Entrevistas

Molaguero: debe saberse que hubo injusticias de ambos lados

"Siento la obligación moral de contarle a los jóvenes que hubo injusticias de ambos lados". Así explicó Sergio Hugo Molaguero su decisión de contar la historia del secuestro del que fue víctima en 1972, a manos de un movimiento anarquista en el que Jorge Vázquez era parte "de la cúpula organizativa". También dijo que se siente "estafado" por la nueva interpretación de la Ley de Caducidad.

(Emitido a las 9.11)

EMILIANO COTELO:
En 1972 tenía poco más de 20 años y era hijo de un empresario de la industria del calzado. El 11 de mayo de ese año fue secuestrado por la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, un movimiento de origen anarquista.
Estuvo en cautiverio durante 69 días, según su versión "en un pozo en pleno invierno, desnudo y sin alimentos".

Treinta y tres años después, este fin de semana, resolvió romper su silencio sobre aquellos hechos. El sábado pasado durante la Convención del Partido Colorado (PC) hizo alusión a aquel suceso y prometió contar "su" historia completa, en la que –dijo– jugó un rol clave el actual prosecretario de la Presidencia, Jorge Vázquez.

¿Cómo fue aquella peripecia? ¿Por qué decidió hablar de eso ahora? Vamos a charlarlo en los próximos minutos con Sergio Hugo Molaguero.

***

Molaguero, para empezar, antes de ingresar en lo que pasó en aquel invierno de 1972, repasemos algunos datos de su vida actual. Usted tiene 57 años, está casado, tiene tres hijos. Es empresario de la industria del calzado y tiene su establecimiento en Santa Lucía, Canelones, donde además vive. Está vinculado al PC desde el año 1998, se integró a la Unión Colorada y Batllista (UCB) y desde setiembre del año pasado forma parte del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido. A través de la Lista 321 fue electo candidato a la Intendencia de Canelones para los comicios de mayo, que finalmente ganó Marcos Carámbula, el candidato del Encuentro Progresista (EP).

Yo decía que hoy usted es empresario de la industria del calzado, siguiendo la huella de su padre.

SERGIO HUGO MOLAGUERO:
Sí, con diferencias, porque ya mi empresa no es mi empresa, hemos tenido muchas dificultades en los últimos años y esa empresa quedó en poder de otros dueños y yo continúo trabajando como una tercerización, soy algo así como un gerente comercial de la misma empresa. Cosa que no me desagrada para nada porque en definitiva lo que logramos a través de un esfuerzo enorme fue que la fuente de trabajo se mantuviera abierta a pesar de todos los quebrantos que hubo durante los últimos años en ese sector tan golpeado.

EC - Su padre, José Hugo Molaguero, a comienzos de la década de los setenta era dueño de una fábrica que producía una marca conocida entonces: Seral.

SHM - Es verdad, mi padre comenzó en 1942. Para ubicarnos en la historia y en los momentos, fue de los clásicos hijos de inmigrantes que empezaron a trabajar desde muy chicos y con dos años de escuela se granjeó un futuro a fuerza del esfuerzo propio. Él trabajaba aquí en Montevideo haciendo las zanjas para las conexiones de saneamiento. Nació en el departamento de San José, en Villa Ituzaingó, un pueblito que queda pegado a Santa Lucía, cruzando el puente sobre el Río Santa Lucía  aparece la Villa Ituzaingó. Hijo de una familia humilde de nueve hijos. Empezó por ahí, después fue limpiador de tripas y allá por el año 1942 empezó a hacer sus primeras experiencias personales haciendo zuequitos de madera con un primo hermano. Y ahí empezó a desarrollar –hay todavía algunas personas de aquella época que recuerdan el esfuerzo enorme que hacía para hacer su trabajo cotidiano, que era trasladarse desde Santa Lucía en tren, tomar un tranvía, ir a la curtiembre, llevar los pedazos de cuero debajo del brazo, volver a Santa Lucía, trabajar, producir, vender y volver a ese ciclo. O sea que progresivamente, con las oportunidades fantásticas que dio este Uruguay para todas las personas que tenían ganas de trabajar, fue desarrollándose y creó una industria con el tiempo muy importante, hasta que en 1959 y en honor a sus hijos creó Seral, que es parte de mi nombre y parte del de mi hermano, Ser por Sergio y al por Álvaro.

Ese esfuerzo en aquel entonces le costó no solamente una inversión importante porque compró al Banco República un local importante, que era propiedad originariamente de un monasterio jesuita, y que pasó transitoriamente en una época por una fábrica de instrumentos musicales del Palacio de la Música. Ahí se hacían las guitarras Saint Chord, Gordini y todas esas marcas de instrumentos musicales.

EC - Y en los años setenta, que es la época en la que vamos a estar ubicándonos en esta charla, ¿cuántos empleados tenía y básicamente qué producía?

SHM - Ya había lanzado la línea de calzados Seral, que era una línea de calzado deportivo vulcanizado que junto con Funsa era la única empresa que competía en el mercado. Por eso decía que no solamente tuvo que hacer un esfuerzo de orden económico muy fuerte, sino que también tuvo que hacer un esfuerzo de orden político para evitar las confrontaciones que le traía el hecho de quebrar un monopolio muy fuerte como el que ejercía Funsa en aquel entonces con el champión.

EC - ¿Qué tamaño tenía la empresa?

SHM - Tenía una plantilla de 300, 328 personas, aproximadamente.

EC - Vamos a volver a esos años enseguida, pero lo primero que me gustaría aclarar antes de seguir es lo que creo que muchos oyentes se preguntan: ¿por qué, después de 33 años de silencio, usted decidió estos días volver a hablar del secuestro del año 1972?

SHM - Creo y siento todavía que fue algo espontáneo que surgió en la convención, algo que salió naturalmente de mi interior.

EC - ¿No lo tenía preparado?

SHM - En absoluto.

EC - Se lo pregunto porque durante la campaña electoral trascendió que iba a emitirse una pieza publicitaria del PC que iba a incluir un testimonio suyo sobre aquel secuestro. Obviamente un aviso de ese tipo, si se emitía, iba a tener un impacto importante en la medida que iba a golpear directamente a un hermano del candidato del EP a la Presidencia. Entonces, antes de seguir, ¿esa posibilidad existió?

SHM - Esa posibilidad existió pero yo no la tomé en cuenta, me pareció que no estaba comprendido dentro de lo que fue toda mi vida, mi forma de ser.

EC - Se lo propusieron y usted lo rechazó.

SHM - Hubo intenciones y no lo consideré.

EC - Entonces, ¿por qué ahora, ya instalado el gobierno que encabeza el doctor Tabaré Vázquez, usted toma esta iniciativa y habla? Habló de organizar una conferencia de prensa, incluso, para dar detalles.

SHM - Fue una situación un tanto particular porque se dio con una cronista de prensa que me pidió en el momento declaraciones y yo le dije que lo iba a hacer a través de una conferencia de prensa porque fue una situación un poco espontánea también. Luego se ha dado esta situación de que los medios me han convocado particularmente y lo estamos haciendo a pesar de que tenga que hacer un esfuerzo adicional, lo estamos haciendo de esta forma.

EC - ¿Por qué hablar ahora?

SHM - Porque el sentimiento encontrado que me he tenido que bancar para lograr todo esto ha sido muy fuerte. Me hice un juramento a mí mismo hace 30 años de que iba a contribuir a mi país callando, porque intentaba de esta forma silenciar los ecos que podía provocar esta situación desagradable, donde las partes estaban divididas entre unos y otros; yo no quería contribuir de alguna forma con mi palabra y con los hechos, que lo que yo pudiera contar provocara alguna situación no deseada, y creía que guardar silencio era una forma de contribuir a la paz del país.

EC - ¿Qué cambió ahora, en el año 2005?

SHM - A partir de 1985 voté por la Ley de Caducidad, como votamos muchos uruguayos, pero no votamos una ley, en el fondo votamos un sentimiento. No era una ley en sí misma sino que lo que queríamos los uruguayos era dar vuelta la página de un pasado muy triste donde todos nos lastimamos, donde el país sufrió demasiado y queríamos de alguna manera sentirnos reencontrados con lo que fuimos cuando éramos jóvenes, poder transitar sin violencia, en paz, en concordia y que todos los uruguayos pudiéramos discutir nuestras diferencias pero sin agredirnos unos a otros.

Ahora cuando se dan estas circunstancias especiales donde se provoca a través del gobierno el llamado a contar toda la verdad, que realmente lo sentí de la boca del propio presidente, lo sentí el sábado en la mañana de boca del propio secretario general del Partido Socialista, que todos los uruguayos tienen el derecho a saber toda la verdad, me siento tan involucrado en toda esa verdad que no podía dejar pasar por alto.

EC - ¿Usted entiende que se está difundiendo la verdad de una parte de los actores de aquellos enfrentamientos y no la otra? ¿De eso está hablando?

SHM - No es eso solamente, yo soy parte del todo y no me puedo excluir. También son parte del todo las víctimas que hoy no pueden contar su historia porque están muertas y quizás sus familiares no tengan los medios para hacerlo o no lo quieren hacer. O tomaron el mismo camino del silencio que yo tomé. Entonces creo que de alguna manera los uruguayos, si es que realmente queremos conocer la verdad de los acontecimientos de esa época, tenemos la obligación de contarlo. Me siento dolorido de hacerlo, no me gusta hacerlo. Yo no he hablado de todos estos temas, lo dije en la convención, no he hablado con mis hijos todo esto que estoy diciendo hoy. ¿Por qué? Porque no quise nunca fomentar un sentimiento de odio y rebeldía, porque se puede llevar a ese terreno, todo este efecto de violación de los derechos del hombre por otro hombre para obtener por vía violenta lo que no puede encontrar por la forma del diálogo.

Entonces creí y siento que me traiciono a mí mismo al hablar porque ese silencio que me juré, no contarlo hasta un tiempo prudencial cuando las heridas estuvieran suficientemente cicatrizadas, no fue posible. Hoy me expongo a esto porque siento la obligación moral de contar y de decirles a los uruguayos que hoy son jóvenes, a jóvenes de 20 o de 24, 25 años, que otro joven en esa época sufrió mucho, quizás injustamente o muy injustamente, por pagar algo que no correspondía que pagara, porque hubo injusticias de ambos lados.

Artículo de La Mañana del 12 de mayo de 1972. 

EC - El secuestro, según explicaron en su momento dirigentes de la OPR-33 y de la Federación Anarquista del Uruguay (FAU), fue una medida de presión para resolver a favor de los trabajadores un conflicto que en esos días estaba planteado en la empresa de su padre, donde el sindicato tenía una influencia fuerte de los sectores anarquistas. ¿Eso se lo informaron a usted desde el principio?

SHM - No me lo informaron, yo viví los acontecimientos y después de muchos años uno puede empezar a ver cosas, sentir, y desde los análisis que se empiezan a plantear me doy cuenta de que no sólo hubo intereses sindicales, sino que había intereses políticos y presumo que también intereses de orden económico. Y en el análisis, los intereses sindicales fueron provocados por un grupo muy pequeño de trabajadores que tuvieron una apoyatura muy fuerte del sindicato de Funsa. Y el sindicato de Funsa, coincidentemente, era uno de los sindicatos que estaba siendo vulnerado por una empresa que estaba compitiendo directamente contra lo que fue hasta ese entonces un producto monopólico.

Mi padre tuvo muchas veces llamados de gente del directorio (de Funsa). Por conversaciones que yo sentía, era muy joven en esa época pero las escuché y las recuerdo, tuvo la oportunidad de venderle la fábrica a Funsa, porque Funsa quería sacar su monopolio adelante y mantener su producto como único en el mercado porque competir con una empresa cuya infraestructura era menor era muy complejo. A los hechos me remito, luego la empresa Seral creció bastante y quizás haya perjudicado al monopolio de Funsa.

En ese entonces el sindicato que se formó fue un hecho coyuntural, fue una tontera quizás de todos, porque realmente se desata un conflicto porque un jueves de Turismo había que trabajar y se había organizado una pesca por parte de algunos empleados de la empresa, y mi padre les negó el derecho de ir para que empezaran las vacaciones a partir del viernes. Ese fue el detonante, aunque parezca mentira, y fue la punta que se tomó para empezar a tirar hacia la generación de un sindicato intervenido por los sindicalistas de Funsa en ese momento, que llevó a la creación de una ocupación de fábrica donde se sometió a  más de 300 personas a la voluntad de no más de 8 o 10 de Santa Lucía y 8 o 10 de Montevideo.

EC - Su secuestro en sí estuvo muy relacionado con ese conflicto y con esa ocupación. Yo tengo aquí las cartas que le dirigieron a su familia en su momento, la carta fechada el 12 de mayo de 1972... Está publicada en Internet en el sitio de la FAU. "El día 11 del corriente nos comunicamos con usted e indicamos que teníamos retenido desde la madrugada de ese día a Sergio Hugo Molaguero Brescia, y el lugar donde podía recoger la libreta de chofer perteneciente a dicha persona; anoche establecimos dos condiciones previas para poder entrar en el problema de fondo: entrega de 20.000 pesos a cada trabajador de la empresa Seral en planillas a fecha del 1 de agosto de 1971, entrega de materiales con destino a niños de la ciudad de Santa Lucía", se detalla cuáles son esos materiales, y en cuanto al problema de fondo ponen como condiciones en el numeral 1: cese del conflicto en la firma Seral, acuerdo de la empresa con la Unión de Empleados y Obreros de Seral.

SHM - En los hechos el conflicto ya no existía porque mi padre en un momento determinado, al sentirse tan perseguido y acosado y sin respaldo de ninguna naturaleza, cerró la empresa y pagó todos los despidos. Eso se desprende del último comunicado que sale, que obliga a reabrir la empresa después de pagar todas las indemnizaciones. O sea que el problema de fondo fue justamente matar un conflicto cerrando una empresa. Desde el momento en que se cierra la empresa y se pagan todas las indemnizaciones, el derecho al conflicto ya se terminó. La consecuencia de mi secuestro es obligar a mi padre a volver a abrir una empresa que había cerrado de acuerdo a la ley, no había alterado absolutamente ningún mecanismo legal, pagando todas las indemnizaciones que correspondían, que lo que hacía era tirar por tierra un conflicto planteado que al terminar de esa forma terminaba abruptamente.

***

EC - Desde la audiencia le preguntan en qué partido militaba en aquel momento, porque se comentaba que usted iba armado, por ejemplo.

SHM - No participaba, no tenía actividad política, no participaba en ninguna actividad política. En aquel momento había otra empresa –no la voy a nombrar porque aún se mantiene en actividad– que también mantenía un fuerte conflicto sindical. En aquel momento de Inteligencia y Enlace en Montevideo me convocaron un día y me dijeron: "Mire, Molaguero, usted es candidato a ser secuestrado". O sea que yo estaba en una lista de la cual Inteligencia y Enlace ya estaba enterada. "Usted y fulano de tal son las dos posibles personas". Estaba lejos de mi manera de ser pensar que podía ser víctima de un secuestro por una situación como esa.

Pero si andaba armado en esa época, andaba armado todo el mundo, no yo solamente. Y yo andaba con una pistola de colección que me había dado mi padre, una Star de 32; mi padre me dijo: "Si precisás, tirás unos tiros al aire, por lo menos para asustar a alguien y salir corriendo".

EC - El sábado durante la convención del PC usted comentó que el cautiverio que se llevó adelante tuvo características muy precarias, lo resumió de este modo: "me tuvieron 69 días en un pozo, en pleno invierno, desnudo y sin alimentos". ¿Hay más detalles que quiera agregar sobre esos más de dos meses que estuvo retenido por el OPR-33?

SHM - Cuando me refería a los 69 días lo hice genéricamente, porque en definitiva no fueron 69 días que estuve en el pozo sin alimento y desnudo, o prácticamente desnudo porque tenía solamente un saquito de pijama. Estuve en la calle Vaillant 111, adonde me llevaron después de mi secuestro, después de capturarme en Paso Margal, sobre la ruta 11, entre Canelones y Santa Lucía. Ahí me llevaron para que me recuperara de las heridas a un establecimiento que para ellos era "sanidad", o sea que ya estaba preestablecido que iba a haber algún herido. Si había sanidad era porque iba a haber alguna persona herida. Yo tuve que recuperarme de una fractura de maxilar y de una fractura de cráneo por golpe, sangrante. Ahí me tuvieron unos cinco días, para trasladarme posteriormente debajo de unos colches, después de haberme inyectado, a la calle Humberto I. En Humberto I había una aljibe a la que se entraba por debajo de la grasera de la cocina. Hasta ahí mantuve el conocimiento porque no me habían inyectado la cantidad suficiente como para hacerme perder el conocimiento totalmente, luego no recuerdo. Sí sé, porque los datos de la época así lo indican, que en ese mismo lugar estuvo secuestrada la periodista francesa, que de ahí sacó sus crónicas de la sedición, o por lo menos de este movimiento guerrillero.

EC - ¿Cómo fue el trato que recibió?

SHM - Hasta ahí el trato fue medianamente moderado. En Humberto I yo tenía un plato de comida, una manzana, un balde para hacer mis necesidades fisiológicas, agua y periódicamente una manzana o una naranja para comer; y tenía luz y libros; me faltaba mucho aire porque había sólo un caño de dolmenit que comunicaba con el exterior que permitía la oxigenación. Pero algo sucedió después de que se hizo un allanamiento en Humberto I, el custodio que estaba conmigo detrás de una mampara en ese pozo recibió órdenes de arriba que tenían visitas y me pusieron en esa cucheta en la que dormía, me pusieron boca abajo con un leuco sobre la boca, una almohada sobre la cabeza y una pistola martillada en la nuca. Ahí, en ese período de tiempo, mientras sentía los golpes encima, viendo que estaba siendo allanado el local, realmente estuve rezando para que no nos encontraran.

De ahí en adelante las cosas empezaron a cambiar, empezaron a cambiar afuera y tuvo repercusiones muy serias para mí adentro, porque de ahí me trasladaron luego hacia el Cerro, donde estuve la mayor parte de mi cautiverio, por lo menos lo más duro y lo más pesado. Por mi cuenta pueden haber sido cerca de 40 días.

EC - ¿De qué manera pasó ese período?

SHM - Fue realmente muy duro porque era un pozo, un subsuelo de una casa precaria de bloques con un aislamiento de una pieza de la medida de mi cuerpo –yo soy alto–, 1,90 metro por 1 metro, a oscuras. Ahí empezó un movimiento, no sé por qué, qué sucedió, cuál fue el clic que movió a que cambiaran tan radicalmente la posición de Humberto I a la de este último lugar donde estuve. Empezó a faltar la comida, empezó a haber otro tipo de cosas, como por ejemplo que me sacaran el colchón que tenía en el suelo, pusieran una tabla y tener que dormir sobre una tabla, atarme a un palo y tenerme atado para inmovilizarme durante días, con situaciones que repercutieron sobre mis brazos porque los alambres se clavaban sobre la piel por la propia inflamación de las muñecas.

EC - ¿Además fue golpeado?

SHM - En un momento determinado, cuando alguien se acercó a abrir la puerta de donde yo estaba, intenté sacar la cabeza y me pegaron con un fierro; un fierro con un mango de goma que luego fue encontrado en el lugar. Lo único que recuerdo de ese momento es que perdí el conocimiento con la sangre cayendo caliente sobre la cabeza, ahí se terminó. Pero también perdí el conocimiento por falta de alimento, también porque estaba tan frío que no pude soportar. Muchas personas y aun yo me pregunto cómo una persona puede soportar tanto y vivir, y ahí viene la única respuesta que uno le puede dar a todo esto, que es la fe, que Dios haya querido que yo viviera aunque en determinado momento perdí hasta las propias ganas de vivir, estaba en una situación tan dramáticamente fuera de mí que había perdido el sentido de la supervivencia.

***

EC - El tema es esta decisión que tomó y anunció en la convención del PC de volver a hablar de su secuestro ocurrido en mayo de 1972.

Hay muchas preguntas de la audiencia, varias de ellas provenientes de Canelones mismo.

Le leo ésta, que es de Montevideo y tiene que ver con lo que yo le preguntaba hace algunos minutos, dónde militaba políticamente en aquel momento. Mirta, de Pocitos, dice que usted pertenecía a la Juventud Uruguaya de Pie (JUP).

SHM - No, no es verdad; a Santa Lucía no había llegado la JUP. Si tiene alguna prueba me gustaría que la aportara, porque decir es fácil, pero aportar los elementos que verifiquen los dichos... Se puede decir cualquier cosa. No es así. Pero vamos a la hipótesis: aun así, si yo hubiera sido partícipe de un movimiento cualquiera, ¿el fin justifica los medios?

EC - Ruben, de Canelones, dice: "Yo vivía en Santa Lucía en esa época y quizás convenga situar este caso en su contexto. Entiendo que Molaguero fue una víctima, pero también entiendo que su padre reprimía la actividad gremial". ¿Qué dice sobre ese punto?

SHM - No sé lo que es reprimir la actividad gremial. Supongamos que mi padre se negara a la constitución de un sindicato o que tuviera algunas diferencias con la gente que estaba en el sindicato, pero yo era joven y no participaba, no era el director de esa empresa, era un simple viajero de plaza para el interior, era vendedor. ¿Pero el fin justifica los medios? Vamos a la peor de las hipótesis, que mi padre reprimiera la actividad, que no aceptara la formación de un sindicato, ¿eso habilita que se tenga que llegar a secuestrar a una persona para torcerle el brazo en una decisión tan injusta?

EC - Este oyente de Santa Lucía agrega: "Tampoco se nombra a otros dos involucrados del otro lado, Carlos Alfredo Rodríguez Mercader, asesinado en Buenos Aires, y Rodolfo Páez, que murió de cáncer después de estar detenido".

SHM - Los conozco a los dos. Carlos Alfredo Rodríguez Mercader es hijo de la directora de la escuela industrial, una activa dirigente de izquierda en esa época, que tuvo muchas conversaciones con mi padre. Y Carlos Alfredo, persona que yo conocí y jamás me imaginé, hasta que fui liberado, que era partícipe de esto. Yo lamento mucho el final de esto, no sabía que era desaparecido de Buenos Aires, sabía que no estaba, que había desaparecido, que estaba fuera de Uruguay, no sabía que estaba en la lista de desaparecidos, jamás había visto esa lista. Lamento mucho esa situación, pero yo no la provoqué.

Y la otra persona que nombra, Páez, sé que es de Santa Lucía, no lo recuerdo muy bien, pero en definitiva, ¿no habrán sido tan víctimas como yo de una situación planteada por alguien más arriba de ellos y de mí mismo?

EC - En su intervención del sábado en la convención del PC usted mencionó al hoy secretario de la Presidencia de la República, Jorge Vázquez, por su participación en el secuestro. El 28 de diciembre del año pasado aquí En Perspectiva entrevistamos a Jorge Vázquez en una entrevista destinada a presentar a quien iba a ocupar ese cargo en el gobierno a partir del 1 de marzo, y en un momento, recorriendo su trayectoria, su historia, le preguntamos sobre este tema puntualmente, y Jorge Vázquez reconoció que perteneció al OPR-33, pero en cuanto a su secuestro en particular dijo haber tenido una participación apenas relativa.

(Audio)

"JORGE VÁZQUEZ:
Sí, tuve una participación relativa. Mi participación en ese hecho fue de apoyo desde el punto de vista asistencial, de sanidad".

(Fin.)

EC - ¿Esa es la información que usted tiene o que ha logrado reconstruir?

SHM - No, no es la información que yo tengo, es mi percepción de los hechos. Yo siempre pensé que Vázquez había sido la persona que venía a curar mis heridas. Pero también sé que fue –por lo menos por lo que he podido recoger como información– parte de la cúpula organizativa de este operativo. O sea que quizás él, por hacer una analogía, no haya sido el directo responsable de las cosas que me sucedieron cuando estuve en Austria directamente vinculado al tema. Es más, si él era el enfermero que me curaba, él sabrá y recordará que en un momento determinado cuando llegó les dijo: "Muchachos, se les fue la mano". Cuando me vino a curar las heridas que tenía, hizo una expresión y un gesto. Yo no me había visto mis propias muñecas, mis propios brazos y él hizo esa expresión. Probablemente de la misma manera que se le puede haber escapado a un comandante de un cuartel determinado la acción de sus subordinados sobre terceras personas.

EC - Pero ese hecho, la participación de Jorge Vázquez en el operativo de su secuestro, el hecho de que hoy sea prosecretario de la Presidencia, ¿tiene algo que ver con su decisión de hablar ahora de este caso?

SHM - No, porque lo podía haber hecho antes, por lo menos podía haber intentado, si hubiera sido posible –cosa que éticamente me hubiera parecido espantosa–, sacar un rédito político en una campaña electoral. Mi mención a la figura del prosecretario fue exclusivamente desde el punto de vista de que este país da oportunidades fantásticas para que todos los ciudadanos en democracia, a través de las posibilidades que ofrece la participación republicana y democrática y en el marco de las libertades, puedan ocupar los más encumbrados cargos de gobierno.

EC - Lo cierto es que Jorge Vázquez pagó por los hechos que pudo haber cometido en esos años previos a la dictadura, estuvo 11 años preso.

SHM - Sí, y los legisladores de mi partido votaron para que él saliera.

EC - Fue capturado once días después de su liberación, fue procesado el 14 de mayo de 1975 por la justicia penal militar condenado a cumplir dieciséis años de prisión por los delitos de asociación ilícita y coautoría de privación de libertad, entre otros, y fue liberado con la ley de amnistía del año 1985.

SHM - Es verdad; una ley cuya aprobación yo apoyé. Eso me duele muchísimo porque veo que hoy nos están quitando lo que votamos; al principio dije que votamos un sentimiento, no una ley, votamos porque queríamos salir y transitar otros caminos. Me siento dolorido, me siento estafado, no es una ley cualquiera, no es el desconocimiento de una reforma constitucional sobre el agua, es una ley que involucra el alma, el corazón de la gente, que involucra la paz de nuestro país. Nosotros debemos dar vuelta esta página, debemos olvidar y decir que esto que sucedió no debe suceder nunca más porque en esto no solamente está el progreso del país sino el bienestar de nuestros hijos.

EC - Usted está insistiendo en la argumentación del PC, discrepante con la interpretación que el Poder Ejecutivo actual le da al alcance de la Ley de Caducidad. Pero usted también sabe que la propia ley le adjudicó al Poder Ejecutivo el derecho de pronunciarse sobre un determinado caso, sobre si está o no comprendido por la ley. El Ejecutivo está moviéndose dentro del marco de la propia ley.

SHM - Como el Ejecutivo dice, a través de ese marco, que abre el camino para que todos los uruguayos podamos saber toda la verdad, yo soy parte de la verdad y por eso decidí en ese momento y espontáneamente decir: este será el momento en el que tendré que empezar a decir toda mi verdad.

EC - Me gustaría que escuchara lo que decía Jorge Vázquez en esa entrevista de fines del año pasado cuando le pedíamos su valoración, su evaluación a la distancia, de aquellos hechos de 1972, en particular de su participación en el secuestro de Sergio Hugo Molaguero.

(Jorge Vázquez.)

"JV - Tenemos que llegar a la conclusión de que Uruguay hoy en día es como es porque también tenemos nuestra historia que es como es. Y nuestra historia está plagada de cosas de este tipo, está plagada de dificultades, de guerras, de enfrentamientos no tan lejanos. Esto de lo que estamos hablando fue hace 30 años, pero 100 años atrás blancos y colorados se mataban en las cuchillas, se mataban entre familiares, son cosas que todos sabemos muy bien. Y esa es la impronta que tiene la historia de Uruguay y que hace que hoy sea como es y no otro, y los uruguayos la tenemos que asumir no pensando para atrás sino pensando que esas cosas que pasaron nos tienen que servir para capacitarnos, para formarnos, para ser reflexivos y, sin olvidarnos de lo que pasó, pensar en la posibilidad de un Uruguay mejor".

(Fin.)

SHM - La reflexión me parece válida, pero en el contexto de que blancos y colorados peleaban de frente y en las cuchillas, hombre a hombre, frente a frente, y no por la espalda, secuestrando a los hijos de sus caudillos para doblegar una posición. Los tiempos cambiaron, los procedimientos de la guerra cambiaron, dejó de ser una guerra limpia de hombre a hombre y frente a frente y pasó a ser una guerra cobarde donde el fin justifica los medios. Y esto es justamente lo que yo creo que debemos olvidar, dar vuelta la página. Esta historia no es la misma historia.

EC - Lo cierto es que usted sale ahora y habla, está contando lo que le ocurrió, está trasmitiendo la peripecia que vivió y la evaluación que de ella hace 33 años después. Habló en la convención del PC, creo que está dando algunas otras entrevistas en estos días. ¿Cómo se cierra este capítulo? ¿Cómo termina esta etapa en la que usted ingresó con la decisión del fin de semana?

SHM - No sé, el tiempo lo dirá. Que la opinión pública juzgue una vez más todo, que se sepa, si realmente los uruguayos tenemos derecho a saber todo lo que pasó yo estoy aportando lo mío para que se sepa todo lo que pasó. No sé, no puedo hacer futurología sobre esto. Ahora que lo he hecho público voy a concluir el libro que tengo y lo voy a publicar para que sea de público conocimiento y se pueda mantener como un documento de la época con todas las informaciones que tengo, el material gráfico y todas las anécdotas, paso a paso y cosa por cosa, este periplo de los 69 días que tuve que vivir en cautiverio.

Documento relacionado:
Cronología de los hechos según notas publicadas  por la Federación Anarquista del Uruguay
La Cobertura en la prensa

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe