Análisis Económico

Según los datos divulgados por el INE, la inflación creció 0,35% en noviembre

Análisis del economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte.


(emitido a las 8.31 Hs.)

ROMINA ANDRIOLI:
El Instituto Nacional de Estadística (INE) dio a conocer ayer el dato de inflación para el mes de noviembre. Y, una vez más, volvió a estar algo por encima de lo que se esperaba: el índice de precios al consumo (IPC) trepó en el penúltimo mes del año 0,35%.

Ese dato era aguardado con expectativa porque recogería los efectos de los acuerdos de precios que el Gobierno celebró con los supermercados a fines de octubre. Finalmente, el crecimiento de la inflación estuvo por encima de las expectativas de los analistas, que en la mediana de la encuesta que realiza el Banco Central del Uruguay (BCU) esperaban una inflación nula para el mes.

¿Cómo quedaron entonces las perspectivas de inflación? ¿Por qué son tan fuertes las presiones inflacionarias? ¿Qué debería hacer el Gobierno?

Para profundizar en estos aspectos, vamos a conversar con el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte.

¿Cómo vieron ustedes el dato de noviembre? Te lo pregunto porque la Encuesta de Expectativas del BCU manejaba un mínimo de 0,2% y un máximo de 0,3%. Otra encuesta, la que realizaba el diario El País ayer, apuntaba también a una variación nula, con un mínimo de una deflación de –0,4% y un máximo de 0,4%. Con lo cual parece que el número resultó alto a fin de cuentas. ¿Cuál era la proyección de ustedes?

PABLO ROSSELLI:
Nosotros esperábamos una variación nula del IPC en noviembre, una inflación en torno de 0. La verdad es que para hacer proyecciones en un mes como noviembre teníamos alguna dificultad, porque nuestros modelos de proyección no pueden recoger el efecto de los acuerdos de precios, entonces teníamos que hacer algunas conjeturas o estimaciones acerca de qué impacto tendrían esos acuerdos, y esas conjeturas en teoría tienen un margen de error un poco mayor.

Pero cuando miramos los resultados de noviembre en detalle, observamos que hubo rubros de los que llamamos transables internacionalmente, rubros que se pueden importar, exportar, que están atados al tipo de cambio y son típicamente rubros que se venden en los supermercados, que en muchos casos prácticamente no subieron. En eso probablemente incidió el acuerdo con los supermercados, porque en esos rubros hubo cierto cambio respecto a lo que veíamos en meses previos, que veíamos subas mes a mes. Por otro lado, los precios de los rubros que llamamos no transables o servicios típicamente que componen el IPC, cuyos precios dependen de la oferta y de la demanda internas, siguieron subiendo al ritmo que lo venían haciendo y absolutamente en línea con lo que esperábamos.

El error de proyección se explica un poco por una suba fuerte de frutas y verduras –siempre decimos que ese es un rubro volátil, muy difícil de pronosticar– y por subas en las carnes, en particular en la carne de pollo. En definitiva, vemos que el dato fue mayor de lo esperado, pero no nos parece que cambie sustancialmente el diagnóstico. Los acuerdos de precios tuvieron alguna incidencia, quizás menor de lo que algunos preveían, pero en cualquier caso nosotros no preveíamos una gran incidencia. Por otra parte, hemos dicho en numerosas ocasiones que los acuerdos de precios no afectan la tendencia inflacionaria, con lo cual tampoco tendríamos que distraernos demasiado con el análisis de los efectos que tuvieron o no esos acuerdos.

RA - ¿Cómo son las perspectivas para diciembre y para el cierre del año? Repasemos los números: hasta noviembre el IPC acumula un aumento de 8,3% y en los últimos 12 meses la inflación es de 9%.

PR - En diciembre se supone que todavía contaremos con el beneficio de unos cuantos precios congelados en los supermercados. Probablemente –no estamos seguros de esto– se va a observar el efecto del programa UTE Premia, que está previsto beneficie a más de un millón de usuarios con el no cobro por un mes del cargo fijo. No sabemos muy bien cómo va a computar el INE esa rebaja, si entraría toda en diciembre o se repartiría entre diciembre y enero, pero en principio es una rebaja que opera por única vez, que podemos asumir que impacta enteramente en diciembre y que se revierte en enero.

A partir de los cálculos que hemos hecho en Deloitte, nos parece que esa rebaja puede tener un efecto bastante significativo en el IPC, podría sacarle 7 décimas al IPC de diciembre. Por esto, todavía estamos revisando las proyecciones, pero esperamos un valor negativo para diciembre, tenemos que terminar de hacer nuestros números, pero quizás terminemos con una caída del IPC en diciembre en torno del medio punto porcentual o algo así. Eso nos dejaría quizás con un cierre de inflación en 2012 por debajo de 8%, pero sería un número que tendríamos que tomar mucha cautela, la realidad es que en los meses siguientes se va a revertir ese número y vamos a estar con niveles de inflación de nuevo claramente arriba de 8.

RA - Y de cara al 2013, ¿qué inflación esperan para el próximo año?

PR - Mantenemos lo que hemos comentado otras veces, que las presiones inflacionarias son persistentes en Uruguay. Nos parece bastante difícil que la inflación baje de 8% si no se produce algún ajuste, alguna corrección en las políticas macroeconómicas que tenemos vigentes. Otras veces hemos comentado que se requieren políticas macroeconómicas que moderen el crecimiento de la demanda agregada. Y el BCU enfrenta un dilema cada vez más fuerte entre el objetivo de inflación y el objetivo de competitividad, porque para bajar la inflación se requieren más tasas de interés, pero si no hay una moderación del gasto público y de los salarios, las subas de las tasas de interés van a tener que ser importantes y eso va a tener efectos adversos, negativos, sobre la competitividad.

RA - Ustedes han marcado ese punto de vista en numerosas ocasiones. Pero en los últimos días el PIT-CNT ha señalado que los salarios no son los responsables de la inflación y que el Gobierno debe apuntar por ejemplo a las ganancias de las empresas. La inflación, sostienen, obedece a mayores márgenes. ¿Cómo analizan ese enfoque?

PR - Es verdad, es difícil establecer con criterios objetivos qué porcentaje de la inflación podemos atribuir a los salarios, qué porcentaje a la suba del dólar, a la suba de otros costos y a la suba de los márgenes de las empresas. Los economistas tenemos a lo sumo algunos métodos para establecer algunas relaciones estadísticas entre distintas variables, pero esos métodos en última instancia no nos permiten contestar a esa pregunta de un modo irrefutable. Porque podemos identificar, por ejemplo, cuánto incide en el IPC una variable, el salario o el dólar, siempre asumiendo que todas las demás variables económicas quedan igual. Pero la realidad es que nunca todas las demás variables quedan igual, con lo cual siempre va a haber un espacio de incertidumbre y un espacio de debate sobre el efecto que cada variable tiene en la inflación.

También sabemos que en los momentos de fuerte expansión de la economía, como los que hemos vivido en los últimos años, los precios tienden a subir más rápido, porque desaparecen las holguras que las empresas tienen para subir la producción. Suben los salarios porque hay poco desempleo y también suben los márgenes de las empresas, porque las empresas ven mucha demanda y poca capacidad para aumentar la producción. Eso es un dato de la realidad. De todos modos, a nuestro juicio sería repetir un error histórico si en Uruguay comenzáramos a pensar que la inflación se combate controlando los precios y los márgenes de las empresas.

RA - ¿Por qué decís eso?

PR - Por varias razones. Primero, este no es un argumento nuevo desde el punto de vista potencial, la idea de que la inflación responde a mayores márgenes caracterizó a la escuela estructuralista del pensamiento económico y a la escuela de la CEPAL, que tuvieron mucha popularidad en los años 60, particularmente en América Latina. Ese argumento condujo a manejos heterodoxos en el pasado, condujo a esfuerzos de controlar la inflación mediante controles de precios y de salarios que fracasaron rotundamente.

RA - ¿Hoy cómo se ve?

PR - Hoy en la profesión y en la academia no se discuten las causas de largo plazo de la inflación. Obviamente, siempre hay discusión sobre qué instrumento utilizar en cada momento y cuánto utilizar los instrumentos, pero al final del día, en última instancia, sabemos que la inflación es un fenómeno monetario y que se combate con más tasas de interés o con su consecuencia, que es una menor expansión de la oferta de dinero. O que se combate con un tipo de cambio más bajo, que es otro instrumento pero que conduce a lo mismo, a una menor oferta de dinero. El problema es que si BCU sigue subiendo la tasa de política monetaria, termina bajando el dólar, se pierde competitividad y en última instancia se van a perder empleos. De hecho, hace unas semanas señalábamos aquí en En Perspectiva que los datos de empleo que tuvimos en setiembre eran quizás una señal de ese problema. Del mismo modo, subas fuertes de la tasa de política monetaria para bajar la inflación terminarán impactando en el crédito y moderando la demanda agregada.

Si ese es el final de la historia, entonces es mejor actuar de entrada sobre esas otras variables: moderar el gasto público, que también actúa sobre la demanda agregada, y los salarios, porque los salarios impactan en una mayor demanda y en los costos de las empresas.

RA - ¿Y si no se va por ese lado?

PR - Si eso no ocurre, si nos resistimos a abordar ese camino, la realidad es que la inflación va a ser más alta, vamos a perder competitividad, o el BCU subirá la tasa de política monetaria para controlar mejor la inflación, pero va a bajar el dólar y también vamos a perder competitividad. Entonces, por competitividad, por caída de la demanda interna, al final va a terminar habiendo menos empleo.

Y si los ajustes de salarios en los hechos quedan indexados a la inflación, como está ocurriendo ahora, porque los ajustes están fijados como un porcentaje de inflación atado a la meta y por un porcentaje correctivo, esto le está dando inercia a la inflación, y cuanta más inercia tengamos en la inflación, mayor va a ser la tasa de interés que el BCU tendrá que poner para frenar la inflación.

En última instancia, la inflación es una señal de desequilibrio de la economía, es una señal de que la demanda crece más rápido de lo que es sostenible y/o de que las empresas enfrentan restricciones de oferta, por ejemplo porque falta de mano de obra. Si la política económica en lugar de enfrentar a la inflación por sus causas ingresa en un territorio de control de márgenes y de precios, vamos a terminar afectando negativamente las propias expectativas inflacionarias, que van a tender a subir, pero, más importante aún, vamos terminar enviando señales muy negativas para la inversión, porque pocas cosas traen más incertidumbre al mundo de los negocios que el hecho de que los gobiernos puedan actuar sobre los márgenes de rentabilidad de las empresas, que el margen de rentabilidad de la empresa dependa de decisiones discrecionales de los gobiernos es algo francamente muy negativo para las decisiones de inversión.

Y si tenemos menos inversión vamos a tener menos crecimiento económico, y el crecimiento económico es una condición imprescindible para mejorar el nivel de vida de la población, para reducir la pobreza, para mejorar la equidad. Es prácticamente imposible hacer progresos en esas áreas si no preservamos los niveles de inversión y si no preservamos los fundamentos del crecimiento.

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