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19.04.2002
















La situación política,
económica y social de Argentina

Conferencia del ex ministro de Economía y Defensa de Argentina, Ricardo López Murphy.

RICARDO LÓPEZ MURPHY:
Debo decir que lamentablemente en esta oportunidad tenemos una realidad tan abundante en Argentina que no habrá referencia a la historia griega. Esta vez no voy a apelar a ninguna realidad externa a mi país, porque hemos producido una cantidad de hechos que creo que van a ser estudiados largos años, por parte de algunos tratando de entender cómo pudo haber pasado lo que pasó.

Mi afán hoy es básicamente tratar de poner en contexto las razones por las cuales nos hemos metido en semejante lío. El lío que tenemos es extraordinario, tenemos una situación social sumamente difícil, con un altísimo desempleo, con indicadores de pobreza e indigencia tan graves o peores que en la época de la hiperinflación. Tenemos una situación económica con una caída del producto, acumulada al último trimestre del año pasado, de 15% y una caída de la inversión de más de 45%, y en este momento vamos a una caída adicional de 15%. Estamos en una crisis política formidable, en la elección de octubre del año pasado más de 40% de la población se abstuvo, votó en blanco o anuló su sufragio. Hemos tenido cinco presidentes en dos semanas y estamos sufriendo una situación de crisis de representatividad y de cuestionamiento al liderazgo de una magnitud difícil de recordar en la escena internacional. Y como si esto fuera poco, tenemos judicializada buena parte de las disputas en Argentina, por lo que se ha afectado los derechos de propiedad y los contratos y le han iniciado juicio a la Corte Suprema. Creo que es difícil pensar que todo podía pasar simultáneamente y ha ocurrido.

Entonces la primera parte de mi exposición estará relacionada al problema de cómo nos metimos en este lío. No porque la historia no sea conocida, sino porque es enormemente importante para entender el camino de salida.

Creo que hay distintas hipótesis sobre lo que ocurrió en Argentina y si lo entendemos bien probablemente tanto la vida interna del país va a venir orientada por la interpretación de los hechos, como también los programas de cooperación internacional, de la que la situación de Argentina requiere insoslayablemente, por la complejidad de los temas.

El segundo capítulo de mi exposición estará vinculado al programa de diciembre y enero, al que creo soy la persona que se ha opuesto con más intensidad en Argentina. Le pido que lo tomen con la pizca de sabiduría de saber que he sido un opositor encarnizado al programa, oposición que no voy a ocultar, aunque lo voy a presentar de la manera más profesional posible para que se entienda la naturaleza del problema ocurrido.

En tercer lugar voy a tratar de presentar las dificultades que estamos teniendo en la negociación con los organismos multilaterales. Muchas veces viendo la situación desde afuera no se entiende por qué nos cuesta tanto. Ya estuvo la segunda misión del Fondo que se fue sin un acuerdo y vienen otras más grandes.

En el último capítulo me referiré a algunos problemas muy complejos que tenemos en materia monetaria y regulatoria, que están dominando los acontecimientos de corto plazo.

Finalmente, como siempre, haré algún pronóstico, aunque en esta oportunidad después de escuchar todo lo que van a escuchar no querrán ni enterarse del pronóstico.

Las causas de la crisis

Entremos en materia. ¿Por qué se produjo la crisis que se produjo en Argentina? Yo diría que hay básicamente tres fuentes de explicación de esas crisis, de las cuales adscribo con más intensidad a una, en parte porque la inventé. He estado batallando para que comprendiéramos la naturaleza de nuestro problema. Mi posición hoy ha recibido un apoyo formidable en un documento muy importante que sugiero leer para entender el problema de Argentina, que es el documento de Michel Musa, quien fuera economista jefe del FMI durante 10 años y obviamente participó en todos los debates sobre la política económica argentina.

Básicamente es bastante simple lo que nos pasó. La economía creció en volumen. Medido en precios constantes del producto, el incremento fue de 40% entre 1991 y 2000. El índice de precios implícito en las exportaciones e importaciones de Argentina a lo largo de la década de la convertibilidad fue negativo en términos nominales. Es decir que los precios de los bienes comerciables, a lo largo de la década eran en términos nominales más bajos en el año 2000 que en el año 1991. Uno sabe que el tamaño del gasto que esa economía podía financiar, a tipo de cambio fijo uno por uno con la regla de la convertibilidad, era aproximadamente el crecimiento de la economía más la inflación internacional. La inflación internacional fue negativa, pero concédanme que sea cero. Si la base económica crece al 40% y el gasto crece 150%, tiene que haber un problema enorme. Lo paradójico hubiera sido que se hubiera salido bien.

El problema de ese crecimiento espectacular del gasto fue financiado con un aumento enorme de la tributación, entonces prácticamente duplicamos la recaudación y hubo, adicionalmente a ello, un enorme endeudamiento. Nos pasó lo que nos pasó siempre, aquí no hay ninguna paradoja, ni que fracasó el consenso de Washington ni que acertó, ni nada. Pasó lo que siempre nos ha pasado: hemos tenido políticas cambiarias muy rígidas con políticas fiscales no consistentes. Más temprano que tarde... Esta vez duró mucho, porque entre otras cosas hubo mucha contabilidad creativa, pero sobre todo hubo una mascarada de que había reformas tan profundas que justificaban un crecimiento enorme del gasto. Eso no se pudo sostener y el problema nos llevó al colapso, no sólo del régimen cambiario; con un crecimiento del gasto público de la magnitud que tuvo en Argentina, generamos presiones enormes en los mercados de capitales, afectamos mucho el crédito, el empleo, la competitividad, hasta que finalmente eso dio por tierra con nuestra institucionalidad, con un costo muy grande porque esa institucionalidad no había sido adoptada producto de la lucidez. Cuando uno entiende la convertibilidad como un acto de lucidez, se equivoca; fue un acto de necesidad. Nosotros adoptamos un régimen de esa naturaleza después de haberle quitado 13 ceros a la moneda en los 20 años anteriores. Cada cero es mil por ciento de devaluación; o sea que devaluamos de una manera extraordinaria. Como exageramos tanto la devaluación estuvimos forzados a adoptar un régimen de extraordinaria previsibilidad, entonces el problema de fracasar era catastrófico. Basta mirar lo que nos está pasando para constatar el problema.

¿Por qué nuestro país cometió un error tan considerable? Aquí viene algo importante de esta reflexión. Hay tres hipótesis en la discusión de lo que nos pasó. La primera es la hipótesis de la burbuja. En el mundo hay dos burbujas muy notorias, una es la japonesa, que explotó a fines de los 80 y comienzos de los 90 y todavía dura. Durante muchos años Japón ha estado en una difícil recesión, con una caída muy fuerte de su performance económica. Argentina siempre tiene mucha conciencia del problema japonés porque aunque no lo puedan creer vendimos la casa del embajador en Tokio en 350 millones de dólares, algo increíble; hoy vale U$S 35. Debe ser la única vez que le pegamos. Pero ese episodio y esa burbuja son útiles para entender, porque a los japoneses, que habían tenido 40 años de éxito económico les pasó... se la creyeron. Hubo una sobreestimación del éxito y creo que detrás de esa burbuja de los valores inmobiliarios, de los activos en Japón, se dio ese fenómeno.

Bola sin manija

Está el fenómeno de Internet a fines de la década de los 90. ¿Pero cuál fue la burbuja en Argentina? Cuando a comienzos de la década de los 90 nuestro país logró estabilizar, hacer reformas importantes en materia de privatización y seguridad social, los argentinos creyeron -no todos, pero sí una gran parte- que le habíamos encontrado la manija a la pelota. Esto quiere decir que habíamos encontrado un mecanismo que nos permitía manejar nuestra situación económica como nunca lo habíamos hecho en el pasado. Esa visión llegó a revestir características de euforia, en parte por la personalidad del ex presidente. La discusión en Argentina era si estábamos en el primer mundo o íbamos al primer mundo. Ese era el clima de discusión. Recuerdo que en noviembre de 1992 participé en un panel -tenía una visión bastante crítica del problema de la expansión del gasto, del déficit y el endeudamiento- y fui objeto de burlas colectivas por parte de buena parte de la profesión. Mi argumento era que estábamos viviendo un momento de condiciones excepcionales, que teníamos que ahorrar para amortiguar el ciclo, o sea que teníamos que hacer políticas anticíclicas. El argumento que había en Argentina en ese momento era que había reformas estructurales que nos sacaban de las tragedias de los 70 y los 80. Habíamos salido de un camino vecinal y entrado en una supercarretera, entonces creceríamos 7%, 8%.

Recuerdo que en esa oportunidad el panelista que polemizaba conmigo se burlaba diciendo "fíjense en qué estado psicológico ha quedado López Murphy después de las décadas de los 70 y los 80, que nos dice que ahorremos ahora que somos pobres para gastar cuando seamos ricos". Si eso era cierto, era una estupidez. Pero no era cierto, había circunstancias excepcionales. Cito ese episodio porque ése era el clima de la época.

¿Qué nos pasa? Cuando vino "el tequila" (crisis de la economía mexicana) todo el mundo se puso en guardia: aquí pasa algo raro. Viene la crisis y en lugar de atenuar la perspectiva la agrava, porque salimos muy rápido, casi sin heridas, y empezamos a crecer más rápido que antes. Entonces a nivel de la opinión pública y, sobre todo, de los inversores extranjeros, comenzó la idea de que verdaderamente habíamos descubierto la manija de la pelota, y se creó esa sensación -creo que muy peligrosa- que infló los activos, pero sobre todo hizo descuidar de manera grosera el problema fiscal. Esa sensación tuvo su final hacia mediados del año 1998, cuando la sucesión de la crisis asiática y la rusa nos pega en el eje del modelo de acumulación que teníamos. Argentina tenía tres características vitales en su proceso de crecimiento: dependía mucho de las commodities, dependía mucho de la región y dependía mucho del ahorro externo. La crisis nos pega en las commodities y en el financiamiento externo, las dos cosas son heridas de muerte, junto con las crisis asiática y rusa.

¿Qué nos quedaba?, ¿cuál era el elemento que nos mantenía? Por supuesto, era la situación brasileña; el desfasaje de precios nos creaba un mercado, o sea que se acentuaba la dependencia de la región. O sea que las horas estaban contadas si algo pasaba en Brasil. Era claro que allí había una vulnerabilidad extraordinaria. Cuando viene el episodio de la devaluación de enero de 1999 era muy inmediato para todos que la burbuja había desaparecido y que había que comenzar un muy drástico proceso de corrección. Pero es fácil subir, pero no corregir. Lo que nos había ocurrido, que buena parte de nuestro liderazgo no entendió, era que había bajado el potencial del ingreso per cápita de Argentina. Cuando Brasil devaluó lo que nosotros vendíamos bajó a mitad de precio, habían bajado a mitad de precio las commodities, había bajado a mitad de precio Brasil, y se nos había encarecido dramáticamente el financiamiento interno. Teníamos que hacer un fenomenal proceso de corrección. Fenomenal proceso de conversión que, en las reglas de la caja de conversión, implicaba una inflación interna dramática y que a su vez agravaba el problema del endeudamiento público y privado, lo cual ponía una enorme presión sobre la economía. Cuanto antes reaccionáramos, tanto más al que se atrevía a hablar lo volaban.

Y se me ocurrió una idea -conocida-, allá en el primer trimestre de 1999, de que había que hacer un recorte drástico de la situación fiscal. También es conocida la consecuencia: fui expulsado del staff de campaña del candidato presidencial que punteaba en las encuestas en ese momento. Lo cuento porque eso da una idea de la dificultad que había para trasmitirle a la población cualquier noticia que fuera negativa, aunque la economía estaba crujiendo.

Luego vinieron los esfuerzos posteriores, Argentina hace un esfuerzo de corrección fiscal fuerte, en sucesivas tandas. Fuerte quiere decir que se redujo el gasto primario en varias oportunidades en varios miles de millones de dólares. Por supuesto que frente a lo que había ocurrido antes nunca alcanzaba, había que hacer algo muy, muy importante. Por muchas razones la coalición política no tiene la lucidez para ver el problema, lo que nos fue arrastrando a una crisis enorme.

Pero creo que hubo este fenómeno de la burbuja y si éste fuera el fenómeno más importante lo que hay que hacer es bastante claro y simple: tenemos que hacer políticas anticíclicas, debemos tener una institucionalidad que nos fuerce al superávit en los auges para tener financiamiento después.

Divorcio gasto-recaudación

La segunda hipótesis, que es muy importante para lo que viene, porque esto está en el núcleo de la discusión con los organismos multilaterales y el Grupo de los Siete, es que lo que fracasó en Argentina fueron nuestras instituciones fiscales y financieras. Si éste es el problema, estamos hablando de otro animal. ¿Cuál es el argumento del fracaso? Nosotros tenemos un régimen de relaciones financieras entre el Estado central y las provincias que parece diseñado por el enemigo, es un sistema muy mal diseñado que genera conductas muy negativas. Para ponerlos a ustedes en perspectiva, tenemos un régimen que divorcia las decisiones de gasto y de recaudación. Es como si ustedes pudieran gastar con la tarjeta de crédito de otro. Así uno tiene una generosidad extraordinaria. Esa generosidad extraordinaria en un ambiente de competencia política se amplía. Y a ese problema se agrega que se permitió el endeudamiento masivo de esas jurisdicciones, utilizando como colateral las transferencias federales, lo cual generó un enorme descontrol de la deuda.

En el Estado federal hubo un problema de similar magnitud. Por ejemplo, el déficit medido de toda la década, de 1991 a 2000, fue de aproximadamente 110.000 millones de dólares. De esa suma están registrados en el presupuesto 50.000 millones de dólares; hay 60.000 millones que son contabilidad creativa, producto de decisiones parlamentarias, judiciales que generaban deuda y gasto sin que hubiera ningún mecanismo que pudiera trabarlas. Cualquier argumento era válido para emitir títulos de deuda y, como muchas veces expliqué en Uruguay, no lo registrábamos. Pero en términos del costo de la deuda eso impactaba, porque colocábamos una enorme cantidad de bonos todos los años para financiar el déficit para todo este tipo de operaciones. Si usted tiene una debilidad institucional de esa envergadura... al revés de Chile, donde el Parlamento no puede tener iniciativa sobre el gasto, puede bajar el gasto que manda el Poder Ejecutivo o dejarlo, eso genera una disciplina enorme. Nosotros tenemos un Poder Legislativo que puede gastar lo que se le ocurre, sin financiamiento y además los jueces hacen de las suyas. Tenemos un mecanismo que nos expande el gasto sin que haya ningún control.

Creo que desgraciadamente éste es el problema que tiene Argentina, es un problema muy grave, y si éste es el problema lo que necesita el país no es un programa económico coherente -eso va de suyo-, sino una formidable reforma institucional, una reforma dramática.

Emitir, emitir...

Para quitarle un poco la tensión a esto, les voy a contar el problema de estas simpáticas monedas que emitimos. Además de la emisión de dinero del gobierno federal, como está previsto en nuestra Constitución, las jurisdicciones provinciales, los gobiernos locales también lo hacen. Hay un cuento muy simpático sobre Argentina, de cuando llega la última misión. Ustedes saben que han cambiado los personajes que nos visitan, en la última vino un señor indio que es distinto a los que venían antes, que tiene un marco de referencia distinto, por ejemplo él ve a todos gordos en Argentina; claro, si nos compara con Calcuta. Hay un clima distinto, él ve todo gordo, lo llevan a comer a Puerto Madero, a Recoleta, le hablan de la miseria y el tipo viene de Calcuta... El tipo llega, lo sientan en el Banco Central, una ceremonia lo más razonable y para ordenar la discusión se comienza, para poner un marco de referencia, a tratar el problema monetario. El economista pide que le cuenten en qué términos se está pensando la expansión monetaria, las reservas, las hipótesis de trabajo y, con la maldad que hay en este momento en mi país, uno de los técnicos del Banco Central, para ayudar en el proceso, pregunta "¿A cuál de las monedas que emitimos se refiere?". Ahí viene inmediatamente la réplica. Cuando usted se encuentra en esa situación... hay como 20 monedas. "¿Cuánto se emite?". Nadie sabe. Se dice que el economista indio dice "emita lo que quiera, pero de una".

De modo que cuando yo describo el problema institucional que tenemos -permítanme un poco de jocosidad para hacerlo más tolerable-, en realidad tenemos un problema colosal. El ejemplo que uso con mis conciudadanos es preguntarles si ven que en Brasil o en Chile haya emisiones monetarias por parte de los gobiernos locales, eso no se usa en el resto del mundo, no es normal. Ese es un tema central en la discusión con el FMI, ¿cuántas monedas tiene que emitir Argentina? El argumento ahí es: menos que Afganistán, que creo que tiene seis o siete, cada nacionalidad tiene una.

El problema fiscal más complejo de Argentina es el de la provincia de Buenos Aires; para que tengan una idea, el año pasado el déficit estuvo en alrededor del 45% de los gastos. Si se aceptara esto, obviamente los requerimientos institucionales que necesita Argentina para impedir a su liderazgo usar los presupuestos para la batalla política son de otra dimensión. Hay que poner restricciones realmente colosales a nuestras prácticas políticas y económicas. Después vamos a ver por qué eso es importante, pero ése es el punto sobre el cual quisiera enfatizar. Es en este marco que se organiza el debate con la misión y el programa de ayuda. Cualquiera sea la explicación que uno use, ahí uno se da cuenta de la magnitud del problema.

Pero por si esto fuera poco, aparece el programa de fines de diciembre-comienzos de enero. Ya les advertí -y quiero que lo tomen con esa nota cautelar- que me he opuesto en mi país de todas las formas posibles a lo que se ha hecho. ¿Cómo se puede entender el programa argentino de comienzos de enero? Lo digo para que también tomen con una pizca de dudas mis expresiones, porque la verdad es que no puedo evitar mi oposición a este programa.

El programa consiste en dos expresiones muy importantes: pesificación y asimétrica. ¿Qué se hizo en Argentina a comienzos de enero? Se tomó las operaciones y los contratos privados y el gobierno los cambió drásticamente, cambiados de unidad monetaria y después se produjo una brutal devaluación. No sólo se hizo eso, sino que se hizo asimétricamente, es decir que a unos les tocaba 1, a otros 1,40, a otros 3, según la importancia del caso.

"Cambie de traductor"

Permítanme contar un episodio; yo asesoro dos compañías extranjeras. Porque si uno pone el caso de problemas argentinos entre el agro y la industria o entre las ciudades del interior, uno entra con consideraciones distributivas complejas. Pero como los extranjeros no votan uno podría ver cómo repercute el programa. Les voy a contar los dos casos que yo asesoro porque son dramáticos. Uno es el de una corporación japonesa, muy exitosa en el mundo, muy exitosa en Argentina, que vendía bienes de inversión que financiaba con endeudamiento tomado en Tokio, 40 millones de dólares en yenes, a tasas muy bajas -ése era el mecanismo para vender los bienes de inversión-; tenía U$S 40 millones tomados en el exterior y tenía prestados en yenes, como el Código Civil Argentino permitía, también en yenes, U$S 100 millones; tenía un patrimonio neto de U$S 60 millones. Ocurre la pesificación y asimétrica -como yo le llamo; en Argentina se llama pesificación asimétrica, pero es más, es pesificación primero, que fue un desastre, y después asimétrica, que fue otro desastre- y miren lo que le pasa a esta corporación japonesa: la deuda pasa de U$S 40 millones a U$S 120 millones, se multiplica por tres, y los activos se multiplican por uno, entonces una corporación que tenía U$S 60 millones de patrimonio empieza a deber U$S 20 millones. No lo voy a olvidar, porque el ejecutivo japonés que reporta a Tokio manda un mail que dice: "He perdido todo el capital, debemos dinero y además no puedo vender". El mail que viene de réplica de Tokio dice: "Cambie de traductor. Eso no puede haber ocurrido, ¿cómo va a ser que cuando usted debe es por tres y cuando es acreedor es por uno? Usted no lee bien". Ese episodio fue muy impactante, por supuesto era muy difícil explicar...

Yo soy viejo profesor de economía, y cuando era profesor en general a mis alumnos les molestaban muchos los ejemplos abstractos que usaban los profesores de economía, pero esos ejemplos abstractos, que parecen tan tediosos, son para enseñar a pensar. Entonces el ejemplo que se me ocurrió para poder explicar esto en Japón fue usar el caso del comercializador de granos. Supongamos que usted comercializara granos, el gobierno prohíbe la tonelada métrica, al hacerlo se arma un lío fenomenal a dos niveles. En un término en los stocks, porque los vendedores de granos van a querer toneladas métricas de 600 quilos, y los compradores de 1.800, era el caso; pero hacia delante no se podía vender, porque si no se ponían de acuerdo en la tonelada no había forma de vender. Los japoneses que vienen a Argentina en general no están entrenados en ciencias económicas, porque tienen esa mentalidad de la productividad; en Argentina hay que estar entrenado en ciencias económicas para no estar perdido. Le encantó el ejemplo, mandó el mail a Tokio explicando y poniendo el ejemplo del comercializador de granos. Como a las dos horas viene un mail de respuesta de Tokio que dice rápidamente: "Váyase a su casa, llame al médico. Nosotros comprendemos que el estrés es un problema, hemos visto los episodios. No firme nada, no contrate nada, alguien va a ayudarlo para lidiar con esta circunstancia, porque comprendemos la complejidad. No firme nada".

Llega el otro ingeniero japonés, estudia la situación, se entusiasma con el ejemplo de comercialización de granos, va el mail de nuevo con la explicación más detallada; llega otro mail de Tokio inmediatamente, ya con un tono terminante, casi de ultimátum: "Dos cosas. Primero: la tonelada métrica son 1.000 quilos, en Tokio, en Buenos Aires, en Amsterdam, en New York. 1.000 quilos. Basta. Segundo: envíen al asesor a Tokio". Así que estuve paseando.

Ese es un ejemplo, para que ustedes vean el lío que se armaba. Vamos al otro ejemplo. Hay una corporación extranjera en Argentina, que ha invertido y, contrariamente a lo que opinaban sus asesores, se endeudó domésticamente en 200 millones de dólares. No era muy razonable, era más costoso, pero esta gente, por ciertas regulaciones, decidió hacerlo. En febrero el principal ejecutivo financiero de la corporación chilena -pero de capitales no sólo chilenos- llega a Argentina azorado, tenemos una consulta y me dice: "López Murphy, estoy perturbado. Yo debía 200 millones y ahora debo 50 millones. ¿Esto ocurre muy seguido aquí? Este episodio, ¿es recurrente? Nadie me preguntó si debía impuestos o no, cuánto hace que tomé la deuda. Es una cosa espectacular y quiero terminar con este problema, no sea cosa que esto se dé vuelta. Mis asesores me dicen que aguardemos un poquito más...".

Les planteo estos dos casos, los dos extranjeros. A uno lo refundimos y al otro lo superbeneficiamos, sin que hubiera ningún criterio de política económica. Uno puede decir: "yo creo en la progresividad, les voy a sacar a los más ricos para darles a los más pobres", "creo en la cohesión regional, le voy a sacar a la gran urbe para darle al interior". Hay distintos valores en la sociedad, con los que uno podrá estar más o menos de acuerdo, pero sacarle a una empresa para darle a otra, las dos extranjeras... es difícil de trasmitir.

Me parece que esa señal revela el fenomenal problema que hemos creado, primero de brutales transferencias de ingresos que nadie sabe para dónde fueron, no hay un cómputo efectivo; segundo, eso ha tenido un costo fiscal colosal porque para hacerlo digerible cambiamos las deudas a 1 y los pasivos entre 1,4 y 3. Es difícil resistirse cuando a uno le dicen que las deudas van baratitas y los depósitos caros. Todo el mundo está de acuerdo si uno no hace la cuenta de quién se va a hacer cargo de ese paquete después. Eso nos ha creado un problema fiscal importante, un programa de decenas de miles de millones que está ahí, implícito. Ahora vamos a ver por qué está implícito. Y, por supuesto, nos queda, como decía el ejecutivo japonés, ¿cómo venden en Argentina ese artículo?

¿Qué nos ha pasado macroeconómicamente? La economía ha caído muy fuerte, pero sobre todo la que depende del crédito, eso es lo que ha colapsado. Si ustedes venden bienes de inversión, construcción, bienes de consumo, eso está muy afectado; si venden alimentos, está menos afectado, todo lo que se cobra al contado ha tenido crisis pero no más que eso. Todo lo que se vende a crédito ha colapsado porque no se sabe cómo vender. Nos ha quedado un problema impresionante.

Vamos al tercer capítulo de mi exposición. Con ese programa, obviamente, lo que hay que hacer ahora es comenzar a desarmar lo que se ha hecho. En eso estamos, pero es un proceso complejo porque han quedado muchos problemas y una desconfianza extraordinaria, porque entre los episodios que ocurrieron desde el segundo trimestre del año pasado hubo un fenómeno de destrucción institucional. Imaginen que en Argentina, en el segundo trimestre del año pasado, se removió al gobernador y al vicegobernador del Banco Central para que el tesoro nacional pudiera acceder a las reservas del Banco Central y del sistema financiero. Imaginen que el presidente Bush removiera a Alan Greenspan para avanzar sobre las reservas del sistema financiero y de la Reserva Federal, crearía un caos en la principal economía del mundo. Nosotros tuvimos ese problema y varios más, que culminaron con la inconvertibilidad de depósitos. A ese tema agréguenle pesificación y asimétrica y tienen un panorama del lío y del problema de confianza que tenemos.

Las negociaciones con el FMI

Vamos a las diferencias con el FMI. Básicamente el primer problema es el tema de las monedas, que para mí es muy simple. Cuando uno lo cuenta en el exterior la interpretación es la idea de una restricción presupuestaria blanda, pero es mucho más que eso. Cuando Argentina hace su Constitución nacional, a mediados del siglo XIX, la misma tenía tres grandes principios: las relaciones exteriores quedaban a cargo del gobierno federal, se eliminaban las aduanas interiores y se unificaba la moneda. ¿Qué ha pasado con esta emisión de dinero a nivel local? Está ocurriendo exactamente al revés de lo que sostenía Adam Smith al decir que a medida que crece el tamaño del mercado, aumenta la división del trabajo y la productividad. Nosotros estamos reduciendo el tamaño del mercado porque si ustedes tienen una moneda provincial lo que tienen que hacer es gastar en la provincia, es decir que se recrea una suerte de aduana interior. Esa aduana interior, si hay monedas de ciudad, se hace todavía más grave. El problema no es sólo que la restricción presupuestaria no es operativa, sino que se está creando todo un achicamiento del mercado, una opacidad que es muy delicada.

El segundo problema que tenemos con el fondo es el de la contabilidad creativa. A lo largo de la década habíamos tenido problemas, pero esta vez tenemos uno espectacular. Es muy simple: en el presupuesto nadie quiere poner el bono de la pesificación asimétrica, que cuesta una fortuna. El Fondo dice: "¿Por qué no ponemos todas las deudas?"
- "No, no queremos"
- "¿Por qué?"
- "Porque se va a saber lo que costó eso".

Cuando uno pone el problema blanco sobre negro se pregunta a quién se le ocurrió. Ahí tenemos una dificultad adicional de contabilidad creativa, que tiene mucho que ver con la transparencia de las cuentas fiscales hacia adelante. Uno de los grandes desarrollos que siempre creí que podía producir el Mercosur, que deberíamos enfatizar, es obligarnos todos nuestros países a ciertos estándares contables, fiscales y monetarios, en el sentido de que tuviéramos que mostrar las cuentas de una manera.

En Europa fue muy importante eso, sobre todo para los italianos, y sería fantástico lograr generalizar estándares contables uniformes. En el caso de Argentina nuestro problema de contabilidad creativa es muy serio, ahora se ve en el programa, pero ha sido serio a lo largo de la década. Por supuesto que tenemos el problema de la ley de quiebras, que al principio de la gestión, sin debate, se modificó. Es muy difícil de explicar; teníamos una ley de quiebra que no era perfecta pero era razonable, ahora tenemos una que hace sumamente difícil cobrar. El argumento es muy simple: si usted no puede cobrar no puede prestar, si no puede prestar no puede tomar depósito. Lo lógico, de sentido común, sería modificar la ley de quiebra de manera que se pueda volver a prestar, porque para poder captar depósito hay que poder prestar. Ese problema pasa a ser central.

Por si tuviéramos pocos problemas, en diciembre tuvimos otra dificultad que es difícil de corregir y nos está jorobando mucho. Cuando el presidente Rodríguez Saá anuncia la cesación de pagos, que es un hecho doloroso, un fracaso muy grande, nuestra Asamblea Legislativa aplaudió desaforadamente. Esto nos ha generado un problema de credibilidad formidable. Imaginen que ustedes han declarado la quiebra de una empresa, se presentan ante el personal y dicen: "Señores, estamos en quiebra". "¡Muy bien, bravo!", festejan. Uno se pregunta qué está pasando ahí.

Ese episodio nos ha generado una situación de mucha dificultad, pero la dificultad ya venía de antes. En la campaña electoral del año 2001 uno de los argumentos que se usaba era, ante la dificultad que teníamos, no pagar la deuda. ¿Pero qué pasaba con eso? La deuda estaba en el activo de los bancos; si usted dice "no voy a pagar el activo", ¿con qué iban a hacer frente al pasivo? El Parlamento votó una institucionalidad por la cual los depósitos eran intangibles, o sea que no se podían hacer las cosas que ya habíamos hecho varias veces. En diciembre los depositantes descubrieron que los depósitos eran intangibles para los dueños. El problema es muy complicado, porque la señal que coordinó la corrida fue cuando el Parlamento votó la ley. Ese clima de ir contra los depósitos y la deuda crea psicológicamente un problema de confianza colosal. En Argentina hay que resolver cuestiones estructurales, institucionales y de confianza que tienen que ver con que la gente, para volver a nuestro sistema financiero se requerirá que todas esas cosas que vio no estén más. No puede ocurrir más que todos los que festejaron esas cosas sigan estando. Ese es un tema complejo.

Ese es el problema crucial de Argentina: retomar la confianza. Si no la retomamos, no hay salida. Retomar la confianza es complejo después de lo que pasó. Es el tema decisivo y crucial para salir de esto, que tiene un requerimiento muy grande en materia cultural primero. Lo que nuestro liderazgo va a tener que hacer y decir es tan grande hacia el futuro, que uno se preocupa.

Voy a marcar tres o cuatro problemas que tenemos en este momento que quiero que perciban porque ayudan a comprender las dificultades que tenemos. El primer problema importante es el tema de los precios de los servicios públicos. Argentina privatizó la mayor parte de las actividades de servicios públicos; cuando se produce la devaluación el mecanismo por el cual no tenemos inflación prácticamente es que hemos congelado uno por uno los precios de los servicios públicos. Por supuesto, logramos enviar a la convocatoria a Metrogás, que es propiedad de British Gas, a Telecom, que es propiedad de la Telefónica de Francia e Italia, a Aguas Argentinas... Hemos logrado hacer algo que nadie imaginaba: hemos puesto toda la deuda privada en una situación límite.

Ahí hay dos problemas que nos aprietan ahora, respecto de los cuales no podemos demorar más la decisión. Lo voy a ilustrar con dos casos: la electricidad y el gasoil.

Por la estructura de precios relativos somos exportadores de petróleo, pero subsidiamos, tenemos un tratamiento impositivo mucho más benévolo para el gasoil que para las naftas. En consecuencia de nuestra producción nos sobra nafta y nos falta gasoil, tenemos que importar gasoil. Podemos regular como queremos lo que producimos domésticamente, pero no hemos logrado persuadir a las compañías que operan en el país que compren a 3 y vendan a 1, no hay forma de persuadirlas, los tipos aceptan que han perdido el capital, que han perdido la inversión, que no van a pagar la deuda, pero que si además les decimos que tienen que perder corrientemente...

En electricidad existe el mismo problema: el grueso del costo de electricidad es básicamente el de capital y muy poco el costo de operación. Pero ahí tenemos otro problema: en invierno hay que comprar combustible para hacer funcionar los picos. De nuevo las compañías eléctricas no entienden razones y no quieren comprar a tres lo que tienen que vender a uno. Ahí hay un problema logístico, podemos tener problemas en invierno de provisión de electricidad. Confío en que logremos enfrentar ese tema porque se me ha ocurrido empezar a decir por radio y televisión que a lo mejor, si no compramos combustible no va a haber luz en el invierno y justo cuando el Mundial no vamos a poder ver televisión. Ahí hay un argumento poderoso para enfrentar el problema cuanto antes.

Vamos al tercer problema, que no es menor. ¿Qué nos ocurrió monetariamente? Ha ocurrido algo que es un drama. Agarramos a la gente que tenía dólares en los bancos y le dijimos: "Le vamos a transformar los dólares en pesos, le guste o no le guste". A la gente no le gustó. ¿Qué está pasando?: sobran pesos. Y no un poquito, la gente tiene hoy muchos pesos que no quiere. (Y cuando digo que sobran, sobra una cantidad enorme.) La gente está tratando de deshacerse de esos pesos, hay lo que se llama en inglés un "monetary overhang", un sobrante de dinero colgando. No golpea inmediatamente porque la inconvertibilidad de depósitos, el corralito, pone cierto límite, pero eso está operando. Nadie sabe cómo lidiar con el monetary overhang. Ahora viene el problema de saber cuánto es eso, y hay distintas hipótesis. Si usted toma la convertibilidad como una época de normalidad y cree que podemos volver a ella, lo que sobra es algo así como 18.000 o 19.000 millones de pesos -al tipo de cambio háganse una idea de la magnitud de que estamos hablando-. Uno puede decir, con legítima expectativa, que eso era cuando había estabilidad, cuando estaba el uno por uno, cuando usted creía que el peso era sustituto del dólar, pero ahora no es más así, el peso ha perdido muchos atributos, ahora hay inflación, lo lógico es usar una medida que tenga que ver con la liquidez que demandaban los argentinos cuando había cesación de pago, cuando había inflación. ¿Cuánto era eso?. Como 10.000 millones. Y tiene como 50.000, entonces sobran 40.000. Ese problema está ahí. No me pregunten, porque está fuera de mi capacidad analítica, cómo se resuelve ese problema, que está ahí, frente a nosotros.

Vamos al cuarto problema que tenemos operando con suma intensidad. El sistema judicial que ha resuelto los amparos. El amparo es un mecanismo por el cual el juez le ordena al banco pagar a la cotización de mercado los depósitos que el gobierno congeló. ¿Qué ocurre? Los bancos están recogiendo los créditos a uno y pagando a tres, más o menos como las empresas de servicio público. Si usted obliga a los bancos a recoger a uno y pagar a tres empiezan a tener un problema muy complejo de liquidez. Ya vamos como por U$S 15.000 millones de redescuento y hemos llevado prácticamente a un nivel muy bajo las reservas de liquidez. Estos dos problemas son los que no le permiten al gobierno argentino dormir. Este es el tema central y decisivo que tenemos. Hay que resolver este problema ya, en la próxima semana, no hay más espacio. Y el otro, que Dios nos ayude a convivir con ese sobrante de dinero que hemos creado artificialmente.

¿Cómo salir?

Vamos al problema de cómo salir de este lío. De mi exposición se infiere que hay que hacer una tremenda reforma institucional que nos ponga en reglas que ningún país ha tenido antes, tienen que ser reglas de una enorme severidad para volver a ser confiables. Pero eso no alcanza, en realidad vamos a necesitar una música ambiental diferente. Ustedes habrán visto que en los velatorios no se usa música tropical, que en las boites no se usa música fúnebre; hay una música ambiental. Argentina necesita una música ambiental que revalorice el derecho de propiedad, el cumplimiento de los contratos, la confianza, en magnitudes similares a la Inglaterra victoriana, al Hong-Kong previo a la anexión a China. De todas maneras, aunque tuviéramos la música ambiental -conociendo a mis compatriotas, no va a ser fácil que en una campaña política elaboremos ese discurso, probablemente lo haga yo, pero no veo fácil que el resto lo haga-, el tema es cómo se vuelve a convencer a la gente de que deposite. Esa música ambiental, la reforma institucional, es vital.

¿Cómo se hace para volver? Eso es muy difícil, es la cuarta vez que incautamos los depósitos, no es la primera. El otro día contaba en Buenos Aires, y lo puedo repetir aquí, que dando una exposición similar a ésta en la provincia de Corrientes, tras finalizar, algunos profesionales correntinos me invitaron a tomar unos vinos en una atmósfera más relax. Uno de los contadores correntinos me dijo que tenía que enfocar el tema de la confianza con otra metodología, que tenía que buscar un ejemplo práctico y que me iba a contar el propio, que era muy útil para esto, porque reganar la confianza es una tarea muy compleja. "Le voy a contar lo que me pasó. Me han pescado en cuatro infidelidades; no es que haya hecho cuatro, me pescaron en las relevantes. Para la primera la explicación fue relativamente sencilla: 'la carne es débil, la tentación, no me pude contener, cometí un error'. La segunda ya es más compleja: 'me provocaron, tenía que hacer honor a mi apellido'. La tercera fue una historia que hubiera dejado anonadado a García Márquez. Para la cuarta ya no había caso, para lidiar con ella tomé una estrategia de largo plazo. La voy a poner en términos militares: primero hice cabecera de playa en mi casa: 'de acá no me mueven ni a garrotazos, porque si me sacan no vuelvo más'. Primera cuestión, hay que afianzarse. La segunda cuestión es un concepto maoísta, la guerra popular prolongada, o sea: 'esto va a durar mucho tiempo, hay que prepararse con tenacidad'". El contador correntino me decía, "después de la cuarta vez tengo que cambiar, en Corrientes somos muy católicos, empecé a tener comunión diaria en una parroquia cerca de lo de mi suegra, y todo el mundo le comentaba a mi suegra: 'Qué pío que es su yerno'. Y en casa una disciplina -en Corrientes no se hace esto-, iba con la bandeja a servirle el desayuno a mi mujer, ni le dirigía la palabra, era todo atención. Los fines de semana la invitaba a ir a visitar a mi suegra. Imagínese esta perspectiva, una cosa increíble. Pasaron los meses y yo siempre especulaba con la debilidad, uno siempre tiene momentos buenos y momentos malos psicológicamente y mi mujer entró en un momento de cierta depresión, entonces fui y le tomé la manito. Un apretón de manos, y a medida que pasaban los días, el clima, empezamos a hablar, en otro momento un abrazo...". Había un contador correntino en la mesa, ya con los vinos en intensa ingesta, que le preguntó "¿Y cuándo te dejaron volver al dormitorio?"; "No, eso toma tiempo, no es rápido". Entonces me dijo: "Mire, López Murphy, el problema que tenemos con el sistema financiero es como el mío: acá lo que va a haber que hacer es poner primero un sistema financiero de transacción, y habrá que decirle a la gente: 'Su depósito es totalmente off-shore, está fuera del alcance del gobierno argentino, está en Frankfurt, en Montevideo, en New York, acá no'.

Estoy reflejando que el problema que vamos a tener si hacemos la música ambiental adecuada, si hacemos las reformas institucionales adecuadas, es igual a un proceso largo de recuperación de confianza. Ese proceso nos tomará un esfuerzo muy grande, ése es el enorme desafío que tiene el liderazgo argentino. Es un desafío complejo, porque no está claro en la sociedad por qué tuvimos la crisis que tuvimos ni son claras las consecuencias -yo creo que analíticamente lo son-, entonces la capacidad de recuperación que tenemos requiere un liderazgo enormemente lúcido, con una enorme convicción, con una enorme claridad, con una enorme determinación, que sepa tocar la música ambiental adecuada, hacer las reformas institucionales adecuadas y que tenga la misma capacidad de mi amigo correntino para persuadir al que ha sido burlado varias veces.

Muchas gracias. Espero que les haya sido útil.

(Aplausos.)

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Transcripción: María Lila Ltaif
Edición: Mauricio Erramuspe

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