en la zona destinado al esparcimiento. Otros lugares, como el Club Albatros o la junta local de Salinas, que serían los más cercanos, están a más de un kilómetro. La otra alternativa es Atlántida. El haberse criado en el Consejo del Niño, habrá sido el motor de su obra social.

Santellán tiene fotos de cuando el merendero funcionaba periódicamente. El retorno de esa actividad es otro de sus sueños. También tiene fotos de eventos especiales como del Día del Niño o el Día de Reyes, cuando repartían juguetes recibidos mediante donaciones. Otro de sus sueños es poder organizar un club de baby fútbol para niños y niñas de la zona. Pero para eso precisaría equipos deportivos que no está en condiciones de financiar.

Todo el apoyo que tiene ahora la obra de Santellán es de particulares. Se le nota agradecido a la comunidad, a la Seccional 22ª de Salinas, que es donde trabaja y a la Jefatura de Policía de Canelones. Pero lo cierto es que a nivel institucional la ayuda es deficitaria. Los vecinos recuerdan que durante los peores momentos de la crisis de 2002, su merendero se excedió del mundo infantil y fue escogido para realizar ollas populares.

En esos tiempos, Santellán realizó varios cursos cortos con la idea de extender la obra social. En este sentido mostró diplomas que lo certificaban en instrucción comunitaria, reanimación cardiorespiratoria y que lo avalaba como Agente Multiplicador de la Salud. Esos certificados tenían el logo de la EMME (servicio privado de emergencia médica de la zona) y del Ministerio de Salud Pública.

Volviendo al tema del apoyo institucional brilla por su ausencia, pese a las muchas promesas que recibió, sobre todo en épocas electorales. Por las dudas, se apresura en aclarar que no quiere ayuda en dinero, sobre todo para la parte del merendero.
"El merendero va a seguir funcionando en la medida que tengamos ayuda. Hasta el momento hemos hecho gestiones en varios lados pero no hemos recibido ninguna ayuda (...) Ayuda en dinero no recibimos, el dinero trae problemas. Se nos puede ayudar con cosas para los niños: juguetes, alimentos como ser leche en polvo, cocoa...", señaló.

Todos los apoyos pueden ser enviados al propio Merendero, Mburucuyá y Biguá en Marindia Norte, o al celular 094 196 003 de Pablo un vecino. No se acepta dinero en efectivo, sino comidas o juguetes.

Según fuentes policiales, en la zona a la que corresponde la Seccional 22ª (De Neptunia al Fortín de Santa Rosa, llegando hasta Ruta 8) viven unas 18.000 personas. Hay tres grandes asentamientos: Marindia Norte es uno y hay otros dos en Pinamar a cada lado de la ruta Interbalnearia. Es la zona más poblada desde el peaje de Pando hacia Maldonado. Los hurtos y no tanto la droga son los principales problemas que nos indicaron autoridades que trabajan en esa seccional y señalan que, si bien se les hecha las culpas por lo general, no queda claro que sean los habitantes de esos asentamientos los principales responsables de esa situación.
 
Detrás de la casa de Santellán está el asentamiento de Marindia Norte. Según él mismo dijo, recordemos que trabaja en la seccional de la zona, hay más de 100 familias ahí viviendo. Muchos de los jóvenes de más edad que van al gimnasio, hoy ocupan su tiempo en darle a la bolsa, en aprender los rudimentos del boxeo y no en otras actividades. "Se acercan, incluso, muchachas y madres", indicó.

Los chicos "chivean", pero los jóvenes más grandes aprenden algunos rudimentos del deporte. Santellán, mientras fue bombero, también incursionó en el boxeo y asegura estar dispuesto a entrenar a aquellos que estén interesados, que quieran probar suerte en ese deporte. También por ser bombero, tuvo que dejar una profesión en la que -según nos dijo- pintaba bien. Otra faceta más de su vida.

Sin contar las exhibiciones, Santellán recuerda unas 10 peleas a nivel oficial. Incluso tiene fotos de él en cortos. Los más de 20 años que pasaron desde sus momentos de actividad se le notan, a mí me costó un poco identificarlo, sobre todo porque a un boxeador la trayectoria se le puede medir por los daños que haya recibido en la nariz. Pero era él, indudablemente. Cabe aclarar que "Pocholo" Burgues, su técnico, fallecido hace pocos años, fue una de las leyendas del boxeo uruguayo durante su "época dorada", los tiempos de Dogomar Martínez.

Santellán cree que experiencias como la suya deberían repetirse en otros lugares. En reiteradas oportunidades dijo que por más bienintencionadas que sean, las iniciativas digitadas desde una oficina no son lo efectivas que deberían ser. Para él, las obras sociales tienen que estar en los lugares mismos donde surgen los problemas, por ejemplo, en los propios asentamientos. Ahí donde ya hay jóvenes que entraron en la delincuencia y la droga, y donde hay niños que pueden seguir ese mismo camino.