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Primeros pasos del plan para revitalizar la industria del calzado

La industria del calzado está en crisis desde hace años en Uruguay. Mientras sus ventas en el mercado local bajan, afectadas por las importaciones chinas, las exportaciones también caen. Este proceso alcanzó su pico en 2002 pero ahora parece mostrar signos de rehabilitación. A través de los conglomerados de empresas se buscan nuevos mercados pero, en lo interno, el reclamo es el mismo: poner coto a la importación para que las plantas recuperen actividad y den los primeros pasos para salir de la crisis. Informe de Mauricio Erramuspe

Los primeros pasos de la familia Minoli en Uruguay. Inmigrante italiano, de la zona de Gallarate, el abuelo de Oscar Minoli llegó al país en 1886. Puso una zapatería, luego un taller y terminó con una industria que alcanzó una producción de 300 pares de zapatos diarios. Hoy los zapatos Gallarate son toda una referencia en el mercado nacional, pero el panorama dista mucho de aquel esplendor de mediados del siglo XX.

Oscar Minoli tiene 81 años y está casi retirado de su fábrica. Ahora sigue su hija, Marta, cuarta generación al frente de la planta instalada desde siempre en General Flores y Domingo Aramburu. Ellos, brevemente repasaron esta historia industrial de más de cien años.

Oscar recordó la llegada de su abuelo y, junto a Marta, habló de las dificultades actuales: "- Empezó a hacer medidas, zapatos de medida y algún arreglo de los zapatos y así fue progresando. Después con mi padre ya pusieron un pequeño taller, después pusieron fábrica y después zapatería y fábrica, las dos cosas. Desde 1986 hasta ahora. Yo ya estoy retirado, sigue mi hija y posiblemente siga mi nieto. (...) - Apostamos a la quinta generación pero... no sabemos. (...) Lo que pasa es que cuando empezaron en algún momento se pudo dar trabajo a 150 familias. Hoy por hoy, a 25. Y mañana no sabés".

Ese "mañana no sabés" que recién decía Marta tiene muchas causas. Sin embargo hay una en la que todos los industriales coinciden: la invasión de calzado importado, sobre todo proveniente de China, que comenzó a consolidarse a mediados de los años 90.

Antes de eso, eran muchas las fábricas que trabajaban en Uruguay y se repetían las historias de familias como la de los Minoli. Tanto que la industria llegó a dar trabajo a unas 12.000 personas. Hoy, los trabajadores del calzado no superan los 1.200, en unas 90 fábricas o talleres que subsisten en el país, la mayoría de ellos dedicada al mercado interno produciendo zapatos de cuero.

En 2006, Uruguay importó 12 millones de pares de zapatos. Cuatro pares por habitante, aproximadamente. A esto se suma el millón y medio de pares que produce la industria local. Trece millones y medio de pares para poco más de tres millones de habitantes. Daniel Tournier es el secretario ejecutivo de la Cámara Uruguaya de Industrias del Calzado.

Tournier describió el problema que vienen enfrentando los empresarios del sector desde hace más de una década, agravado en los últimos años: "La industria del calzado en los últimos años ha sufrido la importación de productos más que nada de la parte asiática. Hemos llegado al récord el año pasado de 12 millones de pares importados, de los cuales nueve millones y medio eran de origen asiático. Eso trae aparejado que la industria viene sufriendo desde hace muchos años y ha tratado de canalizar por el lado de mejorar el producto y hacer un producto diferencial de lo que viene importado pero igual hay mercadería en el caso del calzado sintético que igual influye y perjudica a los fabricantes que hacen calzado de cuero. (...) El problema es que mucha de esa mercadería que viene es de baja calidad, o sea que son zapatos que no duran mucho. Eso trae que la gente tenga que comprar más seguido zapatos (...) porque se rompen, se despegan, no tienen reparación. Hay muchas cosas, pero es barato y la gente compra varios pares. Nos hemos perdido en cuanto a cuánto es el consumo del país porque es mucho, cuatro pares por persona que nos está dando solamente de importados, es un consumo muy alto".

Un repaso por las cifras aportadas por la Cámara del Calzado confirma este fenómeno. En 1994, Uruguay exportaba 18 millones de dólares en zapatos e importaba 21 millones, en cifras redondeadas. Con algunos altibajos, en ambos sentidos, la tendencia que se viene confirmando es la de un crecimiento de las importaciones y una caída de las exportaciones.

En 1995 se exportaron 17 millones de dólares y se importaron casi 25 millones. Un año después, mientras las exportaciones eran de 20 millones de dólares, las importaciones alcanzaban los 32 millones. Todos los años siguientes marcaron más importaciones que exportaciones. En 2000 se vendieron 12 millones de dólares en zapatos al exterior y se compraron zapatos por 35 millones. Un año más tarde, previo a la crisis, mientras se exportaron cinco millones, se compraron 32 millones. En el fatídico 2002, las exportaciones fueron de solamente 865.000 dólares, mientras se importaron 18 millones de dólares. Así llegamos a 2006, donde las exportaciones se vienen recuperando y alcanzaron los 3.802.818 dólares. Pero las importaciones también se recuperaron y tocaron el récord histórico de 39 millones de dólares, pagados por esos 12 millones de pares que entraron desde el exterior.

Otro dato curioso –y preocupante para los industriales- es el precio al que entran esos pares de zapatos. El promedio por par en 2001 fue de tres dólares con 32 centavos y en 2002 cayó a dos dólares con 98 centavos; en 2003 a dos con 65. En 2006, el precio promedio del par importado fue de tres dólares con 28 y en 2007 viene siendo de tres dólares con 81.

El 79% de lo importado en 2006 llegó desde China, con un precio promedio de dos dólares con 16 centavos. Algo así como 50 pesos. Un 8% del calzado que ingresa proviene de Brasil, a un precio más elevado: siete dólares con 30 centavos el par promedio. El resto proviene de otros países y a un precio más elevado. Aquí ya hablamos de zapatos de lujo.

Frente a esos precios chinos, los industriales uruguayos del calzado no pueden competir. Y esa es su principal queja. De ahí que reclamen un aumento en el arancel, que se establezca una cuota de importación y un precio de referencia que algunos sitúan, al menos, en los cinco dólares.

Respecto a los reclamos, el edil de Canelones por el Encuentro Progresista Pedro Almenares, que vive en la ciudad de Santa Lucía un polo de la industria del calzado nacional, explicó cuáles son las opciones que están manejando en Canelones y que ya han llegado al gobierno nacional a través de algunos diputados de ese departamento.

"La idea es poner un tope de calzado que venga desde afuera, como hace Argentina, y agregar de un 20% que se cobra de impuesto a un 35 que es lo que hace Argentina. La idea es que lo haga Uruguay y Brasil y trancar un poco lo que viene de afuera. Porque en Argentina se reactivó y se está trabajando muy bien el tema de calzado. (...) La idea es poner un tope y un precio referencia, porque entra calzado facturado a 70 u 80 centavos de dólar cuando sabemos que el flete de China hasta acá anda en los 35, 40 centavos de dólar por par", dijo Almenares.

Los ediles y diputados que están trabajando en este tema manejan la estadística de que por cada millón de zapatos que deje de entrar al país, podrían recuperarse entre 700 y 800 puestos de trabajo.

"Acá no hay que hacer ninguna inversión en maquinaria, no es como en los textiles que hay que invertir en préstamos, créditos y esas cosas. Acá la maquinaria está, la gente está, hay que tener una voluntad política. (...) Por cada millón menos de pares que entrara se crearían entre 700 y 800 puestos de trabajo directo. Así que ya tenés una idea ahí. (...) Después están los puestos indirectos que son los que trabajan en la caja, los que cosen a mano. Acá en Santa Lucía se usa mucho en los leñadores que llevan costura a mano, las familias se ocupan de eso y ya es otro ingreso. A esa gente habría que organizarla para que también haga su respectivo aporte", indicó Almenares. 

La fábrica de Gallarate es uno de los ejemplos de esa infraestructura ociosa existente en el país. Los Minoli actualmente producen unos 100 pares de zapatos diarios pero podrían producir 300 empleando, claro, a más gente.

Con sus 81 años y la historia de trabajo en la planta desde los 17, Oscar Minoli habló de cómo vive la situación actual de la industria: "Lo vivo con mucha pena...  Esa es la palabra. Me gustaría que siguiera como antes. Siempre hubo altibajos, la parte económica del país que repercutió en todas las empresas, la mía y todas. Pero eran altibajos que uno sabía que se iban a solucionar como en 2000, 2002 (...) Pero sabíamos que después íbamos a levantar, había un horizonte. Ahora no veo un horizonte. (...) Lo veo con mucha tristeza. (...) Habría que concientizar al gobierno (...) Que se den cuenta de que algo está pasando. (...) A la gente hay que darle trabajo. Yo me acuerdo en la época de mi padre, los obreros todos se compraban un terreno, se hacían su casa a lo largo de los años. (...) Trabajaban duro, incluso vivían a 15 o 20 cuadras de la fábrica e iban y venían caminando, en aquel momento eran doble horario, iban tres o cuatro veces por día, pero podían ahorrar algo y hacerse un provenir no digo brillante pero por lo menos una seguridad para su vejez. Pero ahora... no".
 
Actualmente varios industriales manejan opciones para consolidar y ampliar una leve recuperación que se percibe. Y aparece la idea de los conglomerados industriales, clusters, como manera de que varias empresas se reúnan, aprovechando sus capacidades para poder exportar más. Aparece el problema de que la industria local no puede satisfacer una demanda que existe en bastos sectores de la población de zapatos a 100 pesos, ofertas que es fácil encontrar en las grandes superficies y tienen el origen en productos chinos. Entonces, las alternativas son aumentar la oferta de calzado de calidad en el mercado local y ampliar los mercados en el exterior.

La realidad que subyace detrás de la idea de estos clusters o conglomerados es que hay capacidad ociosa en el país para producir más calzado. Claro que esa producción necesita de mercados y para lograrlos es mejor la reunión de empresas con el mismo objetivo, de modo de poder producir más y tener más fuerza para lograr esas exportaciones. Así surgen los conglomerados que el gobierno impulsa en varios sectores. Uno de esos conglomerados es el de la industria del calzado y la marroquinería, es decir, la elaboración de cintos, carteras y otros accesorios de cuero.

Daniel Tournier, el secretario ejecutivo de la Cámara del Calzado, explicó cuáles son los objetivos y las dificultades de este proceso: "El tema del cluster es algo interesante, pero muy difícil para nuestro país, más en el sector del calzado. Acá tenés que unir industriales para preparar proyectos, un mínimo de tres tiene que ser. Entonces, el uruguayo en sí tiene una característica de que no le gusta mostrar lo que hace, o sea que tenemos que ir limando asperezas y tratar de que se vayan uniendo para presentar proyectos. Son proyectos de diferente índole, puede ser traer técnicos de otro país, para que nos vengan a asesorar, hacer exposiciones, viajar".

Ese conglomerado tiene un gobierno que está formado por representantes del Ministerio de Economía, de la Dirección de Proyectos de Desarrollo (Diprode, una repartición de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto) y de los industriales. Cada conglomerado tiene asignado un fondo de 500.000 dólares, no reembolsable, para la elaboración de proyectos.

Fabián Dutra, uno de los industriales involucrados en este proceso, tiene 33 años y está al frente de la fábrica Lannot. En 2001 su padre dirigía la firma y la crisis casi los lleva a cerrar. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha dado un cambio en el mercado, ayudado por el encarecimiento de Brasil. De ahí venía buena parte del calzado que competía directamente con el nacional. Pero al estar más caro, los importadores más grandes comenzaron a contactarse con industrias locales para abastecerse de ese zapato de calidad.

Además, en la importación desde China apareció la competencia de las grandes superficies que pueden lograr precios muy inferiores a los de las zapaterías. Entonces, la fábrica de Dutra y otras tuvieron un repunte que buscan consolidar en el conglomerado.

"Yo lo que veo es que los empresarios que estamos en algún momento tocamos fondo, llegamos a un límite en el que no teníamos para pagar la luz, los alquileres. Hoy estamos, de alguna manera todos estamos trabajando en cero, no te voy a decir en más dos, llegamos a cero, de vuelta no estamos en menos dos. Y estamos intentando subir ese escalón para trabajar de otra manera, más tranquilos, ser realmente, tener el trabajo que tiene un empresario que es dirigir su empresa y no estar corriendo atrás de la guita", contó Dutra.

Una de las formas de dejar de correr detrás del dinero, como decía Dutra, es este conglomerado del calzado y la marroquiería que el 29 de mayo firmará el convenio con el Poder Ejecutivo. Ese será el inicio formal del trabajo pese a que ya vienen con mucha actividad desde hace unos meses.

Una de esas actividades fue el reciente viaje a Chile del presidente Tabaré Vázquez. Estos empresarios fueron invitados porque una de las demandas trasandinas era la búsqueda de complementariadades en el sector del calzado.

Chile tiene muchos acuerdos de libre comercio firmados, tantos que no puede satisfacerlos. Entonces, aliarse con industriales de otros países de la región puede ser una vía para cubrir las cuotas que le dan esos acuerdos para entrar a mercados tan importantes como el de Estados Unidos.

"El conglomerado está concebido para exportar calzado (...) No para exportar capellada. Lo que pasa es que nosotros llegamos a un punto donde queremos exportar lo que nos den para exportar. O sea, si podemos exportar capellada, capellada, si tenemos que exportar sólo las lenguas, exportaremos sólo las lenguas del zapato. A mi se me piden capellada, yo voy a hacer capellada. Lo que me pidan es lo que voy a tratar de hacer para conjugarme con Chile para llegar a China o a Estados Unidos. Chile tiene unos tratados de libre comercio espectaculares, entonces se pueden lograr determinadas ventas que nosotros individualmente no lo vamos a hacer", dijo Dutra.

Se habló mucho sobre el acercamiento que lograron estos industriales con sus colegas chilenos. Pero esa no es la única alternativa que están manejando. Se trata de aprovechar al máximo la capacidad de la industria uruguaya del calzado y la marroquinería que, estiman, en este momento está en un 50% de utilización.

¿Cuáles son estas otras alternativas? Dutra nos cuenta: "Ellos nos están articulando en un montón de aspectos. Por ejemplo, en la interna cómo comprar. Estamos tratando de ver si podemos hacer una feria nacional de calzado para agosto o para julio, estamos viendo la fecha. Estamos intentando con las instituciones público-privadas de enseñanza, que ellos curricularmente pongan diseño de calzado para tratar de empezar a meter más al diseñador adentro de la fábrica para lograr productos más competitivos en cuanto a moda para poder competir con otros mercados. Hay un montón de cosas, no es solamente Chile".

Los planes son muchos, como decía Dutra, y buscan aprovechar esa capacidad subutilizada. Además, se pretende recuperar también a muchos productores de insumos para esta industria que desaparecieron con el bajón de las últimas décadas.

Marta Minoli y su padre, de la fábrica Gallarate, hablaron de esas dificultades para conseguir insumos: "Hoy en día como todo ha ido cayendo partimos de los cueros... Es muy difícil, no hay nada, no están trabajando para plaza y todos los almacenes de cueros, todo se ha ido achicando, los que proveen, los proveedores nuestros. Los fondos, las industrias de acá no...  Tenemos que traer de otros lados, como que todo fue enrabado y fue cayendo. De una industria que fue un poco más fuerte, en estos años ha caído mucho. Todo importado. (...) - El que hacía ojalillos, había no se cuántos. Hoy ya no existe más. El que hacía cordones hay uno. El que hace los hilos... no hay, hay que traerlo".

Santa Lucía es una ciudad que tiene un papel importante a jugar en una posible reactivación de la industria. Allí, a medidas de los 50 se instalaron tres grandes plantas. Una de ellas era la Fábrica Molaguero, que competía con los calzados elaborados por Funsa. Esa industria empleó en sus épocas de bonanza a 600 personas. Hoy, convertida en cooperativa, da trabajo a unas 30 personas.

El edil Pedro Almenares es uno de esos 30 empleados. Para él, en la ciudad hay un potencial muy importante que se podría aprovechar si se reduce la importación: "Acá en Santa Lucía somos 17.000 habitantes y no hay una persona en la casa que no haya trabajado en la fábrica y no conozca el tema del calzado. (...) Yo pienso que no quitarle todo pero por lo menos donde se topee en tres millones de pares menos, ya arrancaríamos a trabajar y se entra a tecnificar porque la gente hay que ponerla a trabajar nuevamente. En Montevideo por ejemplo hay varias fábricas que están cerradas con toda la maquinaria adentro. Es ponerla a trabajar y nada más".

Esa reactivación con la que sueña Almenares ya se está dando levemente en Lannot, la industria que dirige Fabián Dutra, quien describió algunas de esas pequeñas señales de lo que podría pasar si toda la industria del calzado recuperara algo de la actividad que tuvo en el pasado: "Realmente la industria del calzado mueve montañas. Es increíble. Yo estoy viendo lo que me pasa a mí en la empresa y la gente que me entra diariamente a la empresa por distintas causas y entonces yo veo que un proveedor, por ejemplo, ya tuvo que tomar a otro vendedor. No por mí sino porque estamos trabajando mucho más de lo que estábamos y entonces el tipo se ve desbordado. Y así se da todo. Es por rebote, empiezan a funcionar empresitas chiquitas, yo estoy necesitando satélites porque adentro de mi empresa no puedo, así tomo una señora y ella trabaja en la casa haciendo, por decirte algo, la capellada, le doy los cortes... Se da una sinergia cuando empieza a moverse la industria".

Esa sinergia tendrá un relanzamiento o un mojón el 29 de mayo cuando se firme el convenio de este conglomerado del calzado y la marroquinería. Seguramente habrá novedades en ese sector, al menos eso es lo que esperan los industriales.