Medio siglo mirándonos desde el espacio
El 4 de octubre de 1957, los rusos ponían en órbita el Sputnik I, el primer satélite artificial de la Tierra. Así, comenzaba la carrera espacial. Un día después, el astrónomo Gonzalo Vicino lograba verlo desde el techo de la Facultad de Ingeniería. Mucho ha pasado desde aquel aparato hasta los actuales que, entre otras cosas, nos permiten ver nuestra casa vía internet. Vicino repasó esa historia.
(Emitido a las 9.14)
EMILIANO COTELO:
Hace hoy 50 años la humanidad daba un paso fundamental, por ejemplo, hacia la globalización.
El 4 de octubre de 1957, desde la estepa de Kazajstán, un cohete R7 despegaba llevando consigo una bola metálica de 59 centímetros de diámetro, 83 kilos de peso y dotada de cuatro antenas y dos trasmisores de radio. La Unión Soviética ponía en órbita, de esta manera, el Sputnik I, el primer satélite artificial que orbitó la Tierra.
Un rato después comenzaban a llegar sus primeras señales.
Esta mañana les proponemos recordar aquel acontecimiento, pero además analizar la importancia del hecho en el medio siglo que ha transcurrido desde entonces.
Estamos con el profesor Gonzalo Vicino, docente de Astronomía, director del Observatorio Eta Carinae, en Villa Serrana, Lavalleja, y presidente de la Fundación Astronómica Uruguay.
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Profesor Vicino, comencemos por situar el lanzamiento del Sputnik en el contexto en el que ocurrió. Estamos hablando del año 1957, plena Guerra Fría. ¿Qué incidencia tuvo ese conflicto, que se daba sobre todo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, para que este proyecto cristalizara?
GONZALO VICINO:
Indudablemente fue una pieza dentro del tablero de ajedrez de la Guerra Fría. Pero el Sputnik en sí mismo, no como un hecho terminado, pronto, listo para ser mostrado. En la ciencia y en la tecnología el efecto eureka no existe, aquello de que un día Arquímedes salió del baño gritando: "¡Eureka, eureka!". Hoy todo desarrollo tecnológico y científico es el producto de la acumulación de conocimientos a través de décadas, cuando no de siglos.
La idea de tener un satélite artificial de la Tierra, aunque pueda parecer mentira, fue esbozada por Isaac Newton en su famoso libro "Principios matemáticos de la filosofía natural", de 1687. Quiere decir que no fue algo que surgió de un día para el otro. Y fue el producto, la evolución de la Guerra Fría. Como es sabido por los memoriosos, al terminar la Segunda Guerra Mundial hubo un reparto del material que habían investigado los alemanes durante la guerra, con el cual construyeron los primeros cohetes voladores de importancia, los famosos V2, con los cuales bombardearon Londres.
La mayor parte del personal que fabricaba esos cohetes quedó del lado de la Unión Soviética, fue ocupado por el Ejército Rojo. Pero el grupo de científicos decidió emigrar, tomarse por su cuenta, por los temores que tenían a los rusos y todas las cosas que el régimen nazi difundió, y se asilaron en Estados Unidos. Pidieron, bandera blanca mediante, que los internaran en Estados Unidos. Y allí comenzaron investigaciones dispersas en diferentes cuerpos.
En Estados Unidos bajo aquel concepto de que la industria privada es sagrada y que todo tiene que hacerlo la industria privada, se dividieron las investigaciones de cohetería entre diferentes empresas, que lucraron muy bien y en las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas. Así, mientras la Marina presentaba el proyecto del satélite Vanguard, que algún día debía llegar en órbita, el Ejército tenía sus propios cohetes y la Fuerza Aérea los suyos.
La Unión Soviética, en cambio, fue mucho más pragmática. A partir de los cuerpos de cientos y cientos de cohetes V2 que ya estaban preparados o semipreparados en las fábricas que capturaron, empezaron a experimentar y a agrandarlos.
EC - Yo hacía una síntesis de algunas características del Sputnik: una bola metálica de 83 kilos dotada de cuatro antenas y dos transmisores de radio. Pero, ¿qué fue exactamente lo que se lanzó al espacio? ¿Qué utilidad real tenía?
GV - El concepto de poner un satélite en órbita existía desde antes, fue simplemente la demostración de que era posible. En ese momento se desató una tormenta especialmente en Estados Unidos porque creyeron que habían quedado sumamente atrasados con respecto a los rusos. Los rusos tuvieron cohetes mucho más grandes porque desde la guerra en adelante siguieron fabricando cohetes cada vez mayores.
El satélite desde el punto de vista científico, ese primer Sputnik, aportó muy poca cosa, pero sí desde el punto de vista tecnológico y desde el punto de vista político. En Estados Unidos, dice un famoso comentarista alemán, historiador, que más habría valido que en Washington hubiera caído una bomba atómica y no el primer Sputnik, porque fue una conmoción que incluso provocó la renuncia del ministro de Defensa y cosas por el estilo.
EC - Habría que recordar que lo de la carrera espacial no es chiste, esto fue el 4 de octubre del 57 y el 11 de octubre de ese año, una semana más tarde, Estados Unidos envió su primer objeto al espacio, el Pioneer.
GV - Envió muchos objetos y fracasaron todos ellos.
EC - Y el 3 de noviembre del 57 la perra Laika se convirtió en el primer ser vivo que viajó al espacio a bordo del Sputnik II.
GV - Pero mientras, Estados Unidos seguía con la bandera de lanzar su satélite pacífico, como le llamaban, el Vanguard, que debía pesar 10 kilos. El satélite que contenía a la perra Laika pesaba más de 3 toneladas. Demostró que había una capacidad de lanzamiento de objetos en órbita inmensamente mayor del lado soviético.
EC - ¿Cómo se seguían en Uruguay estas noticias?
GV - Ahí entra la historia doméstica. Yo era muy joven en ese entonces, ya han pasado 50 años, y hacía tiempo que integraba la Asociación de Aficionados a la Astronomía. Se había formado en torno a la figura del que fue director del Planetario Municipal de Montevideo, el ingeniero Fernández Guido, fallecido hace años, una asociación de locos que nos titulábamos Sociedad Uruguaya de Astronáutica, o algo por el estilo.
EC - ¡¿De astronáutica?!
GV - Sí, suena grande, pero es así. Era el término que definía en general todo lo que tenía que ver con cohetería y viajes espaciales. De esa sociedad sobreviven muy pocos, estaban el ingeniero Fernández Guido, el ingeniero Elises, Compagnoni, el doctor Badona Repetto, médico cirujano fallecido hace años también, Álvaro Bauzá Araújo, abogado experto en derecho aeronáutico. Y algunos pocos que probablemente todavía vivan, el ingeniero Julio Ret, que supongo que todavía vive, aunque sea un poco mayor que yo. Seguíamos paso a paso todas las investigaciones.
Es necesario disipar un viejo error que la prensa también difundió mucho. Todo el mundo dijo "qué sorpresa" lo del primer Sputnik. Sin embargo en revistas tan prestigiosas como Aviation Week, que se publica en Estados Unidos mensualmente, un año antes ya habían salido las declaraciones de los principales jerarcas de la cohetería rusa anunciando cómo iba a ser el satélite y más o menos en qué fecha se iba a lanzar. Incluso se esperaba el lanzamiento en setiembre, celebrando el centenario del nacimiento de Konstantin Tsiolkovsky, el primer científico teórico ruso importante en materia de cohetería. Tal vez se demoró un poco.
EC - Yo ponía en el aire el bip-bip del propio Sputnik I, eso que escuchamos es real, así sonó, esa fue la señal que ansiosamente se esperaba y que poco tiempo después del lanzamiento pudo recibirse en la Tierra. ¿Para qué sirvió? ¿Qué tipo de información trasmitía aquel satélite? ¿Y cómo evolucionó después toda esta tecnología?
GV - Solamente información de posición, el satélite no llevaba instrumentos científicos sino dos trasmisores que emitían en dos frecuencias diferentes y cuatro antenas.
Te cuento la historia local. Nosotros recibimos en los días previos en la Sociedad de Astronáutica (el ingeniero Fernández Guido, que era la figura representativa) telegramas de la Unión Soviética que anunciaban la frecuencia de radio en que se iba a escuchar la señal. De manera que no fue sorpresa en absoluto que un buen día apareciera el satélite de verdad. El lanzamiento se produjo en lo que para nosotros era ya el anochecer del 4 de octubre. El 5 por la mañana Fernández Guido llamó a los pocos locos que integrábamos la asociación para ver si podíamos verlo. Llegaban los datos, llegaban los telegramas y nos daban las coordenadas, "a tal hora el satélite va a verse en tal y tal lugar". Debo de haber sido el primero en ver el satélite Sputnik I desde Montevideo.
EC - ¡Qué honor!
GV - Porque habíamos montado en el techo de la Facultad de Ingeniería una red de seguimiento de satélites. Es una historia muy graciosa. En ese momento no se tenía idea de cómo se iba a ver el satélite, nadie sabía si iba a brillar mucho o poco, todos se basaban en rudimentarios cálculos. Estados Unidos había repartido por todo el mundo una multitud de pequeños instrumentos ópticos que eran miras de artillería sobrantes de guerra, que se montaban a lo largo de una tabla puesta en el meridiano, en la dirección norte-sur, apuntando cada uno a diferentes alturas. Detrás de esa tabla tenía que haber un montón de observadores esperando el momento de ver a un puntito luminoso en movimiento cruzar el campo visual.
Habíamos hecho una de esas tablas de observación en el techo de la Facultad de Ingeniería, y la noche del 5 de octubre fuimos con Fernández Guido allí. Era una noche muy nubosa, muy desagradable, pasaban las nubes y todas las estrellas parecían moverse, pero en cierto momento yo pegué el grito "eso sí se mueve". Y se veía, en efecto, un astro bastante brillante. No digo que estuviera en la primera magnitud, pero fácilmente en la segunda magnitud, y se movía respecto del cielo estrellado. Era el primer Sputnik.
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EC - Insisto mucho en el concepto, hace 50 años se lanzaba y se ponía en órbita el primer satélite artificial. Hoy los satélites son algo común y corriente, los oyentes más jóvenes están absolutamente familiarizados con ese concepto, pero lo que ocurrió hace cinco décadas fue un verdadero mojón en la historia de la humanidad. Cuatro meses más tarde, el 31 de enero del 1958, era Estados Unidos el que ponía su primer satélite en órbita, el Explorer 1, y desde entonces no sé cuántos cientos o miles de satélites se han lanzado.
Sería bueno ubicar qué papel juega un satélite artificial. Por supuesto que hay distintos tipos de satélites artificiales, veamos algunos ejemplos de cómo han cambiado nuestras vidas.
GV - Los primeros satélites eran esencialmente de posición. El segundo, el que llevaba a la perra Laika tenía una finalidad en cierto modo de investigación científica, ver cómo soportaba un ser viviente las condiciones de ingravidez a bordo de un satélite artificial. Es de todos conocida la experiencia, la perra vivió una semana y luego se la envenenó para que no muriera por inanición o por falta de oxígeno. Ya a partir de entonces los satélites empezaron a llevar cargas de instrumentos. Los primeros instrumentos, los primeros satélites medían radiación cósmica, radiación proveniente del espacio exterior, y algunos otros parámetros vinculados con el campo magnético de la Tierra.
Así se fue haciendo un fondo, una base de datos muy importante para los científicos, especialmente para los geofísicos. Pero rápidamente, ya en el 58, empezaron a aparecer satélites con fines utilitarios. Por ejemplo, Estados Unidos puso en órbita un gran globo de unos 30 metros de diámetro, hecho de un plástico aluminizado, que brillaba mucho, en la noche se lo veía muy bien, y cuya finalidad era rebotar ondas de radio. Se dirigía hacia él un haz de ondas de radio con una pantalla parabólica y desde otros lugares de la Tierra se podía recibir ese rebote. Era lo que se denomina un satélite de retrasmisión pasiva de comunicaciones. Poco después empezaron a aparecer los satélites activos de retrasmisión, de los cuales en este momento hay varios centenares en órbita. Son los que se encargan de retrasmitir, por ejemplo, las señales de televisión al mundo entero y las señales de microondas de los celulares.
Luego apareció otro tipo de satélites, los satélites meteorológicos. La meteorología pegó un salto adelante inmenso a partir de la aplicación de imágenes satelitales. No olvidemos que antes la meteorología se hacía en bases locales, nosotros sabíamos lo que había a nuestro alrededor, medíamos ciertos parámetros y teníamos que comunicarnos con otras bases para armar un mapa de una determinada región. A través de un satélite de información es enormemente más específico. Y aclaremos, no se trata simplemente de ver dónde hay nubes y dónde no, actualmente hay satélites que permiten establecer temperaturas, presiones, grados de humedad, sobre todo un continente o toda una amplia región de la Tierra, con lo cual la información que se tiene en materia meteorológica es inmensamente mayor.
Por supuesto, no hablemos de otros satélites cuyos fines son un poco espurios, los de espionaje, aquello de que no podemos salir a la calle en paños menores porque de pronto nos están filmando desde arriba. A un amigo mío le ocurrió que revisando Google Earth encontró la fotografía de su casa y su coche con la puerta abierta, quiere decir que en ese momento estaba entrando o saliendo. Por las dudas cuando miren para arriba sonrían porque los están filmando, como dice en las cámaras de seguridad de los comercios.
EC - También podríamos citar los satélites de posicionamiento, los GPS.
GV - Claro, los GPS, que constituyen un avance muy importante para la navegación. A pesar de que todavía a los marinos y aviadores del mundo entero se les enseña el uso del sextante, por las dudas, hoy prácticamente nadie hace uso de ese instrumento, porque los satélites GPS permiten establecer la posición con un metro de error solamente. Esas cosas que son absolutamente fantásticas.
Y una multitud de otros satélites de usos muy específicos. Por ejemplo, hace pocos días llegaba información de un satélite que fue lanzado hace ya algunos años para verificar cierto aspecto de la teoría general de la relatividad y que acababa de confirmarla positivamente. El satélite como tal es un cuerpo puesto en órbita en torno a la Tierra, lo que pasa dentro del satélite es tema de los científicos y de los técnicos que lo programaron.
EC - Tengo algunas preguntas de la audiencia. Por ejemplo, alguien quiere saber si el Sputnik I sigue orbitando. ¿Qué pasó con él?
GV - Murió por marzo del 58. Ocurre lo siguiente, nosotros decimos que los satélites están fuera de la atmósfera de la Tierra, pero la pregunta es dónde termina la atmósfera de la Tierra. Sabemos que el océano de aire que nos rodea tiene una determinada densidad y una presión aquí a nivel del mar, pero esa densidad y esa presión van disminuyendo rápidamente con la altura. Se estima que por arriba de los 160 o 180 kilómetros la densidad y la presión son mínimas. Tan es así que los primeros satélites se lanzaron con órbitas bajas pensando que no iban a sufrir rozamiento atmosférico. Después se verificó que el rozamiento atmosférico sigue existiendo mucho más arriba. De modo que todos estos satélites, hasta unos 300 o 400 kilómetros de altura por lo menos, sufren rozamiento atmosférico. Este rozamiento cambia según la actividad solar. Aquello del ciclo de manchas solares cuando hay un máximo de manchas solares, la atmósfera de la Tierra crece en altura y los satélites sufren mayor frenamiento. Prácticamente todos esos satélites de la primera etapa han muerto hace ya mucho tiempo, han caído en la atmósfera. Los que van a permanecer probablemente en forma indefinida son los satélites llamados geoestacionarios, que se ubican en una órbita a 34.000 kilómetros de altura sobre la tierra. De modo que emplean exactamente un día en dar su vuelta alrededor del planeta, y como están moviéndose en el mismo sentido que la rotación de la Tierra, para un observador situado en un lugar el satélite permanece fijo sobre su cabeza permanentemente. Son los que se emplean en telecomunicaciones.
EC - ¿Qué podemos agregar si miramos hacia delante? ¿Cuál es el futuro de los satélites artificiales?
GV - Todo lo que sea necesario investigar en el espacio, fuera de la atmósfera terrestre, se hace por medio de satélites artificiales. En una primera etapa se lanzaban lo que se llamaba cohetes sonda, que subían hasta una altura de cientos o miles de kilómetros pero tenían una vida útil muy efímera, de unos pocos minutos. El satélite nos permite realizar investigaciones de una longitud indefinida. Desde hace años se está construyendo un elefante blanco en órbita, la Estación Internacional Espacial, que por ahora no ha demostrado utilidad alguna, ha sido duramente criticada en los medios científicos. Se estima que esa Estación Espacial Internacional fue un proyecto de Estados Unidos para tomar control del sistema de cohetería de los rusos, por la sencilla razón de que se obligaban por convenio a hacer un lanzamiento aquí y un lanzamiento allá, entonces los rusos no podían tirar un solo cohete sin que estuviera en el conocimiento de los estadounidenses. Por ahora esa estación no sirve de gran cosa, únicamente ocasiona gastos.
No obstante eso, para un futuro, si recordamos la película 2001, odisea del espacio, podríamos tener una verdadera estación en órbita en torno a la Tierra que sirviera como hotel de veraneo. ¿Por qué no?
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Edición: Mauricio Erramuspe