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21.07.2003




























INFORME ESPECIAL
Las armas iraquíes, ¿una excusa para la guerra?

Estados Unidos, con un fuerte y comprometido respaldo de Inglaterra, fue a la guerra contra Irak. Para ello, presentó al régimen de Saddam Hussein como una inminente amenaza a la paz y seguridad mundial por su posesión de armas de destrucción masiva. Sin embargo, a más de dos meses de proclamado el fin de la guerra y del comienzo de la ocupación del territorio iraquí por parte de las tropas estadounidenses y británicas, esas armas siguen sin aparecer. Ni rastros de la proclamada "amenaza contra Occidente".

Por Mauricio Erramuspe, de Espectador.com

El martes 17, la Cámara Baja del Parlamento inglés comenzó su investigación sobre los argumentos con que el primer ministro Tony Blair y su gobierno llevaron al país a la guerra. Tras muchos debates entre laboristas y opositores, sumados a una comparecencia de Blair ante los parlamentarios, el oficialismo logró que no se aprobara una investigación independiente a cargo de la Justicia. Sin embargo, no se pudo desactivar la que ahora lleva adelante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes.

Arrancó la investigación

El primer día de sesiones no pudo ser menos auspicioso para la administración laborista. Dos ex miembros del propio gobierno pegaron duro en sus testimonios.

El martes 17, el ex canciller inglés, Robin Cook -que dimitió antes del comienzo de la invasión a Irak-, denunció que sólo se presentó una parte del panorama que se tenía de Irak. Obviamente, esa parte era la que hacía de la guerra el único camino. Entonces, agregó Cook, la información de Inteligencia fue cuidadosamente seleccionada para inclinar la balanza a favor del ataque. No se trató, según él, de saber si Saddam Hussein realmente constituía una amenaza. Un "decepcionado" Cook concluyó que no se presentó ninguna prueba reciente y alarmante sobre el peligro que supuestamente significaba Saddam.

La primera respuesta oficial a este alegato llegó el miércoles 18 y de parte del ministro del Interior, David Blanckett. El funcionario dijo que sólo él, el primer ministro, el canciller y el ministro de Defensa accedieron al material de Inteligencia "top" antes del conflicto.

Por su parte y en la misma línea que Cook, la ex ministra para el Desarrollo Internacional, Clare Short, dijo sospechar que ambos gobiernos habían decidido en el verano boreal de 2002 que la guerra debía comenzar a principios de 2003. Para cumplir con ese cronograma pactado, aseguró, se exageró la amenaza que representaba Irak y se estableció falsos vínculos entre la red terrorista liderada por Osama bin Laden, Al-Qaeda, y el régimen de Saddam Hussein.

Short había renunciado a su cargo en la administración Blair tras el fin de la guerra.

Las pruebas cuestionadas

Principalmente se cuestiona dos informes presentados avalando la escalada belicista. El primero data de setiembre de 2002 y sostenía que Irak podía desplegar armamento químico y biológico 45 minutos después de que se ordenara hacerlo. Hoy se sabe que esa información fue proporcionada por una única fuente que no fue corroborada, extremo admitido por el ministro de las Fuerzas Armadas, Adam Ingram.

La BBC informó, citando a fuentes de Inteligencia, que este documento fue devuelto de seis a ocho veces a los servicios desde las ofincinas del Ejecutivo Británico, reclamando hacerlo "más atractivo". Esto fue negado insistentemente por Blair y su círculo de colaboradores.

El mismo informe sostenía que el intento iraquí de comprar aluminio podría estar destinado al desarrollo de armas nucleares. También se decía que Hussein buscaba comprar uranio en Níger, con el mismo fin. Ambas afirmaciones fueron descartadas por los servicios de Inteligencia de Estados Unidos. En febrero, el secretario de Estado de ese país, Colin Powell, no usó la información de esa posible negociación iraquí con el estado africano porque la consideró falsa. "Eso pasa mucho en el negocio de la Inteligencia", admitió Powell.

Más categórica había sido la Agencia Internacional de Energía Atómica, dependiente de la ONU, que descartó de plano las afirmaciones de la Inteligencia británica. Las calificó de "groseras falsificaciones".

Anteriormente, sin embargo, en su discurso "State of de Union", el presidente Geroge Bush había citado informes de la inteligencia británica para demostrar el peligro que encerraba Saddam Hussein y la necesidad de derrocarlo.

En febrero, el gobierno británico difundió otro informe, que hoy la prensa de ese país cita como "mentiroso", en el que se abundaba sobre la necesidad de un ataque preventivo. Más adelante tuvo que pedir disculpas porque mucho de lo allí dicho se había "levantado" literalmente de añosos estudios académicos e incluso se había cortado y pegado partes de la tesis doctoral de un estudiante californiano, incluso repitiendo los errores de tipeo.

Los medios británicos se preguntan hoy si la administración Blair cuestionó en algún momento todos estos argumentos que le acercaban sus servicios de Inteligencia. El canciller Jack Straw ha negado haberle transmitido dudas sobre estos informes a su colega norteamericano. Sin embargo, Powell desestimó mucha de la información que antes se había sostenido como verdadera al momento de comparecer ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el 5 de febrero. Esta instancia era crucial para convencer a la comunidad internacional de la necesidad de invadir Irak y derrocar a Hussein.

El lunes 16, Powell afirmó que los contactos con Straw eran permanentes y que el canciller inglés sabía lo que él iba a decir. A tal punto llegaban las dudas de Powell que en el momento en que evaluaba las distintas informaciones de Inteligencia llegó a describir a muchas de ellas como "bosta", según publicaron hace dos semanas las revistas estadounidenses Newsweek y US and World Report.

Las dudas sobre la veracidad de los informes alcanzan a los legisladores laboristas. Muchos ya se han declarado absolutamente en contra de la campaña militar desplegada en Irak. Fiel a Blair, el líder laborista en la Cámara de los Comunes, John Reid, advirtió sobre elementos "despreciables" dentro de los servicios de Inteligencia decididos a trampear el gobierno laborista.

En Estados Unidos, el Congreso también investiga este asunto aunque de una manera no formal. El senador demócrata Carl Levin denunció recientemente que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) ocultó información a los inspectores de armas de la ONU. "¿Por qué la CIA dijo que proveyó información detallada a la ONU sobre todos los sitios alta y mediante sospechosos, cuando no lo hicieron? ¿Actuó la CIA de esta manera para no perjudicar la política del gobierno? ¿Existe alguna explicación para esto?", se preguntó.

Un proceso de incierto desenlace

Al lector que llegó hasta este punto muchos de los datos contenidos en este informe le pueden sonar a una repetición de informaciones conocidas antes de la guerra. Y tiene razón. Durante la guerra, en repetidas oportunidades la prensa internacional informó de estos cuestionamientos.

Sin embargo, Estados Unidos e Inglaterra invadieron Irak y derrocaron al régimen de Saddam Hussein con una aún no declarada pero seguramente enorme cantidad de muertes civiles. Las pruebas que se presentó para ello hoy parecen escasas, cuando no falsas e inexistentes. En ese camino avanzan los parlamentos estadounidense y británico, en un proceso que puede complicar el futuro de George Bush y Tony Blair.



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