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La postura de los uruguayos frente a la muerte

La muerte es la culminación del ciclo de vida de un organismo. Dicho de esa forma parece un fenómeno absolutamente normal, sin embargo, las personas reaccionan de diferentes maneras dependiendo del contexto geográfico y cultural. En Uruguay este es un tema tabú, donde los rituales variaron con el paso de los años, desde traumáticas exhibiciones en casa del difunto, hasta largos velatorios. El informe de Federico Dalmaud indaga sobre la forma en la que los uruguayos se paran ante el pasaje de la vida a la muerte.

"Sobre la muerte no hablo" o "tengo terror a morirme" son las típicas reacciones de cualquier individuo consciente de que en minutos o segundos puede pasar de la vida a la muerte. Obviamente que sería mucho más frustrante o duro si uno supiera la fecha exacta de su deceso, aunque eso se presta para una película de ciencia ficción o un thriller de terror, que para un fenómeno tan natural del que ninguno, podrá escapar.

En Uruguay, hablar sobre la muerte es hacer referencia a un tema tabú y eso conlleva una sobrecarga de angustia producto de la perdida de algún familiar, o por el simple hecho de la impotencia generada por la duda sobre qué es lo que nos espera del otro lado de la luz blanca. Al menos así la describen los que dicen haber estado muy cerca. 

Unos definen el concepto muerte como la extinción de la vida, otros dicen que es la finalización del proceso homeostático o la culminación de la vida de un organismo. Poco se sabe sobre el momento o el punto en el que va a suceder y es más difícil aún precisar el momento justo en el que se produjo la muerte. Lo único que se sabe, es que la misma es irreversible.

¿Cómo se vive la muerte en el mundo?
Comencemos por una perspectiva más global para posteriormente llegar a la forma en la que los uruguayos nos enfrentamos a la muerte.

Catalina Velázquez Parra, directora de la Red Latinoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, desde hace muchos años trabaja analizando y estudiando los cementerios de la región.

Velázquez Parra habla sobre la muerte, un tema que para ella es pasional: "Pienso que la muerte genera demasiadas sensaciones y dentro de esas sensaciones yo digo que la muerte no conoce la mediocridad, es absolutamente profunda. Relacionado con la perdida, el dolor, la tristeza y la ausencia que genera la muerte. Podríamos decir que para otras culturas es todo lo contrario, es la gran oportunidad. Entonces, hay demasiadas sensaciones encontradas alrededor de la muerte que para mi la transforman en un tema realmente pasional".

En el caso de Velázquez Parra existe un cierto gusto y fanatismo por los temas relacionados con la muerte, en especial por las costumbres y los ritos de las sociedades entorno a la muerte.

Por este motivo le preguntamos a Velázquez Parra ¿cuál es la costumbre o el ritual que más le llamó la atención?: "Sin duda que en los países andinos. Yo diría que en el mundo andino, su gran fortaleza no está en las construcciones monumentales sino en los cementerios de los municipios, cementerios campesinos y cementerios indígenas donde realmente la ritualización es sorprendente. O sea, cada uno de los elementos que componen el ritual. El vestuario, la manera de habitar el lugar, el tiempo del ritual, la comida y las ofrendas que se llevan, la factura del ornamento. Hay un cementerio en particular que me produce demasiadas emociones por todas estas combinaciones que estoy planteando, se trata del huambocancha en Perú. Es un cementerio campesino de una tierra de picapedreros y creo que es el mejor ritual que haya visto yo en mi vida. Es una cosa mágica, bella, sorprendente, feliz".

La muerte en Uruguay es un tema tabú, pero para la directora de la Red Latinoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, se trata de un tema netamente cultural: "Es un tema cultural donde definitivamente cada sociedad aborda el tema, educa a sus habitantes o tiene una costumbre que hacen variar de alguna manera la definición o las tradiciones entorno a la muerte. En mi experiencia personal, por el tema que me apasiona, en el que trabajo todos los días, ya es entender la muerte muy distinta. Desde nuestro lugar en la Red Iberoamericana de Valoración y gestión de cementerios patrimoniales lo que hemos intentado no es transformar las visiones, ni las costumbres, sino simplemente visibilizarlas porque de la muerte no se habla y consideramos que hay que hacerlo y visitar el cementerio, reconocerlo no como ese espacio de tragedia y dolor, sino como un maravilloso archivo de la ciudad como un centro documental importante. Uno allí encuentra como vivió esa sociedad y como va a vivir, por todas las manifestaciones, tanto tangibles como intangibles, que se observan y se pueden observar dentro del espacio de la muerte. Entonces considero importante que se hable de la muerte".

Más o menos sabemos cómo son las costumbres en nuestro país. Uruguay no escapa a los rituales y costumbres clásicas entorno a la muerte, donde todo es tristeza, oscuridad y llantos. Es que nos cuesta mucho hablar o abrirnos a contar experiencias relacionadas al tema. Es más, para este informe intentamos hablar con gente relacionada a ese mundo, quienes prefirieron conservar el anonimato debido a lo delicado del tema ya que, por ejemplo, un comentario fuera de lugar podría repercutir en las ventas de su empresa.

Es por eso que fuimos a consultar a un antropólogo, personas que estudian al ser humano a través de enfoques de las ciencias naturales, sociales y humanas. Uno de los especialistas en el tema es el sntropólogo Renzo Pi Ugarte, quien nos habla sobre los uruguayos y la muerte: "Tenemos más bien un rechazo a considerar el tema de la muerte, sobre todo de la muerte propia. La muerte siempre es algo que le ocurre a los otros y nunca nos toca o parecería que no nos fuera a tocar hasta que realmente nos pasa. Ha habido un cambio desde mediados del siglo XX, porque antes todos los rituales y las concepciones de la muerte estaban muy apegados a la idea propia de la iglesia católica y la muerte también era más frecuente en épocas "pre-antibioticos´. Era muy común que muchos hijos murieran ya que las familias eran grandes. Si bien era trágico, era mucho más normal. Además, antes, se nacía y se moría en la casa. Ahora la muerte es una cosa institucionalizada de otra manera".

"Yo creo que no sólo en Uruguay, es en todas partes. A la gente no le gusta hablar de la muerte porque no le gusta enfrentarse a las circunstancias de que va a llegar un momento en que ya nos sea más. Eso también tiene mucho que ver con las religiones. La idea de sobrevivir de alguna manera o de reencarnarse en otro ser. Para todas las religiones, la muerte siempre fue un elemento que se usa como atractivo. Es muy difícil plantearse que uno ahora está hablando y dentro de un rato puede estar muerto. Es generador de una gran angustia", contó Pi Uruarte.

Para Pi Ugarte las costumbre y los ritos relacionados con la muerte fueron variando, sobre todo, debido a la transformación de fiestas religiosas en fiestas civiles: "Es evidente que los ritos de la muerte fueron perdiendo fuerza. No hay más que ver el hecho de que el 2 de noviembre cada vez son menos las personas que van al cementerio. Aparte de que el único país del mundo donde el 2 de noviembre es feriado es aquí. Esto es una cosa bastante sorprendente de que ocurra en el Uruguay liberal y, sobre todo, anti católico, formado por el Batllismo, en donde las fiestas religiosas se transformaron en fiestas civiles. La Navidad en día de la familia, el día de la virgen en el día de las playas, la Semana Santa en Semana de Turismo, sin embargo, se mantuvo el día de los muertos. Que en realidad se llama el día de los santos difuntos y que no es una cosa antigua. Es una cosa creada en algunos ámbitos de la iglesia a finales de la edad media".

El tema de los velorios es un capítulo aparte. En otros tiempos implicaba la exhibición del cadáver y la despedida al difunto por parte de familiares y amigos donde, por ejemplo, hacían besar a los niños el cadáver como forma de despedida. Anteriormente se los velaba en su propia cama, con el cuerpo desnudo, cubierto por una sabana llena de puntillas, con las manos cruzadas sobre el pecho sosteniendo un crucifijo. Luego procedía en entierro, que según Pi Ugarte, es otro gran tema: "El entierro daba lugar a otro ceremonial que lo presidía un cura y que echaba una oración. La presencia del cura había empezado antes cuando el difunto todavía estaba vivo con la extremaunción. El entierro en la tierra, `eres polvo y en polvo te convertirás, ha dejado de serlo, porque ahora se los pone en los nichos. En realidad se disuelven en el aire. Se ha vuelto mucho más popular el hecho que era mirado con horror que es la incineración, la cremación del cadáver".  

Para Pi Ugarte al igual que para la directora de la Red Latinoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, Catalina Velázquez, los cementerios son la representación absoluta de la estratificación social. Basta con observar la disposición general de los mismos. Los panteones o nichos están al frente, mientras que las tumbas ocupan un sector distinto, al igual que los tubulares, entre otros.

Por ejemplo, en la ciudad de Paysandú, existe un antiguo cementerio preservado como monumento cultural, donde se encuentran ejemplares únicos de la arquitectura funeraria en Uruguay, materializado en un estilo neogótico realizado en mármol de carrara traído directamente desde Italia.

Este es simplemente un panorama de la evolución de los rituales y costumbres relacionadas con la muerte, donde queda claro que la gente, como en el caso del cementerio de Paysandú, lo que busca es el confort de un descanso eterno.  Un descanso que puede dar muchos dolores de cabeza a aquellos que se quedan y deben asumir los costos del difunto.

El momento en que se produce la muerte
Es difícil o prácticamente imposible determinar el momento exacto en el que se produce el deceso. Si vamos unas semanas hacia atrás, precisamente al 4 de abril, nos vamos a encontrar con un caso particular y que a esta altura se ha transformado en un mito. Ese día, mientras los funcionarios amortajaban a Admira González, notaron que respiraba. Esa misma persona, horas antes, fue dada por muerta por una doctora en el Hospital Evangélico.

Entonces nos planteamos si es la institución o el médico el primer eslabón de la cadena cuando una persona muere. El médico es quien debe constatar el fallecimiento, para ello tendrá que firmar el constate en la historia clínica. La misma llevará: fecha y hora del deceso, así como la firma del médico certificador. De ahí en más, si la muerte fue natural se firma el certificado de defunción.

Cuando la muerte se produce en el domicilio la emergencia médica "constata" la muerte, pero no firma. De esta forma, la familia deberá buscar un médico certificador. También lo puede hacer la empresa fúnebre. Una vez firmado el certificado por el médico el cuerpo va a la morgue de dicha institución para ser reconocido por la familia.

Una vez en la morgue el cuerpo será entregado únicamente a un familiar directo que deberá firmar una boleta de morgue, una boleta de entrega del cuerpo. Además deberá esperar la firma del técnico de la admisión y el médico forense. También se comprueba, mediante un llamado telefónico, si esa persona es donante o no del Banco de Organos y Tejidos. Si tiene expresión negativa, no se lo toca y se continúa con el tramite normal. De lo contrario, se transforma en donante.

Cómo viven la muerte los médicos
A partir del caso de Admira González, le preguntamos al médico forense Guillermo López, si puede ser cierto el hecho de que una persona sea enterrada viva en el siglo XXI y si puede el médico equivocarse en el diagnostico exacto de una muerte

"Cuando el médico o el estudiante de medicina siente y ve morir a alguien al cual está acompañando, aprende el proceso del morir y ve los cambios que sufre el moribundo, nunca más se olvida de lo que es la muerte y me atrevo a decir, sin lugar a dudas, que jamás se va a equivocar en el diagnostico de la muerte. Con los años y con el tiempo con la ayuda del desarrollo tecnológico  se han determinado otros tipos de muerte, como ser la muerte cerebral y más en la época de los transplantes donde se precisa el cuerpo vivo para poder transplantar un corazón, un riñón, un pulmón. Se descubrió por la Escuela médica de Harvard el concepto de muerte cerebral, sobre todo en aquellas personas que tienen injuria encefálica aguda, grave, morfológica o estructural irreversible, como puede ser un disparo de arma de fuego o un accidente de transito grave. Se llega al concepto de muerte cerebral, esto quiere decir que si el disco duro se rompió la computadora no sirve. A veces dicen `realmente lo que muere es la corteza y el resto vive´. Entonces se buscaron indicadores más profundos y es así que se llega a reflejos más profundos para determinar cuál es el momento exacto de la muerte, pero de la muerte cerebral", explicó López.  

La definición de la muerte cerebral indica que mientras el centro respiratorio y cardioneumogastroenterico sean los que regulen la actividad cardíaca y respiratoria y no están lesionados, el cuerpo vive y todo el resto del encéfalo, fallece. Algo muy importante, por ejemplo, es si el cuerpo tiene expresión de voluntad para ser donante de órganos.

López hablaba de un tipo de muerte, en este caso la cerebral. Justamente a él le preguntamos si este caso del que estamos hablando o el recordado mito de la muerte del relator Carlos Solé, va más de la mano con una creencia popular o una realidad: "Está dentro de la fantasía popular otros tipos de muerte u otro tipo de situaciones que simulan la muerte. Porque una cosa es la muerte real y otra es la muerte aparente. El famoso estado de catalepsia que están descriptos en Edgar Alan Pou y compañía son estados transitorios en las que la persona no está muerta, está viva. Debe ser inteligente el clínico que va a diagnosticar una muerte y no se está comiendo una situación en la cual a veces puede no diagnosticar la muerte".

"¿Cómo se diagnostica la muerte? Aprendiendo a vivirla. ¿Cómo aprendés a vivirla? No tu muerte, porque tu muerte no la podés conceptualizar, no la podés imaginar y no la podés vivir, excepto cuando te mueras. Por lo tanto, después no vas a poder diagnosticarla. Pero si lo podés hacer a través de la muerte de otros donde tu aprendés el proceso del morir y las transformaciones que se producen en el cuerpo, en la cara, en el organismo en general, te están indicando que esa persona se está muriendo. El médico que ha vivido eso y ha vivido la muerte de un paciente en forma real, nunca se olvida y aprende como se diagnostica la muerte. Por lo tanto no creo en los errores de diagnosticar una persona muerta", explicó López.

Por último, López habló sobre el significado de la muerte en la sociedad: "Eso aterra, asusta, hace que la sociedad entera ni siquiera hable del tema. Hoy los muertos rápidamente se entierran o se creman, pero rápido. Nada de velorios y de cosas que enlentezcan el dolor del proceso del morir o la aceptación de que puede pasar. Nos venden los modelos de belleza, de éxito. Sin embargo, eso es efímero en tanto y cuanto en cualquier momento no estamos. Yo estoy cansado de ver en la morgue de Montevideo del Poder Judicial a chicos como tu, que salieron en la moto o salieron a caminar y nunca más volvieron a su casa. Y te veo en la morgue y digo `caramba, que desperdicio, una vida al santo botón´. No estoy hablando de si era tu hora, de si fue una coincidencia de hechos, si estabas en el lugar o en el momento equivocado, eso no importa... El hecho concreto es `mamá esta noche voy a comer´ y nunca más volviste o `mamá nunca volvió o papá nunca volvió´, esa es la realidad. Mort certa, hora incerta, no sabemos cuándo vamos a morir, puede ser mañana o dentro de 50 años".   

Después del forense viene la etapa del velatorio. Una costumbre instalada y que en algunos casos es muy difícil de entender. Cuándo un familiar fallece, un mundo nuevo se activa y no precisamente en el más allá. Empiezan las dudas y las interrogantes clásicas como, por ejemplo: ¿qué sistema de previsión corresponde? o ¿dónde lo entierran?

Quienes pueden hacerlo se afilian a un sistema de previsión por una suma que ronda los 100 pesos mensuales para aquellas personas menores a los 35 años y cerca de 300 pesos para aquellas mayores de los 75. Algo así como "comprar el confort a la hora de la muerte".

Laura Lomando, periodista de Servicio Informativo, realizó un trabajo de investigación sobre el tema de cuánto cuesta morirse en Uruguay. A partir de allí vimos que en el mercado existen paquetes estándar que van desde los 10.000 pesos a 160.000 o más. Incluso, pude acceder a un dato de un servicio que costó por encima de los 200.000 pesos.

Las principales variantes en el precio están en el tipo de ataúd comprado en el paquete. Allí se pueden encontrar desde el reconocido "modelo Paris", con aro y argollón porteño negro, el "duco", en su variante fino con argollón rosa mediano dorado. También podrá encontrar o requerir su paquete con ataúdes sociales, que son un poco más caros, con seis manijas, barnizado, con vidrio visor y baranda fina o argollón de aluminio. También está la opción de los ataúdes de convenio, fabricados en madera de pino. La decisión depende de cada una de las personas.

La tasa de mortalidad en Uruguay ha descendido notablemente, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1990 la tasa de mortalidad era de 13.91 por cada 1.000, hoy esa cifra se encuentra, según el último dato conocido, aproximadamente en los 9 puntos por cada 1.000. Esto quiere decir que al mes mueren en promedio de 2.500 personas, lo que equivale a un número que ronda las 30.000 personas al año.

La muerte mueve y pone en funcionamiento a las empresas fúnebres quienes brindan sus servicios que van desde: el ataúd, la sala velatoria (se compra con el ataúd), la carroza, la carroza floral, el furgón –lleva los elementos necesarios para enlutar- y hasta se encargan de los tramites ante el registro civil, un álbum de condolencias y hasta le dan un espacio en los matutinos.

Según este informe, al que estamos haciendo referencia, existen otros servicios adicionales como el alquiler de otros auto para acompañantes, la compra de ofrendas florales, palmas (flores con caballete que cuestan desde 1.200 pesos, medias palmas a 900 y cruces que se colocan encima del cajón a 300 pesos).

La relación de las flores y la muerte
Para saber un poco más sobre el negocio de las flores y su estrecha y larga relación con la muerte hablé con Orlando Preliasco, responsable de Aída Flores, quien contó: "Se siguen mandando flores con la misma intensidad de siempre, porque las flores tienen la virtud de que acompañan nuestras lagrimas, es el adiós. Hay un factor fundamental que es el económico a la hora de mandar más o menos flores".

Para tener un ejemplo claro de cuánto puede valer una corona de flores, una de las buenas puede rondar los 4.000 pesos.

Para terminar con el tema de las florerías, le preguntamos a Preliasco ¿cuál arreglo floral es el que más se vende? "Se venden coronas, se venden palmas, se venden ramos que se hacen con muchas flores variadas. El otro día vino una persona e hizo un manojo alargado con cuatro docenas de rosas para poner sobre el ataúd porque eran las flores que le gustaban a la persona esa. O sea que sigue siendo el mismo sistema. Las rosas uruguayas son chicas, pero las que hay acá vienen de ecuador y esas son imponentes. El otro día vino un señor y compró una corona toda de rosas rojas y vale plata porque una lleva 25% de impuestos o sea que si comprás una que vale 4.000 pesos, en realidad son 3.500", explicó.

Cuando se termina el proceso velatorio lo único que queda es la marcha rumbo al cementerio donde los restos del fallecido descansaran en nichos, panteones, en la tierra o simplemente en tubulares. Las personas de bajos recursos pueden acceder a los servicios que brinda la Intendencia de Montevideo, quien se encarga del 16% de los velorios que se producen en Montevideo, en sus seis salas velatorias. El servicio es gratuito, por lo que sólo hay que abonar una tasa de mantenimiento que ronda los 1.000 pesos.

El sepulturero
En el cementerio del Cerro trabaja Sergio Cabrera, el es subjefe de zona, a quien le corresponden los cementerios del Cerro y del Paso Molino.

Sergio lleva trabajando en el rubro más de 30 años, primero entró como administrativo y después pasó a hacer trabajo de "campo" como sepulturero por un tema económico ya que en ese puesto se cobra mejor.

A Sergio le preguntamos ¿cuál es su función como sepulturero en un cementerio?: "Yo soy el subjefe del cementerio y aparte de eso trabajo, no solamente como administrativo, sino que también lo hago como sepulturero. Cuando llegás, las empresas llaman, denuncian los entierros. Los funcionarios, entre los que estoy yo, preparamos las fosas para la orden del día, apontás todo y cuando van llegando, vas sepultamdo".

Por último le preguntamos a Sergio cuál es el método más tradicional de entierro en su cementerio y si en su experiencia de 30 años en el rubro considera que la gente concurre menos que antes a los cementerios: "Acá hay nichos, hay panteones, hay nichos colectivos, pero lo que más predomina son los entierros en tierra. Acá están las colonias más grandes de emigrantes y, entonces,  por ese tipo de cosas la gente es más apegada a las costumbres. A pesar de eso y todo viene muchísima menos gente que cuando yo recién empecé, pero en relación viene mucha más gente que la que va a otros cementerios".

Aquí es donde termina la cadena, el cuerpo es sepultado y esto se considera el último contacto "visual" post fallecimiento. Claro que después existen otras instancias como la reducción, la posibilidad de la cremación, entre otros.