Mi mejor verano

Mi mejor verano

Mi mejor verano

Por Victoria Rodríguez

Seguramente, si me pusiera a hurgar entre mis recuerdos de adolescente, encontraría alguno de esos veranos inolvidables que llevan el nombre de algún chico o el sello de una música en particular...pero a esos veranos sin horarios, sin que pasar el día en la playa con mis amigas, entrenando inocentemente las primeras responsabilidades, sin pánico al efecto del sol, sin miedo a hacer dedo, sin más objetivos eras armas de seducción en la orilla...a esos veranos, se los llevaron las olas. A mis veintipocos años, de protagonista de las bendiciones de la costa esteña, pasé a ser una mera testigo –un privilegio no tanto menor- aclaro.

Durante más de 10 años, los "Veranos Del" de Canal 12, me dieron la posibilidad de experimentar de una Punta del Este diferente. Su postal más glamorosa, la que más vende a través de los medios de comunicación, la que más brilla por los personajes famosos que la visitan; esa Punta del Este que resulta tan seductora para el jet set internacional...esa Punta del Este histérica, que no descansa ni de día ni de noche. Esos veranos también fueron significativos para mí...especialmente, porque me fueron dando la posibilidad de empezar a construir una carrera profesional. Y sin dudas, tengo varios recuerdos de episodios extravagantes de los que me podré reír por siempre...anécdotas de la mecánica de trabajo entre colegas, el circo de los famosos, las peripecias por conseguir las notas, etc, etc. Pero ninguno de esos veranos calificaría como mi "mejor verano". No. No, al menos, a nivel personal.

Mi mejor verano fue éste último. El verano del 2008. Hacía tiempo que esa postal de Punta del Este me había cansado. Hacía tiempo que añoraba sentir el sol sin maquillaje mediante, sentir el placer de andar de pareo en la playa y no de tacos en los eventos...
Renunciar al trabajo de "Verano Del" no fue una decisión fácil. Pero sí muy meditada. Y honestamente...volver a ser protagonista de mi propio veraneo fue una gloria. No esperes ninguna historia trascendente... no hubo ningún romance de verano, ni episodios adrenalínicos... todo lo contrario... este verano del 2008, me dediqué a disfrutar de las cosas más sencillas. Fue un verano dedicado al goce de los afectos, de los sentidos, del placer que provoca aislarse de todo y entregarse a experimentar el presente, el momento, el rayito de sol que te despierta en la mañana, la arena que se cuela entre los dedos de tus pies cuando caminas sin rumbo y sin prisa por la playa, las siestas, las puestas de sol, las charlas intrascendentes en familia, los "haciendo nada" mientras sentís que vas resolviendo los conflictos de tu mundo íntimo... Pero por sobre todas las cosas, fue un verano en el que pude disfrutar de la maternidad con toda la serenidad y la paz que merecen nuestros hijos. Cuántas veces los padres "estamos" físicamente con ellos, pero nuestras mentes están ausentes!

Fue un verano que compartí con mis hijos segundo a segundo. Fue un verano en el que ellos descubrieron muchas cosas sobre la naturaleza, los paisajes (tenían 3 y 2 años)... y yo estuve ahí con ellos, redescubriendo lo mismo que ellos... Fue un verano de chapuzones en agua salada, de juntar caracoles en la playa, de visitar a los lobos en el puerto, de cabalgatas por El Jagüel... fue un verano de mimos eternos. Fue un verano de reencuentro conmigo misma y con las bendiciones que me ha dado la vida.
Es probable que esto que escribí no emocione a nadie...pero es lo más honesto que les puedo contar hoy.