La
política económica y su proyección en el 2002
Exposición
del ministro de Economía y Finanzas, Alberto Bensión.
Foro organizado por ACDE el jueves 6 de diciembre de 2001.
"I
- La evolución del año
Hace
un año estuvimos aquí, entre ustedes, y entre otras
afirmaciones, dijimos que era difícil imaginar otro año
tan adverso como el 2000. Sin embargo, la realidad superó
a la imaginación y las dificultades de este año que
termina han sido iguales o peores que las del año pasado.
En honor a
la verdad, el año tuvo un comienzo promisorio, con un crecimiento
del PBI en el primer trimestre, que continuaba un registro también
positivo en el cuarto trimestre del año 2000, con niveles
crecientes de empleo, exportaciones y recaudación.
No obstante,
a partir de la reaparición de la aftosa y el agravamiento
de la situación argentina, la evolución de nuestra
economía sufrió un desmejoramiento importante. Hoy,
casi al fin del año, estamos previendo un nuevo descenso
del PBI, del orden del 1%, con un efecto provocado por la paralización
del agro por la aftosa, que por sí sola puede estimarse que
produjo una baja del PBI de entre un 1.2% y un 1.5%.
En medio de
este marco económico adverso, la persistencia y la continuidad
de las principales líneas de política definidas desde
el comienzo de nuestra gestión han consolidado algunas fortalezas
muy significativas en la economía a lo largo del año
que termina, que están en la base de nuestra confianza para
esperar y actuar sobre los acontecimientos económicos del
año próximo.
1 - La política
fiscal
Antes que nada,
quiero destacar que hemos mantenido el control del gasto público,
evitando un desborde que hubiera resultado profundamente desestabilizador
en el marco externo tan complejo que nos rodea. No ha sido fácil,
pero hemos contado con el apoyo del Presidente Batlle y de nuestros
colegas de gabinete, a cuya comprensión quiero hoy rendir
mi reconocimiento.
Así,
a setiembre de este año, estabamos con un nivel de gasto
discrecional más de un 3% por debajo de la meta acordada
con el FMI.
Ahora bien,
la verdadera competitividad de la economía está en
la evolución del gasto público medido en dólares.
En efecto, la composición del gasto público hace de
éste el bien no transable por excelencia, por lo que su disminución
medida en dólares, implica un abaratamiento relativo de la
carga impositiva necesaria para su financiación por parte
del sector exportador de la economía.
En este sentido,
la evolución ha sido claramente favorable. En 1999, el gasto
público total del Gobierno General (incluyendo Intendencias,
Banco Central e Inversiones de las empresas públicas), medido
en dólares, llegó a 7.256 millones, en el 2001 va
a cerrar en el entorno de los 6.450 millones y esperamos que en
el 2002 se sitúe en el entorno de los 6.050. Esta caída
del orden del 17% es la cuantificación del esfuerzo que ha
realizado el sector público y el país todo en pos
de la mejora de las condiciones macro-económicas para el
sector exportador.
Pese a la disciplina
con la que hemos manejado el nivel de gasto, tenemos que anunciar
que no hemos podido cumplir con la meta revisada de déficit
fiscal que anunciamos en el pasado mes de junio. En el trimestre
cerrado en setiembre tuvimos una insuficiencia del orden de los
40 millones de dólares con respecto a la previsión,
por baja de la recaudación, y a esta altura estamos estimando
un déficit fiscal para todo el año 2001 de un 3.8%
del PBI.
Hay que tener
presente que este resultado en términos del PBI se ve amplificado
por el descenso del denominador medido en dólares, teniendo
en cuenta no sólo la baja de la producción sino también
el importante rezago de los precios internos con respecto a la evolución
del tipo de cambio. Sobre este último tema habré de
volver luego con más detalle.
Esta doble
evolución del resultado fiscal y del cambio en los precios
relativos también nos ha llevado a un mayor nivel de deuda
con relación al PBI, que es otro indicador al que habremos
de prestar especial atención.
2 - La política
cambiaria
El segundo
factor de importancia en la política económica de
este año ha sido la política cambiaria, tanto en sus
resultados en términos de mejora de la competitividad de
nuestra producción como en la funcionalidad que ella ha mostrado
para adaptar nuestra economía a los choques de la región,
sin mengua de la confianza con la que ella es percibida por parte
de los agentes económicos del país y del exterior.
Sobre este punto ya expuso con más detalle el Presidente
del Banco Central, pero permítanme recordar que en el marco
tan especial de las circunstancias económicas en que hemos
actuado, a las medidas cambiarias hemos agregado medidas tributarias
tales como la derogación del aporte patronal en el agro,
la industria y buena parte del transporte, la derogación
del impuesto al patrimonio en el agro, la rebaja de la contribución
inmobiliaria rural y el descenso del precio del gas oil. En conjunto,
estas medidas han permitido acumular en el último trienio
una mejora de la capacidad de competencia con Argentina, por ejemplo,
del orden del 13%, que es importante retener para evaluar nuestra
relación con la incertidumbre que hacia el futuro inmediato
genera la evolución de este país. Con carácter
más general, desde 1998 estamos mejorando nuestra capacidad
de competencia con Estados Unidos en el orden del 25%; en contraste,
hemos tenido una desmejora con Europa y con Brasil.
Otra contribución
en favor de la competitividad ha sido la reducción de las
tarifas públicas medidas en dólares, a efectos de
la comparación internacional. En los últimos tres
años, la tarifa de energía eléctrica cayó
17%, 15% fue la caída de las telefónicas y 13% las
de agua.
La combinación
de estas medidas permitió una evolución muy auspiciosa
del sector exportador. Así, en el período enero-setiembre,
descontando el efecto carne y la baja de nuestras ventas al MERCOSUR,
las exportaciones aumentaron casi un 12%, con destino a terceros
países.
3 - La atención
a los sectores productivos
Deseo referirme
ahora a otro componente importante de la política económica,
no sólo por sus efectos sino también por la controversia
que ella genera, que es la que normalmente se conoce como las políticas
activas.
En general,
en la invocación a esta forma de acción del Estado
está contenida la idea de alguna forma de costo social, a
veces explícito, la más de las veces implícito,
destinado a favorecer a un cierto sector de la economía.
No somos partidarios de esta línea de acción, en tanto
tenemos un concepto de política económica cuyo objetivo
principal debe ser la definición de un horizonte predecible
de mediano y largo plazo, que permita modelar con normalidad las
decisiones de inversión del sector privado, en forma objetiva
e impersonal. Es la política económica en su conjunto
la que define el futuro de las sociedades, y no determinadas inversiones
aisladas, sin solución de continuidad.
Sin perjuicio
de ello, tres situaciones nos han movido a adoptar decisiones de
orden sectorial que hoy queremos recordar a ustedes. Porque contrariamente
a lo que más de una vez se ha afirmado con cierta ligereza
desde algunas fuentes de opinión, siempre hemos estado firmes
y bien dispuestos en la atención a las necesidades de nuestros
sectores productivos, en tanto ellas no signifiquen un privilegio
por el que deban pagar en forma indefinida todos los uruguayos.
En primer lugar,
hay determinados sectores, que necesariamente deben ser muy pocos,
que por distintas razones requieren de un impulso inicial por parte
de la política económica. Hace algunos años
lo fue la forestación, y en nuestro gobierno lo han sido
la exportación de servicios profesionales y de informática,
en tanto se adaptan a un modelo de sociedad abierta y con un uso
preferente de recursos humanos calificados, que es parte de lo que
creemos como el más adecuado para el futuro de nuestro país.
En segundo
lugar, y en medio del clima tan inestable de la región, hemos
debido adoptar algunas medidas de carácter defensivo o de
estímulo en favor de ciertos sectores en dificultades, con
la convicción que actuando de esa manera estamos previniendo
males mayores de futuro, con un costo social que habría sido
significativamente más importante. Así, hemos dispuesto
el aumento con carácter general de la comisión por
servicios sobre las importaciones, diversas acciones de resguardo
en la importación de textiles, calzado y aceites, y hemos
impulsado medidas de estímulo a la exportación de
textiles y confecciones y de la industria del cuero. En todos los
casos, sin embargo, lo hemos hecho por excepción, con un
plazo muy preciso para su vigencia, a cuyo término las medidas
no serán renovadas.
En tercer lugar,
debo hacer una nueva referencia a la aplicación de la ley
de promoción de inversiones, que a menudo es omitida cuando
se trata de evaluar la política económica en su relación
con los sectores productivos del país. En lo que va del año,
el Poder Ejecutivo ha dado aprobación a diversos proyectos
de inversión, por un total de 224 millones de dólares,
a los que hemos concedido estímulos tributarios de diverso
orden, por un total de 72 millones de dólares, que equivalen
a un 32 % de la inversión original. Es, sin duda, un esfuerzo
colectivo de significación a favor de la inversión.
4 - La consideración
del mercado financiero internacional
En
este repaso de las fortalezas que hemos ido afirmando a lo largo
de este año tan duro, el mercado financiero internacional
nos ha renovado su voto de confianza en ocasión de la reciente
emisión de deuda pública el viernes 23 de noviembre.
No está de más que les recuerde que quienes aquí
votan son profesionales de la economía y las finanzas de
todo el mundo, que ponen su dinero o el de terceros detrás
de una evaluación objetiva de nuestra realidad y de nuestro
futuro. Este resultado no es entonces la consecuencia de una apreciación
meramente retórica sobre las bondades o defectos de nuestra
política económica, tan usual en nuestro medio.
No se nos escapa
que estamos en una región en problemas, cuya evolución
nos puede afectar tanto para bien como para mal, pero sentimos que
ese voto favorable del mercado internacional es un premio en favor
de nuestro país, tan pequeño en el medio de los problemas
tan importantes de nuestros vecinos. Ello nos inspira para mantener
nuestra fé en el porvenir de nuestra economía.
5 - Las reformas
estructurales
El cuarto factor
que nos infunde confianza en el rumbo que estamos siguiendo es el
de la continuidad y persistencia en la aplicación de reformas
de fondo en el funcionamiento tradicional de la economía
y la sociedad uruguaya, que habrán dar un impulso renovado
al crecimiento de la producción y la eficiencia pero, por
sobre todo, habrán de contribuir a ampliar la perspectiva,
la visión y la esperanza de futuro de la población,
y en especial de la juventud. Sobre este tema, ya expuso con todo
detalle el Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto
el Cr. Ariel Davrieux, pero quiero detenerme aquí en dos
ejemplos concretos, que me parecen paradigmáticos.
El primero
de ellos es el de la producción de azúcar. En los
últimos ocho años los uruguayos han aportado de sus
bolsillos más de 100 millones de dólares para financiar
la producción de azúcar refinado. Esta muestra de
una solidaridad social mal entendida fue corregida a fin del año
pasado, cuando adoptamos las medidas correspondientes, entre las
que incluimos un instrumento de defensa muy fuerte en favor del
sector, al disponer en su beneficio el margen más amplio
de protección de que goza industria alguna en el país,
con la materia prima al 0% y el producto importado competitivo al
35%. En adición, y con un fuerte compromiso de solidaridad
social por parte de este gobierno, está rigiendo un impuesto
del 10% sobre el precio del azúcar, que habrá de financiar
un fondo de reconversión en favor de este sector, de unos
7 millones de dólares en 4 años, para asegurarle un
futuro próspero y esperanzador.
El otro ejemplo,
es el de la apertura a la competencia del sector de las telecomunicaciones.
De nuevo aquí me enorgullezco en integrar un gobierno que
está transformando con un sentido favorable a la sociedad
uruguaya. En unos pocos días, los precios de las llamadas
de larga distancia tendrán una baja sustancial, para beneficio
de todos los uruguayos. Ello habrá de tener una repercusión
adversa sobre las finanzas públicas, del orden de los 50
millones de dólares anuales. Pero esto siempre fue parte
del costo país, del que todos se quejaban, con razón,
y al que todos apelaban en forma innominada a la hora de reclamar
su rebaja. Bueno, lo hicimos, y aunque ahora como Ministro de Finanzas
tengo un problema que habré de incorporar en la consideración
conjunta de las cuentas públicas, como Ministro de Economía
me siento muy feliz de haber contribuído de esta forma a
reducir la dependencia de las finanzas públicas de un impuesto
hasta ahora implícito en las tarifas públicas monopólicas
que día a día habían estado pagando todos los
uruguayos. Con todo énfasis: estamos empezando a terminar
con la tarifa-dependencia tan nociva del pasado.
6 - La administración
tributaria
El combate
a la evasión y la informalidad ha sido otro de los capítulos
fundamentales de nuestra acción a lo largo del año,
a la vez con una concepción de fondo y una acción
administrativa permanente.
Las ideas de
transformación en pos de resultados mejores hacia el futuro
en el ámbito tributario han quedado expresadas en el proyecto
de ley de la D.G.I., actualmente a consideración de la Comisión
de Hacienda de la Cámara de Representantes, y en el proyecto
de ley sobre la unificación y rebaja de la tasa básica
del I.V.A., actualmente a la espera de las propuestas del Partido
Nacional.
En cuanto a
la Aduana, hemos enviado al Parlamento un proyecto de perfeccionamiento
de la tipificación del delito de contrabando y de todo el
proceso jurisdiccional correspondiente. En adición, quiero
informarles que desde hace algunas semanas están trabajando
en representación del Ministerio y de la D.G.I. dos funcionarias
de mi confianza personal en la Mesa de Valoración de la Aduana.
En forma simultánea,
la D.G.I., la Aduana y el B.P.S. prosiguen y perfeccionan en forma
incesante sus acciones de control y sanción de la evasión
y la informalidad.
II - El
Mercosur
Quiero referirme
ahora a las relaciones del país con el MERCOSUR, reflejando
un pensamiento que hemos coordinado con el Ministro de Relaciones
Exteriores Opertti. Es claro que la situación actual del
proceso de integración regional no es buena. Una vez más,
como tantas otras veces, la economía se ha impuesto sobre
las buenas intenciones.
Es ahora evidente
que no puede pensarse en el funcionamiento armónico de un
proceso de integración comercial ni, menos aún, en
la consolidación de una unión aduanera, en el medio
de una situación tan particular de las principales economías
de la región, con un alto grado de inestabilidad macroeconómica
en un lado y con una inestabilidad cambiaria en el otro. Va de suyo
que ni Brasil ni Argentina han provocado estas dificultades en forma
deliberada: la coordinación macroeconómica no estuvo
nunca entre las obligaciones del MERCOSUR, Argentina está
haciendo todo lo posible por salir de su situación actual
y Brasil aplica un sistema cambiario de flotación que entiende
como el más conveniente para sus fines. Pero en estas condiciones,
no sólo no funciona el comercio intra-regional, como lo prueban
las cifras que son de conocimiento público; más importante
aún, no es posible programar al menos en nuestro país,
inversiones de mediano y largo plazo, con vistas a aprovechar de
las ventajas que en teoría derivan de la integración.
Todavía más: las dificultades de acceso a los mercados
de exportación y la importación de producciones competitivas
a precios de liquidación empiezan a exacerbar sentimientos
aislacionistas en nuestras sociedades, que van justamente en la
dirección contraria al Tratado del MERCOSUR y aún
de la tradición de hermandad entre nuestros pueblos.
En el marco
de estas dificultades, hemos mantenido una conducta impecable como
socios del MERCOSUR. Hemos sufrido los peores efectos de la situación
económica de los vecinos sin interponer ninguna acción
de represalia, ni hemos resistido públicamente esta situación,
bajo la invocación fácil de nuestra pequeñez
o de la asimetría en la región. Una vez más,
hemos hecho honor al legado de nuestros mayores, de un fiel cumplimiento
de nuestras obligaciones internacionales.
En esta misma
línea de conducta queremos señalar en esta ocasión,
al fin de la Presidencia Pro Témpore de Uruguay, con todo
énfasis, que mantenemos con el MERCOSUR el mismo grado de
compromiso que en 1991 y que nos sentimos parte de él hacia
el futuro. No obstante, y en vista de las dificultades tan fuertes
del presente, creemos que es oportuno hacer una reflexión
de fondo sobre el estado actual del proceso de integración
y replantearnos el futuro de las obligaciones asumidas anteriormente,
para darnos a todos un tiempo para restañar nuestras heridas,
que las tenemos y muchas. Entre tanto, avancemos en todo lo posible
en la negociación externa, en especial con la Unión
Europea, Estados Unidos y los países andinos.
En consecuencia,
y tal como lo ha señalado la semana pasada el Presidente
Batlle, queremos recobrar nuestra libertad para negociar con terceros
países acuerdos comerciales de carácter bilateral
a lo largo del año 2002. En adición, entendemos conveniente
detener, sin desmantelar, el proceso de convergencia hacia el Arancel
Externo Común, que debería tener una nueva etapa de
adecuación el próximo 1° de enero.
Con una visión
más de fondo, vamos a plantear ahora nuestra posición
sobre el tema cambiario con relación a nuestros socios.
Los países
del MERCOSUR tenemos que tomar compromisos también en el
área cambiaria, con una suerte de combinación con
el área tributaria, habida cuenta de la incompatibilidad
de las políticas cambiarias de nuestros dos vecinos. A ella
tendremos que sujetarnos lo antes posible para disciplinar nuestra
relación comercial. Mientras tanto, y con independencia de
la futura instrumentación de esta idea, sentimos que, de
considerarlo necesario, nos hemos ganado el derecho a adoptar en
el futuro medidas que nos permitan contrarrestar eventuales desvíos
de importancia en los niveles recientes del tipo de cambio de nuestros
vecinos.
III - Las
perspectivas para el año próximo
En eventos
como éste, es tradicional que nuestro mensaje adelante al
menos alguna de las principales líneas que a nuestro juicio
habrán de marcar la evolución de la economía
en el año próximo.
Debo comenzar
por reconocer que nuestra capacidad de predicción sobre la
evolución de futuro de la economía uruguaya ha ido
chocando una y otra vez con un marco externo más desfavorable
que el que originalmente habíamos imaginado, por lo que nuestras
previsiones anteriores sobre crecimiento productivo y déficit
fiscal han tenido un cumplimiento imperfecto.
Pese a esta
debilidad, quiero compartir con ustedes una modesta pero a la vez
firme convicción. En el plano político y profesional,
hemos hecho todo lo mejor que hemos podido para mantener esta relativa
normalidad económica que hoy tiene nuestro país, en
el medio de las profundas perturbaciones que casi sin excepción
sacuden a nuestro continente. En la adversidad es cuando mejor se
valora la convicción sobre el rumbo a seguir y la destreza
en el uso de los instrumentos correspondientes.
Con el apoyo
del Presidente Batlle y de la coalición de gobierno, y la
comprensión y el estímulo de todos los uruguayos,
seguiremos firmes en nuestra línea de acción, en la
convicción que ella es la que en definitiva nos permitirá
devolver a nuestra economía a la senda de crecimiento.
Entonces, una
vez más, nos enfrentamos ahora al mismo ejercicio de predicción
del año próximo, y una vez más lo hacemos en
el medio de una extrema volatilidad en la región, más
en particular en Argentina. Nuevamente tenemos que imaginar el futuro
para actuar sobre él, pero desde una base inestable. Hasta
el fin de semana pasado y aún en el marco de una cierta incertidumbre,
teníamos algunos puntos más o menos claros en nuestra
visión del año próximo. Hoy seguimos creyendo
en ellos, pero es evidente que nuestro entorno regional ha incorporado
un mayor grado de inestabilidad que antes, con una evolución
de futuro que es hoy más difícil de prever.
Repasemos entonces
los factores que sabemos al día de hoy que van a ser favorables
para nosotros en el año próximo.
Empecemos por
el más inmediato. Confiamos que, en términos generales,
las medidas de Argentina de este fin de semana pasado no habrán
de aportar una perturbación de importancia para nuestra temporada
turística. Desde otro punto de vista, y tal como ya lo he
señalado más de una vez, la reanudación de
las exportaciones de carne a partir del pasado mes de noviembre,
va a dar un piso de crecimiento cierto para el año próximo.
En segundo
lugar, tenemos confianza en la continuidad del crecimiento exportador,
que ya tuvo una primera manifestación en el año 2000
y una reiteración en el año 2001. Hay aquí
una combinación del resultado favorable de las políticas
cambiaria y tributaria aplicadas en estos años, con el esfuerzo,
la imaginación y la eficiencia de las empresas de exportación,
a cuyo profesionalismo y dedicación quiero rendir aquí
un justo reconocimiento, en nombre del gobierno y del país
todo.
No voy a insistir
en el efecto transformador de las reformas de fondo que hemos venido
impulsando en estos meses, que por supuesto significarán
nuevos aportes favorables a la inversión, los precios y la
calidad de ciertos bienes producidos en el país y de importancia
estratégica hacia el futuro.
También
desde el mercado internacional se insinúan factores con una
incidencia favorable sobre nuestra economía. Vamos a tener
tasas internacionales de interés bajas por un período
prolongado, con sus efectos positivos sobre el manejo de nuestra
deuda y los incentivos para invertir. Tal como lo señaló
el Presidente del Banco Central, vamos a seguir con toda atención
la evolución de las tasas de interés en nuestro sistema
bancario, para asegurar su tendencia a la baja, a tono con los movimientos
en el mercado internacional. Es este un tema al que le damos la
misma importancia que a la defensa del derecho de propiedad de los
bancos en la recuperación de sus créditos.
También
vamos a asistir a un período al menos de algunos meses de
precios bajos del petróleo, lo que tendrá un efecto
reactivador interno, además del posible impacto al alza sobre
nuestros precios de exportación, tal como ha sucedido tradicionalmente
en el pasado.
En condiciones
normales, estos factores permiten prever un crecimiento del PBI
de por lo menos un 2% para el año próximo, con la
consecuente recuperación del empleo.
Aún
cuando pueda parecer fuera de las prioridades habituales quiero,
en esta instancia de hoy, dedicar una atención muy particular
al tema del déficit fiscal y la deuda pública. Tal
como lo dijimos al comienzo de nuestra exposición, la falta
de crecimiento productivo y el cambio de precios relativos de los
últimos años, están coadyuvando para poner
al país en una situación de alerta sobre el futuro,
a fin de evitar una dinámica de endeudamiento de cuyos efectos
perjudiciales hoy tenemos una evidencia empírica muy próxima.
El nivel de
déficit fiscal con el que habrá de cerrar este año
nos obliga a un esfuerzo particularmente exigente para el año
próximo. Antes que nada, para nosotros, pero también
para la comunidad internacional a la que estamos vinculados y a
la que hemos recurrido para financiar nuestros desequilibrios, en
el 2002 sería en extremo riesgoso un nivel de déficit
fiscal superior al 2.5% del PBI. Al cumplimiento de este objetivo
es que habremos de poner todos los instrumentos a nuestro alcance,
para definir en el primer trimestre del año próximo
el guarismo definitivo sobre el que habremos de tomar un compromiso
con ustedes y con el mundo financiero internacional.
Ello nos lleva
a dos reflexiones finales de fondo, que habrán de presidir
algunas de nuestras decisiones próximas.
En primer lugar,
en el año próximo habremos de aplicar una política
salarial en el conjunto del sector público necesariamente
austera. Habremos de decidir aquí criterios de ajuste muy
similares a los que son hoy de aplicación corriente en el
sector privado, en el que empresas y trabajadores han acordado aumentos
muy prudentes, al punto que en ciertos casos, han llegado a acuerdos
sobre una cierta rebaja salarial, en aras de mantener los puestos
de trabajo. Porque además, y como todos sabemos, los funcionarios
públicos no están sujetos a esa forma de ajuste tan
fuerte que es, en el sector privado, el desempleo.
En adición
seremos igualmente exigentes con otros componentes del gasto público,
buscando en la medida de lo posible la preservación de los
niveles actuales de inversión.
Más
en particular, y con respecto al costo salarial de los funcionarios
de la banca pública, hemos de llamar a una licitación
entre todas las mutualistas del país para reducir el costo
actual de la asistencia médica a la que ellos tienen derecho,
sin mengua de sus beneficios.
En el mismo
sentido, estamos trabajando para concluir el diseño de una
política de endeudamiento hacia el año próximo
que nos permita cuidar al máximo la evolución del
nivel de la deuda. A estos efectos, y aprovechando la exitosa colocación
externa de deuda del mes pasado, en coordinación con el BCU,
hemos decidido no emitir Bonos del Tesoro en el mercado local en
lo que resta del año.
Finalmente,
y con el propósito de completar la presentación de
nuestra proyección preliminar del año próximo,
estamos previendo una inflación de entre 4.5% y 6.5%.
Quiero terminar
este mensaje con una apelación a la confianza en nuestras
fuerzas y en la continuidad de las líneas principales de
la política económica seguida por el país en
estos meses.
Nos han tocado
tiempos difíciles, pero en definitiva nuestro futuro depende
básicamente de nosotros mismos. Estoy seguro que todos, sin
excepción, habremos de estar a la altura de nuestras responsabilidades".
(Tomado del Servicio de Prensa y Difusión de Presidencia
de la República)
Fotos: Robert
Mareco
Principal
del especial
Conferencia
de César Rodríguez Batlle
Conferencia
de Ariel Davieux
Preguntas
y respuestas
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