Mujeres y niños que pelean el invierno desde los refugios
La escena se repite todos los días. Cuando termina la jornada, decenas de mujeres solas o con sus hijos, en situación de calle, aguardan a que los refugios abran para poder pasar bajo techo una noche de invierno. Ellas, tal vez, sean las personas más vulnerables en esa situación. Estas son historias de calle, de desarraigo, de rotura de vínculos sociales, de rabia, pero también de esperanza. Informe de Leonel García
Desde antes de las seis de la tarde ya comienzan a concentrarse mujeres de todas las edades, algunas de ellas con sus hijos, a mitad de esta cuadra. Cargan con sus escasas pertenencias o a veces están sólo con lo puesto. Muchas de sus otras propiedades ya están adentro. ¿Qué es adentro? Es el refugio gestionado por Ceprodih, para madres con hijos, y el que está a cargo de la Iglesia Anglicana, para mujeres solas. Todos ellos, como los otros seis en Montevideo y los cinco en el Interior, están bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Es el Plan Invierno, o como se le llama ahora, el Plan de Asistencia a los Sin Techo.
Aproximadamente a las seis de la tarde los refugios abren sus puertas. Algunas de estas mujeres, las menos, aprovechan los últimos minutos para hacer algo de sociabilidad externa. Las veces que estuvimos ahí, esos contactos, esos últimos saludos, son con otros hombres con quienes comparten sus vidas en la calle. Las menos, son con sus parejas o maridos. En todo caso, ya han pasado un día más en la calle.
Haydé, una de las mujeres que está en situación de calle, decía que utilizaba el cine para olvidarse. "Los puentes de Madison" y "Un hombre y una mujer" son dos de las películas que vio recientemente en el Cine Universitario. El resto del tiempo hace trámites para que le devuelvan su casa en la calle Japón, donde vivió 34 años, víctima de un desalojo que aseguró- fue injustificado.
Pero Haydé es una excepción. La mayoría de las mujeres en situación de calle o bien sale a recorrer las calles sin rumbo, ni obligación fija, o en el caso de las que están en el refugio de Ceprodih- se dirigen al centro diurno de esa institución, en la calle Juan Carlos Gómez. Ahí al menos tienen un lugar para sus hijos y tareas para realizar. Hay algunas que trabajan, ya sea de cuidacoches o en pequeñas asignaciones conseguidas en el propio refugio.
En lo que sí vimos un factor común, es en la ruptura de vínculos con sus familias. Tienen parientes, incluso hijos, que están alojados en casas de particulares. Pero no pueden estar juntos.
Jessica anda todo el día con Nicolás, que con sus siete meses es el más joven en el refugio de Cerpodih. Leticia, tiene 21 años y una hija de trece meses, Yamila. Además, está embarazada de cuatro meses. Leticia dijo que tuvo problemas con la "lata", la pasta base, pero que ahora dejó, buscó trabajo en empresas de limpieza pero esto se le dificulta porque no tiene con quién dejar a su hija. Leticia y Yamila pasan todo el día juntas.
Hace pocos días que Leticia está en el refugio de Ceprodih, que es el refugio de las madres con hijos, ya trabó amistad con Alba, de 37 años, que tiene a cinco de sus siete hijos en el mismo refugio. Ambas comparten unos recortes de pan que consiguen en una panadería cercana antes de entrar al local. Cuando amanece, ambas se dirigen después al Centro Diurno, todos los días.
Casi unánimemente se sienten agradecidas al trato dispensado. Les brindan cena, desayuno, camas, duchas y un lugar para lavar ropa. No faltan las quejas, una de las madres aseguró que hubo días que no tenían leche para los más chicos. Los responsables de los centros señalaron que ese caso puntual fue un malentendido que hubo con el INDA que luego se solucionó.
Una de las encargadas de un refugio, que pidió no divulgar su identidad, señala que las dificultades nunca fueron graves y que las mujeres, sobre todo las madres, suelen magnificar los puntos negativos de los refugios según su perspectiva. Sobre eso, se puede decir que no son lo mismo las urgencias de una persona que va a trabajar a un refugio y otra que asiste a él como parte de una emergencia. Su perspectiva es de un total o casi total desamparo.
Aún así, por lo que nos mencionaron las autoridades, la comida es relativamente variada. Hablamos de hamburguesas, guisos, pastel de carne. Incluso en el refugio de la Iglesia Anglicana, según nos comentó la coordinadora Jimena Pérez, un día hubo torta de chocolate.
Uno de estos dos refugios, Ceprodih, el de mujeres con niños, es el más bullicioso, debido a la presencia de los chicos. Este lugar comenzó a trabajar el 1º de octubre del año pasado y tiene capacidad para 40 personas. Hoy hay 30 y la mitad son niños. Son seis dormitorios con cuchetas. Para todas esas personas hay dos duchas y tres inodoros. La presencia de los niños se nota por la gran cantidad de posters y recortes de revista que hay en las descascaradas paredes.
Nos movemos a una puerta hacia arriba. El edificio donde funciona Ceprodih es bastante viejo, tanto como el de la Iglesia Anglicana. Ese es mucho más silencioso, el único lugar ruidoso son los patios, donde las mujeres se reúnen para fumar. Es que el promedio de edad de sus 28 huéspedes es de 45 años. Está completo.
En la cartelera de este refugio se leen los horarios. El de descanso es de 23.00 a 6.00 horas y el de lavado de ropa de 19.00 a 22.00 horas. En ambos lugares se ofrecen talleres, ya sea de informática, música, lectura, escritura, sexualidad o género.
En el refugio de la Iglesia Anglicana va a funcionar un local de la Cooperativa Alternativa Femenina, surgida hace cinco años en la Cárcel de Mujeres de Montevideo. Una de sus responsables, Sonia Beneri, explicó que esto funcionará como un centro diurno, de 9.00 a 17.00 horas en ese mismo local. Educadores, asistentes sociales y demás técnicos organizarán talleres destinados a ayudar a las mujeres que salen de la cárcel e, incluso, todavía se encuentran recluidas para ayudarles a su reinserción social. Según dijo Beneri, ya se han contactado con el Instituto de la Mujer del MIDES y esperan comenzar las tareas en los primeros días de setiembre.
Volviendo al tema Plan Invierno, en el refugio de Ceprodih, hay convenios laborales con la IMM, Codicen y LATU para tareas de limpieza. También tiene un convenio para conseguir viviendas con el Ministerio de Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente. Pero claro, ese refugio es sólo una puerta de entrada. Para acceder a esos convenios las personas usuarias deben haber aceptado hacer alguna capacitación de las que le ofrecen y haber seguido las reglas.
Hay expulsiones y suspensiones. Las opiniones son obviamente diferentes según la perspectiva de las usuarias de los refugios y los técnicos, ya sea educadores, psicólogos o asistentes sociales que trabajan en ellos. ¿Qué quiero decir con esto? Muchas mujeres tienen miedo que las echen y los motivos van desde que sus hijos hacen escándalo, en el caso de las madres, o por rencillas motivadas por la convivencia entre personas que están perdiendo el hábito de convivir.
También está la otra campana. Una educadora señaló que las expulsiones fueron muy pocas y se dan por situaciones de violencia o en caso que alguna usuaria padezca patologías psiquiátricas que hagan imposible una convivencia. En Ceprodih, no han sido más de tres o cuatro desde octubre de 2005.
Las suspensiones temporales (una noche) se producen por no seguir las reglas (que incluyen sacarse los documentos, mantener la higiene y mandar a los hijos a la escuela), por no cumplir con sus hijos o por agredir verbalmente a las personas a cargo del lugar. Es que según señalaba esta educadora- hay madres que tienen problemas con la droga, en algunos casos tratadas por el Portal Amarillo, y la abstinencia causa problemas en la convivencia. De todas formas aclaró que esta solución se toma sabiendo que la suspendida tiene, al menos por esa noche, un lugar donde quedarse ya sea con familiares o en otro lugar. No olvidemos que son mujeres con hijos.
Para evitar problemas de convivencia en Ceprodih se las arreglan con los siete funcionarios del local. El mismo número está en el refugio contiguo, el de la Iglesia Anglicana, para mujeres solas. Ahí también hay una mujer policía. Según nos explicó la coordinadora del lugar, la asistente social Jimena Pérez, esto se debe a que no son infrecuentes los problemas de alcoholismo, una fuente de altercados.
"La idea es que cuando una persona entre al refugio esté la menor cantidad de tiempo posible, para que no se empiecen a generar como ciertos vicios y ciertos círculos que hacen que la persona no pueda salir de la situación de calle. En algunas personas lo que pasa es que, lamentablemente, no hay otra salida. Por ejemplo, tenemos algunas personas que tienen una jubilación buena, pero empeñada. Y en el caso de este refugio tenemos muchas personas que tienen patologías psiquiátricas", señaló Pérez.
En el caso de ese refugio, hay mujeres que tienen patologías psiquiátricas tales como psicosis o demencia senil. No hay recursos para que estos casos estén en un lugar separado. Cuando habla de vicios se refiere, sobre todo, a los que están en una situación de calle de forma crónica, sin atisbos de progreso. Por lo general, con quienes hablamos no hacía más de un año que estaban en esa situación. Pero ya se notaban los primeros "síntomas" del refugio van a la calle y de ahí al refugio, del centro nocturno al diurno y de éste de vuelta al nocturno.
En los trece centros de todo el país hoy están alojadas unas 650 personas, según nos dijo Estrella Domínguez, que es la coordinadora del Plan de Asistencia a los Sin Techo (PAST) del MIDES. Está casi todo colmado, durante los días fríos de semanas atrás se acrecentó aún más la afluencia tirando colchones en los suelos.
Según nos dijo Domínguez existía una proyección sobre cuánta gente hay en situación de calle, que hablaba de entre 6.000 y 8.000 personas en todo el país. Pero nos agregó que parece que esa cifra está exagerada, de acuerdo a la operativa actual y lo que han visto en los equipos de calle. Aún así dijo que va a comenzar un trabajo de la licenciatura de Antropología para tener datos afinados.
Por este plan, el PAST, que no cerró todos los refugios durante el verano pasado, han pasado unas 2.500 personas desde el 15 de mayo de 2005. Según una comunicación del MIDES, en lo que va de este año ya han pasado algo más de 1.000.
Domínguez explicó las características de las personas que aceptan ir a los refugios y las que no: "Es gente que no se adapta a las normas, que hace de ese lugar la calle- su casa, su territorio. Y no quiere salir de ahí porque es perder algo. Otra cosa más que puede perder en su vida de todas las que ha perdido", señaló.
Además, Domínguez destaca que en los últimos dos meses hubo personas que pudieron conseguir salir de la calle. Concretamente mencionó unos 30 hombres que en los últimos dos meses pudieron costearse una pensión luego de contactos del Ministerio. Pero en el caso de las familias es más difícil, eso lo saben porque hay un refugio para familias en la calle Florida, con capacidad para 100 personas. Es el único de estas características.
Domínguez señaló que la mitad del personal que trabaja en los locales es técnico, educadores, médicos que están capacitados para lidiar con gente que ya no se acostumbró a estar con gente, que puede haber perdido el hábito de convivir. Y esto genera choques.
Haydé y Marlene, usuarias del refugio de la Iglesia Anglicana, parecían no tenerse mucha simpatía, pero ambas no tienen más remedio que compartir un techo. En todo caso, recordemos que por falta de recursos no hay un local para quienes tienen patologías psiquiátricas.
Llama la atención que a la hora de salida del refugio están los maridos o compañeros buscando a su familia, a sus mujeres, a sus hijos. En realidad maridos o compañeros serían antes.
Uno de ellos, Ernesto alias el "Tucu", tiene 22 años y se aloja en el refugio que está en Río Negro y Galicia. Hace ocho meses que está en la calle, a la que llegó por la droga. Según contó, él y unos compañeros van de refugio con sus pares, con los que "están en la misma". De esa manera, la situación parece más soportable, indicó.
En tanto, Mario, que tiene 37 años, es el compañero de Alba, quien tiene cinco hijos. Este papá intentaba una reconciliación con Alba y para eso aprovechaba los minutos donde sabe que la encuentra. El resto del tiempo estará cuidando coches, como hace ya varios años, a la vuelta de Canal 10.
Pero hay algunas mujeres que no quieren saber nada de encontrarse con sus parejas. Ese es el caso de Andrea, dado que la violencia doméstica fue la que la puso en la calle, junto a sus cuatro hijos que tienen entre tres y nueve años. Pese a sus temores iniciales, encontró en el refugio un impulso para salir adelante.
Sin embargo, antes de las 8.00 de la mañana comienzan las primeras despedidas. Haydé toma sus pertenencias, un bolso con ruedas tipo viaje y otra valija y encamina sus paso rumbo a 18 de Julio. Ese día no le tocaba cine. Berli irá hacia la Ciudad Vieja, a donde trabaja como cuidacoches.
"Andrea", Leticia y otras se juntan con el "Tucu" y se irán al diurno. Otras dejan que decidan sus pasos. Jackeline, que a sus 20 años es una de las más jóvenes del refugio de la Iglesia Anglicana, se apura para llegar al Centro Comunal 2 donde trabaja. Algunos chiquitos bajan los tarros con la basura. Otros, no tan chiquitos, se rehúsan a tender su cama. No hay maridos ni compañeros esperándolas, en el caso que existan. Según los cuidadores, eso ocurría más que nada cuando recién había comenzado el invierno. Hoy parece que se perdió la costumbre.