Mi mejor verano

Mi mejor verano

Mi mejor verano

Por Fernanda Cabrera

"con Marindia en el sol..."
Cuando veraneaba en Marindia, desde que nací y hasta los catorce, no conocía la canción que ahora me retrotrae a entonces. No creo que todo tiempo pasado sea mejor. Hoy elijo ir a mi infancia porque en ella habita mi abuela Yaya.
Pongamos que fue el verano de mis nueve años. Pienso en la casa de tejas rojas, jardín con portón al frente, pérgola y moras al fondo, y revivo recuerdos sin fecha que decido asociar a los nueve porque fue el cumpleaños de la tarjeta que más me gustó. Me la regalaron mis padres... una niña andando contenta en skate.
Aquel verano fue la única vez que los Reyes pasaron por Marindia y no por Malvín.
Cayó tanta piedra que inventamos que nevó.
Colgamos las hamacas a las que subíamos hasta de noche, temerosos que en el impulso la oscuridad nos tragara.
Mirando una de piratas, cuando todos dormían, una niña perdida golpeó llorando y yo deseé que no encontrase a sus padres porque quería otro hermano.
Otra noche hubo invasión de insectos, no me acuerdo cuáles pero eran tantos que impresionaban.
Las mejores eran las de apagón, porque jugábamos con fuego.
Papá contaba cuentos con sombras chinas en las que el perro Jimmy era siempre protagonista.
Los días eran de playa.
Temprano con Marcos pedaleábamos hasta el mar para volver más rápido que lo que habíamos ido trayendo la novedad, que si estaba verde o marrón con olas o no.
Mamá nos contagió el placer de leer en la playa y nos enseñó a hacer moldes en la arena y sapitos en el agua.
Una vez casi me ahogo.
Yaya nos reclamaba ojos bien abiertos con el mar "que es traicionero" cuando dejaba de mirarnos para ir a preparar el almuerzo.
Oler a minestrone con el apetito que da el salitre es maravilloso.
Supe que los aplausos sirven para avisar que un niño está perdido, que soy alérgica a las aguavivas, que las tapiocas molestan y que existen las toninas.
Juntamos dos carretillas de piedras y caracoles.
Marcos intentó ser mago y yo me creía Smith el de "Los magníficos".
Dudé ser más rápida que el perro que me quiso morder.
Convencida le pegué a una amiga que no quiso prestar su bici.
No muy arrepentida pero llorando le pedí perdón.
Mi abuelo Chiche nos visitaba seguido con uvas de regalo.
Decidí que la sandía sería mi fruta favorita.
Mi abuelo Tata partía piñones cuando me picaron las abejas.
La mejor guerrilla de agua fue aquel verano, con primos, tíos y hasta los vecinos de al lado.
Nos asustó una víbora que resultó ser ciega.
Adoptamos un gato que nos abandonó pronto.
Hacíamos bolita los bichitos de humedad.
Yaya me enseñó que no hay nada más lindo que escuchar llover debajo de un techo de zinc y echadas en los perezosos me contó que las chicharras anuncian calor y los alguaciles tormenta.
Mirábamos películas en super ocho.
A los trifásicos les decíamos "pingüinos" y la salchicha parrillera fue siempre "ruedita".
Fueron días eternos que pasaron volando "con Marindia en el sol..."