Entrevistas

Explorando la vida de "Tato" López

Explorando la vida de "Tato" López

En la época en que Horacio "Tato" López empezó a jugar al basquetbol no existía el triple sino que era todo cuestión de dobles. Gran encestador y posteriormente entrenador, López está presentando la segunda edición de su libro autobiográfico La vereda del destino. Se trata de un recorrido vital en el que este personaje público da a conocer sus experiencias de vida.

MAURICIO ALMADA:

Llegó la hora de meter la pelota adentro del aro y de marcar un triple, aunque en la época en que este hombre que nos acompaña hoy empezó a jugar al básquetbol no existía el triple. Era todo cuestión de dobles. Cómo han cambiado los tiempos...

Le damos la bienvenida a alguien que ustedes seguramente conocen, han seguido y capaz hasta gritaron alguno de sus goles: Horacio "Tato" López.

HORACIO LÓPEZ:

¿Cómo te va?

MA - Bienvenido, mucho gusto tenerte por acá en momentos en que está saliendo la segunda edición de tu libro autobiográfico, La vereda del destino, que aparentemente fue un éxito editorial. Se agotó, ya está en su segunda vuelta. Un libro que es un recorrido vital, que muestra muchas facetas de un personaje público que escondía algunas cosas que quienes lo veían en la cancha o en la televisión no sabían de una cantidad de figuritas y de postales que están allí en el libro y que estaban pasando por adentro de la cabeza y el corazón de ese que era gran encestador, gran basquetbolista, y después también formando parte de selecciones uruguayas como entrenador, del otro lado del mostrador. Pero que no sabían que había estado en la India y que tenía una rica reflexión interna.

El libro arranca hablando de uno de los momentos que tu recordás de la infancia: el alunizaje, la bandera de Estados Unidos, y mucho tiempo después ver a Michael Jordan de cerca. ¿Cómo fueron esos momentos?

HL – Vos también te acordás del alunizaje. Yo creo que todos los que estábamos en ese momento por ahí, chicos y grandes. El tema del alunizaje, creo que fue una propaganda tan gigantesca del poder de los Estados Unidos como fue esto de las Torres gemelas que es cada vez más sospechoso quiénes fueron los que las tiraron o cómo pasó eso.

Pero eso del alunizaje, la semana y el mes previos de que se iba a trasmitir o no era una cosa brutal. Y vos sabés que lo gracioso fue que yo nunca me acuerdo si fue el Apolo 8 o el Apolo 11.

MA - ¿Apolo 11 verdad?

JUAN MIGUEL PETIT:

Apolo 11.

HL - Porque el Apolo 8 había hecho algo muy rimbombante también, había dado la vuelta al planeta o algo así. Entonces cuando yo lo escribí, lo escribí mal y enseguida me lo corrigieron. Me dijeron: "no, esto está mal. El Apolo 8 no fue el que alunizó, fue el Apolo 11".

JMP – Qué vuelva a dar cosmografía.

(Risas)

MA – Y después hay una referencia muy interesante a cómo se inicia el "Tato" López jugador de básquetbol, que se engancha en el Club Bohemios, un club que no era el de ahora. No tenía tantas piscinas, creo que no tenía piscina, era la cancha de básquetbol, frontón, la cantina, la tribuna, y una cantidad de gente dando vueltas.

El inicio con un profesor, Horacio Gava, que les empezó a enseñar cómo se hace la bandeja y de pronto ve ese muchachito flaco y alto, que le parece que lo viene haciendo hace años. ¿Cómo fue ese momento?

HL – Sí. Mirá, Horacio Gava es actualmente el asistente técnico del equipo de Bohemios, que está puntero en el Torneo Metropolitano. Consiguieron que Horacio volviera al básquet y que volviera a Bohemios.

Él me detectó. Yo estaba con mi primo, que fue el que me llevó a Bohemios.

MA- Daniel.

HL – Daniel.

Porque yo no soy del barrio, yo no soy de Pocitos. Es más, hasta el día de hoy, cada tanto, reivindico mi origen y les digo en la cantina de Bohemios: "tuvo que venir un terraja de más allá de Avenida Italia para que ustedes salgan campeones". Esa es mi reivindicación hasta el día de hoy. Cada tanto les recuerdo: "miren que yo no soy de este barrio, yo soy de por allá".

MA – ¿Y de dónde venías?

HL – Del Dámaso, de la Blanqueada.

Y Horacio me descubrió, vio un flaco alto que estaba en la clase de gimnasia del Club y así fue como terminé. Como era muy coordinado y de alguna manera tuve la suerte de que la escuela a la que iba tenía unos programas de educación física muy buenos, nos hacían jugar a muchos deportes que hasta no eran comunes en el Uruguay. Jugábamos al béisbol, voleyball, unos programas muy buenos, era muy coordinado y entonces me puse a hacer eso y realmente me resultaba muy sencillo.

Horacio lógicamente sospechaba: "éste es jugador de otro equipo",. Porque en esa época, vos que eras socio de Bohemios debés recordar que todo el mundo quería ir a Bohemios. Entonces qué pasaba: cuando estaba fuera de la temporada, muchos jugadores del mini básquetbol de vivos, de garrón, se iban a jugar a Bohemios y luego cuando empezaban los torneos se iban de nuevo a sus equipos.

Entonces la gente de Bohemios tenía que estar muy atenta a que no vinieran tres, cuatro meses a garronear al Club.

MA – Que no era un colado ahí.

HL – Que no era un colado y Horacio estaba convencido de que yo era un colado.

MA – Pero no era un colado.

JMP – Que bueno.

MA - ¿A los 15 años debutaste en primera?

HL – A los 15 años.

MA - ¿Estabas preparado?

HL – Y a los 15 años también jugué el primer partido con la selección uruguaya de adultos. Un partido amistoso que jugamos en Tomás de Rocamora, que por otra parte Tomás de Rocamora era un equipo famoso en Argentina porque jugar de visitantes ahí era durísimo. Y fuimos a jugar un partido amistoso con la selección uruguaya y ahí debuté. Así no más, con 15 años. En ese momento era lo más lógico, ahora mirándolo de lejos me parece que era tremendo.

MA - ¿No te amedrentó para nada?

HL – No, "¿por qué no me ponen?" estaría pensando en el banco, "¿Cuándo me va a poner el entrenador?.

JMP – En aquella época se decía en Bohemios, Horacio López, a quien todo el mundo seguía y adoraba: "Horacio López es un ‘pillado’", palabra que creo que ya ni se usa. ¿Era un "pillado" "Tato" López?

HL – A mí me parece que no. No, "pillado" justamente yo diría que no. Me decían otras cosas, me decían que era loco o esas cosas.

JMP – "Pillado" en el sentido de que se te veía muy seguro, siendo muy joven, jugando en la primera, muy firme y no dudando en nada de tus capacidades, como que trasmitías "yo sé que soy muy bueno".

HL – Sí. Bueno, yo te diría que a partir del mundo deportivo y del básquetbol, porque si bien hice muchos deportes, en un momento dije: ta, lo mío es el básquetbol. Te puedo decir que inclusive mi personalidad, mi mundo emocional, se afirmó mucho a partir del básquetbol. Yo en el liceo era un chiquilín bastante cuestionado y castigado por profesores y fue a partir del lugar que me hice que gané y que ocupé en el básquetbol que afirmé mucho mi personalidad.

En el básquetbol yo era una persona muy segura, ahí adentro me sentía muy seguro, que luego en otros lugares no era tan seguro. El chiste siempre era que para mí tirar un tiro libre con 15 años con el partido finalizado y el score empatado no era problema, el problema era cruzar todo el salón para sacar a la chiquilina que me gustaba. Porque a un flaco de 2 metros de 15 años lo miraba todo el mundo, era duro.

(Risas)

Podía ser esa la percepción.

MA – "Tato", en aquellos años en que Uruguay vivía en dictadura todavía, ¿tenías idea de lo que estaba pasando como adolescente?

HL – Sí, en mi casa se hablaba mucho, no sólo en mi casa sino en la familia, y se tomaban muchos cuidados también. Estaban todos muy sabedores de qué sí y qué no, donde se hablaba todo. Y nos hablaban a nosotros también, a mi hermana mayor y a mí. Mi hermana menor tiene 11 años de diferencia así que vino mucho después. Y era una familia muy politizada, vos fijate que los padres de mi madre, que eran los que nucleaban a la familia, el abuelo, "papá Lolo", que cuento en el libro, él es Usera Bermúdez, él era hijo y sobrino de militares uruguayos. Inclusive Usera Bermúdez fue el que escribió la marcha Mi bandera, el abuelo era de familia de militares. Ramón Trabal era sobrino de él.

MA – ¿Es el "Tío Ramón"? Aparece en el libro con todo el misterio de esa muerte preanunciada por él mismo.

HL – Sí. Y la abuela era una de los nueve hijos de uno de los tenientes de Aparicio. Entre esos dos se casaron, imaginate si sería una familia politizada. Y se hablaba mucho y vos entendías que estábamos viviendo una cosa muy rara. A parte vivía enfrente al Dámaso y dos por tres pasaban tirando tiros, entonces decían: "estos son de la JUP" o "estos son de acá", prendían fuego las llantas, todas esas cosas, "no salgan".

MA – Te previnieron.

HL – Sí, vivíamos en el candelero.

MA – Y no tuviste problemas.

HL – Y no, pero venía mamá y decía: "sumariaron a fulana, sumariaron a la otra, en cualquier momento me agarran a mí", venía papá, mi viejo era jefe se sección o no sé de que y de un día para el otro era cajero y cosas así. La dictadura estaba adentro de casa total. A mi tía, mi madrina, la sumariaron, el mundo estaba ahí, y bueno, a Ramón lo asesinaron directamente. Y todo ese mundo estaba adentro de casa, vivía, existía y se hablaba y se hablaba y se hablaba...

MA – Y había matices también.

HL – Se hablaba mucho de política. Yo tengo el recuerdo de mi padre entrar, yo era un niño de seis años y me quedó eso de que se había dado la noticia de que habían asesinado al "Che" y mi padre decía: "ese que dicen que es el "Che" es cualquiera, ese no es el "Che", al "Che" no lo agarraron". O sea que se hablaba.

MA – No lo creía.

HL – No lo creía el viejo.

JMP – Te decía si había sido además una familia heterogénea, con pluralidad en la discusión política, porque da la sensación que hay visiones también diferentes. Por ejemplo, tu abuela cuando llega el período del voto con la Ley de Caducidad, de alguna manera te sorprende con una defensa del voto amarillo cuando tú esperabas otra cosa.

HL – Ella hizo una defensa de su mundo afectivo, de sus emociones, no sé su pensar. Ella no era mucho de pensar sino de actuar con el corazón. Ella un día estuvo en el barrio, estaban esperando los tiros que iban a ejecutar al padre y se llegó a una amnistía y ella siempre contaba: "mi padre fue un teniente de Aparicio, yo no sé lo que hizo", pero en su mundo ella se explicaba a sí. Uno puede estar de acuerdo o no, pero es su mundo. Y a mí me resultó muy válido como ella defendió, en ese momento su voto amarillo, en una familia que estaba muy enojada porque la abuela, la matriarca iba a votar amarillo porque todo el mundo votaba verde, pero ella tenía su razón y era valedera.

MA – ¿Cómo era estudiar y practicar? ¿Complicado, o te la facilitaban?

HL – No, no me la facilitaban. Mirá, a mí me pasó así, yo hice todo, tal cual un niño bueno porque si bien yo no estudiaba mucho y no era muy bueno, yo pasaba de año. Cada vez que veo que alguien pierde el año le digo: ¿cómo hiciste para perder el año?. Porque si a esto más o menos le ponés un poco de intención, o por lo menos hablás con tus compañeros un poco, copiás un poco, no sé, a mí siempre me resultó muy extraño perder un año. Tenés que tener ganas de perder el año.

En el año 78 me voy a estudiar a Estados Unidos, a una Universidad, entonces era el mundo perfecto porque tenía que estudiar y jugaba en el equipo de la Universidad. Cuando me vengo de allá y en el 80 me vuelvo a ir, o sea que cuando vuelo de la segunda experiencia universitaria, en plena dictadura, luego de haber vivido en el mundo colegial estadounidense digo: yo no vuelvo a estos centros de estudio de ninguna manera. A parte ya era profesional del básquetbol hacía tiempo, lo que hice fue empezar a dar los exámenes libres con un docente histórico que da clases en su casa en Pocitos, que se llama Juan Atala. Y con Juan di prácticamente todos los exámenes de preparatorios, y me quedaron dos. El último lo di con 35 años en el liceo de Cuareim, jugando para Aguada.

MA – Decían: "¿Qué hace esta promesa acá?" El gimnasio queda acá a la vuelta.

HL – Y lo genial, mirá que increíble, es que la profesora de matemática, porque a parte era matemática de 5°, era hincha de Aguada, iba a los partidos porque yo la vi en un partido, y un día en la clase me llama y me dice: "quiero que sepas que de ninguna manera te voy a facilitar las cosas porque sea hincha de Aguada". Yo quedé muerto.

(Risas)

Le digo: "pero disculpame, tampoco me lo vas a dificultar", y se puso toda colorada.

MA – Ojalá fuera de Goes.

(Risas)

HL – Y me dijo: "no, no, de ninguna manera". "Bueno ta", le dije, "estamos bien, no te hagas problema".

MA – Otra cosa que me llamó la atención en los relatos del libro es el "Tato" López después de los partidos, donde hay dos referencias permanentes o casi permanentes. Por un lado la visita a la casa de tu abuela, y por otro lado, las novias, que muchas veces tienen que esperar al partido para encontrarse contigo, después del partido no de concentrarse.

HL – Y bueno, yo vivía con la abuela, o sea, después que terminaban los partidos me iba a dejar el bolso, a tomar agua, darle un beso a ella, quedarme un poco ahí y después sí salía por ahí, era lo que se estilaba. En ese mundo, el tema de la salida post partido era algo como hasta parte del partido, era una cosa que se estilaba mucho, prácticamente en todos los deportes y no solamente en Uruguay sino en el mundo entero.

MA . ¿Porque atrae al sexo opuesto el ganador o qué?

HL – No, porque es: después del partido encima se sale. Más allá del mundo femenino que se podía acercar, no, y si se salía se salía hasta tarde. Se salía a tomar, era como un tercer tiempo.

MA – Como el del rugby.

HL – Sí, una cosa así.

MA - ¿Tuviste problemas con las drogas en aquellos años?

HL – Y es lo que cuento en el libro, en una parte del libro es que yo tengo un proceso por suministro de estupefacientes en plena dictadura, que fue algo muy mediático que no voy a decir que fue todo armado pero más o menos le pusieron bastante "coco", fue bien difundido. A tal punto de que hasta el día de hoy, con el tema del libro, hay gente que me ve en la calle, claro, ahora estoy medio mayor, me para y me dice: "disculpe, pero yo me acuerdo de aquel día". Sí, se acuerda mucha gente.

En ese momento era muy joven pero se puede decir que ya era el jugador número uno del país y Uruguay era Campeón Sudamericano de Selecciones y mi equipo era el Campeón local y allí, no sé cual sería el paralelismo al día de hoy, pero fue un golpe.

JMP – Fue muy mediático.

MA – Y quizá quienes estén escuchando en este momento, los más jóvenes, no tengan ni idea de lo que era en aquellos años de la dictadura caer por droga, ¿no?

HL – Era duro.

JMP – Y además, en el libro está, la llevada al loquero del Vilardebó en "chanchita".

HL – Era duro. Ir en el auto hasta allá era duro, se ponía muy duro y después ahí adentro también.

JMP – En Vilardebó.

HL – No, en la brigada. Las detenciones, las averiguaciones, todo el tema se hacía muy duro. O sea, no voy a hablar por mí, pero gente que ha estado conmigo en esa situación o en otros procedimientos, realmente la pasaban tan mal como lo podían pasar en un cuartel.

MA – Hoy quizás no hubiera pasado nada.

HL – Bueno, pero hoy de hecho el consumo es algo que no está perseguido, pero lo que pasa es que ahí estaba todo tan exacerbado, era todo tan ridículo, porque no era ridículo eso, era todo ridículo. Ustedes se deben acordar. Podías salir a la calle con un amigo pero no con dos, andar de a tres ya era sospechoso, y si encima uno de los tres tenía el pelo largo te paraban. Y eso resulta ridículo contarlo ahora, hasta a uno le da vergüenza pero era así.

JMP – Era así.

HL – Era así. Tres tipos por la calle caminando y uno con pelo largo, paraban las chancitas. Tarde o temprano una chanchita te llevaba, te empujaba, te llevaba unos metros.

JMP – ¿Y terminaste en el Vilardebó, "Tato"?

HL – Sí, si. Estuve. Porque como era procesado por drogas en aquella jerga era un "drogo", entonces tenés que pasar por la cárcel psiquiátrica, era una cosa tremendamente de locos. A parte en esa época andaba por ahí la película de Jack Nicholson "Atrapado sin salida". Entre la fauna que Jack Nicholson tiene de compañeros hay un gigante que le enseña a jugar al básquetbol, era genial. Y todavía en ese pabellón del Vilardebó había un tablero de básquetbol y un día los puse a todos los compañeros y ¿qué juego les puede haber enseñado? El que me enseñó Horacio, los puse a jugar bandeja. Era genial, la verdad que fue brutal. Ahora lo recuerdo así pero en aquel momento era durísimo. Pero sabés que fue lo más duro en aquel momento, no sé si lo más duro, pero fue muy duro también salir a la calle. Eso era difícil porque yo sabía. Primero sabía que no era un delincuente, estaba muy tranquilo con el tema de que no era un adicto, porque en Estados Unidos yo había estudiado esas cosas, yo tenía la información, no era que andaba por ahí, sabía, pero la gente era difícil. En la calle te miraban y vos te dabas cuenta como te estaban mirando. Todo el mundo tenía el "milico" adentro, porque eso es verdad.

JMP – Había salido en la página de policiales.

HL – Sí y era un drogadicto y fumás y las drogas, era bravo. Como era bravo llamar a un amigo para decirle "che, vamos hasta tal lado". Como te miraban los vecinos. La gente daba la vuelta en el auto, estaba parado en la parada del ómnibus y te miraban. Yo me terminé comprando un auto al final por eso. Porque dije, me voy a comprar un auto porque sino un día de estos va a ser un problema. Un día alguien me va a decir algo, me van a provocar y encima voy a tener un lío. Eso de la calle era muy difícil, la gente también era muy dura, la dictadura estaba en todos.

MA – Dos mensajes "Tato" que llegan. María Laura de Villa Biárritz, hincha de Biguá, dice que ella creía que sí, que eras un "pillado" y después de leer el libro se acercó a ti como persona y en cierta forma te quiere pedir disculpas de lo que ella pensó. Además, dice que sos muy re mozo y agradece que te hayamos invitado.

HL – Bueno, muchas gracias por todo.

MA – Y después el profesor Dan dice que te preguntemos sobre las Olimpíadas del año 1984 en Estados Unidos, que cuentes cómo fue esa experiencia.

HL – Fue fantástico, porque la verdad que ese grupo que vivía todas las cosas desde un lugar muy inconsciente, no nos íbamos dando cuenta de que en el Pre olímpico si ganábamos íbamos a una olimpíada. Y llegamos ahí. Era una Olimpíada, el básquetbol volvía a aquellos años 52 y 56 que habíamos ganado medallas de bronce en las Olimpíadas. La historia del básquetbol es tremenda.

Y lo que fue impactante, para mí, fue entrar al estadio. Ese desfile inaugural, fue como un sentir. Somos jugadores de básquetbol, sí pero esto es eterno. Los juegos olímpicos tiene miles de años y somos parte de esto ahora. Ese grupo de muchachos que éramos los reyes de la improvisación y la intuición y que sacábamos las cosas a partir de resolver, en la cancha nosotros resolvíamos, pero no era que teníamos tanto poder, no, éramos un equipo muy difícil de ganar pero difícil de explicar también.

MA - ¿Cambió desde esos años a ahora el rol de los entrenadores?

HL – Cambió el básquetbol. Lo que preguntás es correcto porque en esa época había una frase que era la correcta y era lo mismo para todas partes del mundo: vos tenías cinco titulares, tres cambios y los otros lo mejor que podían hacer era los jugadores del futuro o amigos. Y Uruguay se manejaba así. Nosotros teníamos una rotación de ocho jugadores fundamentales, teníamos dos jugadores más de rol, que si podían, si se llegaban a precisar estaban ahí, teníamos dos jugadores que se llevaban para que se fueran fogueando para el futuro.

Hoy como que el deporte, el básquetbol, ha crecido tremendamente en el tema. Antes se preparaban los partidos en forma global, o sea, nosotros queremos que este jugador no reciba, queremos hacer esto, poner la pelota allá, ahora no. Ahora vos te preparás para cada instancia que vas a tener que resolver, es mucho más complejo el juego hoy de lo que era en esa época. El técnico interviene muchísimo más. De cualquier manera, la esencia del básquetbol sigue siendo la misma. Tenés que manejar el tiempo, el espacio, tratar de que no la metan en lo que está colgado en tu espalda, y vos tratar de meterla en lo que está colgado allá adelante. Es así pero hoy el técnico tiene una intervención mucho más importante de la que tenía antes.

MA – Este jugador exitoso después emprendió otros partidos, y por ejemplo terminó mirando el atardecer en el Rio Ganges, viajando por el mundo y también viajando hacia adentro. En el libro sale muy fuerte la experiencia en la India, donde ahí tú señalás los atardeceres en el Río Ganges como uno de los momentos más fuertes, más intensos. Pero esos viajes fueron capaz que más importantes todavía que ser elegido para jugar en primera a los 15 años, ir a las olimpíadas, las becas, las ovaciones, ¿qué fueron esos viajes?

HL – Mirá, a mí me pasa que en un momento me doy cuenta de que si yo no le pongo fin a la carrera, que generalmente sucede que el deporte abandona al deportista cuando ya no podés más, se terminó. Pero qué pasaba, yo me daba cuenta de que el nivel interno del Uruguay y la altura que tenía me iba a permitir a mí prolongar la carrera.

Yo hasta el día de hoy digo que Heber Núñez, con 48 años, fue el mejor jugador de la final. Y nunca entendí por qué al año siguiente no hubo ningún equipo que lo contratara. Si yo hubiera sido entrenador de un equipo seguramente hubiera dicho "quiero a Núñez en mi equipo" y estamos hablando de 48 años. O sea, el básquet uruguayo permite cosas que llaman bastante la atención.

Y Yo decidí ponerle punto final a la carrera porque sino me iba a robar la vida, mi pasión, el básquet se iba a quedar con mi vida y yo no quería. Yo quería que mi vida pasara por otros lados también. Entonces le puse punto final, dije, ahora voy a hacer otras cosas que sé que me han quedado, que intuitivamente sé que quiero hacer y después me encontraré, cuando saque todo esto del básquet que ocupa tanto espacio me voy a encontrar con otras cosas. Y bueno, fue lo que hice, arranqué para India sin saber mucho a que iba, dije: me voy a regalar esto y me fui.

JMP – ¿En que año?

HL – Fue en el año 98. Yo decido el retiro en julio del 97 y esos meses me quedo acá y le apunto "en marzo me voy", y me fui. Cómo sería y qué poca idea tenía de todo que llego a la India en el peor momento para llegar. La gente que va a India en ese momento va a las montañas, al Himalaya, porque es el único lugar donde está fresco, porque después el resto es un calor tremendo, insoportable. Y ahí llegué.

JMP - ¿Y qué te dejó la India? Porque también hay una búsqueda espiritual tuya, hay una reflexión que la vida deportiva no facilitaba.

HL – Al tiempo descubro qué fue lo que había ido a hacer a la india. A mí siempre me había llamado la atención Grecia, India y Jerusalén. Entonces como Jerusalén y Grecia los conocía, dije: yo me voy para la India a ver qué encontramos ahí. Y al tiempo, estar con todo ese mundo cotidiano de India que te empieza a impregnar, conceptos y vivencias, que uno en nuestra vida las mira como cosas raras, como de libro de autoayuda, no una cosa real. Empiezo a contactarme, a vivenciar un montón de cosas que al poco tiempo me cerraban por qué había ido a India. Tenía que pasar por ahí para hacer ciertos aprendizajes. Así fue.

MA - ¿Tuviste hijos?

HL – Tengo dos hijas.

MA – ¿De qué edades?

HL – De 25 y 17.

JMP – Todavía para ser abuelo tirás un poco.

HL – No, ayer llevé a mi nieta de cinco años al cine.

MA – Ah sí.

(Risas)

Hay que esperar la segunda.

HL – No tiramos nada, ya estamos en la carrera hace rato.

MA – Una nieta.

HL – Sí, todo pop acaramelado, coca cola, Caperucita roja, muy buena Caperucita roja, si tienen que llevar a un niño vayan a verla que está muy entretenida.

JMP – Llegó la hora de devolver lo mismo que hicieron a la serie de abuelos tuyos, ¿no?

HL – Sí claro.

 

MA – Allí en la India tú hablás de la aparición en un ómnibus de Reyes Magos, y un viaje en ómnibus que ocurre una tragedia que te deja muy golpeado, el ómnibus lastima a una persona. ¿Cómo fue?

HL – Sí. Mirá qué increíble como lo unís, es verdad, eran dos ómnibus. Lo de los Reyes Magos es tal cual, mirá que después estuve 10 meses más ahí y nunca más me volví a encontrar ese tipo de personajes. Era en una parte de India donde culturalmente cambia mucho, porque eso era el desierto de "Gobi", cerca de la frontera con Pakistán, que es una zona más que ser India o Pakistán es la zona donde vive la gente de religión (...), y estos individuos debían ser algo de la cultura de ellos pero tenían una magia en su moverse y en lo que trasmitían que yo quedé impresionado. Fijate que habré tenido vivencia pero lo que cuento es eso.

Y lo otro fue una cosa increíble, este amanecer en la carretera desierta. Lo que quedaba era como un campamento residual de esa gran fiesta que tienen en el mundo Hindú que se llama Kumbamela y que es algo monstruoso. A nosotros no nos toca para nada, pero se juntan 60, 70, 80 millones de personas, es un disparate. Es inimaginable.

Esta era gente que ya se estaba retirando, porque imaginate que para llegar y retirarse se precisan semanas, esta mujer que estaba cruzando la carretera como muy dormida y los conductores realmente tuvieron una incapacidad para resolver la situación. La golpearon, no puedo decir que la atropellaron pero la golpearon con el ómnibus y yo quería bajar a asistir pero fue imposible. La verdad que una situación...

MA – Bueno, la segunda edición del libro del "Tato" López. Te preguntaba hace un rato por qué no se incluyeron fotos en el libro. A excepción de dos fotografías que abren y cierran.

HL – Primero lo que decís: la autobiografía de "Tato" López. En las tapas iban a ir las fotos que a mi me gustaban, pero a la gente de la editorial, que son los que entienden de esto, no les cerraba mucho. Entonces, fuimos a sacar esas fotos. Y cuando me lo mostró le dije: Virginia, sabés que este libro es La vereda del destino, no es la autobiografía del Tato López. Y ella me dice: sí, pero yo no vendo nada con La vereda del destino. Entonces, ahí quedó un poco diseñada la tapa. Y querían ponerles fotos. Pero a mi me entró el berretín de escribir y dije: no, lo que quiero es dejar la palabra. Y las fotos, que son necesarias y que tenían que estar o que yo quería que estuvieran, que es la que estoy con mi abuela Carmen. Es la que tengo en mi mesa de luz. Y la foto con mi primo Daniel, que es la que cierra el libro.

MA – Y el libro se cierra justamente con la muerte de Daniel, cuando te enterás de esa pérdida. Y uniendo con el viaje final de esa vereda que empieza acá en los barrios montevideanos, con la pelota, los liceos, el Uruguay oscuro, otras actividades deportivas, la India. Y La vereda sigue porque esto es autobiografía, ¿qué viene ahora?

HL –Y La vereda continúa...

MA - ¿Qué viene: más deportes, relatos deportivos? ¿Qué podemos esperar?

HL- Bueno, trabajo con Carlos Muñoz en Deporte Total los domingos de mañana. Estuve escribiendo también en el portal de Montevideo.com y en urubasket. Ahora ya no lo hago más. Y sigo escribiendo, pero eso no significa que vaya a volver a escribir un libro. Porque el libro fue una cosa que tampoco la tenía muy planificada. Lo tenía en la cabeza y un día surgieron las condiciones para escribirlo.

MA – Meterse con generaciones más jóvenes o con el deporte en general...

HL - Sí, sabés que ya estuve con eso en formativas, me gustó mucho y puede ser, sí, pero no creo que sea en el corto plazo. Estoy muy enganchado, me gusta mucho esto del periodismo. Me parece muy copado. Esto que hacen ustedes me parece que es un trabajo muy lindo. Mi padre y mi abuelo eran periodistas. Entonces, me salió una beta... venía en la sangre. Es lo que yo digo, no estudié pero genéticamente me podrían dar algún tipo de diploma.