Mi mejor verano

Mi mejor verano

Mi mejor verano

Por Ariel Jr.

Mi mejor verano fue el del año 1992 en el que tuve ocasión de experimentar el período más mágico de mi vida. Ese verano fui a la meca de la magia del mundo. Me refiero a la ciudad de Las Vegas. Allí presencié maravillosos espectáculos, exponentes de las más altas artes mágicas realizadas por grandes artistas como David Copperfield, Lance Burlón, Siegried and Roy, Tony Clark y Pen & Taller.

Los shows tenían lugar en imponentes teatros en Las Vegas como en el Caesars Palace Hotel, Mirage, La Hacienda y en el Castillo Mágico de Hollywood, una construcción realizada especialmente para shows de magia que cuenta entre otros con, restaurantes, pubs, y tres teatros para presentar diferentes disciplinas del rubro.

En mi primera noche asistí al show de Siegried & Roy en un teatro para unas 3.000 personas. Me maravillé con el despliegue de una increíble tecnología aplicada a la magia, entre otros, con la aparición de elefantes, caballos, leones y tigres blancos, los que además se pasean entre el público. Apenas terminó fui rápidamente a ver el espectáculo de Lance Burton a La Hacienda. Este show resultó ser la contracara del que acaba de ver. Se traba del clásico mago vestido con frac haciendo aparición de naipes, velas y palomas y la manipulación como única herramienta para desarrollar su presentación. Sin el auxilio de tecnología, Burton entretuvo al público en general y conocedores del tema, como en mi caso.

Al día siguiente, en una de mis tantas caminatas por la principal avenida, donde se aprecian los anuncios de espectáculos y otras atracciones diversas, noté que uno de los teatros cambió su programación, anunciando para la semana siguiente dos espectáculos de David Copperfield con el debut, de su última imponente ilusión, que, en estos momentos, era volar. Obviamente modifiqué la fecha de regreso de viaje para poder cumplir mi sueño de pibe y poder estrechar la mano de uno de los grandes maestros de la magia mundial. Claro está que, para ellos, debía someterme a una suerte de peripecias.

Ya anteriormente había intentado conocer a Lance Burton, pero con escasa fortuna. Comportándome como el mayor de los fans intenté escabullirme por los corredores del teatro. La intención era encontrar su camarín para poder tener una conversación cara a cara. Lamentablemente me equivoqué y por error me introduje en el camarín de las vedettes. Cuando me di cuenta de mi error ya era demasiado tarde; un caballero con aspecto de gorila me "invitó" gentilmente a salir, enseñándome rápidamente el camino.

En el caso de Seigried & Roy me comporté más profesionalmente. Después de la experiencia anterior no era para menos. Con ellos trate de comunicarme telefónicamente a su camarín y su manager me dijo que no podían atenderme. No me di por vencido y luego de una búsqueda intensa, ubiqué la salida de los artitas en donde vi estacionada una gran limusina, la que supuse sería su transporte. Comenzaron a salir todos los artistas y al cabo de largas horas de espera me enteré que esa noche la pareja de magos se quedaba a dormir en le hotel.

El tercer intento fue de resultados más satisfactorios. Al finalizar el show de David Copperfield vi una gran cantidad de personas en la sala anexa al teatro que esperaban la salida del gran mago e ilusionista. No se hizo esperar demasiado, "apareció" a saludar a sus admiradores y ahí tuve el gusto de estrechar su mano, hablar con él, fotografiarnos y mantener por un período posterior una fluida correspondencia.

Cada día que pasa en mi vida recuerdo la magnitud y el destello de aquellos artistas que permanentemente me inspiran. El recuerdo de aquella vivencia en la que me comporté como un admirador, me trae aquella famosa frase: "Conocer París, después morir", que para mí se resumió en: "Conocer Las Vegas, después morir". Fue mi mejor verano, que recordaré por el resto de mi vida.

Aunque regresé a Las Vegas en varias oportunidades, las vivencias no fueron como aquella primera vez, en la que en mi mejor verano me deslumbré.