La situación política,
económica y social de Argentina
Conferencia del ex ministro de Economía y Defensa de
Argentina, Ricardo López Murphy.
RICARDO
LÓPEZ MURPHY:
Debo decir que lamentablemente en esta oportunidad tenemos una realidad
tan abundante en Argentina que no habrá referencia a la historia
griega. Esta vez no voy a apelar a ninguna realidad externa a mi
país, porque hemos producido una cantidad de hechos que creo
que van a ser estudiados largos años, por parte de algunos
tratando de entender cómo pudo haber pasado lo que pasó.
Mi afán hoy es básicamente tratar de poner en contexto
las razones por las cuales nos hemos metido en semejante lío.
El lío que tenemos es extraordinario, tenemos una situación
social sumamente difícil, con un altísimo desempleo,
con indicadores de pobreza e indigencia tan graves o peores que
en la época de la hiperinflación. Tenemos una situación
económica con una caída del producto, acumulada al
último trimestre del año pasado, de 15% y una caída
de la inversión de más de 45%, y en este momento vamos
a una caída adicional de 15%. Estamos en una crisis política
formidable, en la elección de octubre del año pasado
más de 40% de la población se abstuvo, votó
en blanco o anuló su sufragio. Hemos tenido cinco presidentes
en dos semanas y estamos sufriendo una situación de crisis
de representatividad y de cuestionamiento al liderazgo de una magnitud
difícil de recordar en la escena internacional. Y como si
esto fuera poco, tenemos judicializada buena parte de las disputas
en Argentina, por lo que se ha afectado los derechos de propiedad
y los contratos y le han iniciado juicio a la Corte Suprema. Creo
que es difícil pensar que todo podía pasar simultáneamente
y ha ocurrido.
Entonces la primera parte de mi exposición estará
relacionada al problema de cómo nos metimos en este lío.
No porque la historia no sea conocida, sino porque es enormemente
importante para entender el camino de salida.
Creo que hay distintas hipótesis sobre lo que ocurrió
en Argentina y si lo entendemos bien probablemente tanto la vida
interna del país va a venir orientada por la interpretación
de los hechos, como también los programas de cooperación
internacional, de la que la situación de Argentina requiere
insoslayablemente, por la complejidad de los temas.
El segundo capítulo de mi exposición estará
vinculado al programa de diciembre y enero, al que creo soy la persona
que se ha opuesto con más intensidad en Argentina. Le pido
que lo tomen con la pizca de sabiduría de saber que he sido
un opositor encarnizado al programa, oposición que no voy
a ocultar, aunque lo voy a presentar de la manera más profesional
posible para que se entienda la naturaleza del problema ocurrido.
En tercer lugar voy a tratar de presentar las dificultades que
estamos teniendo en la negociación con los organismos multilaterales.
Muchas veces viendo la situación desde afuera no se entiende
por qué nos cuesta tanto. Ya estuvo la segunda misión
del Fondo que se fue sin un acuerdo y vienen otras más grandes.
En el último capítulo me referiré a algunos
problemas muy complejos que tenemos en materia monetaria y regulatoria,
que están dominando los acontecimientos de corto plazo.
Finalmente, como siempre, haré algún pronóstico,
aunque en esta oportunidad después de escuchar todo lo que
van a escuchar no querrán ni enterarse del pronóstico.
Las causas de la crisis
Entremos en materia. ¿Por qué se produjo la crisis
que se produjo en Argentina? Yo diría que hay básicamente
tres fuentes de explicación de esas crisis, de las cuales
adscribo con más intensidad a una, en parte porque la inventé.
He estado batallando para que comprendiéramos la naturaleza
de nuestro problema. Mi posición hoy ha recibido un apoyo
formidable en un documento muy importante que sugiero leer para
entender el problema de Argentina, que es el documento de Michel
Musa, quien fuera economista jefe del FMI durante 10 años
y obviamente participó en todos los debates sobre la política
económica argentina.
Básicamente es bastante simple lo que nos pasó. La
economía creció en volumen. Medido en precios constantes
del producto, el incremento fue de 40% entre 1991 y 2000. El índice
de precios implícito en las exportaciones e importaciones
de Argentina a lo largo de la década de la convertibilidad
fue negativo en términos nominales. Es decir que los precios
de los bienes comerciables, a lo largo de la década eran
en términos nominales más bajos en el año 2000
que en el año 1991. Uno sabe que el tamaño del gasto
que esa economía podía financiar, a tipo de cambio
fijo uno por uno con la regla de la convertibilidad, era aproximadamente
el crecimiento de la economía más la inflación
internacional. La inflación internacional fue negativa, pero
concédanme que sea cero. Si la base económica crece
al 40% y el gasto crece 150%, tiene que haber un problema enorme.
Lo paradójico hubiera sido que se hubiera salido bien.
El problema de ese crecimiento espectacular del gasto fue financiado
con un aumento enorme de la tributación, entonces prácticamente
duplicamos la recaudación y hubo, adicionalmente a ello,
un enorme endeudamiento. Nos pasó lo que nos pasó
siempre, aquí no hay ninguna paradoja, ni que fracasó
el consenso de Washington ni que acertó, ni nada. Pasó
lo que siempre nos ha pasado: hemos tenido políticas cambiarias
muy rígidas con políticas fiscales no consistentes.
Más temprano que tarde... Esta vez duró mucho, porque
entre otras cosas hubo mucha contabilidad creativa, pero sobre todo
hubo una mascarada de que había reformas tan profundas que
justificaban un crecimiento enorme del gasto. Eso no se pudo sostener
y el problema nos llevó al colapso, no sólo del régimen
cambiario; con un crecimiento del gasto público de la magnitud
que tuvo en Argentina, generamos presiones enormes en los mercados
de capitales, afectamos mucho el crédito, el empleo, la competitividad,
hasta que finalmente eso dio por tierra con nuestra institucionalidad,
con un costo muy grande porque esa institucionalidad no había
sido adoptada producto de la lucidez. Cuando uno entiende la convertibilidad
como un acto de lucidez, se equivoca; fue un acto de necesidad.
Nosotros adoptamos un régimen de esa naturaleza después
de haberle quitado 13 ceros a la moneda en los 20 años anteriores.
Cada cero es mil por ciento de devaluación; o sea que devaluamos
de una manera extraordinaria. Como exageramos tanto la devaluación
estuvimos forzados a adoptar un régimen de extraordinaria
previsibilidad, entonces el problema de fracasar era catastrófico.
Basta mirar lo que nos está pasando para constatar el problema.
¿Por qué nuestro país cometió un error
tan considerable? Aquí viene algo importante de esta reflexión.
Hay tres hipótesis en la discusión de lo que nos pasó.
La primera es la hipótesis de la burbuja. En el mundo hay
dos burbujas muy notorias, una es la japonesa, que explotó
a fines de los 80 y comienzos de los 90 y todavía dura. Durante
muchos años Japón ha estado en una difícil
recesión, con una caída muy fuerte de su performance
económica. Argentina siempre tiene mucha conciencia del problema
japonés porque aunque no lo puedan creer vendimos la casa
del embajador en Tokio en 350 millones de dólares, algo increíble;
hoy vale U$S 35. Debe ser la única vez que le pegamos. Pero
ese episodio y esa burbuja son útiles para entender, porque
a los japoneses, que habían tenido 40 años de éxito
económico les pasó... se la creyeron. Hubo una sobreestimación
del éxito y creo que detrás de esa burbuja de los
valores inmobiliarios, de los activos en Japón, se dio ese
fenómeno.
Bola sin manija
Está el fenómeno de Internet a fines de la década
de los 90. ¿Pero cuál fue la burbuja en Argentina?
Cuando a comienzos de la década de los 90 nuestro país
logró estabilizar, hacer reformas importantes en materia
de privatización y seguridad social, los argentinos creyeron
-no todos, pero sí una gran parte- que le habíamos
encontrado la manija a la pelota. Esto quiere decir que habíamos
encontrado un mecanismo que nos permitía manejar nuestra
situación económica como nunca lo habíamos
hecho en el pasado. Esa visión llegó a revestir características
de euforia, en parte por la personalidad del ex presidente. La discusión
en Argentina era si estábamos en el primer mundo o íbamos
al primer mundo. Ese era el clima de discusión. Recuerdo
que en noviembre de 1992 participé en un panel -tenía
una visión bastante crítica del problema de la expansión
del gasto, del déficit y el endeudamiento- y fui objeto de
burlas colectivas por parte de buena parte de la profesión.
Mi argumento era que estábamos viviendo un momento de condiciones
excepcionales, que teníamos que ahorrar para amortiguar el
ciclo, o sea que teníamos que hacer políticas anticíclicas.
El argumento que había en Argentina en ese momento era que
había reformas estructurales que nos sacaban de las tragedias
de los 70 y los 80. Habíamos salido de un camino vecinal
y entrado en una supercarretera, entonces creceríamos 7%,
8%.
Recuerdo que en esa oportunidad el panelista que polemizaba conmigo
se burlaba diciendo "fíjense en qué estado psicológico
ha quedado López Murphy después de las décadas
de los 70 y los 80, que nos dice que ahorremos ahora que somos pobres
para gastar cuando seamos ricos". Si eso era cierto, era una
estupidez. Pero no era cierto, había circunstancias excepcionales.
Cito ese episodio porque ése era el clima de la época.
¿Qué nos pasa? Cuando vino "el tequila"
(crisis de la economía mexicana) todo el mundo se puso en
guardia: aquí pasa algo raro. Viene la crisis y en lugar
de atenuar la perspectiva la agrava, porque salimos muy rápido,
casi sin heridas, y empezamos a crecer más rápido
que antes. Entonces a nivel de la opinión pública
y, sobre todo, de los inversores extranjeros, comenzó la
idea de que verdaderamente habíamos descubierto la manija
de la pelota, y se creó esa sensación -creo que muy
peligrosa- que infló los activos, pero sobre todo hizo descuidar
de manera grosera el problema fiscal. Esa sensación tuvo
su final hacia mediados del año 1998, cuando la sucesión
de la crisis asiática y la rusa nos pega en el eje del modelo
de acumulación que teníamos. Argentina tenía
tres características vitales en su proceso de crecimiento:
dependía mucho de las commodities, dependía mucho
de la región y dependía mucho del ahorro externo.
La crisis nos pega en las commodities y en el financiamiento externo,
las dos cosas son heridas de muerte, junto con las crisis asiática
y rusa.
¿Qué nos quedaba?, ¿cuál era el elemento
que nos mantenía? Por supuesto, era la situación brasileña;
el desfasaje de precios nos creaba un mercado, o sea que se acentuaba
la dependencia de la región. O sea que las horas estaban
contadas si algo pasaba en Brasil. Era claro que allí había
una vulnerabilidad extraordinaria. Cuando viene el episodio de la
devaluación de enero de 1999 era muy inmediato para todos
que la burbuja había desaparecido y que había que
comenzar un muy drástico proceso de corrección. Pero
es fácil subir, pero no corregir. Lo que nos había
ocurrido, que buena parte de nuestro liderazgo no entendió,
era que había bajado el potencial del ingreso per cápita
de Argentina. Cuando Brasil devaluó lo que nosotros vendíamos
bajó a mitad de precio, habían bajado a mitad de precio
las commodities, había bajado a mitad de precio Brasil, y
se nos había encarecido dramáticamente el financiamiento
interno. Teníamos que hacer un fenomenal proceso de corrección.
Fenomenal proceso de conversión que, en las reglas de la
caja de conversión, implicaba una inflación interna
dramática y que a su vez agravaba el problema del endeudamiento
público y privado, lo cual ponía una enorme presión
sobre la economía. Cuanto antes reaccionáramos, tanto
más al que se atrevía a hablar lo volaban.
Y se me ocurrió una idea -conocida-, allá en el primer
trimestre de 1999, de que había que hacer un recorte drástico
de la situación fiscal. También es conocida la consecuencia:
fui expulsado del staff de campaña del candidato presidencial
que punteaba en las encuestas en ese momento. Lo cuento porque eso
da una idea de la dificultad que había para trasmitirle a
la población cualquier noticia que fuera negativa, aunque
la economía estaba crujiendo.
Luego vinieron los esfuerzos posteriores, Argentina hace un esfuerzo
de corrección fiscal fuerte, en sucesivas tandas. Fuerte
quiere decir que se redujo el gasto primario en varias oportunidades
en varios miles de millones de dólares. Por supuesto que
frente a lo que había ocurrido antes nunca alcanzaba, había
que hacer algo muy, muy importante. Por muchas razones la coalición
política no tiene la lucidez para ver el problema, lo que
nos fue arrastrando a una crisis enorme.
Pero creo que hubo este fenómeno de la burbuja y si éste
fuera el fenómeno más importante lo que hay que hacer
es bastante claro y simple: tenemos que hacer políticas anticíclicas,
debemos tener una institucionalidad que nos fuerce al superávit
en los auges para tener financiamiento después.
Divorcio gasto-recaudación
La segunda hipótesis, que es muy importante para lo que
viene, porque esto está en el núcleo de la discusión
con los organismos multilaterales y el Grupo de los Siete, es que
lo que fracasó en Argentina fueron nuestras instituciones
fiscales y financieras. Si éste es el problema, estamos hablando
de otro animal. ¿Cuál es el argumento del fracaso?
Nosotros tenemos un régimen de relaciones financieras entre
el Estado central y las provincias que parece diseñado por
el enemigo, es un sistema muy mal diseñado que genera conductas
muy negativas. Para ponerlos a ustedes en perspectiva, tenemos un
régimen que divorcia las decisiones de gasto y de recaudación.
Es como si ustedes pudieran gastar con la tarjeta de crédito
de otro. Así uno tiene una generosidad extraordinaria. Esa
generosidad extraordinaria en un ambiente de competencia política
se amplía. Y a ese problema se agrega que se permitió
el endeudamiento masivo de esas jurisdicciones, utilizando como
colateral las transferencias federales, lo cual generó un
enorme descontrol de la deuda.
En el Estado federal hubo un problema de similar magnitud. Por
ejemplo, el déficit medido de toda la década, de 1991
a 2000, fue de aproximadamente 110.000 millones de dólares.
De esa suma están registrados en el presupuesto 50.000 millones
de dólares; hay 60.000 millones que son contabilidad creativa,
producto de decisiones parlamentarias, judiciales que generaban
deuda y gasto sin que hubiera ningún mecanismo que pudiera
trabarlas. Cualquier argumento era válido para emitir títulos
de deuda y, como muchas veces expliqué en Uruguay, no lo
registrábamos. Pero en términos del costo de la deuda
eso impactaba, porque colocábamos una enorme cantidad de
bonos todos los años para financiar el déficit para
todo este tipo de operaciones. Si usted tiene una debilidad institucional
de esa envergadura... al revés de Chile, donde el Parlamento
no puede tener iniciativa sobre el gasto, puede bajar el gasto que
manda el Poder Ejecutivo o dejarlo, eso genera una disciplina enorme.
Nosotros tenemos un Poder Legislativo que puede gastar lo que se
le ocurre, sin financiamiento y además los jueces hacen de
las suyas. Tenemos un mecanismo que nos expande el gasto sin que
haya ningún control.
Creo que desgraciadamente éste es el problema que tiene
Argentina, es un problema muy grave, y si éste es el problema
lo que necesita el país no es un programa económico
coherente -eso va de suyo-, sino una formidable reforma institucional,
una reforma dramática.
Emitir, emitir...
Para quitarle un poco la tensión a esto, les voy a contar
el problema de estas simpáticas monedas que emitimos. Además
de la emisión de dinero del gobierno federal, como está
previsto en nuestra Constitución, las jurisdicciones provinciales,
los gobiernos locales también lo hacen. Hay un cuento muy
simpático sobre Argentina, de cuando llega la última
misión. Ustedes saben que han cambiado los personajes que
nos visitan, en la última vino un señor indio que
es distinto a los que venían antes, que tiene un marco de
referencia distinto, por ejemplo él ve a todos gordos en
Argentina; claro, si nos compara con Calcuta. Hay un clima distinto,
él ve todo gordo, lo llevan a comer a Puerto Madero, a Recoleta,
le hablan de la miseria y el tipo viene de Calcuta... El tipo llega,
lo sientan en el Banco Central, una ceremonia lo más razonable
y para ordenar la discusión se comienza, para poner un marco
de referencia, a tratar el problema monetario. El economista pide
que le cuenten en qué términos se está pensando
la expansión monetaria, las reservas, las hipótesis
de trabajo y, con la maldad que hay en este momento en mi país,
uno de los técnicos del Banco Central, para ayudar en el
proceso, pregunta "¿A cuál de las monedas que
emitimos se refiere?". Ahí viene inmediatamente la réplica.
Cuando usted se encuentra en esa situación... hay como 20
monedas. "¿Cuánto se emite?". Nadie sabe.
Se dice que el economista indio dice "emita lo que quiera,
pero de una".
De modo que cuando yo describo el problema institucional que tenemos
-permítanme un poco de jocosidad para hacerlo más
tolerable-, en realidad tenemos un problema colosal. El ejemplo
que uso con mis conciudadanos es preguntarles si ven que en Brasil
o en Chile haya emisiones monetarias por parte de los gobiernos
locales, eso no se usa en el resto del mundo, no es normal. Ese
es un tema central en la discusión con el FMI, ¿cuántas
monedas tiene que emitir Argentina? El argumento ahí es:
menos que Afganistán, que creo que tiene seis o siete, cada
nacionalidad tiene una.
El problema fiscal más complejo de Argentina es el de la
provincia de Buenos Aires; para que tengan una idea, el año
pasado el déficit estuvo en alrededor del 45% de los gastos.
Si se aceptara esto, obviamente los requerimientos institucionales
que necesita Argentina para impedir a su liderazgo usar los presupuestos
para la batalla política son de otra dimensión. Hay
que poner restricciones realmente colosales a nuestras prácticas
políticas y económicas. Después vamos a ver
por qué eso es importante, pero ése es el punto sobre
el cual quisiera enfatizar. Es en este marco que se organiza el
debate con la misión y el programa de ayuda. Cualquiera sea
la explicación que uno use, ahí uno se da cuenta de
la magnitud del problema.
Pero por si esto fuera poco, aparece el programa de fines de diciembre-comienzos
de enero. Ya les advertí -y quiero que lo tomen con esa nota
cautelar- que me he opuesto en mi país de todas las formas
posibles a lo que se ha hecho. ¿Cómo se puede entender
el programa argentino de comienzos de enero? Lo digo para que también
tomen con una pizca de dudas mis expresiones, porque la verdad es
que no puedo evitar mi oposición a este programa.
El programa consiste en dos expresiones muy importantes: pesificación
y asimétrica. ¿Qué se hizo en Argentina a comienzos
de enero? Se tomó las operaciones y los contratos privados
y el gobierno los cambió drásticamente, cambiados
de unidad monetaria y después se produjo una brutal devaluación.
No sólo se hizo eso, sino que se hizo asimétricamente,
es decir que a unos les tocaba 1, a otros 1,40, a otros 3, según
la importancia del caso.
"Cambie de traductor"
Permítanme contar un episodio; yo asesoro dos compañías
extranjeras. Porque si uno pone el caso de problemas argentinos
entre el agro y la industria o entre las ciudades del interior,
uno entra con consideraciones distributivas complejas. Pero como
los extranjeros no votan uno podría ver cómo repercute
el programa. Les voy a contar los dos casos que yo asesoro porque
son dramáticos. Uno es el de una corporación japonesa,
muy exitosa en el mundo, muy exitosa en Argentina, que vendía
bienes de inversión que financiaba con endeudamiento tomado
en Tokio, 40 millones de dólares en yenes, a tasas muy bajas
-ése era el mecanismo para vender los bienes de inversión-;
tenía U$S 40 millones tomados en el exterior y tenía
prestados en yenes, como el Código Civil Argentino permitía,
también en yenes, U$S 100 millones; tenía un patrimonio
neto de U$S 60 millones. Ocurre la pesificación y asimétrica
-como yo le llamo; en Argentina se llama pesificación asimétrica,
pero es más, es pesificación primero, que fue un desastre,
y después asimétrica, que fue otro desastre- y miren
lo que le pasa a esta corporación japonesa: la deuda pasa
de U$S 40 millones a U$S 120 millones, se multiplica por tres, y
los activos se multiplican por uno, entonces una corporación
que tenía U$S 60 millones de patrimonio empieza a deber U$S
20 millones. No lo voy a olvidar, porque el ejecutivo japonés
que reporta a Tokio manda un mail que dice: "He perdido todo
el capital, debemos dinero y además no puedo vender".
El mail que viene de réplica de Tokio dice: "Cambie
de traductor. Eso no puede haber ocurrido, ¿cómo va
a ser que cuando usted debe es por tres y cuando es acreedor es
por uno? Usted no lee bien". Ese episodio fue muy impactante,
por supuesto era muy difícil explicar...
Yo soy viejo profesor de economía, y cuando era profesor
en general a mis alumnos les molestaban muchos los ejemplos abstractos
que usaban los profesores de economía, pero esos ejemplos
abstractos, que parecen tan tediosos, son para enseñar a
pensar. Entonces el ejemplo que se me ocurrió para poder
explicar esto en Japón fue usar el caso del comercializador
de granos. Supongamos que usted comercializara granos, el gobierno
prohíbe la tonelada métrica, al hacerlo se arma un
lío fenomenal a dos niveles. En un término en los
stocks, porque los vendedores de granos van a querer toneladas métricas
de 600 quilos, y los compradores de 1.800, era el caso; pero hacia
delante no se podía vender, porque si no se ponían
de acuerdo en la tonelada no había forma de vender. Los japoneses
que vienen a Argentina en general no están entrenados en
ciencias económicas, porque tienen esa mentalidad de la productividad;
en Argentina hay que estar entrenado en ciencias económicas
para no estar perdido. Le encantó el ejemplo, mandó
el mail a Tokio explicando y poniendo el ejemplo del comercializador
de granos. Como a las dos horas viene un mail de respuesta de Tokio
que dice rápidamente: "Váyase a su casa, llame
al médico. Nosotros comprendemos que el estrés es
un problema, hemos visto los episodios. No firme nada, no contrate
nada, alguien va a ayudarlo para lidiar con esta circunstancia,
porque comprendemos la complejidad. No firme nada".
Llega el otro ingeniero japonés, estudia la situación,
se entusiasma con el ejemplo de comercialización de granos,
va el mail de nuevo con la explicación más detallada;
llega otro mail de Tokio inmediatamente, ya con un tono terminante,
casi de ultimátum: "Dos cosas. Primero: la tonelada
métrica son 1.000 quilos, en Tokio, en Buenos Aires, en Amsterdam,
en New York. 1.000 quilos. Basta. Segundo: envíen al asesor
a Tokio". Así que estuve paseando.
Ese es un ejemplo, para que ustedes vean el lío que se armaba.
Vamos al otro ejemplo. Hay una corporación extranjera en
Argentina, que ha invertido y, contrariamente a lo que opinaban
sus asesores, se endeudó domésticamente en 200 millones
de dólares. No era muy razonable, era más costoso,
pero esta gente, por ciertas regulaciones, decidió hacerlo.
En febrero el principal ejecutivo financiero de la corporación
chilena -pero de capitales no sólo chilenos- llega a Argentina
azorado, tenemos una consulta y me dice: "López Murphy,
estoy perturbado. Yo debía 200 millones y ahora debo 50 millones.
¿Esto ocurre muy seguido aquí? Este episodio, ¿es
recurrente? Nadie me preguntó si debía impuestos o
no, cuánto hace que tomé la deuda. Es una cosa espectacular
y quiero terminar con este problema, no sea cosa que esto se dé
vuelta. Mis asesores me dicen que aguardemos un poquito más...".
Les planteo estos dos casos, los dos extranjeros. A uno lo refundimos
y al otro lo superbeneficiamos, sin que hubiera ningún criterio
de política económica. Uno puede decir: "yo creo
en la progresividad, les voy a sacar a los más ricos para
darles a los más pobres", "creo en la cohesión
regional, le voy a sacar a la gran urbe para darle al interior".
Hay distintos valores en la sociedad, con los que uno podrá
estar más o menos de acuerdo, pero sacarle a una empresa
para darle a otra, las dos extranjeras... es difícil de trasmitir.
Me parece que esa señal revela el fenomenal problema que
hemos creado, primero de brutales transferencias de ingresos que
nadie sabe para dónde fueron, no hay un cómputo efectivo;
segundo, eso ha tenido un costo fiscal colosal porque para hacerlo
digerible cambiamos las deudas a 1 y los pasivos entre 1,4 y 3.
Es difícil resistirse cuando a uno le dicen que las deudas
van baratitas y los depósitos caros. Todo el mundo está
de acuerdo si uno no hace la cuenta de quién se va a hacer
cargo de ese paquete después. Eso nos ha creado un problema
fiscal importante, un programa de decenas de miles de millones que
está ahí, implícito. Ahora vamos a ver por
qué está implícito. Y, por supuesto, nos queda,
como decía el ejecutivo japonés, ¿cómo
venden en Argentina ese artículo?
¿Qué nos ha pasado macroeconómicamente? La
economía ha caído muy fuerte, pero sobre todo la que
depende del crédito, eso es lo que ha colapsado. Si ustedes
venden bienes de inversión, construcción, bienes de
consumo, eso está muy afectado; si venden alimentos, está
menos afectado, todo lo que se cobra al contado ha tenido crisis
pero no más que eso. Todo lo que se vende a crédito
ha colapsado porque no se sabe cómo vender. Nos ha quedado
un problema impresionante.
Vamos al tercer capítulo de mi exposición. Con ese
programa, obviamente, lo que hay que hacer ahora es comenzar a desarmar
lo que se ha hecho. En eso estamos, pero es un proceso complejo
porque han quedado muchos problemas y una desconfianza extraordinaria,
porque entre los episodios que ocurrieron desde el segundo trimestre
del año pasado hubo un fenómeno de destrucción
institucional. Imaginen que en Argentina, en el segundo trimestre
del año pasado, se removió al gobernador y al vicegobernador
del Banco Central para que el tesoro nacional pudiera acceder a
las reservas del Banco Central y del sistema financiero. Imaginen
que el presidente Bush removiera a Alan Greenspan para avanzar sobre
las reservas del sistema financiero y de la Reserva Federal, crearía
un caos en la principal economía del mundo. Nosotros tuvimos
ese problema y varios más, que culminaron con la inconvertibilidad
de depósitos. A ese tema agréguenle pesificación
y asimétrica y tienen un panorama del lío y del problema
de confianza que tenemos.
Las negociaciones con el FMI
Vamos a las diferencias con el FMI. Básicamente el primer
problema es el tema de las monedas, que para mí es muy simple.
Cuando uno lo cuenta en el exterior la interpretación es
la idea de una restricción presupuestaria blanda, pero es
mucho más que eso. Cuando Argentina hace su Constitución
nacional, a mediados del siglo XIX, la misma tenía tres grandes
principios: las relaciones exteriores quedaban a cargo del gobierno
federal, se eliminaban las aduanas interiores y se unificaba la
moneda. ¿Qué ha pasado con esta emisión de
dinero a nivel local? Está ocurriendo exactamente al revés
de lo que sostenía Adam Smith al decir que a medida que crece
el tamaño del mercado, aumenta la división del trabajo
y la productividad. Nosotros estamos reduciendo el tamaño
del mercado porque si ustedes tienen una moneda provincial lo que
tienen que hacer es gastar en la provincia, es decir que se recrea
una suerte de aduana interior. Esa aduana interior, si hay monedas
de ciudad, se hace todavía más grave. El problema
no es sólo que la restricción presupuestaria no es
operativa, sino que se está creando todo un achicamiento
del mercado, una opacidad que es muy delicada.
El segundo problema que tenemos con el fondo es el de la contabilidad
creativa. A lo largo de la década habíamos tenido
problemas, pero esta vez tenemos uno espectacular. Es muy simple:
en el presupuesto nadie quiere poner el bono de la pesificación
asimétrica, que cuesta una fortuna. El Fondo dice: "¿Por
qué no ponemos todas las deudas?"
- "No, no queremos"
- "¿Por qué?"
- "Porque se va a saber lo que costó eso".
Cuando uno pone el problema blanco sobre negro se pregunta a quién
se le ocurrió. Ahí tenemos una dificultad adicional
de contabilidad creativa, que tiene mucho que ver con la transparencia
de las cuentas fiscales hacia adelante. Uno de los grandes desarrollos
que siempre creí que podía producir el Mercosur, que
deberíamos enfatizar, es obligarnos todos nuestros países
a ciertos estándares contables, fiscales y monetarios, en
el sentido de que tuviéramos que mostrar las cuentas de una
manera.
En Europa fue muy importante eso, sobre todo para los italianos,
y sería fantástico lograr generalizar estándares
contables uniformes. En el caso de Argentina nuestro problema de
contabilidad creativa es muy serio, ahora se ve en el programa,
pero ha sido serio a lo largo de la década. Por supuesto
que tenemos el problema de la ley de quiebras, que al principio
de la gestión, sin debate, se modificó. Es muy difícil
de explicar; teníamos una ley de quiebra que no era perfecta
pero era razonable, ahora tenemos una que hace sumamente difícil
cobrar. El argumento es muy simple: si usted no puede cobrar no
puede prestar, si no puede prestar no puede tomar depósito.
Lo lógico, de sentido común, sería modificar
la ley de quiebra de manera que se pueda volver a prestar, porque
para poder captar depósito hay que poder prestar. Ese problema
pasa a ser central.
Por si tuviéramos pocos problemas, en diciembre tuvimos
otra dificultad que es difícil de corregir y nos está
jorobando mucho. Cuando el presidente Rodríguez Saá
anuncia la cesación de pagos, que es un hecho doloroso, un
fracaso muy grande, nuestra Asamblea Legislativa aplaudió
desaforadamente. Esto nos ha generado un problema de credibilidad
formidable. Imaginen que ustedes han declarado la quiebra de una
empresa, se presentan ante el personal y dicen: "Señores,
estamos en quiebra". "¡Muy bien, bravo!", festejan.
Uno se pregunta qué está pasando ahí.
Ese episodio nos ha generado una situación de mucha dificultad,
pero la dificultad ya venía de antes. En la campaña
electoral del año 2001 uno de los argumentos que se usaba
era, ante la dificultad que teníamos, no pagar la deuda.
¿Pero qué pasaba con eso? La deuda estaba en el activo
de los bancos; si usted dice "no voy a pagar el activo",
¿con qué iban a hacer frente al pasivo? El Parlamento
votó una institucionalidad por la cual los depósitos
eran intangibles, o sea que no se podían hacer las cosas
que ya habíamos hecho varias veces. En diciembre los depositantes
descubrieron que los depósitos eran intangibles para los
dueños. El problema es muy complicado, porque la señal
que coordinó la corrida fue cuando el Parlamento votó
la ley. Ese clima de ir contra los depósitos y la deuda crea
psicológicamente un problema de confianza colosal. En Argentina
hay que resolver cuestiones estructurales, institucionales y de
confianza que tienen que ver con que la gente, para volver a nuestro
sistema financiero se requerirá que todas esas cosas que
vio no estén más. No puede ocurrir más que
todos los que festejaron esas cosas sigan estando. Ese es un tema
complejo.
Ese es el problema crucial de Argentina: retomar la confianza.
Si no la retomamos, no hay salida. Retomar la confianza es complejo
después de lo que pasó. Es el tema decisivo y crucial
para salir de esto, que tiene un requerimiento muy grande en materia
cultural primero. Lo que nuestro liderazgo va a tener que hacer
y decir es tan grande hacia el futuro, que uno se preocupa.
Voy a marcar tres o cuatro problemas que tenemos en este momento
que quiero que perciban porque ayudan a comprender las dificultades
que tenemos. El primer problema importante es el tema de los precios
de los servicios públicos. Argentina privatizó la
mayor parte de las actividades de servicios públicos; cuando
se produce la devaluación el mecanismo por el cual no tenemos
inflación prácticamente es que hemos congelado uno
por uno los precios de los servicios públicos. Por supuesto,
logramos enviar a la convocatoria a Metrogás, que es propiedad
de British Gas, a Telecom, que es propiedad de la Telefónica
de Francia e Italia, a Aguas Argentinas... Hemos logrado hacer algo
que nadie imaginaba: hemos puesto toda la deuda privada en una situación
límite.
Ahí hay dos problemas que nos aprietan ahora, respecto de
los cuales no podemos demorar más la decisión. Lo
voy a ilustrar con dos casos: la electricidad y el gasoil.
Por la estructura de precios relativos somos exportadores de petróleo,
pero subsidiamos, tenemos un tratamiento impositivo mucho más
benévolo para el gasoil que para las naftas. En consecuencia
de nuestra producción nos sobra nafta y nos falta gasoil,
tenemos que importar gasoil. Podemos regular como queremos lo que
producimos domésticamente, pero no hemos logrado persuadir
a las compañías que operan en el país que compren
a 3 y vendan a 1, no hay forma de persuadirlas, los tipos aceptan
que han perdido el capital, que han perdido la inversión,
que no van a pagar la deuda, pero que si además les decimos
que tienen que perder corrientemente...
En electricidad existe el mismo problema: el grueso del costo de
electricidad es básicamente el de capital y muy poco el costo
de operación. Pero ahí tenemos otro problema: en invierno
hay que comprar combustible para hacer funcionar los picos. De nuevo
las compañías eléctricas no entienden razones
y no quieren comprar a tres lo que tienen que vender a uno. Ahí
hay un problema logístico, podemos tener problemas en invierno
de provisión de electricidad. Confío en que logremos
enfrentar ese tema porque se me ha ocurrido empezar a decir por
radio y televisión que a lo mejor, si no compramos combustible
no va a haber luz en el invierno y justo cuando el Mundial no vamos
a poder ver televisión. Ahí hay un argumento poderoso
para enfrentar el problema cuanto antes.
Vamos al tercer problema, que no es menor. ¿Qué nos
ocurrió monetariamente? Ha ocurrido algo que es un drama.
Agarramos a la gente que tenía dólares en los bancos
y le dijimos: "Le vamos a transformar los dólares en
pesos, le guste o no le guste". A la gente no le gustó.
¿Qué está pasando?: sobran pesos. Y no un poquito,
la gente tiene hoy muchos pesos que no quiere. (Y cuando digo que
sobran, sobra una cantidad enorme.) La gente está tratando
de deshacerse de esos pesos, hay lo que se llama en inglés
un "monetary overhang", un sobrante de dinero colgando.
No golpea inmediatamente porque la inconvertibilidad de depósitos,
el corralito, pone cierto límite, pero eso está operando.
Nadie sabe cómo lidiar con el monetary overhang. Ahora viene
el problema de saber cuánto es eso, y hay distintas hipótesis.
Si usted toma la convertibilidad como una época de normalidad
y cree que podemos volver a ella, lo que sobra es algo así
como 18.000 o 19.000 millones de pesos -al tipo de cambio háganse
una idea de la magnitud de que estamos hablando-. Uno puede decir,
con legítima expectativa, que eso era cuando había
estabilidad, cuando estaba el uno por uno, cuando usted creía
que el peso era sustituto del dólar, pero ahora no es más
así, el peso ha perdido muchos atributos, ahora hay inflación,
lo lógico es usar una medida que tenga que ver con la liquidez
que demandaban los argentinos cuando había cesación
de pago, cuando había inflación. ¿Cuánto
era eso?. Como 10.000 millones. Y tiene como 50.000, entonces sobran
40.000. Ese problema está ahí. No me pregunten, porque
está fuera de mi capacidad analítica, cómo
se resuelve ese problema, que está ahí, frente a nosotros.
Vamos al cuarto problema que tenemos operando con suma intensidad.
El sistema judicial que ha resuelto los amparos. El amparo es un
mecanismo por el cual el juez le ordena al banco pagar a la cotización
de mercado los depósitos que el gobierno congeló.
¿Qué ocurre? Los bancos están recogiendo los
créditos a uno y pagando a tres, más o menos como
las empresas de servicio público. Si usted obliga a los bancos
a recoger a uno y pagar a tres empiezan a tener un problema muy
complejo de liquidez. Ya vamos como por U$S 15.000 millones de redescuento
y hemos llevado prácticamente a un nivel muy bajo las reservas
de liquidez. Estos dos problemas son los que no le permiten al gobierno
argentino dormir. Este es el tema central y decisivo que tenemos.
Hay que resolver este problema ya, en la próxima semana,
no hay más espacio. Y el otro, que Dios nos ayude a convivir
con ese sobrante de dinero que hemos creado artificialmente.
¿Cómo salir?
Vamos al problema de cómo salir de este lío. De mi
exposición se infiere que hay que hacer una tremenda reforma
institucional que nos ponga en reglas que ningún país
ha tenido antes, tienen que ser reglas de una enorme severidad para
volver a ser confiables. Pero eso no alcanza, en realidad vamos
a necesitar una música ambiental diferente. Ustedes habrán
visto que en los velatorios no se usa música tropical, que
en las boites no se usa música fúnebre; hay una música
ambiental. Argentina necesita una música ambiental que revalorice
el derecho de propiedad, el cumplimiento de los contratos, la confianza,
en magnitudes similares a la Inglaterra victoriana, al Hong-Kong
previo a la anexión a China. De todas maneras, aunque tuviéramos
la música ambiental -conociendo a mis compatriotas, no va
a ser fácil que en una campaña política elaboremos
ese discurso, probablemente lo haga yo, pero no veo fácil
que el resto lo haga-, el tema es cómo se vuelve a convencer
a la gente de que deposite. Esa música ambiental, la reforma
institucional, es vital.
¿Cómo se hace para volver? Eso es muy difícil,
es la cuarta vez que incautamos los depósitos, no es la primera.
El otro día contaba en Buenos Aires, y lo puedo repetir aquí,
que dando una exposición similar a ésta en la provincia
de Corrientes, tras finalizar, algunos profesionales correntinos
me invitaron a tomar unos vinos en una atmósfera más
relax. Uno de los contadores correntinos me dijo que tenía
que enfocar el tema de la confianza con otra metodología,
que tenía que buscar un ejemplo práctico y que me
iba a contar el propio, que era muy útil para esto, porque
reganar la confianza es una tarea muy compleja. "Le voy a contar
lo que me pasó. Me han pescado en cuatro infidelidades; no
es que haya hecho cuatro, me pescaron en las relevantes. Para la
primera la explicación fue relativamente sencilla: 'la carne
es débil, la tentación, no me pude contener, cometí
un error'. La segunda ya es más compleja: 'me provocaron,
tenía que hacer honor a mi apellido'. La tercera fue una
historia que hubiera dejado anonadado a García Márquez.
Para la cuarta ya no había caso, para lidiar con ella tomé
una estrategia de largo plazo. La voy a poner en términos
militares: primero hice cabecera de playa en mi casa: 'de acá
no me mueven ni a garrotazos, porque si me sacan no vuelvo más'.
Primera cuestión, hay que afianzarse. La segunda cuestión
es un concepto maoísta, la guerra popular prolongada, o sea:
'esto va a durar mucho tiempo, hay que prepararse con tenacidad'".
El contador correntino me decía, "después de
la cuarta vez tengo que cambiar, en Corrientes somos muy católicos,
empecé a tener comunión diaria en una parroquia cerca
de lo de mi suegra, y todo el mundo le comentaba a mi suegra: 'Qué
pío que es su yerno'. Y en casa una disciplina -en Corrientes
no se hace esto-, iba con la bandeja a servirle el desayuno a mi
mujer, ni le dirigía la palabra, era todo atención.
Los fines de semana la invitaba a ir a visitar a mi suegra. Imagínese
esta perspectiva, una cosa increíble. Pasaron los meses y
yo siempre especulaba con la debilidad, uno siempre tiene momentos
buenos y momentos malos psicológicamente y mi mujer entró
en un momento de cierta depresión, entonces fui y le tomé
la manito. Un apretón de manos, y a medida que pasaban los
días, el clima, empezamos a hablar, en otro momento un abrazo...".
Había un contador correntino en la mesa, ya con los vinos
en intensa ingesta, que le preguntó "¿Y cuándo
te dejaron volver al dormitorio?"; "No, eso toma tiempo,
no es rápido". Entonces me dijo: "Mire, López
Murphy, el problema que tenemos con el sistema financiero es como
el mío: acá lo que va a haber que hacer es poner primero
un sistema financiero de transacción, y habrá que
decirle a la gente: 'Su depósito es totalmente off-shore,
está fuera del alcance del gobierno argentino, está
en Frankfurt, en Montevideo, en New York, acá no'.
Estoy reflejando que el problema que vamos a tener si hacemos la
música ambiental adecuada, si hacemos las reformas institucionales
adecuadas, es igual a un proceso largo de recuperación de
confianza. Ese proceso nos tomará un esfuerzo muy grande,
ése es el enorme desafío que tiene el liderazgo argentino.
Es un desafío complejo, porque no está claro en la
sociedad por qué tuvimos la crisis que tuvimos ni son claras
las consecuencias -yo creo que analíticamente lo son-, entonces
la capacidad de recuperación que tenemos requiere un liderazgo
enormemente lúcido, con una enorme convicción, con
una enorme claridad, con una enorme determinación, que sepa
tocar la música ambiental adecuada, hacer las reformas institucionales
adecuadas y que tenga la misma capacidad de mi amigo correntino
para persuadir al que ha sido burlado varias veces.
Muchas gracias. Espero que les haya sido útil.
(Aplausos.)
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Transcripción: María Lila Ltaif
Edición: Mauricio Erramuspe
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