Entrevistas

Científico uruguayo propone cambio radical en educación terciaria

Científico uruguayo propone cambio radical en educación terciaria

"Lo que hace falta es una excelente universidad localizada en el interior, no para que la gente del interior se quede, sino para que la gente de Montevideo vaya a buscar excelencia". Así opinó el doctor Daniel Gianola, ingeniero agrónomo uruguayo radicado en Estados Unidos, recientemente distinguido con un Doctorado Honoris Causa, al ser consultado por En Perspectiva sobre sus propuestas para la educación superior. El científico enfatizó los conceptos de calidad, flexibilidad e innovación y sostuvo que se debe replantear la estructura universitaria de modo de otorgar más participación a la sociedad y reducir la influencia del orden estudiantil. En caso de que estos cambios no se realicen, "Uruguay perderá importancia relativa en generación de conocimiento y de propiedad intelectual de alto valor", lo único capaz de mejorar la calidad de vida de los habitantes, según recalcó.


(emitido a las 8.55 hs.)


EMILIANO COTELO:
"Uno de los desafíos de hoy consiste en formar agrónomos que, a la vez de cubrir las necesidades tecnológicas del sector, incorporen inteligencia a lo que la tierra provee, pero con miras a productos de alto valor y calidad. Para hacerlo efectivamente, nuestros estudiantes deberán dominar el ingles, además deberán tener una formación cuantitativa mucho mas sólida, con conocimientos mas profundos de matemáticas y de ciencia dura, también deberán poseer conocimientos más profundos de biología molecular y de bioinformática" y "muy particularmente, estar expuestos a experiencias que incluyan componentes creativos, y que estimulen la imaginación, la innovación y el espíritu de empresa".

Esta apelación pertenece a Daniel Gianola, un científico uruguayo egresado de la Universidad de la República, que la semana pasada fue distinguido con el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Agronomía.

Desde los años 70 Gianola está radicado en EEUU, donde realizó sus posgrados y el grueso de su investigación, aunque también ha trabajado en Alemania, Dinamarca, Francia, España y, sobre todo, en Noruega.

Actualmente es profesor de Mejoramiento Genético del Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de Wisconsin - Madison. Su labor académica ha influido de manera decisiva en el desarrollo mundial de los programas de mejora animal durante los últimos 30 años. Muchos de los métodos que se utilizan hoy de manera rutinaria en los programas de mejora genética animal tienen su origen en el enfoque innovador y original que propuso Gianola, basado en una perspectiva estadística-genética.

Además recibió el premio Mitchell en docencia postgrado en la Universidad de Illinois en el año 1983 y los premios Lush y Rockefeller Prentice en 1989 por excelencia en investigación. En 2007 recibió el premio Alexander von Humboldt de la Fundación Alexander Von Humboldt, Alemania.

Pero Gianola no se queda encerrado en su gabinete. Discute sobre la realidad de nuestro país y es muy crítico de la situación de la educación superior. En su discurso en la facultad, Gianola habló en particular de cómo debe cambiar la formación de los profesionales vinculados al agro, pero también reclamó un sistema educativo más ágil, más flexible, más eficiente que el actual, y en el cual se premie la excelencia de manera explícita.
 
Para hablar de varios de estos temas recibimos esta mañana en los estudios de El Espectador al doctor Daniel Gianola.


***


EC – Doctor Gianola, buenos días y felicitaciones por este nuevo Doctorado Honoris Causa que usted recibe.

DANIEL GIANOLA:
Buenos días y muchas gracias por su gentil invitación, me es particularmente grato asociar la imagen a la voz. Mucho gusto, Emiliano.

EC – El doctor Gianola es un oyente frecuente de El Espectador a través de internet, en particular de las tertulias. Hemos recibido varios mensajes y correos electrónicos suyos.

DG – Así es, El Espectador es parte de mi equipaje constante, me acompaña en mis viajes a Europa, en mis viajes a Asia y es además una fuente de información excelente sobre la situación del país y del mundo.

EC – Es un honor para nosotros, francamente.

DG – El honor es mío, muchas gracias.

EC - Usted lleva casi 40 años viviendo en el exterior, pero a través de internet, por ejemplo, se mantiene en contacto muy fluido con nuestro país. Al mismo tiempo tiene un grupo de amigos con el cual está permanentemente comunicado. Le apasionan en particular la política y el fútbol, que sigue día a día. Pero además viene a menudo a Uruguay, ¿con qué frecuencia?

DG – Todos los años, una vez por año, generalmente a mitad de diciembre y me quedo hasta mitad de enero que es cuando se reinicia el año académico en el calendario de la Universidad de Wisconsin.

EC – ¿Y dónde se queda cuando pisa suelo uruguayo?

DG – Tenemos un apartamento en Montevideo, que es mi casa, y generalmente vamos a Punta del Este las dos primeras semanas de enero. Ahora mi esposa está con una bronquitis aguda de manera que los planes están un poco en suspenso.

EC – La lista de reconocimientos que usted ha cosechado en el exterior es impresionante. Por ejemplo, ha recibido el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Politécnica de Valencia en 2002 y en la Universidad de Göttingen, Alemania, este año.

DG – Sí, en junio de 2009.

EC – ¿Esperaba que también le otorgaran el Doctorado Honoris Causa acá, en la Universidad de la República?

DG – No, fue completamente sorpresivo. Yo me encontraba en la Universidad de Alabama en una visita de carácter científico discutiendo el uso de técnicas de genética animal y genética humana, sonó mi celular y era el decano de la Facultad de Agronomía informándome de este reconocimiento. Verdaderamente no sabía que se había iniciado esta idea de reconocerme como doctor Honoris Causa, fue totalmente sorpresivo.

EC – Además no son frecuentes los doctorados Honoris Causa en la Facultad de Agronomía.

DG – Hay dos versiones. Una es que es la primera vez que se otorga un Doctorado Honoris Causa, pero después aparentemente recurrieron a un funcionario con 60 años de actividad y parece que se concedió otro a mediados del 40. Pero habría que ir a las fuentes, mi conocimiento es anecdótico.

EC – Durante el acto de la semana pasada en la Facultad de Agronomía el profesor Jorge Urioste fue quien fundamentó la entrega del Doctorado Honoris Causa, y destacó: "El Prof. Daniel Gianola es un científico que ha influido notablemente en el desarrollo mundial de los programas de mejora animal durante los últimos 30 años". Y agregaba lo que yo citaba hace un rato: "Muchos de los métodos implementados hoy en día de manera rutinaria en los modernos programas de mejora genética animal fueron originados en su visionario enfoque de la investigación científica".

¿Cómo es que un ingeniero agrónomo se dedica a la mejora genética animal? No es algo obvio, ¿no debería ser tarea de un veterinario?

DG – No, la historia es muy sencilla. En 1967 yo hice un curso de Zootecnia dictado por el profesor Jaime Rovira, quien recién había regresado de EEUU tras hacer un master en mejoramiento genético animal en el cual introdujo las bases científicas de la genética cuantitativa. La genética cuantitativa se ocupa de características complejas como producción de leche, crecimiento animal, resistencia a las enfermedades y tiene una carga matemática bastante razonable, lo cual excluye a los veterinarios a priori. En casi todos los países del mundo el mejoramiento genético ha estado radicado en facultades de agronomía, pero hoy en día esa división de facultades es absolutamente obsoleta porque la estructura universitaria ha cambiado enormemente en los últimos 50 años.

EC – En todo caso parecería que la formación que usted recibió en la Facultad de Agronomía fue suficientemente flexible, por lo menos para encarar este tipo de desafíos.

DG – Era muy amplia, teníamos 33 materias en las cuales se incluían Fundamentos de Estadística, Genética General y este curso que le acabo de mencionar. Pero tuve mucho que aprender en el postgrado.

EC – ¿En aquella época estaba la costumbre de los postgrados?

DG – No, era muy incipiente. En la facultad se había producido un cambio muy renovador, se firmó un convenio con la universidad estatal de Iowa, comenzaron a enviar profesores a hacer masters –hoy en día un master es una cosa absolutamente común en los EEUU– y cuando esos profesores comenzaron a regresar me impresionó la manera en que manejaban la información, cómo la presentaban. Fue el momento en que la agronomía en Uruguay comenzó a convertirse en una ciencia. De manera que era absolutamente exótico.

Otra cosa que ocurrió es que cambiaron los planes de estudio, se pasó del régimen anual a un régimen semestral, con evaluaciones intensivas, con métodos parciales, de manera que fue un cambio absolutamente revolucionario.

EC – Le sugiero que se ponga los auriculares porque en línea telefónica está la ingeniera agrónoma Rosanna Dellazoppa, coordinadora de la Tertulia Agropecuaria, que estuvo en el acto que usted protagonizó la semana pasada.

ROSANNA DELLAZOPPA:
Quería hacer un pequeño agregado, porque me parece que hay dos cosas de lo que le preguntaste al doctor Gianola que está bueno sean recalcadas por alguien de afuera. Primero sobre el otorgamiento del título doctor Honoris Causa. Solamente una persona con la trayectoria, el afecto y la generosidad con que ha compartido todos los conocimientos puede provocar que alguien, en este caso Urioste, haga todo el seguimiento y lo que se necesitaba, el protocolo, para lograr el camino necesario hasta el otorgamiento de ese título. Fue una ceremonia muy afectiva, con mucho contenido académico y espiritual, y creo que eso explica por sí solo que alguien se haya tomado todo ese trabajo y ese tiempo para lograr entregárselo.

Sobre la formación de la carrera de Agronomía quiero resaltar un punto importante a favor de la Universidad de la República (UdelaR) y la posibilidad de formar profesionales con esas características. Yo soy un poco más joven que el doctor Gianola pero también obtuve una formación de una facultad riquísima, con una base biológica muy amplia, y he tenido compañeros de generación que han realizado postgrados o se han especializado en diferentes áreas, característica fundamental que permite nuestra facultad al tener determinadas materias, y, como en el caso de él –el doctor Rovira fue un ejemplo para nosotros como profesor–, muchas veces un excelente profesor es lo que nos determina luego el rumbo de nuestro futuro.

DG – Muchas gracias Rosanna. Quiero hacer una precisión, otra persona que intervino decisivamente en la preparación de la nominación –eso naturalmente lo supe a posteriori– es el doctor Hugo Naya, jefe de la Unidad Informática del Instituto Pasteur de Montevideo.

Y estoy totalmente de acuerdo, la formación que recibí acá en la Facultad de Agronomía fue la piedra fundamental que me permitió después seguir aprendiendo. El otro día cuando se otorgaban los títulos comenté que en la facultad aprendí a aprender y posteriormente empecé a especializarme, tuve que enfatizar más las áreas de matemáticas, estadísticas, computación, y poner todo eso en el contexto de los planes de selección animal que es mi área de interés.

RD – Me parece interesantísimo lo de "aprendí a aprender", porque increíblemente no todas las carreras enseñan eso y por eso yo quería rescatarlo. Muchas veces se nos dice que los agrónomos jugamos en todas las canchas y creo que básicamente es por la posibilidad que nos da la propia formación.

EC – Según lo que subrayaba el profesor Urioste, en la ceremonia de la semana pasada, sus contribuciones a los programas de mejora animal se dieron "principalmente a través de sus innovadores y originales aportes metodológicos, hechos desde una perspectiva estadística-genética". ¿Podríamos explicar un poco mejor cuáles fueron efectivamente sus contribuciones?

DG – Sí, pero no va a ser fácil explicar el fundamento metodológico. El tema en el cual yo incursiono es tratar de predecir el valor genético de los reproductores y su impacto en las poblaciones de animales. Y como las características son complejas y sujetas a fuentes de variación ambiental muy importantes es necesario separar la señal del ruido y para ello se utilizan métodos estadísticos que pueden ser más o menos complejos. Tal vez mi contribución, que se ha catalogado como innovadora, es la de utilizar una teoría de probabilidades que era muy poco común, llamada probabilidad inversa, en el campo de la mejora genética.

EC – ¿Qué es lo de la "probabilidad inversa"?

DG – Nosotros observamos efectos y nunca sabemos las causas, generalmente tenemos incertidumbre con respecto a ellas. Entonces lo que queremos hacer es invertir el proceso, en vez de decir que las causas producen los efectos nos postulamos la pregunta ¿qué nos pueden decir los efectos sobre las causas? Entonces hay una incertidumbre: al no saber cuál es la causa, la probabilidad de que sea la causa A es tanto, la de B es tanto, la de C tanto, etcétera. Eso se llama probabilidad inversa.

EC – ¿Cómo se aplica de manera práctica esta forma de trabajar?

DG – Vamos a suponer que las causas es el valor genético del animal, generalmente no sabemos el valor genético del animal para características complejas. Los efectos son el registro de producción. Aparte del registro de producción observamos genealogías, la generaciones de parentesco entre animales, y hoy, especialmente en los últimos cinco años, contamos con información de marcadores moleculares masivos. En cada animal podemos poseer información sobre 50.000 genes, que no son necesariamente los genes ligados a la producción pero son marcadores ligados física o estadísticamente a los genes. Esos tres tipos de información los usamos para construir modelos estadísticos y simplemente con computadoras, supercomputadoras o con técnicas parecidas a las del Google usamos lo que se llama "inteligencia artificial", una serie de procedimientos matemáticos que nos permiten aprender sobre el estado de la naturaleza sin necesariamente entenderlo.

EC – ¿Cuáles serían algunos ejemplos de su utilización?

DG – Yo he trabajado fundamentalmente en vacunos de leche porque el estado de Wisconsin es el estado más importante en número de vacas. Lo era en producción total pero eso pasó a California, hubo un desplazamiento hacia el oeste de EEUU. También he trabajado mucho en los países escandinavos, particularmente en Noruega.

He desarrollado métodos para evaluar genéticamente los animales para la resistencia de las enfermedades como la mastitis, que es una enfermedad muy importante de la glándula mamaria y que en EEUU causa pérdidas anuales de 2.000 millones de dólares, no solamente en tratamientos veterinarios sino en pérdida de animales, caída de producción y pérdida de calidad de la leche.

Esos métodos son genéricos, se pueden utilizar con cualquier especie, en cualquier tipo de producción. Incluso se han utilizado en árboles, en poblaciones naturales desde el punto de vista evolutivo y en humanos.

EC – ¿Cómo es eso?

DG – Porque los métodos son neutros.

EC – ¿Cómo sería su aplicación en humanos? Algún caso concreto.

DG – Vamos a suponer que tenemos un paciente que ha sido diagnosticado con un cáncer de próstata en estado T2A con una histología de Gleason de 7 y un PCA de biopsia de un 7.8. Ese paciente se hace un escaneo y resulta que el cáncer está localizado. Tiene que optar por un tratamiento. Hoy en día existen no menos de 25 tratamientos para el cáncer de próstata y lo único que se sabe son los análisis clínicos, que dan informaciones sobre el comportamiento promedio de determinados tratamientos. Hoy en día, con la información molecular para cada paciente, sería posible desarrollar modelos de predicción para calcular la probabilidad de que si este paciente opta por el tratamiento A tenga la posibilidad de estar cinco años libre de la enfermedad, por ejemplo, y si escoge el tratamiento B cuál va a ser la probabilidad correspondiente.

EC – Estamos hablando de medicina personalizada, un tratamiento absolutamente personalizado en función de las características de ese individuo que tiene ese problema concreto.

DG – Exactamente. Y en el área de cáncer de próstata específicamente existe mucha ambigüedad, porque hoy en día no se sabe si la cirugía es más efectiva que la radioterapia. En realidad la radioterapia ha avanzado mucho más que la cirugía en los últimos 20 años, de manera que la información genómica puede ser un suplemento fundamental.

EC – ¿Rosanna sigues escuchando?

RD – Sí, atentamente, pero ya superó totalmente mis conocimientos.

EC – ¿Cuáles son tus comentarios a partir de toda esta explicación?

RD – El potencial que tiene, su posibilidad de usos. Yo me había centrado básicamente en los ejemplos que él había mencionado ayer, cuando estuvimos tratando de comprender todo lo que él había hecho en esos 40 años referidos a fertilidad y a resistencia a enfermedades.

EC – Doctor Gianola...

DG – En realidad son 39 años, cuando llegamos después de los 60 empezamos a sacarnos la edad. Es cierto, también hay otras aplicaciones. Supongamos que tenemos dos especies, el orangután y el chimpancé, y queremos saber en cuáles regiones genómicas ha actuado la selección natural o cuáles regiones genómicas están asociados con diferencias entre especies. Estos métodos también se pueden adaptar para detectar aquellas regiones genómicas que están relacionadas o involucradas en los procesos evolutivos. También para comparar poblaciones, vacas de alta producción con vacas de baja producción, y tratar de ver cuáles son los genes o qué áreas de los cromosomas están involucradas con la producción de leche por ejemplo.


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EC – Para estos avances en los que ha sido protagonista en estas décadas, ¿con qué equipo contó?, ¿en qué medida hubo uruguayos respaldándolo o interviniendo en esas tareas?

DG – Mi matriz de responsabilidades es 80% de investigación y 20% de docencia. Dentro de la docencia –yo dicto cursos de nivel doctoral– se encuentra también la supervisión de tesis de doctorado y postdoctorado. Mis investigaciones han sido financiadas por el Departamento de Agricultura de EEUU y por la Fundación Nacional de Ciencias de ese país. A través de esos proyectos he contratado estudiantes, hoy generalmente estamos dominados por estudiantes originarios de la República China.

EC – Es todo un dato del cual enseguida vamos a hablar.

DG – Pero han pasado por mi laboratorio unos cuantos uruguayos. La primera fue la doctora Alicia Carriquiry, que hoy es profesora de estadística en Iowa; y el último, que se acaba de doctorar en agosto, es el doctor Gustavo de los Campos, que va a ir a Alabama justamente a trabajar en un grupo de genética humana utilizando los métodos que hemos desarrollado; yo sembré las ideas y él las ha llevado a un nivel de perfeccionamiento mucho más allá de lo que yo pensaba.

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ROSANNA DELLAZOPPA
Un reconocimiento publico: al decano de nuestra facultad, Fernando García Prechac, que ha permitido este reconociemnto y tiene tantas propuestas para mejorar y coordinar con UTU la formación agropecuaria en estos tiemposa; y a la Udelar, que envía embajadores de excelente formación al mundo. Un agradecimiento al Dr. Gianola por compartir lo aprendido con tantos colegas y con la sociedad toda y una sugerencia para el nuevo gobierno: invitemos a  esta gente con visión externa y formación académica de altisimo nivel para mejorar en los planes de educación, que es por donde pasa el desarrollo en última instancia.

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EC - También me interesa hablar con usted a propósito de la educación superior, ¿qué análisis hace usted de cómo está funcionando hoy, ya en pleno siglo XXI?

DG – Acá en Uruguay las metáforas futbolísticas son muy efectivas...

EC – ...y a usted le gusta el fútbol.

DG – A mí me gusta el fútbol. Vamos a suponer que Uruguay no estuviera incluido entre los primeros 20 del ranking de la FIFA; eso causaría consternación. Si no estuviéramos en los primeros 40 el país estaría en conmoción, y si no estuviéramos entre los primeros 200 el país ardería en llamas. Creo que es bien sabido en Uruguay que hay una organización en China, la Universidad Jiao Tong en Shanghai, que hace evaluaciones internacionales de universidades que por supuesto utiliza una metodología –que podrá ser compartida o no– que enfatiza extraordinariamente la investigación; las instituciones de educación superior de Uruguay no aparecen ni en los primeros 200, de manera que tenemos verdaderamente un problema sumamente serio.

¿Qué es lo que ha ocurrido con el mundo universitario en general? Tenemos que retrotraernos 300 años atrás. Hace 300 años la universidad europea era un magneto: París, Bolonia, en Gran Bretaña Oxford y Cambridge –que fueron las primeras universidades residenciales– y Alemania, que inventó la universidad de investigación; todo eso antes de que existiera EEUU. Ayer me tomé el trabajo de mirar el ranking de noviembre de la Universidad de Jiao Tong y miré en tres sectores: en ingeniería y computación las 10 primeras universidades del mundo son estadounidenses; en Matemáticas y Ciencias Naturales las ocho primeras son estadounidenses y a esas se agregan Cambridge y la Universidad de Tokio; en Agricultura y Ciencias de la Vida las ocho primeras son estadounidenses, seguidas por Cambridge y Oxford. El 70% de los premios Nobel se encuentra en EEUU, el 20% de la producción de artículos en ciencia e ingeniería se publica en EEUU y el 44% de los artículos más citados en ciencias se produce en EEUU. De manera que tenemos un modelo, por lo menos para considerar.

Los países emergentes han respondido muy decisivamente, hay tres casos en particular. Uno es Singapur, que ha desarrollado una isla de conocimiento a través de una universidad que está muy bien rankeada internacionalmente. En la India han emergido los institutos de tecnología, en particular el Indian Institute of Technology que hoy en día produce ingenieros competitivos con los del legendario MIT. Y en China, donde yo estuve tres veces: en 1980, antes de que se instalara el capitalismo, en 2007 y en 2008. En 1980 la situación universitaria era extraordinariamente mala. Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de China pensamos que es un monstruo, pero lo es simplemente por la escala porque el ingreso per cápita de China es inferior al 50% del ingreso per cápita de Brasil. En la provincia de Sichuan se está construyendo una universidad siguiendo el modelo estadounidense, que además es el modelo europeo de hoy. En Alemania, como respuesta al desafío americano –como decía Jean-Jacques Servan-Schreiber en 1968– se empezó a reconocer la excelencia. Se han creado centros de excelencia entre los cuales está la Universidad Tecnológica de Munich y el Instituto Tecnológico de Karlsruhe, que es uno de los puntos fundamentales de referencia en nanotecnología. China está siguiendo ese modelo, el del campus universitario en el que se concentran todas las áreas y se generan pasarelas extraordinariamente flexibles. El concepto de la educación superior cambia drásticamente; ya no se piensa con fines profesionalistas como acá, que todavía tenemos este sistema napoleónico de contadores, abogados, escribanos, odontólogos, etcétera, sino que se considera un primer ciclo de educación terciaria y las carreras profesionalistas pasan a considerarse como un postgrado. Es un modelo muy interesante.

Hay países como Portugal, que hace 10 años –antes del ingreso a la Unión Europea– era muy comparable a Uruguay y gracias a los gobiernos de Holanda y de EEUU se empezaron a desarrollar campus. Yo tuve la oportunidad de visitar el de Vila Real, en el norte, en la zona de producción de vinos de Oporto; el de Algarbe, en el Mar Mediterráneo; y el de Évora, más cerca de Lisboa, y lo que ha cambiado ese país es extraordinario. A cada uno de esos campus le introdujeron dinámicas locales muy interesantes de manera que hoy los estudiantes del interior de Portugal no tienen que ir a Lisboa, a Coimbra o a Oporto sino que es al revés, los estudiantes de Lisboa y de Oporto van a estudiar al interior, y eso es lo que hace falta en el Uruguay. Lo que hace falta es una excelente universidad localizada en el interior, no para que la gente del interior se quede sino que para que la gente de Montevideo vaya a buscar excelencia. En tanto ese proceso no se revierta y en tanto no se generen estructuras universitarias diferentes a las actuales en el sistema público, eso va a ser irreversible. Yo estoy acá de vacaciones, leo los diarios, y he leído no menos de 10 propuestas de generar escuelas y pequeños colegios en el interior y creo que es una receta al fracaso.

EC – ¿Por qué?

DG – Porque eso va a llevar inexorablemente a desperdigar los recursos en pequeñas escuelitas que van a necesitar apoyo lateral de ciencias básicas, de otras áreas de aplicación. Y en un país como este en el cual es perfectamente posible transitar [rápidamente] –yo lo hice la semana pasada, en cuatro días fui de Montevideo a Melo, de Melo a Salto, de Salto a Montevideo– no tiene ningún sentido estar abriendo una escuelita en Colonia, otra en Artigas, otra por aquí, otra por allá.

EC – ¿Cuál es su propuesta?

DG – Mi propuesta es que Uruguay, de la misma manera que acaba de invertir 165 millones de dólares en un aeropuerto, genere una universidad pública de excelencia, con una normativa completamente diferente a la de la UdelaR, en el interior.

EC – Cuando usted dice "una universidad pública orientada a la excelencia" ¿de qué habla? Quizás ese término no es suficientemente común, no está suficientemente manejado en el discurso político, ¿por qué el énfasis en la excelencia?

DG – Veamos lo que está pasando con el sistema de educación pública en Uruguay. Tenemos una universidad extraordinariamente grande, con una normativa mala. La ley orgánica en este momento es en realidad una restricción al cambio; a pesar de los esfuerzos enormes que se hacen dentro de la universidad para modificarla es un sistema muy ineficiente, con carreras largas, con una tasa de deserción enorme. Y además, a pesar de que dice ser gratuito, en realidad se penaliza al eficiente a través del impuesto solidario, porque el que paga es el que se gradúa pero el 80% que deserta y que consume recursos universitarios y sociales no contribuye al financiamiento de la universidad.

EC – Es una observación interesante que pocas veces se hace.

DG – Otro comentario que quiero hacer es que la aversión a las matemáticas que existe en este país conduce a la irracional situación actual, en la que estamos produciendo un número excesivo de abogados y de escribanos que no van a contribuir a generar el conocimiento y la dinámica que es necesaria hoy en día para que nuestro país emerja y se convierta en competitivo a nivel internacional.

EC – Usted ha citado ejemplos de EEUU, de estados en los que directamente se pone un cupo a la formación de abogados.

DG – También a la formación de doctores, también a la formación de veterinarios. Hay que administrar los recursos, no son infinitos.

EC – Pero entonces su razonamiento es que la UdelaR como tal tiene muchos problemas y no tiene sentido intentar reformarla, y por lo tanto de lo que se trata es de crear otra, con otras características y además implantada en el interior, ¿por ahí va?

DG – Yo creo que son dos aspectos diferentes. El primero es el interés de generar un polo de desarrollo a través de una universidad de excelencia en el interior. El segundo es en qué medida es posible cambiar la normativa, la estructura de la UdelaR.

Hace 20 años que vengo leyendo propuestas sobre cambios drásticos. Recuerdo una propuesta de los cuatro famosos decanos de hace más de 20 años y la estructura sigue igual, es la misma normativa, el mismo cogobierno, la ponderación excesiva del orden estudiantil; esto usted no lo va a encontrar en ninguna universidad seria del mundo. No es posible que los estudiantes, que no conocen, que no tienen experiencia, que todavía no tienen la posibilidad de proyectarse hacia el futuro, tengan un peso tan fuerte en la conducción universitaria.

Otra cosa notoria de la normativa actual de la UdelaR es que la sociedad no está presente; están presentes los docentes, los egresados y los estudiantes pero no hay ningún sistema de regentes que garantice un vínculo más fuerte entre la sociedad que financia la estructura universitaria y la universidad y su propio funcionamiento. Con esto no quiero decir que me oponga a la autonomía universitaria, todo lo contrario; la universidad tiene que ser autónoma, pero necesita una gestión universitaria, competente y profesional que a la vez responda a la sociedad. Lo que tenemos ahora no lo hace.

EC – En su discurso la semana pasada usted dijo en un momento: "Esto fue lo que encontré en los EEUU en el contexto general del modelo anglosajón de educación superior: un flexible mundo universitario de puertas abiertas donde la esgrima intelectual, la tolerancia y el fair play posibilitan la emergencia de libres pensadores como Bertrand Rusell".

DG – Así es.

EC – ¿Por qué se detenía en aquel ejemplo, por qué mencionaba a Bertrand Rusell? ¿Por qué iba a esta parte de su experiencia?

DG – Como usted ha dicho, yo me ausenté hace 39 años. Me fui en 1971 en un momento en que el país había ingresado a una espiral de radicalización y cuando llegué a los EEUU y me encontré con que era perfectamente posible ir a un seminario al departamento de sociología en el cual habían puntos de vista extraordinariamente diversos de los problemas. Me llamó muchísimo la atención la forma en que se discuten los temas, todas las ideas pueden ser consideradas y debatidas con tolerancia, con respeto. Creo que la semilla del liberalismo intelectual que existía en Uruguay está volviendo a emerger en los últimos años.

EC – Desde la audiencia, y a propósito de lo que usted mencionaba al principio sobre la ubicación que Uruguay tiene en los rankings universitarios a nivel mundial, le hacen una puntualización. Gastón dice: "La universidad tiene más que un rol académico, tiene también un rol social que esas estadísticas no engloban". ¿Qué comenta usted sobre este punto?

DG – Mire, es muy bonito lo que dice y sería muy difícil estar en contraposición a eso pero por algo existe la especialización en las funciones, con ese criterio la universidad tendría que hacer muchas cosas y los odontólogos también. El rol fundamental de la universidad es generar conocimientos, formar cuadros y preparar a los recursos humanos para que generen una sociedad de mejor calidad. Si la universidad se va a poner a ofrecer servicios sociales y a orientar políticas económicas, se desvirtúa su sentido y creo que le hace daño más que beneficiarla. Pero es cierto, y estoy de acuerdo con Gastón, que es necesario que la universidad genere mecanismos para que la gente desarrolle sensibilidad social, eso no es para nada contrapuesto a lo que yo he sugerido.

EC – ¿Qué pasa si el Uruguay no pone en marcha una nueva universidad con las características que usted recién señalaba, liderando un gran polo de desarrollo en el interior del país?

DG – Este país va a perder importancia relativa en generación de conocimiento, va a perder la posibilidad de generar propiedad intelectual de alto valor que va a atraer redundantemente valor al Uruguay y mejorar la calidad de vida de los habitantes. En el año 2000 hubo una reunión en Lisboa en la cual se decidió que la universidad europea tenía que formar una sociedad de conocimiento porque era a través del conocimiento que se iba a mejorar la calidad de vida de los europeos y no a través de trabajar más o de producir más volumen físico.

EC – ¿Estamos a tiempo? Porque los países desarrollados e incluso algunos emergentes que usted citaba recién –India, China– nos han sacado una ventaja considerable.

DG – Siempre se está a tiempo. Cuando Apple generó la computadora de 64K y después las primeras versiones de Macintosh, ¿quién iba a pensar que la computadora personal iba a tener el rol que hoy tiene? Lo que no hay que hacer es perder tiempo, y hay que tratar de remar más fuerte que los otros.

EC – ¿Cómo debe encararse la formación universitaria en las profesiones vinculadas al agro?

DG – El otro día después de la ceremonia de doctoramiento el decano de la Facultad de Agronomía hizo una serie de presentaciones sobre nuevas carreras, nuevas licenciaturas y me parece que hay un esfuerzo extraordinariamente serio. Lo importante es generar una fase terciaria en los primeros cuatro años que sea lo suficientemente flexible como para que la gente se oriente en diferentes direcciones, incluso pasar por ejemplo de Agronomía a Derecho o de Derecho a Ingeniería o de Ingeniería a Medicina Veterinaria. Con la estructura actual es prácticamente imposible.

EC – ¿Y qué ingredientes son fundamentales en esa formación? Usted hablaba por ejemplo de las matemáticas, en particular de la estadística, ¿qué más? Y, sobre todo, ¿de qué manera?

DG – En el área de Biología indudablemente matemática, biología molecular y bioinformática son absolutamente esenciales. Hoy en día en China un estudiante de la licenciatura en Biología sabe resolver ecuaciones diferenciales parciales, escribe en tres o cuatro lenguajes de programación avanzados como Java, Pearl y Python, puede manejar bases de datos, puede extraer información de las bases de datos públicas y puede generar conocimiento simplemente a través de internet. Ese es el tipo de elementos a los cuales me refiero en el área científica.

Y creo que también es importante que la gente que está orientada a las ciencias sociales o al derecho tenga una formación matemática más fuerte porque eso induce estructuras de pensamiento lógico que después son útiles no solamente desde el punto de vista profesional sino también para la sociedad. ¿Cuántas leyes existen en este país que son absolutamente ilógicas y contradictorias? Yo creo que eso tiene mucho que ver con la carencia de formación de matemáticas rigurosa en la enseñanza secundaria.

EC – Volviendo a los futuros agrónomos, en su disertación de la semana pasada decía que agregado a esos componentes que recién venía desarrollando habría otro: "muy particularmente estar expuestos a experiencias que incluyan componentes creativos y que estimulen la imaginación, la innovación y el espíritu de empresa". Esto quizás suena bastante más abstracto, ¿podemos bajarlo a tierra?

DG – Sí, por ejemplo con respecto a experiencias creativas que desarrollan el espíritu de innovación, como generar pasantías con empresas. Eso es muy común en EEUU y en Europa. Mi hijo por ejemplo es profesor de nanotecnología en la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia. Él trabajó durante toda su carrera, como lo hace la gran mayoría de los estudiantes en EEUU, y todos los veranos iba a trabajar por ejemplo en Boston Scientific, una compañía de Minneapolis que hace instrumentación científica. En las áreas de agricultura por ejemplo trabajar con compañías involucradas en mejoramiento varietal. Y también que la formación incluya experiencias de seminario –por eso me refería al componente creativo– en el cual al estudiante se le presenta un problema y debe formular una propuesta, solo o en equipos. Eso seguramente existe acá pero creo que hay que enfatizarlo más. Naturalmente hay que tener en cuenta que yo no resido en el Uruguay y que muchas de las cosas que digo pueden ser inexactas.


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EC – ¿Le parece que hay ambiente como para que ideas como estas permeen ahora, por ejemplo en este próximo período de gobierno que se inicia?

DG – Cada vez que se inicia un nuevo período de gobierno existe la posibilidad de que haya vientos refrescantes. Es un buen momento para pensar en cambios y en propuestas, pero hacerlo de manera seria. Hay cosas que están en la tapa del libro, no es cuestión de que se junten cuatro y empiecen a tirar ideas como en remolino. Para el caso concreto de generar una nueva universidad hay una cosa muy sencilla, existen organizaciones internacionales que tienen préstamos para el desarrollo universitario. Se podría escribir un proyecto, se podría solicitar financiamiento internacional, incluso se podría conseguir financiamiento local. En Australia en el famoso caso de la ópera de Sydney despidieron al arquitecto, la obra quedó inconclusa y la terminaron de construir haciendo una lotería nacional. Acá a la gente le gusta mucho la lotería, se podría hacer una lotería para la nueva universidad, la Universidad Nacional del Uruguay o la Universidad Politécnica del Uruguay. De manera que hay que ser creativo en eso también.

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