El derecho a la propia historia
Con la mayor seriedad en el planteamiento y con la mayor responsabilidad, dirijo estas consideraciones a todos los amigos, particularmente a aquellos que tienen responsabilidades de gobierno.
Acabo de ver en la prensa de hoy de Montevideo, que los senadores discuten qué hacer con millón y medio de fichas de inteligencia militar sobre los ciudadanos acumuladas por la dictadura.
No sé cuál será finalmente la decisión que produzcan, pero en lo que a mi concierne me gustaría ser el depositario de aquellas en las que seguramente figuro. Considero que más que un deseo personal, es un derecho que asiste a todos los ciudadanos. Ellos harán con esas fichas lo que les parezca más conveniente. Se puede aducir que se trata de la historia del país. Creo que por encima de tal consideración, predominan otros derechos: a la privacidad; a no ser expuesto a la luz pública sin el propio consentimiento; a no ser espiado por el poder, y seguramente habrá otros.
Es posible que además de fichas haya otros documentos en la misma situación. Siempre en mi caso personal, me gustaría recuperar el expediente y el falso expediente del sumario que determinó mi destitución del cargo de director de la Orquesta Snfónica Municipal de Montevideo, así como todo mi historial al frente de dicha institución, el cual fue sometido a lo que llamaban los organismos represores un "curetaje". Es bastante probable que tal eliminación de documentos haya sido obra de los funcionarios civiles de la municiplidad afectos a la tiranía. De todos modos queda planteado el pedido de captura de esos expedients prófugos para el caso de que aparezcan en algún archivo.
Dejo planteado mi punto de vista, a la espera de que pueda contribuir de algún modo a la decisión.
Otrosí digo: podría ser un antecedente mundial e ilustre, el trato que dio la comisión aliada para la desnazificación de Alemania a los documentos del Tercer Reich. Recuerdo que hubo varios uruguayos que viajaron presurosos a Bon a ocuparse de la parte que les tocaba en dichos archivos.
Saludos,
Hugo López Chirico