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Las travestis en Uruguay: cómo se ven a ellas mismas y cómo las ve el resto

Son las del espejo, el rouge, los tacos, el rimel, la falda y la gillette. Son las chicas que dibujan sobre su cuerpo de hombre, la imagen de una mujer. Son las travestis. Aquellas que vemos comúnmente en la calle pero nunca detrás del mostrador. Son las últimas en el escalafón de la discriminación. Son únicas en sus historias de vida. Informe de Diego Zas.

Se podría definir como travesti a una persona que se viste con ropa del sexo opuesto, porque su identidad de género y sexo biológico difieren. Sin embargo, no es lo mismo travesti que transexual. El transexual es una persona cuya identidad sexual es diferente a su sexo biológico, por lo cual modifica su cuerpo mediante el uso de hormonas o cirugía para que identidad sexual y su sexo biológico coincidan.

Por otro lado están los transformistas, individuos que visten con ropas del sexo opuesto por motivos artísticos. Pero el transformismo no está relacionado a la orientación sexual y, de hecho, muchos transformistas son heterosexuales.

La asociación que nuclea a las travestis uruguayas se llama ATRU y nace, aunque no formalmente, durante la génesis de la ley 17.515, referida al trabajo sexual. En 1994 decidieron juntarse para hacerse visibles como grupo y lograr que se las tome en cuenta a la hora de la elaboración de esta ley. En ese momento se pusieron a trabajar junto a la Asociación de Meretrices, y finalmente, en 1998, nació la ATRU gracias al esfuerzo de un pequeño grupo de chicas.

Hoy en día la ATRU cuenta con unas 140 asociadas y aunque están orgullosas de este logro, consideran que siguen siendo pocas. Y es que la mayoría de las que trabajan en la calle no están afiliadas. Gloria, presidenta de la asociación, explicó que son chicas jóvenes que, por inexperiencia o porque no creen en la necesidad de estar asociadas, se mantienen al margen.

De todas formas, muchas acuden a la ATRU cuando necesitan algo, ya sea asistencia sanitaria o información. La asociación viene realizando un "trabajo de hormiga", repartiendo canastas para aquellas chicas con problemas de salud y asesorándolas.

Número. Gloria calculó que hay unas 1.000 travestis en Montevideo, aunque dijo que es difícil saber cuántas hay en el interior. "Casi siempre, las personas que vienen del interior, dicen ‘en mi pueblo no hay’. Pero yo creo que eso se debe mas a la hipocresía de las personas. Es como que las travestis no existimos para ciertas cosas. Pero sí cuando ocurre algo y nos señalan o en el momento en el que hay que ir a poner el voto, ahí sí", señaló.

En estos momentos, la ATRU está en busca de fondos que le permita brindar cursos a las asociadas, de modo que puedan encontrar una salida laboral que no sea la calle. Es que no se ven travestis trabajando en oficinas o locales de atención al público; la única opción que les queda es la prostitución.

La idea de la ATRU es formar a las asociadas en tareas que no tengan mucha visibilidad. Ellas asumen que, por más formación que tengan, no van a poder ingresar a cualquier trabajo. Entonces quieren enfocar estos cursos hacia trabajos que puedan hacerse desde sus casas, tareas que no requieran contacto con el público, ya que en esas áreas seguro no van a tener éxito.

Según Gloria, son casos muy puntuales los de las chicas que consiguen otro trabajo que no sea la prostitución. "Yo creo que ningún empresario se toma la molestia y tampoco ninguna compañera se debe haber presentado a un supermercado, porque sabe que le van a decir que no. Si ves los requisitos que tienen los chicos jóvenes, tanto más una chica travesti. Entonces lo que les queda es prostituirse, que es muy difícil", explicó.

Oportunidades. Helena Modzelewski, autora de "A su imagen y semejanza", una novela basada en entrevistas que realizó a varias travestis, se refirió a los problemas que se les presentan al buscar trabajo.

Su vínculo con las travestis comenzó laboralmente, ya que era la traductora de la ATRU. Al conocer a las chicas, se encariño y decidió conocerlas más a fondo para escribir algo sobre ellas. Su curiosidad pasaba por la transformación de hombres en mujeres, la re creación de estas personas.

Sobre la discriminación y falta de oportunidades, Helena señaló que aunque consigan trabajo, es común que les pase algo como esto: "Hay un personaje que llegó a trabajar como gestora para un hombre que antes fue su cliente en la prostitución. Un día su jefe le pidió que haga unas gestiones en unos bancos y ella se dijo: "esa es la vida que yo quiero tener y qué raro que este hombre me la ofrezca". Pero en realidad, lo que el hombre quería hacer era una estafa y utilizar a uno de "los sospechosos de siempre". En el momento de encontrar un culpable, era el travesti. A veces ellas quieren tener otras opciones, pero el mundo no las toma como una persona más, como alguien a quien se pueda tomar en serio".

Además, Helena contó la historia de una travesti que trabajaba en una empresa de limpieza y que fue despedida cuando descubrieron su condición. Al parecer, ella estaba en el baño de damas, maquillándose para salir cuando notaron que era travesti y la despidieron.

Por lo general, las travestis "se achican" y ni siquiera salen a buscar trabajo por miedo a la discriminación. Por esto es que la mayoría termina trabajando en la calle. Algunas, sin embargo, trabajan en sus casas como artesanas o como empleadas domésticas, pero el horizonte laboral es muy acotado.

"Busqué trabajo y sigo buscando, pero no hay solución. Me he anotado en empresas de limpieza, tengo ciclo básico aprobado y no me dan. Cuando voy a buscar trabajo me miran y algunos me preguntan ‘¿pero vos tenés...? Ay, no te puedo tomar’. Otros ni preguntan y te dicen que no te pueden tomar", contó una travesti.

Mientras, otra de ellas, dijo que también la situación en la calle les resulta difícil. "Hoy en día es demasiada la competencia en la calle. Es un tema de necesidad, porque antes éramos pocas, pero hoy en día es un batallón. Y para trabajar en una oficina, es muy difícil. Yo tengo diploma de peluquería, de digitopuntura, pero la aceptación para el trabajo es difícil para nosotras, porque siempre están mirando que sos travesti. Quizás nosotras mismas nos pusimos el ‘cartelito’ de peligro, pero no es tan así. Yo, que hoy por hoy no trabajo en la calle, para la aceptación de las personas no tengo problema, porque me llevo bien con todo el mundo. De repente es por mi forma de ubicarme", señaló.

Asumirse travesti. Helena Modzlewski dijo que, en muchos de los casos que ella conoció, las entrevistadas se dieron cuenta de muy pequeñas, ya desde los juegos que preferían cuando eran chicas.

"No necesariamente en la adolescencia, que es cuando surgen los deseos más carnales. Se daban cuenta antes, cuando para los reyes pedían regalos de niñas o preferían la túnica tableada a la recta. Es algo más allá de lo sexual, porque antes de la adolescencia lo sexual está dormido, pero que se manifiesta cuando empiezan a tener los primeros actos sexuales", explicó.

El cambio se produce cuando "se libran" de la familia y por lo general se van de la casa para lograr el cambio. A veces vuelven y en otros casos no, porque muchas veces no las aceptan.

En ese sentido, una travesti contó: "Yo empecé a cambiar mi look cuando tenía 20 años, cuando me abrí de la casa de mis padres. Antiguamente el sexo era un tabú, a mí me criaron en una escuela de curas, estudié para pastor evangelista... entonces, para mis padres era un caos. Y hasta los 20 años viví una vida que no era la mía. Ahí decidí romper vínculo con todos; esta soy yo y punto".

Estereotipo. Existe un preconcepto en la sociedad en cuanto a que las travestis son gente escandalosa o muy extrovertida, que les gusta mostrarse y alardear de su condición. Ese es el estereotipo y, según Modzlewski, ellas lo asumen sin problemas.

"Yo creo que son así. Incluso, hace unos meses, en una entrevista a la que fui con una, ella lo confirmó. Creo que es una forma de tomar la vida; si no tienen ese humor, esa diversión, la vida se les hace mucho más dura", opinó.

Pareja. En cuanto a las relaciones de pareja, una travesti señaló que no les resulta fácil. Son varios los motivos que enumeró, y entre ellos se destacó la propia paranoia de que una persona se les acerque para sacar algún provecho.

"Para nosotras es difícil tener una pareja. Hay dos motivos: uno es porque al trabajar en la calle, tenemos buena plata, y el que se acerca muchas veces es para ver cuánto puede agarrar. O porque de repente tenemos una casa y pasa lo mismo", dijo y explicó que para que esté "todo bien", un hombre se le tiene que acercar "con buena onda".

Cambio de sexo. Uno de los preconceptos que existen en la sociedad es que las travestis sienten el deseo de cambiar de sexo. Sin embargo, eso no es así. Helena Modzlewski señaló que las chicas con las que habló le plantearon que sólo en caso de tener una oportunidad "servida en bandeja" se realizarían la operación. Además, existe un cierto miedo entre las travestis a cambiar nuevamente, es decir a pasar de travestis a transexuales.

De todos modos, aquellas que sienten la necesidad pueden hacerlo a través de Salud Pública. Las operaciones de "reasignación de sexo" se realizan en el Hospital de Clínicas con la participación de las cátedras de Urología, Cirugía Plástica y Ginecología de la Facultad de Medicina.

Hasta el momento, se han realizado unas 14 operaciones de este tipo en Uruguay, pero no todas las personas que la solicitan acceden a la intervención. Para ello deben cumplir con un protocolo elaborado por la Cátedra de Urología, la Clínica Psiquiátrica, el Departamento de Psicología Médica y la Asesoría Letrada del Hospital de Clínicas.

Ese protocolo tiene algunos criterios de inclusión y exclusión. Algunos de los requisitos planteados son: cumplir con el diagnóstico de transexualismo, no tener ninguna contraindicación física o psiquiátrica que impida la operación (es decir, que no sea un cuadro de psicosis u otra patología grave). Además deben cumplir con dos años de seguimiento psicológico previo a la decisión de la cirugía.

La psicóloga Carla Francolino, una de las encargadas del área de reasignación de sexo del Hospital de Clínicas, explicó cómo se realiza el diagnóstico de transexualismo: "Para hacer el diagnóstico observamos que realmente haya un sentimiento profundo de pertenecer al género opuesto. Este es un trastorno de la identidad de género, la persona siente que está atrapada en un cuerpo que no corresponde. Y que, además, haya un deseo profundo de desembarazarse de los órganos sexuales secundarios, ya sea el pene en el hombre o los senos en la mujer. Realmente la persona se siente molesta con sus propios órganos".

Consultada sobre las personas que se presentaron y no se les diagnosticó transexualismo, Francolino señaló tres casos distintos. Uno era por psicosis del paciente: una persona que estaba delirando frente a su condición física. En otros casos, son homosexuales que van a solicitar la cirugía, pensando que eso va a agradar a su pareja, pero allí tampoco hay un sentimiento de pertenecer al otro género. El último caso, hay travestis que piden la operación para cambiar sus características físicas y así poder trabajar de otra manera.

La operación de reasignación de sexo busca aliviar el sufrimiento psíquico de la persona y no se realiza por cuestiones estéticas. Tampoco busca mejorar la sexualidad de la persona, ya que tiene más que ver con un sentimiento de identidad.

"Siguen manteniendo la sexualidad como la tenían antes de la operación. El que tenía pareja la mantiene y el que no tenía pareja, sigue igual. Es una mejoría en su sentimiento como hombre o como mujer, pero no influye en la sexualidad. Por eso, cuando hay otras situaciones como homosexualidad o travestismo, si bien hay países que lo hacen, no han tenido una muy buena evaluación posterior a la cirugía, porque no van al núcleo de la situación", explicó.

Actualmente se están evaluando en el Clínicas unas nueve personas que acudieron para pedir que le realizaran una reasignación de sexo.

"A mí no me pesa nada, porque es un orgullo ser lo que soy. Mientras que mi familia se sienta bien conmigo, yo estoy bien. Y si no se siente bien, lo lamento. Porque es mi vida y no la voy a cambiar por ellos", dijo una travesti, al ser consultada sobre cuánto le pesan las miradas constantes de la gente.

Opiniones. Ante la pregunta ¿Usted mandaría a su hijo a una escuela en la cual la maestra fuera travesti?, estas fueron algunas de las respuestas:

  • "No hay maestra, entonces. Sería un maestro".
  • "Sí, no tendría problema. No me incomoda en absoluto, porque pienso que si el hombre está ahí donde está, por más que sea...".
  • "Es una buena pregunta, nunca me puse a pensarlo".
  • "Si no se mete con mi hijo en temas sexuales, ningún problema".
  • "No, porque no creo que sea una buena enseñanza".

Aceptación. Helena Modzlewski contó cuál es la reacción de la gente ante su novela, "A su imagen y semejanza": "Lo que más falta es la aceptación. La reacción de la gente frente a la novela es clara. El primer comentario es ‘qué linda, pero no la pienso comprar porque ese tema no me interesa’. O ‘qué linda, porque en las escenas de amor uno se olvida que son dos hombres, pero cuando te pones a pensar ¡que horrible!’. Y lo que ellas necesitan es apertura, porque al final, quién es quién para juzgar la opción de vida, la de sentirse mujer. Para mi es admirable, es una persona que no acepta su destino, transforma su cuerpo como un artista", finalizó.