Entrevistas

Ojos uruguayos en Malvinas

Miguel Carbajal fue el único periodista neutral que estuvo en Las Malvinas durante la guerra de 1982. Y hoy, a 25 años de aquel conflicto, asegura: "la sigo viendo como un gran error del nacionalismo en el que cayó Argentina y caen todos los países. Cuando se juega la carta nacionalista, es una locura".

 

ALEJANDRA BORQUES:
Esta semana han aparecido varias historias a propósito de la guerra de Las Malvinas. El domingo pasado se cumplieron 25 años del comienzo de este conflicto, que causó entre otras cosas, la muerte de 650 argentinos y casi 200 ingleses, además de grandes secuelas, sobre todo, en el país vecino. Para recordar parte de esas historias, recibimos a Miguel Carbajal, único periodista neutral en ingresar a las islas durante el conflicto.

¿Recordás el momento exacto en que decidiste ir a Las Malvinas a cubrir el conflicto?

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MIGUEL CARBAJAL:
Sí. Son esas cosas que no se te olvidan. Me llamaron por teléfono a la 1:45 de la mañana desde New York para decirme que se había producido la invasión y Newsweek y El País querían que fuera a Las Malvinas, lo cual era una locura, era mandarte a hacer algo imposible. Pero tuve la suerte increíble de que al otro día estaba en Las Malvinas.

AB - ¿Cómo se llegaba?

MC – Ni bien se produjo la invasión, llegaban a Argentina 10.000 periodistas, era un maremágnum. Lo mío fue un poco por experiencia, porque hacía muchos años que yo venía haciendo corresponsalía de guerra y muchísima suerte.

Tomé el avión a Buenos Aires y me quedé en Aeroparque. La mayoría de los periodistas fueron al Ministerio de Guerra o al de Relaciones Exteriores, pero yo fui directamente al sur. Y era cuestión de paciencia. En un momento como ese, yo estaba seguro de que alguien iba a devolver un pasaje, a pesar de que todos los vuelos estaban absolutamente colmados y con lista de periodistas (20 o 30) por adelante.

Entonces, le compré un pasaje a un matrimonio que se iba a Río Gallegos, subí al avión y llegué a Comodoro Rivadavia media hora antes de que saliera el único Hércules con civiles que entró a Las Malvinas durante la guerra. Era un Hércules de la Fuerza Aérea Argentina que salió de la base aeronaval de Comodoro Rivadavia.

SANTIAGO DÍAZ:
¿Era un grupo de periodistas argentinos?

MC – Éramos ocho periodistas en total. Uno era de Clarín, Oscar Cardozo, que luego hizo el famoso libro. Yo era muy conocido de él y me resultó muy importante para que ganara esa entrada en el avión. Otro era de La Nación y el resto eran argentinos representantes de medios internacionales (Asociated Press, United Press, etcétera) y yo.

Recuerdo un momento muy notorio, que fue cuando gané la pulseada. Salía el ómnibus hacia la base y me dijeron lo que iba a pasar: el sargento (que iba en el ómnibus con los periodistas) no me quería llevar. Entonces, le dije que si no me quería llevar, yo lo seguía en un taxi. Y llegamos a la puerta misma del avión. Allí había un militar con una carpeta con los nombres de las personas que iban a viajar, en el cual yo no estaba.

El soldado empezó a llamara los periodistas y los tipos comenzaron a subir. Entonces le dije a Cardozo: "Si no me la juego acá, la quedo". "Yo tengo que entrar, yo tengo que entrar porque soy el único periodista extranjero", levanté la voz. Y al capitán del avión le llamó la atención, porque mi tono es muy rioplatense. Le dije que era uruguayo y me contestó que entonces no era un extranjero, sino un hermano. Y ahí pensé, "la quedé".

SD - ¿Qué fue lo que más te sorprendió al llegar a la isla?

MC – El cambio de temperatura. Estaba saliendo de Comodoro Rivadavia con una temperatura casi veraniega y en la isla la temperatura era bajo cero. Además todos íbamos con ropa inadecuada.

Y después, la gente. Fuera del fenómeno más fuerte (del que se ha hablado mucho) de la muchachada argentina del Norte, que no tenía preparación, ni armas. También, me llamó mucho la reacción del kelper, el habitante de las Malvinas, cómo hizo causa solidaria conmigo, que era uruguayo.

AB - ¿Dónde vivían los periodistas una vez que llegaban?

MC – A los periodistas nos quisieron llevar a un hotel, Ganso Salvaje, que era el único que había en ese momento. El dueño, que se llamaba Mister King, tenía un carácter alterado y no quiso dejar entrar a los periodistas. "A los argentinos no los dejo entrar", dijo. Ya en el avión que nos llevó a Las Malvinas nos hicieron la observación de que no querían ningún tipo de problema con los kelpers, es decir, el Ejército argentino no quería un motivo irritativo adicional.

Y cuando el dueño del hotel se negó, le pregunté si yo tampoco, que era uruguayo. Y ahí se me abrió de vuelta la suerte. Porque los kelpers de Las Malvinas estaban muy vinculados a Montevideo, contra lo que uno podría pensar. Para ellos Uruguay y Argentina no era lo mismo. Montevideo era el puerto de donde se abastecían, las hijas venían a estudiar al British. Y por eso, cuando le dije montevideano, me pude quedar.

AB – Sin celulares, sin Internet, sin mail... ¿Cómo mandabas la información?

MC – No había nada, sólo teléfono. Y tuve la suerte de hablar con Newsweek en New York y desde ahí me ponían en contacto con El País. Esa misma noche, cuando llegué y hablé con la gente de El País, no podían creer que ya estaba en Puerto Stanley. Es que fue una rareza, más que una hazaña, que yo me pudiera filtrar en un lugar donde después no pudo entrar nadie.

AB - ¿Cuánto tiempo estuviste?

MC – Estuve 17 días.

AB - ¿Qué tan cerca del conflicto estabas?

MC – Estaba muy cerca, porque a Puerto Stanley lo bombardearon constantemente.

Nosotros teníamos unas condiciones climáticas enormemente adversas y de hecho, conocí muy poco Las Malvinas en ese momento. Después volví a conocerlas, porque el gobierno inglés me invitó, como único periodista neutral. Fui en diciembre y pude reconocer la geografía, porque antes era todo nieve.

No estuve en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, desde luego, porque ni bien descendieron los ingleses nos evacuaron y nos fuimos a Comodoro Rivadavia. Pero en ningún momento tuve la sensación de un peligro inminente, pese a que había peligro.

SD - Cuando se fueron de la isla decidiste volver a Montevideo, porque ya no tenía sentido... las informaciones que llegaban eran falseadas.

MC – Claro. Primero decidí quedarme en Comodoro Rivadavia y eso me resultó imposible, porque el Servicio de Inteligencia tenía los hoteles censurados. Yo me iba de la habitación y veía como me cambiaban las cosas de lugar, que me buscaban cosas. Entonces, ahí tuve dos opciones: ir a Buenos Aires o volver a Montevideo. Y tomé la decisión de volver a Montevideo, porque Buenos Aires era una locura de desinformación. A pesar de que Montevideo no estaba muy bien informado. Esa era la época de Araujo y su campaña pro Argentina de Galtieri, una cosa absurda.

AB – Hoy, a 25 años de la guerra, ¿qué pensás de aquel conflicto?

MC – Pienso exactamente lo mismo: fue una locura, una cosa que solamente la locura argentina puede motivar. Además, ni siquiera la pensaron con seriedad. Cuando los periodistas y analistas dicen que los argentinos no creían, en realidad no creían. Veían bajar a la Armada y pensaban que era una especie de juego de los ingleses.

En realidad, la preocupación de ellos en ese momento era que Chile aprovechara la situación –que lo hubiera podido hacer perfectamente y quedarse con la mitad de Argentina–. Pero, la sigo viendo como un gran error de nacionalismo en el que cayó Argentina y caen todos los países. Cuando se juega la carta nacionalista, es una locura.

SD – El contraste de lo que estaba pasando y lo que pensaba el pueblo argentino era, por un lado, impresionante y por otro, devastador.

MC – Desde luego. Porque uno salía de la isla, donde estaban los pobres "botijas" argentinos y donde los kelpers estaban seguros de que los iban a salvar, totalmente seguros de que Inglaterra venía e iba a pasar lo que sucedió. A nadie se le ocurrió que eso no podía ser. Y obvio, ellos odiaban a los argentinos. Ellos decían: ¿para qué queremos a los argentinos? ¿Para que nos traigan dictadura e inflación? Y un poco era la verdad política y económica.

AB – ¿Volviste?

MC – Sí, tres años después invitado por el gobierno inglés. Hice el viaje de la Armada británica: fuimos hasta Londres, de ahí hasta la isla Ascensión (una isla en la mitad del África), que era la base de abastecimiento de la flota inglesa y norteamericana. En realidad, era un gran prostíbulo, donde iban todos los soldados los fines de semana, incluso ahora. Y después, a Port Stanley, que ya volvió a llamarse así y no Puerto Argentino.

SD - ¿Y cómo era el bonaerense en ese momento? ¿Estaba convencido de que ganaban la guerra?

MC – Excepto tres o cuatro personas, entre los cuales estaba Oscar Cardozo (que hizo el libro más importante de la guerra y que tenía una opinión independiente) y algunos observadores internacionales, que se la veían venir, el resto de la Argentina era una locura.

En ese momento, yo era corresponsal de revistas argentinas de la Editorial Abril, y no puedo explicar el clima de locura que había en los medios de prensa argentinos. Es muy difícil comprender esos fenómenos en el después.