¿Estrellas fugaces o tornillos...? La chatarra espacial
Con poco más de medio siglo explorando el espacio, el Hombre ya lo llenó de basura. Tanto, que al menos una vez por año un objeto lanzado desde la Tierra choca con un desecho de otro anterior. Pocas veces alcanzan la superficie terrestre pero cuando lo hacen, asustan. Y si se incineran antes de llegar, confunden a más de un romántico.
Tornillos, tanques de nafta, pedazos de satélites o, incluso, guantes de astronautas. El espacio es un verdadero basurero de chatarra. Se dice que la Tierra se convertirá en el quinto planeta del Sistema Solar en tener su propio anillo. Claro, un anillo de naturaleza muy diferente y mucho más peligroso, formado por millones de diminutas partículas de restos de cohetes y satélites, que viajan por el espacio a 35.000 kilómetros por hora.
La chatarra espacial es un peligro permanente para satélites y cohetes, que muchas veces tienen que cambiar su ruta de vuelo para no chocar contra esta basura. Un peligro que también puede llevar a que esa chatarra impacte sobre la superficie de la Tierra, como si se tratara de un meteorito. Vamos a ver casos muy cercanos en el tiempo y en el espacio que se vivieron en Argentina y Brasil el año pasado. Y también fenómenos uruguayos.
La chatarra orbital esta hecha principalmente de fragmentos de satélites o de etapas superiores de cohetes, las partes con que son lanzados que luego quedan por el camino. Millones de objetos del tamaño de una bala orbitan la tierra a velocidades relativas de aproximadamente 35000 kilóemtros por hora. Estamos hablando de una velocidad promedio del orden de los 10 kilómetros por segundo, una velocidad que multiplica por 12 a la de una bala común y corriente.
Desde el Sputnik, que se convirtió en 1957 en el primer satélite artificial que se lanzó, los científicos subieron a esas supercarreteras espaciales unos 5000 satélites de todo tipo (meteorológicos, militares, científicos, espías y de telecomunicaciones). Como resultado, unas 4500 toneladas de basura de metal vuela sobre nuestras cabezas.
Según la NASA hay situados en órbita más de 8.000 objetos mayores de 10 centímetros, unos 100.000 fragmentos de entre 1 y 10 centímetros y decenas de millones de partículas menores de un centímetro. Todos ellos, basura.
Cuanta mayor es la altura, más tiempo permanecen en órbita los residuos espaciales. Por debajo de 600 kilómetros, la basura espacial suele caer a tierra en pocos años pero por encima de 1.000 kilómetros permanecen en el espacio por siglos.
Un dato curioso. No sólo hay tornillos y tanques de nafta. También hay ropa. La prenda de vestir más peligrosa de la historia es un guante que perdió el astronauta Edward White en 1965. Durante un mes, el guante estuvo orbitando a 28.000 kilómetros por hora.
La chatarra es más peligrosa para los propios cohetes o satélites porque la mayoría de las veces que viene con dirección a la superficie terrestre, la atmósfera la destruye, aunque ya veremos que hay casos en los que sí llega a impactar.
El astrónomo Gonzalo Tancredi, grado 4 del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias y director del Observatorio Los Molinos, dice que hay órbitas en el espacio que están realmente saturadas de chatarra.
"Hay órbitas en las cuales ya el nivel de saturación con respecto a la cantidad de chatarra es muy alto. Podemos llegar a un situación en la cual se dé una especie de colisión en cadena o destrucción en cadena en la que una partícula de considerable tamaño impacte con un satélite que quede totalmente destruido, se fragmente, y genere una mayor cantidad de partículas que comiencen a colisionar contra otras. Llegaríamos a una destrucción total. Podríamos decir que en ciertas órbitas, en ciertas alturas de menos de 1.000 kilómetros, no estamos muy lejos de llegar a una situación de este tipo. O sea que el tema de la chatarra espacial es algo que preocupa mucho a las agencias espaciales y por eso hay interés en hacer un búsqueda y detección. La chatarra espacial en ese caso es más peligrosa para los satélites o para las misiones tripuladas porque como decíamos están en órbita en torno a la Tierra, viajando a altas velocidades, del orden de los 10 kilómetros por segundo. Entonces, aunque sea una pequeña partícula, un pequeño tornillo, viajando a una velocidad superior a la de cualquier disparo, estamos hablando de un proyectil que si impacta sobre otro satélite puede llegar a destruirlo. En particular podemos llegar a decir que si un pedazo de chatarra de unos 10 centímetros o de ese orden, colisiona contra un satélite lo destruye totalmente", advirtió Tancredi.
Entonces, la chatarra espacial es un problema cada vez mayor para los cohetes tripulados y también para la Estación Espacial Internacional. No son pocas las veces que los cohetes o la Estación Espacial Internacional tienen que cambiar de rumbo para evitar accidentes en pleno vuelo.
"Es sin duda un riesgo para la Estación Espacial Internacional que está continuamente en órbita en torno a la Tierra y tripulada, o también para misiones como los transbordadores espaciales. Ya ha ocurrido que como hay una cierta fracción espacial que está catalogada, o sea que sabemos precisamente cuál es la órbita que tiene y podemos predecir sus posición, hubo situaciones en las cuales el transbordador especial tuvo que cambiar su trayectoria para evitar una colisión contra un pedazo de chatarra", agregó el astrónomo.
De hecho, en 1999 la Estación Espacial Internacional, tripulada por humanos que se mueve por el espacio permanentemente, estuvo a punto de perderse en el espacio. Rusos, estadounidenses, chinos y europeos, se estuvieron echando la culpa unos a otros, mientras desde Moscú y Houston intentaban evitar la colisión con un viejo cohete ruso desechado. Finalmente el choque se evitó.
Otro dato curioso: desde 1981, se tuvo que cambiar más de 60 ventanillas de los transbordadores espaciales, que salen alrededor de 40.000 dólares cada una, por los impactos que reciben en el espacio de pequeños fragmentos de basura espacial.
La posibilidad de que un residuo peligroso colisione con un transbordador espacial es de uno entre 100.000. Una vez cada uno o dos años se produce por este motivo una situación de riesgo.
Y hay casos anteriores al de la Estación Espacial Internacional. En 1981, el satélite soviético Cosmos 1275 explotó después de chocar con un fragmento de cohete. En 1997, el satélite francés Cerise empezó a dar tumbos por el espacio después de impactar con un fragmento del Arianne. En ese mismo choque, una tuerca perforó uno de los paneles que alimentaban al Hubble, el telescopio que abrió una nueva era para la Astrofísica al permitir observar el espacio sin las interferencias atmosféricas.
Los controles para esta chatarra
Hay varios tipos de sistemas de detección de chatarra espacial. Por un lado, los radares y por otro los telescopios. Los radares sirven para detectar la chatarra de baja altura, es decir la que se encuentra a menos de 1.000 kilómetros de Tierra. La NASA tiene varios radares destinados a esta tarea.
Pero para órbitas de mayor altura se necesitan telescopios que con esta finalidad, dedicados a la búsqueda de basura espacial, sólo hay tres en todo el mundo. La Agencia Espacial Norteamericana tiene uno en las Islas de Hawai.
La Agencia Espacial Europea puso el suyo en las Islas Canarias, más específicamente en Tenerife. Y en el medio de Japón hay uno de la Asociación de Guardianes del Espacio.
Pero cuál es el problema: no hay ninguno que intente localizar chatarra espacial en el hemisferio Sur, todos miran al Norte. El astrónomo Tancredi explica que detrás de esto no sólo hay motivos económicos sino también políticos. "El problema es que cuando uno hace búsqueda de este tipo no sólo detecta chatarra sino también todos los objetos en movimiento, en particular los satélites militares, que muchos son secretos, no se conoce los lanzamientos... Por eso la búsqueda de chatarra tiene un componente político-militar bastante complicado de solucionar. Nosotros en un momento habíamos pensado en utilizar un telescopio que tenemos instalado en Uruguay para también detectar chatarra espacial, conjuntamente con asteroides y cometas que venimos haciendo. Pero dado un poco este problema político y por otra parte las dificultades tecnológicas, no nos hemos embarcado en esa búsqueda espacial", recordó Tancredi.
Si bien es un problema mucho mayor a nivel del espacio, esa chatarra también se convierte en un peligro a nivel de la superficie terrestre. Hubo varios casos como vamos a ver. Lo que explica el astrónomo Tancredi es que las probabilidades de que caiga un pedazo de chatarra espacial sobre una persona son de una en un trillón. Y que la mayoría de las veces la atmósfera destruye esa chatarra, que se termina viendo como una estrella fugaz. Entonces, no hay manera de ver si cuando pedimos un deseo, lo estamos haciendo a una estrella o a un tornillo...
"La fricción con la atmósfera, aún en condiciones muy tenues como estamos considerando a alturas de unos cientos de metros sobre la superficie terrestrem, va ir frenando paulatinamente esta chatarra espacial y va a ir cayendo hacia la superficie. Cuando llega a la baja atmósfera, a menos de 100 kilómetros, comienza a observarse como un fenómeno luminoso similar al caso de la estrellas fugaces".
Por las dudas habrá que seguir pidiendo... en una de esas hay suerte y sí se trata de una estrella de esas que caen y cumplen deseos. En realidad, en la mayoría de los casos, sí se trata de un fenómeno natural.
Los casos de impacto
Hubo casos bien cercanos en el espacio y en el tiempo en los que sí cayó chatarra espacial sobre la superficie terrestre. Estamos hablando de dos fenómenos que ocurrieron el año pasado en Argentina y Brasil.
El 24 de julio del año pasado, un objeto no identificado cayó del cielo, asustando a una pequeña comunidad en el interior de Brasil. La agricultores del norte brasileño pensaron que era un OVNI pero en realidad se trató de chatarra espacial.
La esfera de 30 kilos y 50 centímetros de diámetro era de uno de los tanques de combustible del cohete Delta II, que llevó al espacio el Mars Rover-B. Este pedazo de chatarra espacial cayó cerca del municipio de Cabeça da Vaca, a 48 kilómetros de distancia de la ciudad de Boa Viagem, interior del departamento de Ceará, ubicado en el nordeste brasilero.
Los que vivieron una situación similar fueron los pobladores de una zona rural de la provincia de Corrientes, Argentina. El 21 de enero de 2004 cayó un objeto metálico de grandes dimensiones, que se precipitó desde el cielo. El suceso se produjo en el paraje denominado "Rosado Grande", departamento de San Roque. La chatarra formó una gran bola de fuego a 400 metros de una casa de familia.
En ese momento, en Buenos Aires, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) emitió un comunicado de prensa, informando que según consultas efectuadas con la NASA, el objeto era la cubierta del motor de la tercera fase de un cohete Delta II lanzado en 1993 desde Cabo Cañaveral, que estaba previsto que hiciera su reingreso en estas fechas.
También hay historias en Uruguay
No hay reportes de chatarra que se haya encontrado en la superficie de la Tierra pero sí que se haya visto en el cielo. Algunos tal vez lo recuerden. Fue en la tarde del 21 de noviembre de 2000. Juan Carlos Rossatti, que integra la Red de Observadores del Uruguay, fue el único que pudo fotografiar ese fenómeno. Él nos cuenta cómo lo vivió.
"A la tardecita estábamos en nuestro lugar de observación en La Teja preparando un trabajo como los que hacemos tantos durante el año y vimos ingresar en la atmósfera una luz de todos colores. Nos pegamos el grito y otro compañero que estaba al lado lo observó directamente. Yo atiné a agarrar la cámara fotográfica y lo que registramos. Vimos el ingreso de eso en la atmósfera y después con el pasar de las horas, mediante Internet, nos dimos cuenta de que tuvieron que abortar la puesta en órbita de un satélite. Uno ve ingresar eso que se viene quemando y no sabe qué es. Ahora tenemos Internet y tenemos un montón de posibilidades para hacer los cálculos de dónde cayó. Hay mucha gente que trabaja sobre eso. Pero cómo no te va a sorprender. En nuestras observaciones nocturnas vemos pasar estas cosas".