Proceso evolutivo suprimió espinas del pene del hombre

Un estudio revela que el hombre primitivo tenía púas en el órgano sexual. Su desaparición, por la evolución del genoma humano, redundó en experiencias sexuales menos dolorosas para la mujer y propició cópulas más largas. Las púas se mantienen en algunos mamíferos como los chimpancés o los gatos.
Desarrollado por investigadores estadounidenses, el estudio sostiene que el hombre primitivo tenía púas en el pene. La desaparición de las pequeñas
espinas en los órganos genitales del hombre pudo deberse a la
extensión de determinadas regiones del cerebo humano.
Estas espinas se conservan hoy en algunos mamíferos como los gatos, los chimpancés o los
ratones.
La investigación analizó los genomas de los seres humanos, chimpancés y
macacos, y llegó a la conclusión de que una secuencia del ADN, con la
información de las púas peniales, desapareció en el proceso evolutivo de
los seres humanos.
Publicado en la revista Nature, el estudio llegó a la conclusión de que
otras especies primates conservaron 510 segmentos de ADN que
desaparecieron en la evolución de los seres humanos. Dichas secuencias
del ADN desempeñaban su propio rol regulador en la función de genes
próximos, lo que explica la dispar evolución de las especies.
La investigación se centró en dos secuencias desaparecidas para
vincularlas una con la otra: las espinas penianas y el crecimiento de
áreas determinadas del cerebro. El académico David Kingsley, de la
Universidad de Stanford, indicó que actualmente la ciencia tiene la
secuencia completa del genoma humano y de los parientes más cercanos, lo
que posibilita un estudio sistemático de la evolución de la especie.
No se sabe a ciencia cierta la función desempeñada por las espinas del
pene humano. Algunos científicos sostienen que tendrían sentido en la
carrera reproductiva para eliminar los restos que dejan los machos en
los genitales femeninos y bloquear los esfuerzos de otros machos por
fecundar a la misma hembra.
Los investigadores consideran que las
espinitas aumentaban el estímulo del varón durante el acoplamiento y
facilitaban la inducción de la ovulación femenina. Evidentemente,
también causaban daños a las hembras.
Los cambios en el cortejo humano terminarían con tan dolorosa
característica humana en pro del placer: "sin espinas, la copula humana
podía ser más larga" .