INFORME ESPECIAL
Las armas iraquíes, ¿una
excusa para la guerra?
Estados Unidos,
con un fuerte y comprometido respaldo de Inglaterra, fue a la guerra
contra Irak. Para ello, presentó al régimen de Saddam
Hussein como una inminente amenaza a la paz y seguridad mundial
por su posesión de armas de destrucción masiva. Sin
embargo, a más de dos meses de proclamado el fin de la guerra
y del comienzo de la ocupación del territorio iraquí
por parte de las tropas estadounidenses y británicas, esas
armas siguen sin aparecer. Ni rastros de la proclamada "amenaza
contra Occidente".
Por Mauricio
Erramuspe, de Espectador.com
El martes 17,
la Cámara Baja del Parlamento inglés comenzó
su investigación sobre los argumentos con que el primer ministro
Tony Blair y su gobierno llevaron al país a la guerra. Tras
muchos debates entre laboristas y opositores, sumados a una comparecencia
de Blair ante los parlamentarios, el oficialismo logró que
no se aprobara una investigación independiente a cargo de
la Justicia. Sin embargo, no se pudo desactivar la que ahora lleva
adelante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara
de los Comunes.
Arrancó
la investigación
El primer día
de sesiones no pudo ser menos auspicioso para la administración
laborista. Dos ex miembros del propio gobierno pegaron duro en sus
testimonios.
El martes 17,
el ex canciller inglés, Robin
Cook -que dimitió antes del comienzo de la invasión
a Irak-, denunció que sólo se presentó una
parte del panorama que se tenía de Irak. Obviamente, esa
parte era la que hacía de la guerra el único camino.
Entonces, agregó Cook, la información de Inteligencia
fue cuidadosamente seleccionada para inclinar la balanza a favor
del ataque. No se trató, según él, de saber
si Saddam Hussein realmente constituía una amenaza. Un "decepcionado"
Cook concluyó que no se presentó ninguna prueba reciente
y alarmante sobre el peligro que supuestamente significaba Saddam.
La primera
respuesta oficial a este alegato llegó el miércoles
18 y de parte del ministro del Interior, David Blanckett. El funcionario
dijo que sólo él, el primer ministro, el canciller
y el ministro de Defensa accedieron al material de Inteligencia
"top" antes del conflicto.
Por su parte
y en la misma línea que Cook, la ex ministra para el Desarrollo
Internacional, Clare Short, dijo sospechar que ambos gobiernos habían
decidido en el verano boreal de 2002 que la guerra debía
comenzar a principios de 2003. Para cumplir con ese cronograma pactado,
aseguró, se exageró la amenaza que representaba Irak
y se estableció falsos vínculos entre la red terrorista
liderada por Osama bin Laden, Al-Qaeda, y el régimen de Saddam
Hussein.
Short había
renunciado a su cargo en la administración Blair tras el
fin de la guerra.
Las pruebas
cuestionadas
Principalmente
se cuestiona dos informes presentados avalando la escalada belicista.
El primero data de setiembre de 2002 y sostenía que Irak
podía desplegar armamento químico y biológico
45 minutos después de que se ordenara hacerlo. Hoy se sabe
que esa información fue proporcionada por una única
fuente que no fue corroborada, extremo admitido por el ministro
de las Fuerzas Armadas, Adam Ingram.
La BBC
informó, citando a fuentes de Inteligencia, que
este documento fue devuelto de seis a ocho veces a los servicios
desde las ofincinas del Ejecutivo Británico, reclamando hacerlo
"más atractivo". Esto fue negado insistentemente
por Blair y su círculo de colaboradores.
El mismo informe
sostenía que el intento iraquí de comprar aluminio
podría estar destinado al desarrollo de armas nucleares.
También se decía que Hussein buscaba comprar uranio
en Níger, con el mismo fin. Ambas afirmaciones fueron descartadas
por los servicios de Inteligencia de Estados Unidos. En febrero,
el secretario de Estado de ese país, Colin Powell, no usó
la información de esa posible negociación iraquí
con el estado africano porque la consideró falsa. "Eso
pasa mucho en el negocio de la Inteligencia", admitió
Powell.
Más categórica
había sido la Agencia Internacional de Energía Atómica,
dependiente de la ONU, que descartó de plano las afirmaciones
de la Inteligencia británica. Las calificó de "groseras
falsificaciones".
Anteriormente,
sin embargo, en su discurso "State of de Union", el presidente
Geroge Bush había citado informes de la inteligencia británica
para demostrar el peligro que encerraba Saddam Hussein y la necesidad
de derrocarlo.
En febrero,
el gobierno británico difundió otro informe, que hoy
la prensa de ese país cita como "mentiroso", en
el que se abundaba sobre la necesidad de un ataque preventivo. Más
adelante tuvo que pedir disculpas porque mucho de lo allí
dicho se había "levantado" literalmente de añosos
estudios académicos e incluso se había cortado y pegado
partes de la tesis doctoral de un estudiante californiano, incluso
repitiendo los errores de tipeo.
Los medios británicos
se preguntan hoy si la administración Blair cuestionó
en algún momento todos estos argumentos que le acercaban
sus servicios de Inteligencia. El canciller Jack Straw ha negado
haberle transmitido dudas sobre estos informes a su colega norteamericano.
Sin embargo, Powell desestimó mucha de la información
que antes se había sostenido como verdadera al momento de
comparecer ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el 5
de febrero. Esta instancia era crucial para convencer a la comunidad
internacional de la necesidad de invadir Irak y derrocar a Hussein.
El lunes 16,
Powell afirmó que los contactos con Straw eran permanentes
y que el canciller inglés sabía lo que él iba
a decir. A tal punto llegaban las dudas de Powell que en el momento
en que evaluaba las distintas informaciones de Inteligencia llegó
a describir a muchas de ellas como "bosta", según
publicaron hace dos semanas las revistas estadounidenses Newsweek
y US and World Report.
Las dudas sobre
la veracidad de los informes alcanzan a los legisladores laboristas.
Muchos ya se han declarado absolutamente en contra de la campaña
militar desplegada en Irak. Fiel a Blair, el líder laborista
en la Cámara de los Comunes, John Reid, advirtió
sobre elementos "despreciables" dentro de los servicios
de Inteligencia decididos a trampear el gobierno laborista.
En Estados Unidos,
el Congreso también investiga este asunto aunque de una manera
no formal. El senador demócrata Carl Levin denunció
recientemente que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés)
ocultó información a los inspectores de armas de la
ONU. "¿Por qué la CIA dijo que proveyó
información detallada a la ONU sobre todos los sitios alta
y mediante sospechosos, cuando no lo hicieron? ¿Actuó
la CIA de esta manera para no perjudicar la política del
gobierno? ¿Existe alguna explicación para esto?",
se preguntó.
Un proceso
de incierto desenlace
Al lector que
llegó hasta este punto muchos de los datos contenidos en
este informe le pueden sonar a una repetición de informaciones
conocidas antes de la guerra. Y tiene razón. Durante la guerra,
en repetidas oportunidades la prensa internacional informó
de estos cuestionamientos.
Sin embargo,
Estados Unidos e Inglaterra invadieron Irak y derrocaron al régimen
de Saddam Hussein con una aún no declarada pero seguramente
enorme cantidad de muertes civiles. Las pruebas que se presentó
para ello hoy parecen escasas, cuando no falsas e inexistentes.
En ese camino avanzan los parlamentos estadounidense y británico,
en un proceso que puede complicar el futuro de George Bush y Tony
Blair.
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